Acaba de celebrarse en Santiago un Seminario Educacional de toda la América Latina con observadores de la América del Norte y aún de algunos países de Europa.
No podemos menos de reconocer los sacrificios y esfuerzos que esa concentración de estudio pedagógico-científico ha significado para los que la han realizado y los beneficios que ha de acarrear a la juventud estudiosa su recta aplicación.
Desgraciadamente, como Pastores, como católicos y como chilenos, tampoco podemos callar acerca de deficiencias de importancia trascendental para los mismos fines que se han tenido en vista; ni tampoco podemos acallarlas sin traicionar nuestros sagrados deberes y los más legítimos intereses de nuestra Patria y de nuestro pueblo cristiano.
En efecto, en el plan educacional, cuyas conclusiones se publicaron, la Religión no se toma en cuenta para nada a pesar de las claras y elocuentes declaraciones de los delegados cató1icos dignamente presididos por el Excmo. Señor Ministro de Educación.
Queremos los Arzobispos y Obispos de la Comisión Episcopal, en nombre propio, de nuestros Revdmos. Hermanos en el Episcopado y de nuestros amados fieles cristianos, elevar al “Señor de las ciencias” y “Padre de las luces” una ardiente y filial reparación.
Queremos lamentar ese olvido de Dios y de las obligaciones que como creaturas suyas, dotadas de inteligencia y voluntad tenemos los hombres para con El comenzando por el amor filial y gratitud con que hemos de corresponder al Padre Celestial, fuente de todo bien; cuyo olvido practicado por los hombres, tiene sumida la familia humana en tantas miserias, odios e infortunios.
Reconociendo por nuestra historia y experiencia, que, si hay algo bueno y digno de elogio de nuestro pueblo, ello se debe principalmente a la religión cristiana que profesa; ese olvido de la religión en la formación de la niñez y juventud, así como es una manifiesta ingratitud a Cristo y a su Iglesia, que en cuatro siglos ha trabajado en la formación de una democracia cristiana genuina y digna de admiración de extraños, así también es una ofensa a nuestro pueblo cristiano que siempre ha dado pruebas de su fe, y en el Año Mariano, recién terminado ha mostrado, el aprecio vivo que tiene a su religión cristiana. Esa omisión que lamentamos no podía ser más inoportuna que en esta ocasión.
Ese olvido de la religión en la educación de la niñez y juventud es ofensivo a los padres de familia del país, los que en su casi totalidad desean y buscan o suponen en los colegios y escuelas la enseñanza de la religión.
Pero, además, por muchos elogios que haya merecido el tecnicismo prometedor de grandes éxitos y ventajas en la instrucción de la juventud esa omisión de un elemento necesario a la perfecta formación del hombre para desempeñar bien su conducta en los variados caminos de su vida, es por su parte, una amenaza cierta, confirmada con la experiencia, tanto en la niñez y juventud, como en la edad adulta, contra el bienestar familiar, social y político, último fruto y supremo éxito de todos los demás que se alcancen en esta vida.
Pues sin religión, sin el conocimiento de un Supremo Legislador, a quien todos los hombres deben gratitud, amor y obediencia, ¿en qué se fundan las leyes y obligaciones que de ellas emanan? ¿En el temor a la fuerza, que se puede burlar o destruir con otra fuerza? ¿En el honor, que para muchos nada significa y que no puede sancionar lo que se oculta a los demás? ¿En el placer que puede encontrarse más en lo inconveniente que para unos será digno de aprecio y para otros de desprecio?
Cuando el ambiente social favorece la rectitud de las acciones, la falta de educación moral puede ser menos desastrosa; pero en el ambiente contemporáneo de hecho es lo más fatal y pernicioso.
Una educación sin moral entre nosotros, multiplicaría los hechos delictuosos y antisociales; sería la mayor desgracia de nuestra juventud y de nuestro pueblo.
A este propósito es interesante mencionar la actitud de numerosos educadores de los Estados Unidos que en múltiples conferencias se han preocupado vivamente de la educación religiosa.
En una de esas reuniones, tenida en la Universidad de Columbia con representantes de 22 colegios, seminarios y universidades, con asistentes católicos, judíos, protestantes y participación de presidentes y decanos de colegios con títulos y grados, sin relación con la Iglesia, a la cuestión: “¿Por qué toda universidad y colegios incluso los pagados por el Estado, hacen lugar para la instrucción religiosa?, se dieron varias respuestas: “porque la religión es histórica y corrientemente una parte importante de nuestra cultura; porque la religión figura como una mayor disciplina sin la cual un curso de colegio es trunco; porque la más elevada educación debe educar “a todo Hombre”; porque sin religión los estudiantes quedan sin orientación acerca del significado de sus vidas” (Rev. América, 11 Dic. 1954).
Esto manifiesta el daño inmenso que recibiría la formación de los jóvenes de nuestra Patria, no sólo como cristianos, sino también como ciudadanos y hombres de elevada cultura, si se ejecutara el programa contenido en las conclusiones del Seminario Educacional aludido; lo que tampoco podemos mirar impasibles los Pastores de la Iglesia, como tales y como ciudadanos que amamos a nuestra juventud y a nuestra Patria.
Aprovechamos la ocasión para recordar a los padres de familia católica que tienen OBLIGACION GRAVISIMA de procurar la educación católica de sus hijos (Cans. 1113-1372).
5 de febrero de 1955
