Los Obispos y demás Prelados de Chile, puestos por Dios para velar por el bien espiritual de nuestros fieles, reunidos en las Conferencias Episcopales Generales, en los días del 5 al 8 del presente mes, profundamente alarmados ante el avance pavoroso de prácticas enteramente opuestas a las buenas costumbres y a los principios de la moral cristiana, venimos en declarar lo que en esta materia enseña la Santa Iglesia, para que todos tengan presente estas normas precisas a las cuales deben ajustar su conducta.
1. La pureza de costumbres, que es victoria del espíritu contra las inclinaciones sensuales no se puede alcanzar sino mediante las enseñanzas de la fe cristiana y los auxilios de la gracia.
2. El cuerpo humano, formado por Dios, santificado por los Sacramentos y convertido por la gracia divina en templo del Espíritu Santo, exige gran respeto. Los cuidados, ejercicios e higiene corporales son buenos, siempre que no causen detrimento al alma. El culto exagerado del cuerpo ha sido siempre señal de decadencia y de corrupción.
3. Dios estableció una armonía perfecta entre el alma y el cuerpo, en virtud de la cual éste quedaba sometido a aquella. El pecado original rompió esa armonía e introdujo la oposición y lucha entre ambos elementos: el triunfo del espíritu es la pureza; el triunfo de la carne es la corrupción. Y en esta lucha nunca podrán ser suficientes los medios puramente naturales para fortificar el alma, ni es posible vencer cuando uno se expone temerariamente a las ocasiones, pretendiendo ilusoriamente acostumbrarse a esos peligros.
4. Los apetitos e inclinaciones sensuales, cuando no son refrenados, degradan el espíritu, extinguen las aspiraciones nobles, envilecen el carácter, destruyen la salud y la vida corporal y provocan la ruina de los pueblos.
5. Como defensa de la pureza, Dios puso en el corazón el digno sentimiento del pudor, que huye de todo lo vergonzoso e inspira el recato y la modestia en el trato con los demás. Todo lo que tiende a destruir el pudor es contrario a la moralidad.
6. Exaltar las pasiones sensuales por medio de espectáculos, modas indecorosas o figuras obscenas, es en gran manera vituperable; así como también lo es, el despertar curiosidades malsanas, iniciando imprudentemente a los niños en materias sexuales.
7. La iniciación sexual debe darse privadamente a cada joven en oportuna edad y con la debida prudencia, en primer lugar, por los padres y madres de familia y, en su defecto, por los maestros, directores espirituales o quienes tienen cargo de velar por la recta formación de la juventud.
8. Los deportes, los baños y ejercicios de gimnasia tiene por fin el desarrollo físico requerido para la vida humana, pero no se exponga a quienes los practican, especialmente a los adolescentes, a los peligros que en tales ocasiones significan la promiscuidad de sexos y los trajes indecentes.
9. Pide la dignidad de toda persona cristiana que se abstenga de tomar parte en bailes indecorosos y de vestir en las fiestas sociales en forma que pueda excitar en otros las pasiones, exponiéndolos a pecados en que sería difícil eludir la propia responsabilidad.
10. Los concursos para elegir reinas de bel1eza y demás exhibiciones públicas, fomentan de tal modo la vanidad y exponen a apreciaciones tan materialistas que es difícil participar en ellos, sin incurrir en falta, por la forma en que, de ordinario se realizan.
11. Vemos con asombro que personas católicas se permiten concurrir a ciertos establecimientos nocturnos de diversión y no trepidan en procurarse encuentros en sitios apartados donde no hay nada en el ambiente que les defienda contra los impulsos de las pasiones. Los peligros a que así se exponen y los malos ejemplos que dan, están abiertamente en pugna con los principios espirituales que profesan, pues la vida nos ha sido dada, no para gozar de cualquier modo, sino para hacer la voluntad de nuestro Padre Celestial.
12. Hay espectáculos indecentes, hay libros pornográficos, hay revistas de índole informativa que habitualmente presentan figuras provocativas. No el aspecto artístico, ni el interés que estas cosas despiertan, pueden justificar que los católicos se permitan esos entretenimientos tan indignos de un discípulo de Cristo.
13. Nuestro Divino Redentor reparó todas estas sensualidades con sus humillaciones y dolores. Al cristiano que sigue sus huellas corresponde reparar con Cristo tantos pecados y orar fervorosamente, pidiendo la conversión de los pecadores.
14. Muy grave responsabilidad tienen ante Dios los padres y madres de familia que permiten a sus hijos asistir a biógrafos y espectáculos indecentes: que conceden a sus hijas libertades desmedidas para salir solas del hogar o acompañadas por hombres; que las dejan asistir a teatros, fiestas y bailes sin la vigilancia de personas que constituyan una verdadera garantía o que compran y admiten en sus casas libros, o revistas inmorales.
15. Con especial empeño exige la Iglesia que se guarden las reglas de la modestia y del decoro en el Templo, que es la casa del Señor; por lo cual insistimos en que las señoras y señoritas, aun las novias y madrinas, asistan a la Iglesia con trajes sencillos y con la cabeza cubierta, y prohibimos estrictamente que se presenten en el Templo con trajes escotados, o sin mangas. Ordenamos que los Párrocos y Receptores de Iglesia hagan que se dé fiel cumplimiento a estas disposiciones y coloquen junto a la puerta del Templo un cartel que exprese este mandato en forma bien precisa y clara.
l6. Exhortamos, finalmente y con viva instancia a todos nuestros fieles para que no se dejen arrastrar por la ola de inmoralidades que pretende paganizar totalmente nuestros ambientes.
La Gracia de Jesucristo y la protección maternal de María robustezcan su personalidad cristiana, para que siempre procedan según la ley del Señor, sin dejarse esclavizar por las exigencias tan absurdas de modas paganas materialistas.
Poderoso auxilio para ello les será hacer con toda el alma la promesa de la Legión de la Decencia, comprometiéndose así ante el Señor de abstenerse de toda actitud contraria a las buenas costumbres.
17. Esta declaración será leída dos veces cada año, en todas las misas del primer domingo de diciembre del presente año y el primer domingo de febrero del año próximo.
Dada en Santiago, a 8 de Noviembre de l952
† JOSÉ MARÍA, CARDENAL CARO RODRÍGUEZ
Arzobispo Primado de Chile
Presidente de las Conferencias Episcopales
† JORGE LARRAÍN COTAPOS
Obispo de Chillán
Secretario