Llamado a la Unidad, Verdad y Paz
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Llamado a la Unidad, Verdad y Paz

Fecha: Domingo 02 de Agosto de 1959
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Asamblea Plenaria

Homenaje a S.S. el Papa Juan XXIII y al Nuncio Apostó1ico Excmo. Monseñor Opilio Rossi, al terminar la Asamblea Plenaria efectuada en el Seminario de la Santa Cruz.

Al terminar sus sesiones la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile reunida durante cinco días en el Seminario de los Padres de la Santa Cruz, ha hecho el siguiente llamado al Clero y fieles del país: “Los Arzobispos y Obispos chilenos hemos estado reunidos en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile. En estos días, después de haber invocado las luces del Espíritu Santo hemos considerado y estudiado, con la mayor diligencia, cuanto se refiere a la evangelización de los fieles que han sido confiados a nuestro ministerio pastoral.

Es la primera vez, después de la elección de S.S. Juan XXIII al Supremo Pontificado, que nos congregamos en esta reunión plenaria bienal. Deseamos con este motivo, expresar públicamente al Santo Padre el filial homenaje de nuestro afecto y sumisión.

Hacemos también extensivo este homenaje al Excelentísimo señor Nuncio Apostólico, Monseñor Opilio Rossi, porque vemos en los Nuncios Apostólicos a los representantes de Su Santidad entre nosotros, lo que les hace merecedores de todo respeto y afecto que corresponde a su alta misión.

Creemos que la mejor forma de expresar estos sentimientos hacia el Santo Padre, consiste en hacer Nuestros los reiterados anhelos que ha manifestado desde su elección y que ha expresado, de una manera especial en su primera Carta Encíclica “Ad Petri Cathedram” del 29 de junio del presente año.

Su Santidad ha resumido estos anhelos en estas tres palabras: UNIDAD, VERDAD, PAZ. El Episcopado de Chile, estrechamente unido en torno a estos tres postulados, pide a todos los cató1icos chilenos ponerlos integralmente en práctica.


I. UNIDAD.

Ante todo es necesaria la unidad. Este fue el deseo que Jesús expresó con mayor vehemencia la noche antes de su muerte: “Que sean uno como el Padre y Yo somos uno, para que el mundo crea que Tú nos has enviado” (Evangelio de San Juan, Cap. XVI, 21)

Desgraciadamente, a pesar de Nuestros reiterados llamados, comprobamos que este ideal de unidad no se ha alcanzado aún.

Con dolor repetimos lo que expresamos el 30 de septiembre de 1950 en el “Comentario oficial hecho por el Episcopado Nacional a la Carta dirigida por el Excmo. Mons. Tardini, hoy Cardenal Secretario de Estado, al Emmo. señor Cardenal Caro, con fecha 10 de febrero de ese mismo año”.

“Con profunda amargura -decíamos entonces y lo volvemos a decir ahora- los Obispos de Chile vemos como las diferencias de orden político hacen que los cató1icos falten al mandamiento máximo del Cristianismo; como esas divisiones penetran al seno de las familias y de las instituciones católicas y cómo “de las persistentes divisiones y polémicas en el terreno político y de las estériles disputas, se debilita la estrecha unión de los católicos y se aprovechan los enemigos de la Iglesia” (Carta del Emmo. Card. Tardini al Emmo. Card. Caro)

En consecuencia, decíamos en el documento aludido antes, “la unión a que la Santa Sede llama a los cató1icos chilenos en los documentos que comentamos, no es la unión de un solo partido político, ya que libres son de pertenecer a diversos partidos que reúnan las condiciones requeridas, sino la unión en la caridad fraterna y en la defensa de los principios de la Iglesia” (Comentario oficial del Episcopado citado)

Reiteramos, pues, a todos Nuestros amados hijos el llamado más ferviente para que, superando estas diferencias, vivan la gran realidad a que todos los católicos nos une y que constituye el signo de nuestra fe: el amor fraterno.

Repetimos aquí las palabras de Bossuet: “Quien renuncia a la caridad fraterna, renuncia a la fe, abjura del Cristianismo, se aparta de la escuela de Jesucristo, es decir, de su Iglesia” (Meditaciones sobre el Evangelio)

Queremos, igualmente, hacernos eco del sentimiento expresado por Su Santidad acerca de la unión de los cristianos que están separados de la Iglesia.

Deseamos que todos los fieles oren con intensidad a fin de que esa paternal invitación de S.S. Juan XXIII tenga plena y pronta realización.

