Carta al Clero y fieles de la República. 25 años de la Acción Católica
En la próxima festividad de Cristo Rey, se cumplen 25 años de la fundación de la Acción Católica de Chile.
El 25 de Octubre de 1931, el Episcopado de entonces, presidido por el Arzobispo de Santiago, Mons. José Horacio Campillo, de santa memoria declaró establecida en todas las jurisdicciones eclesiásticas la Acción Católica Chilena. Fue su primer Asesor General y alma de esta nueva organización, el Obispo Mons. Rafael Edwards, cuyo recuerdo venerado siempre perdura.
Cumplía así el Episcopado con las claras directivas que venían de Roma y demostraba su prontitud para la adhesión y docilidad plena a la Santa Sede que ha constituido y constituye nuestro mejor timbre de gloria.
Al recordar este aniversario, queremos señalar los bienes que la Acción Católica ha producido, y los que en el futuro esperamos de ella, afirmar las líneas fundamentales en que ha de inspirarse, y urgir a todos los fieles a participar en este movimiento apostólico que el Papa Pío XI calificó: “Como el remedio específico a los males del mundo moderno”.
De aquí que esta Carta Pastoral tenga una triple finalidad: ser una voz de aprobación y aliento a lo que la Acción Católica ha hecho; despertar en sus miembros la responsabilidad de la misión que la Iglesia les ha confiado, y llamar a todos los fieles a incrementar sus filas.
1° APROBACION
Pese a las deficiencias inherentes a toda obra humana y a las dificultades que siempre encuentra un movimiento que se inicia, podemos afirmar que la Acción Católica en sus 25 años de vida, ha modificado profundamente la actitud de los cató1icos frente a la Iglesia, ha despertado en los seglares la conciencia del deber apostólico, ha hecho ver al clero la fuerza inmensa que aporta a sus labores pastorales la colaboración de los seglares, y ha producido el florecimiento de numerosos movimientos y obras que deben su origen a la conciencia apostólica que la Acción Católica ha formado en el seglar.
En efecto: la Acción Católica ha hecho vivir la realidad de aquello que en forma tan elocuente expresaba el Papa en el Consistorio de Febrero de 1946: “Los fieles, y más precisamente los seglares, se encuentran en las primeras filas de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Ellos, por consecuencia, ellos sobre todo, deben tener una conciencia más neta, no solamente de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia, o sea la Comunidad de los fieles sobre la tierra, bajo la guía del Jefe Común, el Papa y los Obispos en comunión con El.
La Acción Católica ha avivado en los fieles el “sentido de la Iglesia” la conciencia de ser miembros vivientes del Cuerpo Místico de Cristo, y que nada de la Iglesia les es extraño. Al mismo tiempo, ha hecho vibrar el llamado urgente a la colaboración de los seglares en las labores del apostolado jerárquico.
El seglar sabe, por medio de la Acción Cató1ica, que cualquiera que sea su condición y actividad tiene una misión apostólica que cumplir, y que esta misión es indispensable, irreemplazable, urgente y decisiva.
Esta maduración apostólica de los seglares, nacida de una conciencia viva de su solidaridad con la labor pastoral de la Jerarquía, ha producido un movimiento de evangelización y expansión misionera que, estamos ciertos, ha de constituir al extenderse y afirmarse, la más sólida garantía del porvenir cristiano de nuestra Patria.
No podríamos los Pastores de Chile, puestos por el Espíritu Santo para regir esta porción de la Iglesia, dejar de rendir este testimonio de aprobación y elogio a la obra que en estos 25 años ha realizado nuestra Acción Católica Chilena, y a la lealtad y cooperación que sus Asesores, dirigentes y Militantes, han prestado y prestan a nuestra no fácil labor Pastoral.
Vaya a ellos la expresión de nuestra gratitud, el aliento de nuestra bendición, y la confianza de que este movimiento ha de crecer y dilatarse en el futuro.
2° RESPONSABILIDAD
Queremos, en segundo lugar, hacer ver a los militantes de la Acción Católica, la grave responsabilidad que la Iglesia les ha confiado.
En efecto, el apostolado de la Acción Católica nace de la perfección de la vida cristiana que hace actuar a sus miembros como responsables del Cuerpo Místico de Cristo.
