Carta Pastoral Colectiva que el Episcopado dirige al clero y fieles de sus respectivas Jurisdicciones con motivo del Centenario de las Apariciones de Lourdes
Muy amados colaboradores y queridos hijos en Nuestro Señor:
¡LOURDES!... Van a cumplirse cien años desde el día en que este nombre, desconocido hasta entonces casi por completo, fue repitiéndose y difundiéndose hasta los últimos confines del mundo. ¿Qué milagro se había verificado? Es que allá, en Francia, escondida en los montes Pirineos, en la pequeña aldea de ese nombre y en la roca agreste de Massabieille, bañados sus pies por el tranquilo Gave, algo extraordinario había sucedido. La Reina del cielo, la Madre de Dios y de los hombres, se había manifestado a la humilde aldeana Bernardita Soubirous, el 11 de febrero de 1858 apareciéndosele entonces y por 17 veces más.
Aquellas apariciones, declaradas auténticas después de largo y severísimo examen por la autoridad de la Iglesia, iban a tener una repercusión universal. No era sólo un favor del cielo concedido a la inocencia y virtud de una humilde niña, no era un hecho aislado y reducido a aquel tiempo y a aquel lugar. Era un Mensaje del cielo para todo el mundo, era la voz de María que iba a resonar a través del tiempo y del espacio.
1.- DESDE ENTONCES
Lourdes pasó a ser un nombre universal. A los milagros verificados en ese tiempo, se siguieron los incontables posteriores hasta convertirse ese lugar sagrado, en verdadera clínica sobrenatural de ellos. Fue aquel sitio el centro de misericordia en ruidosas conversiones, fue el foco de ardiente fe, de inmensa piedad y de caridad heroica. Ha pasado un siglo y nada ha cambiado; y no hay rincón de la tierra en donde no se eleve un templo, un altar o una rústica roca y gruta que, imitando a la de Massabieille, no muestre la blanca figura de María con sus manos juntas ostentando el rosario, ceñida con faja de color de cielo, con su mirada maternal inspirando piedad y despertando amor y confianza. En todas partes parece repetir que es Consoladora de afligidos, Refugio de pecadores y Salud de los enfermos.
2.- MENSAJE CELESTIAL
Pero sobre todo hemos dicho, amados hijos, que aquellas apariciones fueron un MENSAJE de María al mundo entero. Ello explica la difusión universal de los hechos y la permanencia constante del sello inconfundible de lo sobrenatural.
Por eso, al llegar el centenario de las apariciones, que el mundo católico se apresta a celebrar, es necesario oír de nuevo ese MENSAJE no sólo para recordarlo y admirarlo, sino para responder a él con fidelidad y renovar así el espíritu de auténtica vida cristiana que es el mejor homenaje que podemos y debemos ofrecer a Jesús por medio de su Madre Inmaculada. Ese MENSAJE es actual.
El Episcopado de Chile, muy amados hijos en su última Asamblea General, acordó dirigiros esta Carta Pastoral colectiva que no ha de ser otra cosa sino despertar en vosotros el espíritu de ese MENSAJE maternal que esperamos recibáis con dócil y firme propósito de ponerlo en práctica.
3.- MENSAJE DE FE
Al mostrarse María, multiplicando hechos extraordinarios y sobrenaturales, quiso sin duda, robustecer la fe, de la cual es sello auténtico el milagro. Los que se verificaron en aquellas apariciones, comprobados por los mismos incrédulos y enemigos y los que se han sucedido durante un siglo, nos están diciendo: “el dedo de Dios está allí”. Y aunque la fe sea un don gratuito de Dios, El mismo nos la confirma y despierta: con los signos inequívocos de su intervención divina.
