\"Si conocieras el don de Dios\" (Jn 4, 10)
3. El encuentro con Cristo Vivo: camino de solidaridad con los pobres y excluidos
“Cuanto hicieron a uno de estos hermanos
míos más pequeños a mí me lo hicieron”. (Mt 25,40)
“La conciencia de la comunión con Jesucristo y con los hermanos, que es, a su vez, fruto de la conversión, lleva a servir al prójimo en todas sus necesidades, tanto materiales como espirituales, para que en cada hombre resplandezca el rostro de Cristo”(100), ya que “mediante su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo ser humano”(101). Esta solidaridad “se expresa en el amor cristiano que busca el bien de los otros, especialmente de los más necesitados”(102).
La situación de pobreza y exclusión que aún afecta a un gran número de chilenos y chilenas es un desafío que interpela nuestra fe. En repetidas ocasiones nos hemos preguntado qué significa esta contradicción en un pueblo de profundas raíces cristianas y cómo podemos comulgar de la Mesa del Señor, con la conciencia adormecida, mientras tantos hermanos padecen necesidades esenciales. El Padre Hurtado volvería a preguntarnos si es Chile un país Católico para que cada uno vea qué haría Cristo en su lugar.
Para lograr los objetivo propuestos deseamos proponer las siguientes líneas de acción.
3.1. Una cultura de la solidaridad3.1.1. Renovar con más decisión la opción preferencial por los pobres haciéndonos más conscientes de los nuevos rostros que adquiere la pobreza - adultos mayores, migrantes, alcohólicos y drogadictos, encarcelados, enfermos de SIDA, niños de la calle, etc. – y de lo que se suele llamar “pobreza dura” que aún afecta a un número significativo de compatriotas. Estamos concientes de la fecundidad evangélica que ha tenido esta opción pastoral y de los reduccionismos y temores que a veces la acompañan. En todo caso, esta es una opción que “se debe intensificar y ampliar […] para que ella sea cada vez más un camino para el encuentro con Cristo, el cual siendo rico, por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”(103).
Esta opción preferencial nos lleva a anunciar a los pobres el Evangelio de la gracia de Dios, para que puedan vivir la fe siendo sujetos de renovación en la Iglesia y agentes de cambio en la sociedad. En efecto, “la promoción de los pobres es una gran ocasión para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de la humanidad entera”(104).
3.1.2. Crear espacios de diálogo en torno al actual modelo económico, social y cultural, que permita generar una crítica constructiva y buscar caminos eficientes para superar la pobreza, la injusticia social, las carencias del sistema laboral, el desinterés por lo público y el estilo de vida consumista.
Hay también que denunciar las deformaciones de “un sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles”(105).
Pero, no se trata sólo de debatir y denunciar: mucho podemos hacer para generar una cultura comunitaria y solidaria, desde ahora y a nivel local, con los trabajos solidarios, con la práctica perseverante del compartir fraterno, del mutuo aprendizaje, del trabajo en equipo; con las redes y articulaciones regionales, los encuentros e intercambios, etc. Es lo que podríamos llamar una “pedagogía del fermento” que demuestre a través de experiencias concretas que es posible vivir el Evangelio del Reino en el campo social y político.
3.1.3. Asumir con más determinación el anuncio del Evangelio Social de la Iglesia, a través de todas las instancias que estén a nuestro alcance: en Seminarios y Casas de Formación, Escuelas y Colegios, Universidades y centros formativos, en los medios de comunicación, las catequesis y en las publicaciones de Iglesia. Así contribuiremos a formar católicos que trabajen incansablemente por una sociedad más justa y una economía más solidaria, como reiteradamente nos lo pide el Santo Padre.
3.1.4. Trabajar por establecer una cultura de la solidaridad y por globalizar esta solidaridad, colaborando “con medios legítimos en la reducción de los efectos negativos de la globalización, como son el dominio de los más fuertes sobre los más débiles, especialmente en el campo económico, y la pérdida de los valores de las culturas locales en favor de una mal entendida homogeneización”(106).
3.1.5. Promover una espiritualidad del compartir que ayude a las personas a plantearse con criterios evangélicos frente a los bienes económicos: sobriedad de vida, evitar el excesivo endeudamiento, compartir con los que tienen menos, despojarse de los bienes superfluos poniendo más confianza en Dios el Padre providente(107).
3.1.6. Apoyar a la Vida Consagrada a que, fiel a su historia y a sus carismas, se haga presente especialmente en los ámbitos de las nuevas pobrezas con una vida evangélica que muestre a los más pobres el rostro solidario y misericordioso de nuestro Dios. Así lo han hecho desde los comienzos de la Evangelización en Chile cuando “anunciaron el Evangelio, defendieron los derechos de los indígenas y con amor heroico a Cristo se entregaron al servicio del pueblo de Dios en el Continente”(108).
3.1.7. Revitalizar los equipos de acción social diocesanos (DAS), los cuales pueden avivar el sentido solidario de la vida de las comunidades cristianas, de todos los esfuerzos evangelizadores, y promover acciones solidarias que incentiven a otros a multiplicarlas.
3.2. La Pastoral Social
La pastoral social pertenece al corazón de la evangelización y no es una acción marginal ni sólo subsidiaria de la Iglesia. La atención de los enfermos, el albergue de los peregrinos e inmigrantes, el alimento para los hambrientos, el techo para los pobres, los hogares para niños y ancianos, el cuidado de los encarcelados, son obras de misericordia que la Iglesia debe seguir realizando y no puede dejar de promover sin grave infidelidad. Y, junto a las obras de misericordia, es deber de la comunidad eclesial promover la justicia y la paz, propias del Reino de Dios. En este campo los Papas nos ha dado un notable ejemplo en el siglo que termina, desarrollando el magisterio social de la Iglesia y jugando su prestigio moral en los conflictos que azotan a la humanidad.
Para promover la pastoral social nos proponemos:
3.2.1. Fortalecer la Pastoral de la Salud en la línea de un \"servicio integral a la vida\" en la cual la salud sea considerada en todos sus aspectos como salud física, mental, social y espiritual, desde la concepción de una persona hasta su muerte natural. Promover también la presencia de la Iglesia en los espacios sanitarios públicos y privados para atender a los sectores mas postergados o discriminados como son los enfermos terminales, los enfermos de Sida, los enfermos psiquiátricos crónicos, alcohólicos y drogadictos, y sus familiares.
3.2.2. En continuidad con lo planteado en las anteriores OO.PP. (n.151), nos proponemos fortalecer la Pastoral de pueblos originarios, Mapuches y Pehuenches, Pascuenses y Aymarás, también de quienes han dejado sus tierras para vivir en las grandes ciudades.
La Conferencia Episcopal ha tomado acuerdos al respecto tanto para mejorar la acción evangelizadora que se realiza en diversas diócesis como la acción social destinada a favorecer su promoción socio-económica y cultural. Deseamos que los agentes pastorales de territorios indígenas conozcan y asuman la realidad cultural propia de estos pueblos e intercambien experiencias evangelizadoras y de promoción, con la colaboración de la Comisión Nacional, de manera que se fortalezca la Pastoral Indígena con agentes autóctonos conocedores de la normas para la incentivación de la evangelización. Queremos colaborar a que la conciencia nacional crezca en comprensión de la realidad multiétnica, favorable al auténtico desarrollo de los diversos pueblos originarios, sujetos de sus propias culturas.
En este desarrollo tiene mucha importancia el acceso de los jóvenes indígenas a la educación superior. Con este objetivo se debe favorecer el desarrollo de una Educación Profesional y Superior que respete su perspectiva socio-cultural y los aliente a ser solidarios con su pueblo y convirtiéndolos en agentes de superación de sus comunidades originales(109).