Esta responsabilidad les asigna una función que es la de santificar su papel en la sociedad y la de cristianizar su ambiente.
La primera colaboración que prestan al apostolado jerárquico, es la de trabajar en la salvación de los suyos, es decir, de todos aquellos que Dios, en el plan de su Providencia, ha puesto junto a ellos; familiares, compañeros de profesión y trabajo, amigos, personas de su ambiente, etc. La tarea primera e insustituible de la Acción Católica es transformar en cristianismo el ambiente en el cual se actúa. La parábola del fermento en la masa está en la base del apostolado cristiano.
Pero, además de esta labor ambiental, la Jerarquía puede pedir a la Acción Católica su colaboración en cualquier otro apostolado. El Papa Pío XII decía a este respecto en su memorable discurso al Primer Congreso del Apostolado Seglar (Oct. 1951): “La Acción Católica representa en efecto el apostolado oficial de los seglares, es un instrumento en manos de la Jerarquía, y debe ser como la prolongación de su brazo”.
Esta amplia disponibilidad en manos de la Jerarquía, es para la Acción Cató1ica una nota característica, constituye la fuente más rica de gracias para su misión, y expresa en forma concreta el mandato apostólico especial que la Jerarquía da, a la que, con razón, ha sido llamada “obra príncipe” del apostolado seglar.
Esta misión y este mandato, impone a los miembros de la Acción Católica la necesidad de prepararse debidamente para tan importante tarea la Iglesia necesita de Apóstoles eficientes y responsables. El responsabilizarse de la salvación de otros exige intensa vida espiritual que les haga instrumentos aptos de las gracias divinas, sólida formación que les permita transmitir los ideales cristianos y educación apostólica que los habilite para colaborar eficazmente en la obra central de la Iglesia; la salvación. “Dios quiere la salvación de todos los hombres” (1 Tim. 11,4). Cristo ha muerto para salvarlos a todos. La Iglesia continúa en el tiempo la misión salvadora de Jesús. Ser miembro de la Iglesia es vibrar constantemente con lo que constituye su designio fundamental. Los cató1icos han sido llamados a ser “Salvadores con Cristo en su Iglesia”. Dios cuenta con nosotros para la realización de su obra salvadora en la tierra. Esta vocación en el Cuerpo Místico constituye lo que Bossuet llamaba “Lo terriblemente serio de nuestro destino” y lo que da a nuestra vida una impresionante responsabilidad. La Acción Cató1ica da a los fieles la conciencia de su vocación apostólica, les hace sentir lo que la Iglesia espera de ellos, y les muestra cómo esa vocación apostólica encierra el papel insustituible que cada cristiano debe realizar en la obra redentora.
De aquí brota la doble responsabilidad que en esta Carta Pastoral queremos destacar: La de los miembros de la Acción Católica para llenar cumplidamente su misión, y la de los católicos en general que han de dar a este movimiento la estimación, colaboración e impulso que su importancia requiere, y que se expresa en las palabras del Sumo Pontífice actual, que Nosotros, reverentemente, hacemos propias: “La Acción Católica es la gran empresa que llevamos en el corazón sobre todas las otras para el supremo bien de las almas y de las naciones”.
3° LLAMADO
Nuestra tercera palabra, es un llamado. Breve, pero apremiante: que los Sacerdotes, Educadores y Fieles, respondan en forma amplia a este movimiento apostólico a que sus pastores les llaman. La Acción Católica no pretende englobar todas las obras que pueden ser realizadas por seglares ni sustituirse a ellas. Quiere, en primer lugar, afirmar su importancia: “De todas las formas de apostolado de la Iglesia, la Acción Católica es la más conforme a las necesidades de los tiempos”. Es el más eficaz de los métodos de acción ha dicho el Papa Pío XI.
Quiere, en segundo lugar, ser “El campo central en que concuerden y se coordinen los católicos de acción” (Pío XII).
Quiere, en tercer lugar, cumplir sus fines propios; formar apóstoles seglares, que, en íntima unión con la Jerarquía, de la cual reciben el mandato apostólico y a cuyo apostolado colaboran, trabajen con responsabilidad propia en la recristianización de los ambientes y sean instrumentos disponibles en manos de sus pastores para extender y difundir el reino de Dios en esta hora difícil de la humanidad.