Con las mismas palabras del Santo Padre en su Encíclica “Ad Petri Cathedram”, decimos a todos aquellos que, sin pertenecer a la Iglesia Católica, creen en Cristo y en su Evangelio: “Por tanto, a todos los que están separados de Nos, les dirigimos como hermanos, las palabras de San Agustín cuando decía “Quieran o no, hermanos nuestros son. Sólo dejarían de ser hermanos nuestros si dejaran de decir Padre Nuestro” (San Aug. in Ps. 32, Errat, 11, 29 P. L. 34, col. 299) Al llamaros amorosamente a la unidad de la Iglesia, no os invitamos a una casa ajena sino a la propia vuestra, a la común casa paterna”.


II. VERDAD. Esa unidad debe realizarse en la Verdad.

“La causa y raíz de todos los males que, por decirlo así envenenan a los individuos, a los pueblos y a las naciones y perturban las mentes de muchos, es la ignorancia de la Verdad. Y no sólo su ignorancia, sino, a veces, hasta el desprecio y la temeraria aversión a ella” (Enc. “Ad Petri Cathedram”)

Por esto el tema central de Nuestra Asamblea Plenaria ha girado alrededor del tema: “La Evangelización en sus diversos aspectos”.

Así como sólo “la verdad nos hará libres” así también sólo el conocimiento de Cristo y de su Mensaje, la meditación de la palabra de Dios y las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, pueden otorgarnos la unidad.

“Como consecuencia de esta verdad plena, íntegra y sincera, debe necesariamente brotar la unidad de las inteligencias, de los espíritus y de las obras”, acaba de decir S.S. Juan XXIII en su primera Encíclica al mundo.

Por esto tiene importancia suma llegar a poseer una fuerte y vigorosa fe: En el año 1951, el Episcopado Nacional os decía a este propósito, en una Pastoral Colectiva: “Os invitamos una vez más a permanecer firmes en vuestra fe, íntegros en profesión de vuestra doctrina, seguros en la defensa de vuestros principios, inconmovibles en vuestras costumbres y enérgicamente decididos a profesar y vivir vuestra religión con aquella intensidad y pureza que son la mejor defensa del cristiano en estos difíciles y trascendentales tiempos que atravesamos” (Pastoral Colectiva del 3-5-1951)

De una manera especial ante los avances de los enemigos de la civilización cristiana, reiteramos el deber de todos los católicos de mantener, a este respecto, aquella actitud clara y firme señalada por las enseñanzas de la Santa Sede Apostólica.

Todo católico ha de preocuparse de guardar la pureza de la fe ante doctrinas o prácticas contrarias a las enseñanzas recibidas, ha de reaccionar caritativamente haciendo las advertencias a quien corresponde; pero el juicio sobre la actitud de su hermano corresponde exclusivamente a la autoridad de la Iglesia.


III. PAZ.

Por último y siguiendo siempre el pensamiento de Nuestro Santo Padre el Papa, fruto de la verdad son la concordia y la paz.

Hemos de pedir insistentemente a Dios que reine la paz entre las naciones. Paz que es fruto de las virtudes cristianas y en primer lugar, de la justicia, como hermosamente lo proclamaba el lema del escudo de S. S. Pío XII, de feliz memoria: “Obra de la justicia es la Paz”.

Deseamos sobre todo la paz en nuestra amada patria, especialmente entre las diversas clases sociales y entre los diferentes factores que colaboran en la producción.

Esta paz sólo puede fundarse en la renuncia al egoísmo y al mismo tiempo, en el verdadero respeto de los derechos esenciales concedidos por Dios a cada persona humana.

En la hora presente, apelamos a vuestra conciencia de chilenos y de católicos, para que colaboréis generosamente en el engrandecimiento de la patria.

A los más favorecidos con la fortuna les corresponde aportar una mayor cuota de sacrificios, renunciando a sus intereses personales, cuando ellos estén en pugna con el bien común de la sociedad.

Tales son, amados fieles, las consignas que os entregan, vuestros Obispos y pastores de vuestras almas, abrigando las mejores esperanzas de que se cumplan, para que se dilate la vida cristiana, y al mismo tiempo, se obtenga el bien de la patria.

Pedimos a Nuestra amada Madre y Reina la Santísima Virgen del Carmen que obtenga de su Divino Hijo, para cada uno de vosotros, abundancia de gracias celestiales, en prenda de las cuales os impartimos de corazón nuestra bendición pastoral.


2 de agosto de 1959

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