¡Cuántos dicen tener fe y acaso la tienen! ¡Pero cuán adormecida! Piensan y viven como si no la tuvieran. Son víctimas desgraciadas del naturalismo. Con dolor vemos y comprobamos como, en la vida pública y privada, se obra prescindiendo de los principios eternos de la fe. Se rechaza prácticamente el acatamiento a la voluntad sapientísima de Dios, se olvida su Providencia paternal, el laicismo práctico invade el ambiente y no pocas veces se combaten las verdades reveladas, se arranca del niño indefenso el germen de la fe que el bautismo depositó en sus almas.
Volvamos, amados hijos, volvamos a vivir el espíritu de fe. “El justo vive de la fe”. Ella es sostén en la vida, luz en las tinieblas, consuelo y esperanza en el dolor. ¡Cómo cambia el sentido de la vida cuando ella está guiada, en las horas alegres y en las adversas, por ese espíritu de fe!
Lo deseamos y lo pedimos para vosotros con aquella bellísima oración que la Iglesia repite en su liturgia entre las alegrías de la Pascua de Resurrección: “Oh Dios que unís las almas de los fieles en una sola voluntad: conceded a vuestro pueblo el amar lo que mandáis y desear lo que prometéis; para que, en medio de las mudanzas de este mundo, tengamos fijos nuestros corazones allí donde se encuentran los verdaderos gozos”.
4.- MENSAJE DE PIEDAD
Desde la primera aparición María incitó a Bernardita a la oración. Con el rosario entre sus virginales manos, se complacía en acompañar a la niña que lo recitaba teniéndolo en las suyas. Manifestó el deseo de que allí se levantara un Templo, que es casa de oración; que acudieran las muchedumbres para elevar sus plegarias. Y todos sabemos lo que es Lourdes: centro sin igual de piedad fervorosa, de plegaria constante. Se ora en la Gruta, en los tres templos erigidos, en las Piscinas milagrosas, en el Vía Crucis de la montaña, en las procesiones clamorosas del día y en las luminosas de la noche: se ora en público y en privado y, cual nube de incienso purísimo, se eleva la plegaria hasta los cielos para volver a la tierra como lluvia copiosa de favores.
¡La oración, amados hijos! Sin ella somos peregrinos desarmados en este valle de lágrimas. Con ella somos poderosos e invencibles ante la bondad inagotable del Señor. El nos ha dicho que “es necesario orar siempre y nunca desfallecer” porque la oración es infalible ante la misericordia infinita del Señor.
La oración fervorosa, la oración confiada, la oración perseverante, la oración en privado y en común. ¿Qué diremos del Santo Rosario, devoción sobre la cual tantas veces hemos insistido? Ella fue creada por María e instada por María en Lourdes y en Fátima. Volvemos a pediros y a exhortaros a esta práctica, especialmente al Rosario en familia, baluarte de unión y de gracias para nuestros hogares que tanto las necesitan en un mundo frívolo y lleno de angustias y peligros.
5.- MENSAJE DE HUMILDAD, SENCILLEZ Y POBREZA
¿A quién se manifestó María en Lourdes? A Bernardita, humilde, sencilla y pobre aldeana. Ciertamente quiso exaltar las virtudes que estas condiciones manifiestan y mostrar su predilección por las almas que las cultivan.
María, al verse elegida para Madre de Dios, se declaró su esclava y prorrumpió en aquel cántico inmortal (que tanto se repite en Lourdes) en el cual pudo profetizar que le llamarían bienaventurada todas las generaciones porque el Señor había visto la humildad de su sierva y Dios había abatido a los potentes orgullosos para exaltar a los humildes.
Suele creerse que la virtud de la humildad rebaja y apoca los espíritus y que en todo caso es virtud de almas muy privilegiadas. Por el contrario: ella es la base de todas las virtudes y es la que atrae las demás y merece favores de Dios. “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”. No es la humildad el desconocer los dones que se tengan, sino precisamente reconocerlos como dones gratuitos y bondadosos de Dios. Son de El y deben ser puestos sólo al servicio de El. Por eso los humildes son los que realizan las obras más sólidas y duraderas.