3.2.3. Somos conscientes de las profundas mutaciones operadas en el mundo laboral y de la angustia que produce el desempleo. Por ello nos proponemos: desarrollar una profunda reflexión teológica y pastoral sobre el sentido del trabajo en la era postindustrial; crear espacios de diálogo en base de la Enseñanza Social de la Iglesia, entre empresarios y trabajadores, y entre sus respectivas organizaciones; apoyar la promoción de leyes laborales más justas y crear conciencia de la necesidad de evitar las excesivas horas de trabajo que muchas veces sacrifican el descanso, sobre todo el descanso dominical, y con él a personas y familias en todos los sectores de la sociedad, incluyendo el de los dirigentes políticos y sociales. Quisiéramos seguir promoviendo, con más ahinco, la pastoral de los trabajadores y la pastoral del empresariado, entregándoles los elementos pertinentes de la Doctrina Social de la Iglesia para que asuman, desde la fe, la vocación que el Señor les ha dado y puedan promover un entendimiento más justo con los diversos agentes del desarrollo.
Una realidad que golpea nuestra conciencia es la de los niños trabajadores que, por necesidades del hogar o por otras razones menos nobles, se ven arrojados a las calles a obtener dinero para ellos y sus familias. Esto conlleva, desde luego, la deserción escolar a temprana edad. Para muchos de ellos, la calle se transforma en una escuela de sobrevivencia que incluye el robo, la violencia, la droga y la posibilidad de ser víctimas de otros abusos lamentables.
3.2.4. En lo referente a la Pastoral Campesina nos parece necesario transmitir a los campesinos nuestro especial afecto y simpatía. Queremos sensibilizar a la comunidad nacional sobre la importancia y las dificultades que hoy se padecen en el agro. Nos preocupa de manera especial la situación que afecta a los trabajadores temporeros, que pasan largo tiempo fuera del hogar y son víctimas fáciles de la droga y el alcohol. Aquí hay un llamado del Señor a empresarios, a legisladores, organizaciones y dirigentes campesinos para humanizar y dignificar la vida laboral.
3.2.5. Un campo pastoral relativamente nuevo se presenta a la Iglesia en relación a la ecología. Para ello nos proponemos incentivar una reflexión teológico-pastoral que ayude a la sociedad a entender y enfrentar el tema ecológico como un don y un desafío, sin separar nuestra mirada del Señor, como Creador y articulador del universo (110) y de la persona humana como centro de la Creación . La visión cristiana de la ecología postula la primacía de la “ecología humana”, y nos obliga a denunciar los errores de la “ecología profunda”, cuando su visión tiende a considerar al ser humano como un elemento más en el universo de los seres vivos y a castigar la fecundidad de los hombres, por considerarlos agresores de la naturaleza.
Nos encontramos ante un problema moral de grandes proporciones pues “una ética ecológica implica el abandono de una moral utilitarista e individualista, postula la aceptación del principio del destino universal de los bienes de la creación y la promoción de la justicia y la solidaridad como valores indispensables”(111). Desde esta perspectiva, se puede afirmar que la problemática ambiental, además de ser un desafío económico y político, está directamente vinculado a los fundamentos culturales y éticos que orientan las actitudes y comportamientos individuales y sociales. Si se sigue incentivando el consumismo, el derroche, la satisfacción del interés propio y el inmediatismo, no habrá política capaz de generar una relación más armónica con el medio ambiente.
4. Jesucristo: modelo de una Evangelización misionera inculturada
“Vengan a ver a un hombre que me ha dicho
todo lo que he hecho” (Jn 4, 28-20).
El Señor Jesús vivió en este mundo con conciencia misionera: El se sabía “enviado del Padre” para llevar a cabo su obra de salvación. El asume el camino de la humanidad, despojándose de su gloria divina, para revelarnos al Padre y enseñarnos el camino del Reino. De esa manera su mensaje, cercano y comprensible – a la vez que misterioso e inagotable - es portador de una increíble novedad, tanto que hasta el día de hoy nos cuesta creer en un Dios que se haga siervo por amor. Desde esta perspectiva entendemos mejor el estupor de una mujer excluida a quien un judío le dirige la palabra y que, paulatinamente, descubre que su interlocutor es más que un patriarca, más que un profeta, hasta que llega a recibir con asombro la gran revelación: “Soy yo [ el Cristo] el que está hablando contigo”(112).
4.1. Una Iglesia misionera(113)
4.1.1. La Iglesia tiene como misión primordial la de llevar a todos y a cada uno al encuentro vital con Jesucristo. Este es el compromiso que queremos renovar al comienzo de un nuevo milenio de la fe como uno de los principales frutos del Gran Jubileo de la Encarnación del Señor. Los que han tenido la experiencia gozosa de que Cristo es la Buena Noticia del Padre para ellos, quieren acercarse con renovado ardor a quienes no lo conocen para anunciarles que ¡Cristo está vivo! y nos busca para darnos vida; que El continúa obrando en la Iglesia y en el mundo por medio del Espíritu de Pentecostés.
4.1.2. Ser protagonistas de un cambio de época es un gran desafío que, a la vez, se torna una gran responsabilidad. En un tiempo de posibilidades como éste se requiere fidelidad a lo auténticamente cristiano y creatividad en sus nuevas expresiones. En medio de una humanidad que camina a tientas y que busca respuestas a sus preguntas urgentes, la Iglesia se encuentra en un momento privilegiado, un verdadero kayrós, un tiempo de gracia, que le brinda la oportunidad de dar testimonio de Aquel que puso su morada entre nosotros para ser nuestro Camino, Verdad y Vida. El pueblo de Dios quiere colaborar con el Espíritu en la historia y aprender de Él, como también contribuir con la luz de Cristo a iluminar el caminar de los hombres.
4.1.3. En una sociedad con abundantes medios – que sólo están al alcance de unos pocos – y que aparece confundida en sus fines, el tesoro del Evangelio nos entrega la imagen de Dios y del hombre que el mundo busca, y que ha de guiar los pasos de nuestro pueblo y ayudarnos a compartir con gozo nuestra fe. Deseamos alcanzar el pleno sentido de la vida humana que nos revela Jesús, el Señor. Para realizar esta misión se requiere una Iglesia en permanente conversión, especialmente en sus pastores, ministros, laicos apostólicos y miembros de la vida consagrada. Nuestra Iglesia, para ser realmente misionera, ha de imitar a quien la precedió en su peregrinación por este mundo, a María Santísima que descubrió ,como nadie, el sentido más profundo de toda vida humana, y se puso al servicio de Cristo Evangelizador desde la hora de la Anunciación y Visitación.
4.1.4. “La evangelización se hace más urgente respecto a aquéllos que aún no conocen el nombre de Jesús […]. Lamentablemente, su Nombre es desconocido todavía en muchos ambientes de nuestra sociedad […] El programa de una nueva evangelización, objetivo de muchos proyectos pastorales, no puede limitarse a revitalizar la fe de los creyentes rutinarios, sino que ha de buscar también anunciar a Cristo en los ambientes donde es desconocido […]”(114).
