Con una concurrida y emotiva Misa de Exequias, la Iglesia de Santiago despidió al Pbro. Humberto Gutiérrez Paredes, quien falleciera el lunes 1 de noviembre. El oficio religioso fue presidido – en representación del Cardenal Francisco Javier- por Monseñor Ricardo Ezzati, Obispo Auxiliar y Vicario General de la Arquidócesis.
Delegaciones de fieles de las parroquias y capillas donde sirvió, asistieron a la Misa de exequias en memoria del Padre Humberto Gutiérrez, celebrada en la tarde del miércoles 3 en el patio del colegio San Marcos, en la comuna de Macul. La Misa –presidida por Mons. Ricardo Ezzati- fue concelebrada por los obispos auxiliares de Santiago, monseñores Andrés Arteaga y Cristián Contreras Villarroel; por varios Vicarios Episcopales y numerosos sacerdotes, en especial de la Zona Oriente.
Durante la Misa, el P. Pedro Ossandón, Secretario adjunto de la Conferencia Episcopal, leyó el testamento espiritual del fallecido sacerdote. “Mi encuentro con Jesucristo es una demostración de su confianza para conmigo. Jesús me llamó amigo. Descubrí que la vida del cristiano no era una utopía, sino que es un gran encuentro”, señala parte del documento. Y agrega: “Amo a la Iglesia de Santiago, formaba por pobres y ricos, chicos y grandes, y pido para que todos sus miembros sean tratados con cariño y con respeto”.
Amó a la Iglesia
La homilía estuvo a cargo del P. Rafael Hernández, Vicario de la Zona Oriente, quien en emocionadas palabras recordó al P. Humberto, su amigo durante más de cuarenta años. Hizo gratos recuerdos de su época de seminarista, para luego manifestar que el P. Gutiérrez fue “un sacerdote de la Iglesia de Santiago, a la que amó mucho” Lo describió como una persona solidaria y fraterna, cuya principal preocupación era servir a los más sencillos y humildes, a los pobres y a los que sufren, llevándoles la Buena Nueva del Evangelio
Testimonio
Desde Bogotá, Colombia, donde se encuentra participando en actividades propias a su cargo de Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, el Cardenal Arzobispo de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz, envió una emotiva carta recordando al Padre Humberto Gutiérrez.
“Desde la sede del CELAM me encuentro muy unidos a ustedes, celebrando a esta misma hora la Eucaristía por nuestro hermano, el P. Humberto, que ha partido santamente a la casa del Padre (…) Me uno a la inmensa gratitud de todos ustedes: gratitud a Dios, nuestro Padre, y a la Sma. Virgen; gratitud al mismo P. Humberto, discípulo de Jesús y pastor según su corazón; y gratitud a todos los que lo han acompañado de cerca, con mucho cariño y admiración”, señala la carta del cardenal Errázuriz, quien además relata en su misiva el último encuentro que tuvo con el Padre Humberto, En esa ocasión le confidenció cómo había dado el sí a su vocación sacerdotal. Así lo recuerda el Cardenal: “Al atardecer, cuando volvía del trabajo, a cierta distancia había visto un grupo de personas y algunas velas encendidas. Se había acercado sin llamar la atención. En silencio había asistido a la celebración del Mes de María. Todavía estaba meditando lo que había vivido cuando sintió que una mano grande se posaba sobre su hombro. Era la mano del párroco. Había visto al respetuoso desconocido en la celebración del mes. Le preguntó si era católico; si sus padres también lo eran, y le dijo que lo esperaba en la misa del próximo domingo. El P. Humberto, con la sabiduría de pocas palabras que lo caracterizaba, -agrega el testimonio del Cardenal- me confidenció algo muy hermoso. Me dijo: Fui a la misa y me quedé allí, en misa, hasta el día de hoy. Dios nos regala este testimonio al inicio del año eucarístico: No dejé el templo, ni la Eucaristía; me quedé en la casa de Dios y en misa, siempre, sin interrupción. Ahí vivo. Aquí permanezco. Con su dolor ofrecido al Padre, permanecía junto a la cruz de Cristo. Con su entrañable gratitud irradiaba la Acción de Gracias de la Iglesia. Acompañando en la oración y ofreciendo todo lo suyo por sus hermanos sacerdotes, recordándolos con su nombre, y por tanta gente cercana a él, actualizaba la Nueva Alianza de amor y de paz. Jesús prolongaba en él la comunión, y el P. Humberto aceptaba que el Espíritu lo configurara con Cristo. Quería que Dios bendijera a todos los que sufren y a quienes evangelizan, y él mismo se fue transformando, más y más, en bendición de Dios para los suyos. Así vivía y moría Jesús Humberto con su Maestro y Pastor”.
Santiago, 04-11-2004