La soberbia fue el primer pecado de Luzbel en el cielo y el de nuestros primeros padres de la tierra ilusionados por el engaño de grandeza que el demonio les prometía. Ella engendra la envidia que a su vez trae los odios y los crímenes de toda clase. ¿No es la ambición de honores y grandezas, de dominio y de poder lo que divide a los hombres, a las familias, a los miembros de la sociedad y hasta las mismas naciones?
Mirad la humildad de Cristo, amados hijos, que se humilló y nos enseñó a imitar esta virtud de su Corazón para encontrar la paz de nuestras almas. Mirad a María, la creatura más excelsa de la creación, modelo incomparable de esta virtud.
La pobreza no es afrenta. Pobre fue Jesús y tuvo predilección por los pobres; pobre fue María; pobre era Bernardita y fue designada por aquella para hacerla confidente de los más extraordinarios favores. Pobres debemos ser todos, es decir, sin arraigar nuestros corazones a las riquezas, porque el Señor nos dice: “Si llegan a vuestras manos las riquezas, no pongáis en ellas vuestro corazón”. Ellas son dones de Dios y de ellas debemos usar conforme a su ley, que es ley de honradez, de rectitud y de caridad. No sea que ellas en vez de ayudarnos a subir al cielo nos precipiten en el infierno.
MENSAJE DE CARIDAD
¡La caridad en Lourdes! Acaso no hay sitio en la tierra en donde se vea ejercer con mayor amor y sacrificio. Parece que María, abriendo allí una fuente de favores celestiales, hubiera querido encender una hoguera de caridad fraterna. Quien haya tenido la suerte de llegar a Lourdes habrá podido comprobar la caridad sin límites que ejercen hombres y mujeres, llegados de todas las partes del mundo, para prestar los favores más humildes y abnegados a la legión de enfermos que allí acuden.
¡La caridad, amados hijos! La reina de las virtudes, la que nos asemeja al mismo Dios que es Caridad, la que nos hermana con vínculos del amor más desinteresado y más intenso.
Oigamos ese MENSAJE de María, Ella, que obtuvo el primer milagro de Jesús, nos debe acercar a nuestros hermanos indigentes o que sufren. La recompensa eterna se nos ha prometido por las obras de misericordia que hayamos practicado en la vida. Miremos con compasión efectiva a tantos de nuestros hermanos que nos extienden sus manos suplicantes como el pobre Lázaro a las puertas del rico Epulón. La dureza de corazón de éste lo sepultó en los infiernos, mientras el pobre mendigo era llevado a la recompensa eterna. Mirad al buen Samaritano y oigamos a Cristo que nos repite: “Ve tú y haz del mismo modo”.
MENSAJE DE REPARACIÓN Y DESAGRAVIO
Una vez María, en las apariciones a Bernardita, entristeció su rostro virginal y exclamó: “Los pecadores!... Ruega por los pobres pecadores, ruega por el mundo tan perturbado… besa la tierra por la conversión de los pecadores... Penitencia... Penitencia… Penitencia!” Era la angustia de la Madre que veía ofendido y ultrajado a su Hijo con las iniquidades de los hombres.
Si entonces hizo Maria esta petición ¿qué nos diría ahora ante un mundo cargado de crímenes y pecados; ante los ultrajes directos contra Dios en aquellas naciones que, no sólo le desconocen, sino que le odian y le persiguen en guerra encarnizada contra Cristo y contra su Iglesia? Pero, si con angustia miramos hacia ellos, con no menos dolor, queridos hijos, volvemos la vista a nuestra propia Patria, cristiana por favor de Dios su nacimiento, protegida tantas veces por El y cubierta con singular amor con el manto maternal de la Virgen del Carmen, y contemplamos por todas partes el desborde de pecados que la invaden. Costumbres licenciosas en todas las clases sociales, profanación del sagrado vínculo del matrimonio, olvido y desprecio del Señor, espectáculos y diversiones que arruinan a las almas, libros y revistas reñidas con la moral cristiana y que penetran en multitud de hogares que se dicen cristianos, ofensas al pudor en el vestir, desnudeces inconcebibles en las playas, desenfreno en el juego y la bebida. ¡Ah, cuántas veces hemos clamado contra tales excesos y escándalos! ¿Nos extrañaríamos si vinieran sobre nosotros terribles castigos?