4.1.5. Siguiendo el ejemplo de Cristo queremos despertar aún más en nuestras diócesis el espíritu y la práctica misionera de todos los bautizados. Deseamos transformarnos en una Iglesia que sale a buscar a personas y grupos, para anunciarles el Evangelio y “poner su tienda” (115) en nuestro campamento. Misioneros queremos y no una acción proselitista. Lo propio del cristiano misionero es la conciencia de ser enviado por Dios a personas y comunidades a las cuales Dios ama y guía en su Providencia, y que están llamadas a encontrarse con Jesucristo que vino al mundo no a ser servido sino a servir. Esto hace que el misionero se acerque a la cultura y al mundo de las personas a las cuales fue enviado con mucho respeto, y no con el ánimo de rechazar cuanto encuentra para remplazarlo por su propio mundo. Consciente del valor de la semilla, de la cual nacerá nueva vida, el sembrador siembra la Palabra con respeto, porque la esparce en un campo que es de Dios(116). Así fueron creando los apóstoles comunidades en el mundo judío y pagano, griego y romano, dando a esas comunidades una organización implantada en sus culturas que privilegiaba la comunión.
4.1.6. La aceptación de la misión recibida nos lleva a recordar que el núcelo de la Nueva Evangelización ha de ser “el anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, es decir, el anuncio de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino que El nos ha conquistado a través de su misterio pascual”(117). Por eso, alentamos todos los esfuerzos que se han hecho en esta dirección y proponemos la creación o el fortalecimiento de una pastoral misionera que incluya agentes, equipos y proyectos misioneros concretos en áreas territoriales o ambientales no tocadas aún por la acción pastoral de la Iglesia. Esta pastoral podrá sistematizar, coordinar y promover los esfuerzos misioneros que son responsabilidad de toda la Iglesia. Al procurar utilizar todos los medios que estén a su alcance esta pastoral n o debe olvidar la visita puerta a puerta ni el encuentro persona a persona a los que se dará mucha fuerza en la formación y organización de visitadores que actúen en nombre de la comunidad.
4.1.7. Mención especial merece la misión ad gentes cuya conciencia ha madurado en nuestra Iglesia gracias a la presencia de sacerdotes, religiosas y laicos en tierras de misión. Junto con expresarle a ellos nuestro reconocimiento y nuestro apoyo, queremos recoger el llamado del Papa a ”fomentar una mayor cooperación entre las Iglesias hermanas; enviar misioneros dentro y fuera del Continente […] y dar un mayor impulso a la animación, formación y organización misional”(118).
4.2. Una Iglesia que aprende a comunicar su mensaje4.2.1. Un rasgo propio de la Nueva Evangelización es la renovación de los métodos y expresiones que usamos para proclamar el Evangelio. Hoy somos más sensibles al lenguaje que necesitamos para dialogar en un mundo multiétnico y pluricultural. Da la impresión de que tenemos que ser verdaderos ‘políglotas’ para pronunciar el mismo Evangelio en variedad de lenguas, aún dentro de las fronteras de un país y de una misma ciudad. Eso lo sentimos especialmente al proponer el Evangelio a los jóvenes, a la mujer, a trabajadores y empresarios, a técnicos y científicos, y a la gente que hoy navega por internet. En su tiempo lo hemos visto en Jesús que, habla los lenguajes de sus interlocutores. Así como lo hemos destacado en su encuentro con la mujer samaritana, con los que por ella creyeron y con sus apóstoles que estaban tan “sorprendidos”(119).
4.2.2. Somos conscientes de la importancia que en toda sociedad tiene la comunicación social y del desarrollo providencial que en este tiempo han tenido los medios que nos permiten acercarnos, informarnos a veces al instante, protagonistas de lo que acontece en el planeta. De manera singular nos interesan los medios de comunicación social que tienen una incidencia determinante en la cultura y en la vida de la gente. Pero, sobre todo, es necesario contribuir a la ética de la comunicación y a la formación crítica de los cristianos, sobre todo de los jóvenes, que gracias a Dios tienen acceso a medios que abren tantas posibilidades a la comunión y a la comunicación.
4.2.3.Queremos, por lo tanto, una pastoral de Comunicación Social que tome más iniciativas en “la formación de agentes pastorales para este campo; el fomento de centros de producción cualificada; el uso prudente y acertado de satélites y de nuevas tecnologías; la formación de los fieles para que sean destinatarios críticos; la unión de esfuerzos en la adquisición y consiguiente gestión en común de nuevas emisoras y redes de radio y televisión, y la coordinación de las que ya existen”(120), cuidando y definiendo su identidad católica. También esta pastoral debiera preocuparse de la actualización permanente en los nuevos modelos de gestión de nuestros medios de comunicación social y de promover un diálogo formativo con las demás pastorales, de modo tal que éstas inserten en su accionar los nuevos instrumentos comunicacionales, con sus características y exigencias propias.
4.2.4. Por otra parte, debemos revisar el lenguaje de las declaraciones oficiales de la Iglesia y cuidar la imagen pública que la Iglesia proyecta. Un gesto evangelizador transmitido por los medios vale más que mil palabras escritas, tiene una cobertura enorme y da pie para posteriores comentarios y reflexiones a nivel personal y grupal. Esto es algo que hemos admirado en el carisma comunicador del Santo Padre, expresado en gestos elocuentes en cada uno de sus viajes pastorales y, más recientemente, en sus peregrinaciones y celebraciones con ocasión del Gran Jubileo de la Encarnación. Es lo que estamos abiertos a seguir aprendiendo, recogiendo las enseñanzas de quienes tienen el carisma de la comunicación.
V Vengan a ver a Cristo, el Señor: criterios evangelizadores y prioridades pastorales
Después de entregar las líneas de nuestra acción pastoral, nos parece importante dar algunos criterios para realizarla, que brotan del encuentro de Jesús con la mujer samaritana, y señalar algunos sectores que nos parece importante priorizar en los años venideros.
1. Criterios generales para la acción pastoral
Del misterio de la Encarnación, tan maravillosamente ilustrado en el encuentro de Jesús con la samaritana, se desprenden criterios de acción pastoral que quisiéramos tener más presentes en nuestra tarea evangelizadora.
1.1. El amor gratuito que siempre toma la iniciativa
“Dios nos amó primero”(121) y “en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que envió al mundo a su Hijo único para que tengamos vida por medio de El”(122). Este punto de partida de toda acción pastoral implica la primacía del anuncio del amor del Padre a todos los hombres y el compromiso de todo evangelizador de reflejar, por sobre todo, el amor gratuito de Dios. Así lo hace Jesús con la mujer samaritana. Este es un don, una gracia que el mismo Dios otorga al evangelizador, y que éste debe pedir incansablemente para purificar las motivaciones de su trabajo pastoral.
1.2. Historicidad y discernimiento evangélico
Por su amor eterno Dios entra en la historia para salvarla desde adentro. Así, a través de Jesucristo, nos revela su rostro y nos enseña los caminos del bien y del mal. Es lo que experimenta la samaritana gracias a la iniciativa de Jesús cuando puede ver su propia historia con ojos salvadores, encontrando el agua viva que sin saber buscaba.
Nuestra acción evangelizadora debe tomar la iniciativa para hacerse presente en la historia actual y discernir en ella tanto la presencia viva y actuante del fermento evangélico (las “semillas del Verbo”) como la presencia destructora del pecado. Esto exige, en primer lugar, una actitud orante y contemplativa; requiere, enseguida, analizar cuidadosamente la realidad compleja y cambiante, sus causas y consecuencias. Esta realidad así analizada debe ser iluminada con la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia. Así podremos descubrir nuevos caminos para evangelizar tantas situaciones inéditas. Este discernimiento nos permitirá dinamizar nuestra acción pastoral, superando el estancamiento y la rutina.
