Acerca de las orientaciones del Ministerio de Educación a los padres y madres apoderados sobre su rol en la educación sexual de sus hijos
1. Valorizamos plenamente hecho que estas Orientaciones estén dirigidas a los Padres de Familia como "los primeros y principales educadores en sexualidad", y que en esta materia los colegios, más allá de los importantes esfuerzos que hagan al respecto, no reemplazan a la familia en esta tarea, debe ser valorado siempre como un criterio fundamental a la hora de concebir la educación.
2. Es muy positivo que se motive a los padres a dialogar con sus hijos acerca de esta dimensión de sus personas y a acompañarlos en el proceso de su desarrollo. El estilo y lenguaje sencillo y cercano con que se desea llegar a las familias para enfrentar una temática de por sí compleja, es destacable.
3. De igual forma, es digno de mencionar en estas orientaciones la afirmación que en el desarrollo y educación de la sexualidad - como de cualquier otro ámbito de la persona - existan por parte de los padres "límites claros", reconociendo su autoridad en cuanto a establecer "reglas de disciplina, hábitos y estilos de vida, de acuerdo a sus valores y creencias, que los adolescentes deberán conocer, asumiendo también las consecuencias de faltar a las normas familiares”
4. Se percibe un concepto de sexualidad y de educación sexual más integral, en directa relación con las distintas etapas del desarrollo evolutivo y en referencia con las características de la sociedad y cultura en que éste se lleva a cabo.
Sin perjuicio de lo anterior, se constatan algunos vacíos que podrían afectar una información que consideramos muy necesaria para los padres de familia. Se percibe una presentación de la sexualidad a la que le falta su contexto fundamental, que junto con darle su real dimensión y significado, ilumina al mismo tiempo su dirección y finalidad. Entre las ausencias que preocupan señalamos las siguientes:
- Para que los preadolescentes y adolescentes puedan llegar a "vivir su sexualidad en forma plena, satisfactoria y responsable" como bien se afirma en el texto, se requieren de valores, objetivos y estrategias pedagógicas mucho más significativos que "tomar sus propias decisiones", "cuidarse a sí mismos y a los demás" y "relacionarse equitativamente". Si estos fueran los grandes fines de la educación sexual, serían muy pobres y no responderían al significado profundo que la sexualidad tiene en la vida de la persona.
- En este sentido llama la atención una sexualidad en donde el concepto y significado del amor no está presente. Más aún, cuando es justamente éste el que más fuertemente experimentan los jóvenes, del cual más necesitan saber y en el cual más anhelan formarse , ya que de muchas maneras perciben que en su plena vivencia se juega su felicidad presente y futura. Y el amor, naturalmente, es bastante más que un conjunto de emociones, instintos, placer, consecuencias hormonales y sensaciones corporales. Los grandes gozos o sufrimientos de los adolescentes en su tarea de ir consolidando su identidad de hombres o mujeres, no están relacionados con la mayor o menor satisfacción de posibles relaciones sexuales, sino del sentir que aman, de instancias que les ayuden a salir de sí mismos, que su vida es importante para otros, que pueden hacer de ella un servicio de entrega generosa y solidaria, y que a su vez son amados, aceptados, valorizados. Y esto dice relación también y muy fuertemente con la amistad, los pares, la familia, los espacios sociales.
- Echamos de menos, así mismo, temáticas tan importantes como el matrimonio, la familia, la procreación y el cuidado de la vida, que sin lugar a dudas constituyen el contexto fundamental en donde la gran mayoría de ellos, de hecho, desarrollarán su futuro, vivirán y expresarán su sexualidad y buscarán el sentido de sus existencias. Educarse para desarrollar los valores, actitudes y competencias que les ayuden en el hermoso desafío de ser pareja, conformar una familia, crecer en fidelidad, engendrar, acoger y criar a los hijos, son objetivos claves que iluminan y orientan toda auténtica educación sexual.
- Percibimos en los textos una concepción más bien individualista de la sexualidad, sin mayores referencias hacia el otro y hacia los demás. Demasiada centrada en las necesidades, búsquedas e intereses del propio sujeto. Tal vez por ello, no hay mención alguna acerca de la sexualidad como compromiso. Compromiso con el bien y proyecto de vida de sí y de la pareja, compromiso con la propia familia y la sociedad, compromiso con el don sagrado de la vida. El ser responsables sexualmente hablando, no puede restringirse en absoluto a evitar contagios o embarazos no deseados. De lo contrario se corre el riesgo de incentivar la promiscuidad y de concebir la sexualidad como un mero objeto de consumo esporádico. No creemos que conductas persistentes en este sentido, aún cuando eviten momentáneamente consecuencias no deseadas, colaboren eficazmente a educar a las personas y su sicología sexual para los serios compromisos futuros en el campo del amor, en donde se jugará su felicidad y la de aquellos con quienes deseen compartir la vida.
- Finalmente, y si la inmensa mayoría de los padres así lo anhela, lamentamos que no se exprese con total claridad, que ellos están llamados mediante su tarea educativa a que sus hijos tomen conciencia que la iniciación sexual ha de darse en un contexto de amor y compromiso definitivo. A promover con insistencia -con mayor razón en la etapa de la preadolescencia y adolescencia- la abstinencia y no los preservativos como el valor fundamental, y por ende a informarles los graves problemas que cada vez afligen más a las personas, a las familias y a la sociedad entera, por las distintas consecuencias de una vida sexual prematura.
† Mons. Héctor Vargas Bastidas, sdb
Obispo de Arica
Presidente del Área de Educación de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 11 de mayo del 2006