Con cuanta claridad se ha expresado Nuestro Santo Padre el Papa Pío XII, hablando de este tema, en su Encíclica sobre las Apariciones de Lourdes:
“Pues bien, el mundo, que en nuestros días ofrece tantos justos motivos de orgullo y de esperanza, conoce también una temible tentación de materialismo, denunciada a menudo por nuestros Predecesores y por Nos mismo. Este materialismo no está solamente en la filosofía condenada que preside la política y la economía de una fracción de la humanidad, se manifiesta también en el amor al dinero, cuyos daños se amplifican en proporción con las empresas modernas, influyendo por desgracia en muchas determinaciones que pasan en la vida de los pueblos; se traduce en el culto del cuerpo, en la búsqueda excesiva del confort y en el alejamiento de toda austeridad de vida; lleva al desprecio de la vida humana, de la misma que se destruye antes de que haya visto la luz del día; se encierra en la desenfrenada persecución del placer, que se presenta sin pudor e intenta seducir, con lecturas y espectáculos, almas aún puras; está en el desinterés por el hermano, en el egoísmo que lo oprime, en la injusticia que le priva de sus derechos en una palabra, en esta concepción de la vida que regula todo únicamente mirando a la prosperidad y a las satisfacciones terrenales. “Alma mía, decía un rico, dispone de abundantes bienes de reserva para mucho tiempo: descansa, come, bebe y festeja. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma” (Lucas, XII, 19-20).
A una sociedad que, en su vida pública a menudo discute los supremos derechos de Dios, que quisiera conquistar al universo al precio de su alma, (Marcos VIII, 36) y de este modo caminaría hacia su ruina, la Virgen ha lanzado maternalmente como un grito de alarma.
Al preguntar Bernardita a María cuál era su nombre, Ella le respondió: “YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN” es decir, la pura, la sin mancha alguna de pecado, exaltando así la limpieza del alma a que debe aspirar y por la que debe luchar todo cristiano. ¿Qué obsequio más hermoso podríamos ofrecer a Dios y a su Madre, al celebrar este glorioso centenario, que una decidida reacción de costumbres, una vuelta sincera al sentido cristiano de la vida! ¡Almas buenas y puras; que por fortuna no faltan! Os pedimos oración y penitencia para reparar y desagraviar a Dios ofendido y para la conversión de tantos pobres pecadores.
MENSAJE DE CONFIANZA
Las apariciones de María a Bernardita y los favores a ésta por Ella concedidos, no fueron ciertamente limitados a la humilde aldeana de Massabieille, María intentaba confirmar que Ella es la dispensadora de las gracias divinas, la omnipotencia suplicante para todos los hombres. Y Lourdes comenzó a ser desde entonces, y durante un siglo ha seguido siéndolo, centro de sus favores Y faro de esperanza para todas las almas. La epopeya de Lourdes, como con razón se le ha llamado, es perpetua y las olas humanas han ido allá a besar los pies inmaculados de la Dispensadora de favores. No sólo allá, sino en todas las partes del mundo se le invoca bajo esa advocación y los ruegos son benignamente escuchados. Ella ha sido junto a la Gruta y en las Piscinas salvadoras, salud de los enfermos del cuerpo, pero más aún ha sido refugio y conversión de pecadores, Auxilio de los cristianos en horas de angustias y temores, Consuelo de afligidos en horas de dolor.
Bernardita pasó por este mundo y se consagró por completo a Dios en la vida religiosa. Hoy está en los altares, es decir, goza ya de El por toda la eternidad. Se ha cumplido así la promesa que María le hiciera en la aparición del 18 de Febrero: “Te prometo hacerte feliz, no en este mundo, sino en el otro”.