1.3. Abajamiento y opción preferencial por los pobres y excluidos.
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, entra en este mundo por la puerta de Nazaret y de Belén, habiéndose despojado de poder y de gloria, simplemente como uno de tantos(123). En el encuentro con la samaritana, El que es “el Señor y el Maestro”(124), toma la iniciativa de acercarse a ella y se presenta como un ser humano fatigado, necesitado de ayuda. Su presencia no aplasta, no humilla, no asusta ni crea distancias. En nuestra acción pastoral estamos llamados a dar pasos de descenso, de despojo de nuestros bienes, de actitudes, mentalidades y prejuicios, para alcanzar al otro allí donde él o ella se encuentre.
De Jesús aprendemos que Dios elige de preferencia a los pequeños y a los pobres para evangelizar al mundo de su tiempo(125). En el texto que comentamos trata con una persona triplemente excluida: por ser mujer, por ser samaritana y por la situación de pecado en que ella vive. Recordar esta verdad, y tenerla como criterio para nuestra acción evangelizadora, es particularmente importante en una sociedad altamente competitiva en que los débiles van quedando malheridos a la orilla del camino de la vida.
1.4. Una evangelización testimonial y dialogante que genera comunión.
Seguir el ejemplo de Jesús en una sociedad pluralista nos permitirá evangelizar como El, ante todo, con el testimonio de nuestras vidas que avala la verdad de nuestro anuncio. “Recibirán el Espíritu Santo... y serán mis testigos... hasta los confines de la tierra”(126). Así podremos fortalecer la credibilidad del servicio a la verdad que no trata de imponerse(127) sino que humildemente da testimonio de ella, de manera auténtica y atrayente, personal y comunitaria, reflejando las opciones y el estilo, la entrega y la fuerza liberadora, del mismo Jesús.
Al promover una evangelización marcadamente testimonial, estamos poniendo el acento tanto en los contenidos de la fe como en las actitudes del evangelizador, tal como las hemos contemplado en el encuentro de Jesús con la samaritana. El mismo amor que nos lleva a anunciar la verdad que salva, nos impulsa a tener una actitud empática, acogedora y misericordiosa, con los destinatarios de la evangelización y una actitud de diálogo auténtico con el mundo no católico, no cristiano, no creyente. Por amor a la verdad también tenemos una actitud de denuncia con todo aquello que cierra los caminos hacia la verdad y la paz. Somos un pueblo peregrino que así como proclama claramente la verdad en la que cree, también busca caminos y aprende con los otros y de los otros.
Al evangelizar de este modo acercamos mentes y corazones, generamos comunión entre personas y grupos distintos y , tal vez, distantes. Somos efectivamente “sacramento de unidad”(128).
1.5. Participación y dignificación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad
Dios nuestro Padre ha dado a la mujer un papel relevante en la vida humana, en la historia de la salvación y en la historia de la Iglesia. El Espíritu de Dios ha fecundado a la Santísima Virgen y sigue fecundando el seno de nuestras madres con el don de la vida. El Verbo hecho carne ha subrayado con su propio testimonio la dignidad de la mujer dignificando con su amor preferencial a quienes estaban excluidas, como es el caso de la mujer samaritana.
A la luz de este misterio sentimos con mayor fuerza las discriminaciones que la mujer aún sufre en la sociedad y hacemos nuestro el compromiso de : “intensificar la preocupación por la mujer y defenderla de modo que la sociedad […] ayude más a la vida familiar fundada en el matrimonio, proteja más la maternidad y respete más la dignidad de todas las mujeres. Se debe ayudar a las mujeres […] a tomar parte activa y responsable en la vida y misión de la Iglesia, como también se ha de reconocer la necesidad de la sabiduría y cooperación de las mujeres en las tareas directivas de la sociedad”(129).
1.6. Una evangelización misionera
La misión evangelizadora pone la mirada en cada ser humano, en cada pueblo, en cada continente. Lo propio del encuentro con Jesucristo vivo es que se transforma en un llamado a la misión. Más aún, la misión es un criterio de verificación de cuán genuina ha sido la experiencia de encuentro con el Señor. Una fe que sólo mira a su propia conveniencia es inmadura o simplemente no es cristiana. Un pueblo creyente que sólo se preocupa de sus intereses aún está anclado en la adolescencia de la fe. “La Iglesia peregrina es misionera por naturaleza”(130).
El creyente maduro siempre será un apóstol que se sabe llamado a anunciar lo que ha visto, oído y palpado con respecto al Verbo de Vida (131). Ser cristiano y ser misionero son dos términos que se reclaman mutuamente. Por eso, queremos aprender a dejar nuestros cántaros y a partir en misión: ya sea la misión de anunciar el evangelio en diálogo con la cultura contemporánea como la misión de ir a los grupos humanos que en nuestra patria carecen de suficientes evangelizadores, y de partir más allá de nuestra fronteras geográficas, a anunciar el Evangelio del Señor en los confines de la tierra(132).
Esta actitud misionera se hace ahora aún más necesaria pues el cambio de época que vivimos, sin el aporte vital del Evangelio, puede crecer sin ‘alma cristiana’ con el daño que eso implica para la vida en sociedad.
1.7. Una evangelización inculturada
La Encarnación se lleva a cabo de manera singular y concreta en Nazaret, en Galilea y toda Judea. El diálogo con la samaritana se produce junto al pozo de Jacob. Es decir, la Palabra al hacerse carne, no sólo asumió la naturaleza de todo el género humano, sino también lo más propio y noble de un pueblo determinado. Jesús participa del lenguaje, de la geografía, de las fiestas y de las costumbres de su pueblo. Desde ahí el Evangelio se expande a Antioquía, a Roma, a Alejandría, a la India, a Constantinopla. Así nacen los ritos de cada una de esas Iglesias en que se alaba al Señor en diversidad de lenguas y todas confiesan con la misma fe que “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”(133). La inculturación, es, pues, tarea propia de las Iglesias locales que anuncian la verdad del Evangelio teniendo en cuenta los modos de pensar, sentir, expresar y celebrar propios de una cultura particular. Esto se hace sin lesionar ni el contenido ni la universalidad del mensaje (134) de tal modo que el Evangelio sea percibido y asimilado como una Buena Noticia de salvación.
El proceso de inculturación nunca ha sido fácil: siempre se podrá criticar la forma como la Iglesia ha inculturado el Evangelio. Sin embargo, con mayor verdad se pueden celebrar los frutos nacidos de esa inculturación, como ha sucedido con las expresiones mestizas de nuestra cultura americana presentes en el arte, en la arquitectura y en la religiosidad popular de América Latina.
Hoy tenemos otro desafío. Hay una cultura global y planetaria que trae consigo muchos bienes, que nos abren la mentalidad y el corazón, pero que también atenta contra valores muy queridos que forman parte del alma universal y local de nuestros pueblos cuya cultura tiene un sustrato católico. Como siempre habrá que discernir los rasgos de esta nueva cultura para descubrir y explicitar en ella la presencia del Señor que sigue guiando la historia.
1.8. Una evangelización celebrativa
Así como la evangelización comienza por el testimonio y el anuncio, ésta tiene un momento culminante en la celebración de los misterios del Señor. En ella la fe se hace experiencia comunitaria y con la ayuda de sus símbolos nos incorpora en los Misterios del Señor, su Encarnación y su Pascua de Resurrección. Esta dimensión se ha enriquecido con la reforma post conciliar y hoy no concebimos un anuncio o una catequesis que no tenga una cima y una fuente en la celebración litúrgica. La misma mentalidad postmoderna, más apegada al lenguaje simbólico que al racional, confiere especial vigencia al criterio que enunciamos.