A esta tarea, deben en primer lugar, colaborar los sacerdotes, especialmente aquellos que tienen cura de almas, poniéndola en primer plano de su actividad pastoral. La Acción Católica no es una obra más en la Iglesia. Es el inequívoco de una conciencia de Iglesia, cada vez más sentida por todos los fieles. No es una obra superpuesta a las estructuras de la Iglesia, sino que lo que, en unión con el Sacerdote y bajo su paternal guía, hace vivir especialmente en la Parroquia, el Misterio de la Comunidad Cristiana (Cf. Disc. de Pío XI, 19-X-1923).
Los párrocos recuerden que “la Acción Católica forma parte integrante del Ministerio Pastoral” (Pío XI) y, en consecuencia, su descuido constituye una grave omisión pastoral. Los sacerdotes todos, recuerdan las palabras del mismo Pontífice, “La suerte de la Acción Católica está en manos de los sacerdotes”.
La Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunida en Río de Janeiro en 1955, declara: “Reafirma, según el pensamiento de los Sumos Pontífices Pío XI y Pío XII, que la Acción Católica, como colaboración de los seglares en el apostolado Jerárquico, constituye medio eficacísimo para la recristianización del pueblo y por lo tanto al cuidado de ella se ha de colocar entre los primeros deberes del Ministerio Pastoral (Cap. 11, N° 47).
Deben colaborar en esta tarea los educadores católicos. La Conferencia Episcopal Latinoamericana de Río de Janeiro antes citada, dice a este respecto: “Que los educadores católicos recuerden el deber que les incumbe de fundar y mantener vivos en sus Establecimientos, Centros de Acción Católica, preocupándose de formar en ellos buenos militantes y capacitados dirigentes del apostolado seglar” (Cap. 11, 48).
Los prelados de América Latina hacen eco así, a las reiteradas declaraciones de la Santa Sede al respecto. De ellas conviene recordar la Carta del Emmo. Cardenal Pacelli, hoy Pío XII f.r., a los Superiores Religiosos (15-IV-1936), donde afirma: “La formación en el espíritu de apostolado propio de la Acción Católica, constituye un elemento esencial de la educación de estos nuevos tiempos... Un educador prudente no puede olvidarlo... de lo contrario privaría a la Iglesia de preciosas ayudas y difícilmente alcanzaría todos los fines de una verdadera educación cristiana”.
Por no extendernos, mencionaremos solamente la Carta “Observantissimas Litteras”, de Pío XI al Episcopado de Colombia en la cual quiere que la Acción Católica llegue “no sólo a las Universidades y Escuelas secundarias, sino a toda clase de Escuelas”, como igualmente la Carta de S. Congregación de Religiosos a los Superiores y Superioras de Órdenes y Congregaciones Religiosas (2-11-1947), sobre la cooperación de los Religiosos a la Acción Católica.
Una última palabra, y es para los fieles. El pertenecer a la Iglesia lleva consigo tomar parte activa en sus problemas y trabajos. Es estar enrolado en la gran obra redentora de la Humanidad.
Nuestra salvación se asegura en la medida que cooperamos a la salvación de nuestros hermanos. La Acción Católica por este motivo, forma parte de nuestra vida cristiana. Ella es la respuesta de la Providencia a los errores del laicismo. Mientras éste pretende relegar a Dios de la vida social; la Acción Cató1ica levanta como lema: La paz de Cristo en el reino de Cristo, y lucha porque Dios impere en todos los ambientes sociales.
Os hemos señalado, amados hijos, en líneas generales nuestra aprobación a lo que la Acción Católica ha realizado en estos 25 años, la responsabilidad grande que la Acción Católica encierra para el porvenir de la Iglesia y el llamado urgente a cooperar con ella. No nos resta sino, el pedir a Cristo Rey, a Nuestra Madre Santísima del Carmen y a San Francisco de Asís, bajo cuyo dulcísimo patrocinio e intercesión hemos colocado a nuestra Acción Católica Chilena, sigan derramando sobre ella sus gracias, atrayendo nuevos miembros a sus filas, vigorizando la labor de los que en ella combaten para que en una íntima compenetración del sacerdocio y seglares realicemos en esta tierra chilena y en esta hora del mundo, la petición de Cristo a su Padre Celestial: “Venga a nosotros, Tu reino”.
24 de julio de 1956