¡Qué fuente de confianza para todos! A Ella, pues, debemos acudir. Al ver llegar, queridos hijos, este glorioso centenario, en medio de tantos males, de tantos temores que envuelven y amenazan al mundo, allí está nuestro refugio, allí nuestra fuerza, allí nuestra esperanza.
Por esto el Episcopado de Chile ha querido en esta ocasión hacer un llamado a todos, no sólo para conmemorar con júbilo tan extraordinaria fecha, sino para promover, bajo la protección de María, una cruzada de renovación cristiana, para sacudir la tibieza espiritual de muchos, para enfervorizar la vida ya felizmente cristiana de otros.
En consecuencia disponemos y anunciamos lo siguiente:
1.- Que se promueva durante todo el año 1958 un movimiento mariano nacional y que en todas nuestras jurisdicciones respectivas, se celebren Congresos o Jornadas Marianas cuya fecha, lugares y programas señalaremos en cada una de ellas.
2.- Que se realice una solemnidad final, con carácter nacional, en la Capital de la República, la que oportunamente será anunciada.
3.- Bendecimos y estimulamos las peregrinaciones que durante el año 1958 se organicen desde Chile y Lourdes de Francia.
4.- Que se promuevan piadosas peregrinaciones y romerías, de Parroquias y Asociaciones a los sitios en donde se tributa culto a la Santísima Virgen, especialmente a Grutas levantadas en honor de Nuestra Señora de Lourdes.
5.- Que este movimiento mariano y de renovación cristiana se inicie en el próximo Mes de María, recomendando a los señores sacerdotes que los temas de las predicaciones en él sean tomados de la presente Carta Pastoral Colectiva.
6.- Que la Novena de Lourdes sea celebrada en todas partes con especial solemnidad y que, ocurriendo ella entre nosotros durante las vacaciones de verano, se esfuercen los fieles, en obsequio de María en santificarlas con vida de piedad y purificarlas de toda vanidad mundana y de toda ofensa a las sanas y cristianas costumbres.
Que la bendición del Padre +, del Hijo + y del Espíritu Santo + descienda sobre todos vosotros y permanezca siempre.
Esta Pastoral será leída el domingo tres de noviembre en todas las Misas que se celebren en las Iglesias y Capillas y difundida de un modo especial en las reuniones de Acción Católica y de otras Asociaciones.
Dada en nuestras respectivas Sedes el día 7 de octubre, festividad de la Santísima Virgen del Rosario, del año 1957.
José María, Cardenal Caro Rodríguez, Arzobispo de Santiago y Primado de Chile.- Alfredo Silva Santiago, Arzobispo de Concepción.- Alfredo Cifuentes G., Arzobispo de La Serena.- Arturo Mery B., Arzobispo Coadjutor de Concepción.- Rafael Lira I., Obispo de Valparaíso.- Ramón Munita E., Obispo de Puerto Montt.- Bernardo Berríos, Obispo de San Felipe.- Manuel Larraín, Obispo de Talca.- Eduardo Larraín, Obispo de Rancagua.- Augusto Salinas, Obispo de Ancud.- Roberto Moreira, Obispo de Linares.- Alejandro Menchaca, Obispo de Temuco.- Pedro Aguilera, Obispo de Iquique.- Vladimiro Boric, Obispo de Punta Arenas.- Eladio Vicuña, Obispo de Chillán.- José Manuel Santos, Obispo de Valdivia.- Francisco Valdés, Obispo de Osorno.- Francisco de Borja Valenzuela, Obispo de Antofagasta.- Guido Beck de Ramberga, Obispo Vicario Apostólico de la Araucanía.- Antonio Michelato, Obispo Vicario Apostólico de Aysen.- Teodoro Eugenín, Vicario General Castrense.- Hernán Frías, Obispo Auxiliar de la Vicaría Castrense.- Pío Alberto Fariña, Obispo Auxiliar de S. Emcia. el Cardenal Arzobispo de Santiago.- Guillermo Hartl, Obispo Coadjutor de la Araucanía.