2. Algunas prioridades pastorales
Con espíritu misionero nos proponemos acentuar nuestro servicio pastoral, en los años venideros, a algunos sectores que nos parecen prioritarios en nuestra misión evangelizadora(135):
2.1. La Pastoral FamiliarTomando en consideración que la familia “en los tiempos modernos ha sufrido quizá como ninguna otra institución la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura” y que “el matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad”(136), nos sentimos llamados a trabajar para que se reconozca su incalculable valor y a intensificar su evangelización.
Mirada a la luz de la Revelación y de la experiencia personal que, gracias a Dios, muchos hemos tenido, la familia aparece como una manifestación del Evangelio, una Buena Noticia, que es imperioso anunciar a las nuevas generaciones y también a todos aquellos que, por diversas razones, han experimentado el peso de un matrimonio puesto a prueba o aún destruido. Esta es una de las razones por las cuales la Iglesia cuida tanto el vínculo matrimonial de por vida y apoya la relación entre los esposos esencialmente ligada al don de la vida, tanto que se puede afirmar que “el fundamento de la vida humana es la relación nupcial entre el marido y la esposa, la cual entre los cristianos es un Sacramento”(137).
En este buen espíritu nos proponemos:
2.1.1. Acompañar y potenciar a la Familia como “Iglesia doméstica” primer ámbito apto para sembrar la semilla del Evangelio donde padres e hijos, cual células vivas, van asimilando el ideal cristiano del servicio de Dios y a los hermanos”(138). Deseamos que las familias se sientan valoradas, acompañadas, acogidas y reconocidas como camino de santidad y animadas a ser agentes de evangelización de otras familias y de la misma cultura.
2.1.2. Ante el número creciente de familias incompletas, en situación irregular o difícil, nos hacemos eco de las palabras de Juan Pablo II que dice que “es necesario un empeño pastoral todavía más generoso, inteligente y prudente, a ejemplo del Buen Pastor, hacia aquellas familias que tienen que afrontar situaciones objetivamente difíciles”(139). Esto nos exige dar pasos concretos y efectivos para acogerlas en la Iglesia con signos explícitos y apoyos efectivos que les ayuden a vivir el espíritu del Evangelio desde su compleja realidad.
2.1.3. Con la ayuda de la Comisión Nacional y del Instituto de Pastoral Familiar nos parece necesario elaborar programas de formación y capacitación de matrimonios en las diferentes diócesis para trabajar con las familias y para ellas, en todas las etapas de su vida matrimonial : prematrimonial, primeros años, familias establecidas y familias en dificultad y/o situación irregular.
2.1.4. Debemos intentar una mayor presencia en los establecimientos educacionales y en los medios de comunicación para ofrecer formación a las familias en temas sobre el matrimonio como proyecto de vida, la educación sexual como tarea de los padres, la familia como Iglesia doméstica y santuario de la vida, la familia misionera, etc.
2.1.5. Siendo el matrimonio el fundamento de la familia y la vocación mayoritaria de los cristianos, quisiéramos revisar en conjunto con la pastoral juvenil, la formación que estamos dando a los jóvenes en vista al matrimonio, particularmente a los animadores juveniles, como asimismo mejorar la educación al amor, entre los pololos y la preparación de los novios.
2.1.6. También nos parece importante apoyar las iniciativas orientadas efectivamente a la protección o fortalecimiento de la familia como, por ejemplo, fomentando políticas especiales de apoyo a familias numerosas o con miembros discapacitados (colegios, impuestos, sistemas de salud, etc.), alentando la creación de un Código de la Familia, recuperando el Domingo como día de descanso y convivencia en familia, etc.
2.1.7. Ante el desconcierto de muchos padres de familia frente al modo de educar a sus hijos en el tema de los valores, quisiéramos ayudar a las familias a elaborar una pedagogía humana y cristiana, adecuada a la cultura actual y con capacidad de responder positivamente a los desafíos de los tiempos. Para esto contamos con el aporte especializado de las Comisiones de Familia, de Juventud y con el Area de Educación de la CECH.
2.1.8. Facilitaría enormemente este trabajo la existencia de equipos de pastoral de la familia en los diversos niveles e instancias de trabajo pastoral de las diócesis, con gran protagonismo laical y programas concretos y evaluables.
2.1.9. Y todo aquello que hemos propuesto en las líneas pastorales – el encuentro vital con Jesucristo como camino de conversión, comunión y solidaridad – es necesario aprender a vivirlo en esta pequeña Iglesia que es la familia.
2.1.10. Ante el propósito de la sociedad civil de reformar la legislación sobre el matrimonio, la Iglesia apoya las iniciativas tendientes a fortalecer la familia y a procurar su bien mediante una ley orgánica que la favorezca. Asimismo está dispuesta a aportar su larga experiencia en lo que se refiere a las condiciones que debe cumplir un matrimonio para que sea válido, al proceso de declaración de invalidez, cuando éstas no se cumplieron, a las separaciones matrimoniales, y a la ayuda que necesitan los matrimonios que afrontan graves dificultades. Por otra parte, se siente ante el deber de comunicar a la sociedad las graves consecuencias que se desprenden de las leyes de divorcio vincular, sin que ello signifique no reconocer ni acoger como hijos suyos a quienes viven en segundas uniones.
2.2. La Pastoral Juvenil e Infantil
Es imposible pensar en el futuro sin poner nuestra mirada en los jóvenes que, junto a los niños, forman el grupo mayoritario de nuestra Patria. Lo que ahora hagamos en su favor irá conformando el futuro al que aspiramos. Pero no sólo por número y edad son importantes. Lo son también porque Dios, nuestro Padre, los ama con amor preferencial y porque Jesús puso en ellos su confianza al inaugurar los tiempos finales de la historia.
En Chile tenemos, gracias a Dios, a una porción considerable de juventud que, en sus diversos grupos y expresiones, ha demostrado sus inquietudes y valores muy ligados a la búsqueda del Señor, de la bondad y del bien. Son jóvenes que se esfuerzan por estudiar y capacitarse mejor para la vida y, a la vez, participan con entusiasmo en actividades solidarias. En el seno de la Iglesia eso se manifiesta en su religiosidad, en su entusiasmo para participar en Misiones en Peregrinaciones, en Movimientos y comunidades juveniles, en las actividades pastorales e iniciativas de servicio.
Esta mirada esperanzada no oculta los problemas que los jóvenes padecen y, a veces, protagonizan. Es grave la falta de oportunidades, de estudio y de trabajo, que muchos de ellos enfrentan. Es un hecho que los cambios culturales los afectan poniendo en duda valores fundamentales, privatizándoles la vida, asumiendo el sentido del bien común y del servicio público. Es dramático el aumento entre ellos del consumo de la droga, del alcohol, y de una cierta anomia proveniente de la relativización de los valores. Pero, no es menos cierto, que cuando ellos tienen a alguien en quien confiar, que los pueda acompañar y orientar, que les brinde espacios de iniciativa y participación, emergen en ellos las mejores potencialidades.
Por eso, teniendo en cuenta su significado y su importancia, nos proponemos:
2.2.1. Seguir haciendo de la pastoral juvenil una opción prioritaria, en nuestra acción evangelizadora. Así lo han sido durante varias décadas, desde mucho antes que existieran siquiera OO.PP. para el país. La figura del Padre Hurtado y la recordada Acción Católica así lo demuestra. Anunciarles al Señor Jesucristo y entusiasmarlos con el Evangelio se convierte entonces en misión destacada de la Iglesia. En esta tarea queremos involucrar a todos los agentes pastorales y, en especial, a los consagrados y consagradas, junto a los padres de familia y a los matrimonios jóvenes , que mucho aportan en este caminar.
2.2.2. Hemos querido acompañar a los jóvenes en los cambios culturales que también protagonizan. Varias son las iniciativas de los últimos años y de las cuales queremos recoger sus frutos. Valoramos, por ejemplo, el aporte y la reflexión de todos los responsables de las pastorales juveniles del Continente que se expresaron en las líneas de acción del II Congreso Latinoamericano (Punta de Tralca, Octubre de 1998). En continuidad con este caminar subrayamos lo ya dicho en las Orientaciones para una Pastoral Juvenil Orgánica y en las OO.PP. 1996-2000 de la CECH que aconsejamos estudiar.
2.2.3. Es nuestro propósito que la evangelización de los jóvenes se desarrolle desde un proyecto de pastoral juvenil orgánico, pedagógico, con un marcado acento en la espiritualidad y en la misión; un proyecto que se despliegue desde la niñez hasta los inicios de la vida adulta. Este proyecto debe incluir un itinerario formativo que tenga en cuenta las diversas situaciones que viven los jóvenes, que contenga los elementos básicos de la fe y ofrezca elementos para un adecuado discernimiento vocacional.
2.2.4. Haremos lo posible por fortalecer la asesoría y el acompañamiento a los jóvenes. La experiencia enseña que allí donde hay buenos asesores florece una pastoral juvenil de buena calidad. Por eso deseamos promover iniciativas que fortalezcan el servicio de la asesoría formando y capacitando a jóvenes y a adultos que trabajen como servidores de los más jóvenes. De esta manera podremos ayudar a que los jóvenes sean efectivamente evangelizadores de los jóvenes.
2.2.5. Deseamos que la pastoral juvenil continúe desarrollando su dimensión misionera y alentamos los esfuerzos de inculturación que se han hecho con esta finalidad. Como pastores es tarea nuestra salir al encuentro de aquellos que están lejos y para eso queremos conocer mejor sus distintas realidades y utilizar un lenguaje que les resulte cercano y familiar. Son muchos los jóvenes que buscan sentido a sus vidas y carecen del anuncio de la Buena Nueva. Pareciera que a través de sus desaciertos lo que gritan es una petición de sentido, razones para creer y seguir esperando. Nuestra tarea será animar y mantener la esperanza de los jóvenes. Nuestra mirada quiere buscar en medio de todas las expresiones externas, el alma creyente de la juventud de nuestro país.
2.2.6. En este espíritu es nuestro deseo despertar y apoyar la generosidad y el espíritu de servicio, tan propio de los jóvenes, y ayudarles a descubrir un proyecto de persona, de familia y de país, en el cual volcar sus energías presentes y futuras. Esto significa fortalecer decididamente el aspecto vocacional de la pastoral juvenil para que de ella puedan surgir vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, como también al servicio público en sus más variadas expresiones.
2.2.7. Con semejante entusiasmo quisiéramos desarrollar la pastoral de los niños y preadolescentes. Todos sabemos que, las primeras enseñanzas son las que marcan definitivamente la vida. Por esta razón todo lo que hagamos por mejorar la catequesis, la liturgia, especialmente la Misa con niños, y la acogida de éstos en nuestra pastoral, es la mejor inversión que, por amor a ellos, podemos realizar. Así acompañaremos a los niños en su encuentro con Cristo Vivo, desarrollaremos en ellos una sincera piedad mariana y procuraremos que, desde pequeños aprendan el amor por sus semejantes y valoren la pureza, la verdad, la justicia, la solidaridad, la fraternidad y las virtudes propias del buen cristiano. Para llevar adelante este empeño nos proponemos:
- revisar el material existente y preparar textos que ayuden a los padres a educar la fe de sus hijos desde su nacimiento.
- fortalecer los movimientos para niños, especialmente la Infancia Misionera;
- promover la formación de acólitos (monaguillos) en Colegios, Comunidades y Parroquias, como una expresión de una pedagogía litúrgica y vocacional;
- apoyar la Pastoral Scout y acoger y valorar sus experiencias pedagógicas;
- revisar, preparar y proveer material litúrgico que facilite y enriquezca su participación dominical.
2.3. La Pastoral de la Mujer
Hablar de pastoral de la mujer evoca espontáneamente en un cristiano las figuras más amadas de la vida: es la mujer madre, la mujer esposa, la mujer hermana con quienes nos unen los vínculos más preciados. Es evocar también a las grandes matriarcas del pueblo elegido así como a las santas mujeres que acompañaron a Jesús en su ministerio público y las grandes doctoras de la Iglesia como Santa Teresa de Avila, Catalina de Siena, Teresita del Niño Jesús, Edith Stein y, por cierto, nuestra única santa chilena, Teresita de los Andes. Cada una de ellas – y tantas fundadoras de familias religiosas – han enriquecido a la comunidad de los creyentes y han sido fuentes de espiritualidad y de sentido que comprometen nuestra más profunda gratitud.
Pero, sin lugar a dudas, el lugar privilegiado lo tiene María, la Madre del Señor, quien en su vida de Nazaret como en su valerosa solidaridad junto a la cruz de su Hijo Jesús, nos ofrece la imagen de la mujer creyente por excelencia, a quien veneramos también como la primera discípula del Señor. Contemplarla como “la mujer vestida de luz”(140) y como la primicia de la resurrección, es tener ante los ojos a la mujer más completa que haya dado a luz el género humano. Con razón la invocamos cada día llamándola “llena de gracia”, “bendita entre todas las mujeres”, la mujer en quien Dios ha encontrado “todas sus complacencias”.
Evocamos, en pocas palabras, esta figura bendita para afirmar que la Iglesia siente muy hondo la vocación femenina y el aporte insustituible de tanta mujer que sigue engendrando en la fe al pueblo de Dios. Ahí están las madres de familia, las mujeres consagradas, las educadoras, las catequistas, las servidoras de los enfermos, la fe de las abuelas y de tantas mujeres que enriquecen la vida de nuestra patria. “Sin esta aportación se perderían algunas riquezas que sólo el ‘genio de la mujer’ puede aportar a la vida de la Iglesia y de la sociedad”(141). Más aún, se puede afirmar con razón, que la grandeza de una cultura depende en gran medida de la estima que ésta sienta por la mujer; y que la decadencia cultural comienza con la degradación de la mujer o la pérdida del sentido de su hermosa vocación.
En este cambio de época, uno de los grandes retos de la sociedad chilena será reconocer plenamente a las mujeres su dignidad, concediéndoles las oportunidades que con justicia demandan y seguir impulsando su participación en todos los campos de la construcción de la sociedad, como interlocutoras válidas, originales y en igualdad de condiciones que el varón. Esto supone una nueva relación entre varones y mujeres, basada en el mutuo respeto y aprecio, conscientes y agradecidos de su mutua complementación, el reconocimiento de las diferencias y el diálogo igualitario.
Refiriéndose específicamente a la Iglesia, el Papa señala que “el futuro de la Nueva Evangelización es impensable sin una renovada aportación de las mujeres, especialmente de las mujeres consagradas. Urge favorecer su participación en diversos sectores de la vida eclesial, incluidos los procesos en que se elaboran decisiones, especialmente en los asuntos que les conciernen directamente”(142).
Para lograr este objetivo general nos proponemos en los próximos años:
2.3.1. promover, crear y mantener espacios de reflexión teológico pastoral sobre la identidad, vocación y misión de la mujer a la luz del Evangelio, del Magisterio de la Iglesia y de la historia contemporánea;
2.3.2. promover el desarrollo integral de la mujer, en todas las etapas de su vida, para que se reconozca plenamente su dignidad, su originalidad y su responsabilidad como hija de Dios, como protagonista de la promoción humana y cristiana y como agente de la Nueva Evangelización;
2.3.3. generar un cambio de mentalidad que reconozca la igual dignidad de todo ser humano, la relación de reciprocidad y mutua complementación, así como la riqueza de las aportaciones diferentes de mujeres y varones en la Iglesia, especialmente en aquellas instancias que requieren del trabajo en equipo y en los diversos ámbitos de la sociedad;
2.3.4. Contribuir al desarrollo de una Pastoral de la Mujer actualizada a nivel nacional a la luz del Evangelio, del Magisterio de la Iglesia y de las diversas realidades socioeconómicas y culturales del país.
2.4. La Pastoral de los Dirigentes de la Sociedad
Vivimos, como lo hemos dicho, un cambio de época en que las transformaciones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas se multiplican y profundizan. Sin embargo, sin suficiente claridad de la finalidad última de todo este proceso, se pueden encaminar hacia una mayor o menor humanización de la sociedad. Todo dependerá de las decisiones éticas que tomen los ciudadanos, particularmente los dirigentes de la sociedad.
Por otra parte, la Iglesia es “experta en humanidad” y en la persona de Cristo, en el Evangelio y en su Doctrina Social, y dispone de un rico patrimonio antropológico y ético que es parte del anuncio de la salvación y que puede proponer a la sociedad en un diálogo respetuoso, como camino fecundo de humanización.
Por ello, deseamos participar más activamente a través de miembros competentes de nuestra Iglesia en todos aquellos espacios en que se reflexione y se busque el Bien Común en los distintos ámbitos de la sociedad y con sus diversos interlocutores.
También queremos formar y alentar a laicos cristianos para que asuman responsabilidades directivas en la sociedad. “Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública orientándola al bien común. En el ejercicio de la política, vista en su sentido más noble y auténtico como administración del bien común, ellos pueden encontrar también el camino de la propia santificación”(143).
Para lograr estos grandes objetivos, nos parece necesario que:
2.4.1. Las Diócesis cuenten con instancias especializadas en la formación de los laicos para su misión y para reflexionar sobre las nuevas realidades de este cambio de época. Particular importancia para tal efecto tienen las Universidades Católicas, la Pastoral Universitaria, los Movimientos del apostolado laico y la Comisión Nacional de Laicos de la CECH;
2.4.2. Las Diócesis puedan ofrecer a los distintos Colegios Profesionales y Asociaciones Gremiales, la posibilidad de reflexionar sobre la ética de su profesión y servicio a la luz de la fe, especialmente a los comunicadores sociales, a los educadores de todo nivel, a los médicos y personal de salud, a los jueces y abogados, a los artistas, etc.;
2.4.3. Los sacerdotes y los diáconos estén atentos a formar, orientar y acompañar a los laicos que se comprometen en asuntos temporales, especialmente a aquellos que desempeñan funciones dirigentes. Por lo mismo, es de desear que ya en los Seminarios, Centros de Estudio del Diaconado Permanente y Casas de Formación se les forme y capacite para esta tarea.
2.5. La Pastoral educativa
La Educación en Chile ocupa un lugar destacado en las políticas sociales del país. Desde la promulgación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación) en Marzo de 1991, se ha ido implementando la Reforma Educacional, que abarca desde la educación prebásica hasta la universitaria o del nivel terciario. Esta Reforma apunta al mejoramiento de la calidad y la equidad de la educación.
La Iglesia, a su vez, ha reafirmado su convicción de que la Educación puede ser “un camino privilegiado para promover la inculturación del Evangelio”(144). Y, como servicio al país, nos complace saber que mediante las Instituciones Católicas de Educación, la Iglesia atiende al 15% de la educación escolar nacional y el 22% de la universitaria o terciaria.
La Exhortación Apostólica “Ecclesia in America” reconoce el papel de la Educación en la formación de los rasgos característicos cristianos de América y, al mismo tiempo, señala a la Educación como lugar privilegiado para el proyecto global de la Nueva Evangelización(145).
Por su parte, la Congregación para la Educación Católica en el documento “La Escuela Católica en los umbrales del Tercer Milenio” invita, encarecidamente, a que las Instituciones Católicas de educación mantengan con nitidez su orientación católica ante los desafíos nuevos, lanzados por los contextos socio-culturales y políticos.
Todo esto exige de parte de nuestra Iglesia una atención particular al hecho educativo:
2.5.1. En el ámbito de las Instituciones Católicas de Educación se requiere el reforzamiento de la identidad católica. “La Escuela Católica como lugar de educación integral de la persona humana a través de un claro proyecto educativo que tiene su fundamento en Cristo; su identidad eclesial y cultural; su misión de caridad educativa, su servicio social; su estilo educativo que debe caracterizar a toda su comunidad educativa”(146).
2.5.2. En el ámbito de los Centros Educativos Privados y Municipales se necesita una especial atención a los educadores católicos presentes en ellos y un claro compromiso con las clases de religión católica.
2.5.3. Los padres de familia, primeros y naturales responsables de la educación de sus hijos, tienen un rol de especial importancia. Frente a la tendencia a delegar este deber primero, se hace necesario dar impulso a las iniciativas que incitan al compromiso y comprometen a las familias en el proyecto educativo(147).
2.5.4. En el ámbito universitario y de los Centros de Formación Técnica exige la promoción de una atenta y adecuada pastoral universitaria de estudiantes, académicos y administrativos.
VI. En verdad, Tú eres el Salvador del mundo
Son muchos los frutos que ha dejado en la Iglesia y en el mundo la celebración del segundo milenio de la Encarnación del Señor. Se ha visto con claridad que no se trataba sólo de un hecho cronológico, sino de un verdadero kayrós – un tiempo oportuno de salvación - de cuya gracia todos hemos recibido. Ahora nos corresponde levantar la cabeza y, con los ojos fijos en Jesús, continuar nuestra peregrinación para sembrar de Evangelio estos tiempos nuevos de la historia.
Con la ayuda del Espíritu de Dios, la Iglesia en Chile quiere salir al encuentro de los hombres y mujeres de esta nueva época que se inaugura con descubrimientos tan grandes como el de las claves del genoma humano. Dios no deja de realizar sus maravillas en medio de su pueblo y nosotros no dejamos de admirarnos en la grandeza de su creación que el ser humano dotado de inteligencia, curiosidad, sabiduría, amor y laboriosidad, sigue sacando a luz para el bien de toda la humanidad.
Sabemos muy bien que los grandes descubrimientos de la historia conllevan la tentación de la autosuficiencia que indujo al pecado original. Por eso esperamos que todo lo que podamos hacer y descubrir se centre en la persona humana, sirva para dignificar a los más pobres, para aliviar las enfermedades y para instaurar un tiempo de mayor justicia y paz en la humanidad.
Para que esto sea posible es se requiere el testimonio de los creyentes que, como la Samaritana del Evangelio, salgan a contar a otros lo que ha visto y oído. Así muchos más, también hoy día, podrán decir con los coterráneos de esa mujer: “ahora creemos, no solamente por lo que tú nos dijiste, sino también porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que de veras es el Salvador del mundo”…(149)
Los Obispos de Chile hacemos esta misma confesión de fe, en Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de María, haciendo nuestras las palabras que el Papa Pablo VI pronunciara en su histórico viaje a Filipinas:
“¡ Ay de mí si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Yo soy Apóstol y testigo.
Cuánto más lejana está la meta,
cuánto más difícil es el mandato,
con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia.
Debo predicar su Nombre:
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
El es quien nos ha revelado al Dios invisible,
El primogénito de toda creatura,
el fundamento de todas las cosas.
Él es el Maestro y el Redentor de la humanidad.
El nació, murió y resucitó por nosotros.
Él es el centro de la historia y del universo;
Él es Aquel que nos conoce y nos ama,
el compañero y amigo de nuestra vida,
el varón del dolor y la esperanza.
Él es Aquel que debe venir
y que finalmente será nuestro juez,
y también , como esperamos,
la plenitud de nuestra vida y nuestra felicidad eterna.
Yo nunca me cansaría de hablar de El.
Él es la luz, la verdad,
más aún, el camino, la verdad y la vida.
Él es pan y la fuente de agua viva,
que satisface nuestra hambre y nuestra sed.
Él es nuestro pastor, nuestro maná,
nuestro ejemplo, nuestro consuelo,
nuestro hermano.
Él, como nosotros y más que nosotros,
ha sido pequeño, pobre, humillado,
trabajador, desventurado, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros,
ha fundado un Reino nuevo
donde los pobres son bienaventurados,
donde la paz es el principio de la convivencia,
donde que los limpios de corazón y los que lloran
son ensalzados y consolados,
donde los que tienen hambre y sed de justicia
son reivindicados,
donde los pecadores pueden alcanzar el perdón,
donde todos somos hermanos.
A Ustedes, pues, cristianos,
les repito su Nombre; a todos os lo anuncio:
Cristo Jesús es el principio y el fin,
el alfa y el omega,
el Rey del nuevo mundo,
el secreto de la historia humana.
Él es la clave de nuestros destinos,
el mediador, el puente entre la tierra y el cielo.
Él es el Hijo del hombre por antonomasia,
porque es el Hijo de Dios, eterno e infinito.
Él es el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres,
su madre según la carne y nuestra madre
que nos engendra por el Espíritu Santo
para formar parte del Cuerpo Místico de Cristo.
Cristo es nuestro Redentor,
Cristo es nuestro supremo bienhechor,
Cristo es nuestro liberador.
¡ Jesucristo ! Recuérdenlo bien :
Él es el objeto perenne de nuestra predicación.
Nuestro anhelo es que su nombre resuene
hasta los confines de la tierra
y por los siglos de los siglos.”
Los Obispos de Chile
Santiago, 24 de Setiembre de 2000
Día de Oración por Chile
en el Gran Jubileo de la Encarnación.
ÍNDICE
Presentación
I NUESTRO CAMINAR COMO PUEBLO DE DIOS
II DIOS SALE AL ENCUENTRO DE UNA MUJER SAMARITANA
1. Un encuentro sorprendente: el misterio de la Encarnación.
2. Un encuentro marcado por la cercanía.
2.1. “Dame de beber”
2.2. “Si conocieras el Don de Dios…”
2.3. En la lógica de la Encarnación.
3. Un diálogo paciente, en búsqueda de la verdad completa
3.1. La antigua religión y la propuesta de Jesús
3.2. Los verdaderos adoradores del Padre
3.3. El diálogo interpelador, camino hacia la verdad.
4. Un testimonio convincente.
III LA IGLESIA SALE AL ENCUENTRO DEL NUEVO MILENIO
1. Un cambio de época
1.1. Un cambio cultural
1.2. Grupos humanos significativos
1.3. Problemas económicos, políticos y sociales
2. La situación eclesial
2.1. El camino recorrido con sus sombras ...
2.2. ... sus luces
IV LOS MANANTIALES DE AGUA VIVA: LINEAS DE ACCION PASTORAL
1. El encuentro con Cristo vivo: llamado a una permanente conversión
1.1. Los encuentros con Cristo Vivo…
1.2. … caminos de conversión y de espiritualidad
2. El encuentro con Cristo vivo: fuente de comunión y participación eclesial.
2.1. Centros de comunión y participación
2.2. Agentes de comunión y participación
2.3. Ecumenismo
2.4. Corresponsabilidad y autofinanciamiento en la Iglesia
2.5. Comunión y reconciliación
3. El encuentro con Cristo vivo:camino de solidaridad con lo pobres y excluidos
3.1. Una cultura de la solidaridad
3.2. La Pastoral Social
4. Jesucristo: modelo de una evangelización misionera inculturada
4.1. Una Iglesia Misionera
4.2. Una Iglesia que aprende a comunicar su mensaje
V VENGAN A VER A CRISTO, EL SEÑOR: CRITERIOS EVANGELIZADORES Y PRIORIDADES PASTORALES
1. Criterios generales para la acción pastoral
1.1. El amor gratuito que siempre toma la iniciativa
1.2. Historicidad y discernimiento evangélico
1.3. Abajamiento y opción preferencial por los pobres y excluidos
1.4. Una evangelización testimonial y dialogante que genera comunión
1.5. Participación y dignificación de la mujer en la Iglesia y la Sociedad
1.6. Una evangelización misionera
1.7. Una evangelización inculturada
1.8. Una evangelización celebrativa
3. Algunas prioridades pastorales
2.1. La pastoral familiar
2.2. La pastoral juvenil
2.3. La pastoral de la mujer
2.4. La pastoral de los dirigentes de la sociedad
2.5. La pastoral educativa
VI EN VERDAD, TU ERES EL SALVADOR DEL MUNDO
Notas al pie
(100) E.AM 52
(101) Juan Pablo II, “Redemptor Hominis”, 13
(102) E Am 52.1
(103) E Am 58.2,3
(104) Juan Pablo II, Mensaje Jornada de la Paz, 01.01.2000
(105) E Am 56.2
(106) E Am 55.2
(107) Cf. Mt 6, 24-34
(108) Cf. E Am 43.1
(109) Se recomienda estudiar y aplicar los acuerdos de la 78a Asamblea Plenaria del Episcopado y los de la Jornada nacional de Pastoral Indígena celebrado en Julio de 2000.
(110) Cf. Col 1, 15-17; Heb 1, 2-4
(111) Santo Domingo 169
(112) Jn 4, 26
(113) Cf. CELAM “Plan Global 1999-2003”, n. 142ss
(114) E Am 74.1
(115) Cf. Jn 1, 14
(116) Cf Mc 4, 14
(117) E Am 66
(118) E Am 74
(119) Cf. Jn 4, 27
(120) E Am 72
(121)1 Jn 4, 19
(122) 1 Jn 4, 9
(123) Cf. Fil 2, 6-11
(124)Jn 13, 14
(125)Cf Mt 11, 25 y 1 Cor 1, 26ss
(126)Act 1, 8
(127)Cf Juan Pablo II, TMA 35
(128)Cf. L.Gentium 1
(129)E Am 45.3
(130)Ad Gentes 2
(131)Cf. Jn 1, 1
(132)Cf. E Am 68, 2-3
(133) Fil 2, 11
(134)Cf. E.N. 63
(135) Cf. Capítulo III, 1-2
(136)Juan Pablo II, Familiaris Consortio 1
(137) E Am 46.1
(138) Pablo VI, E. Nuntiandi 71
(139) Familiaris Consortio 77
(140) Apoc 12, 1
(141) E Am 45
(142) E Am 43.2
(143) E Am 44
(144) E Am 71
(145) Ibid
(146)“La Escuela Católica en los umbrales del III Milenio”, 4; E Am 71
(147) Ibid 20
(148) E Am 71
(149) Jn 4, 42