21 de diciembre de 2000
1. Se acerca el término del Jubileo de los 2000 años del nacimiento de Cristo. Queremos agradecer al Señor por lo que ha sido este año jubilar. Y a tantas personas que han participado en sus diversas expresiones, así como a quienes han entregado su tiempo y esfuerzo por organizarlas.
Recordamos con gozo desde los encuentros de comunidades de base hasta la gran Misa por Chile en el Parque O’Higgins, pasando por las peregrinaciones locales y masivas, el Jubileo de los Jóvenes, el de la Familia, el de la Educación, los de diversos otros sectores, las campañas solidarias, en particular las Mediaguas en el 2000, los Congresos Eucarísticos locales y tantos otros que nos fueron preparando espiritualmente para dar el paso de Purificación de la Memoria, expresión de nuestra voluntad de conversión jubilar.
Damos gracias también por la gran tarea realizada por el Santo Padre el Papa Juan Pablo II por el bien de toda la humanidad en el curso de este año jubilar. Pudimos unirnos a él mediante los peregrinos chilenos que han ido a Roma o gracias a las excelentes transmisiones que nos han entregado los medios de comunicación social.
2. La riqueza interior que hemos alcanzado en las celebraciones jubilares quiere dar muchos frutos, en especial la actitud de purificación de la memoria. Invitamos a todos a hacerla madurar para que se manifieste en nuestra vida personal y tenga consecuencias de reconciliación en nuestra patria.
3. Sentimos el deber de insistir en el drama de la pobreza y el desempleo, que afecta a tantos hermanos nuestros en Chile. Pedimos vivir la Navidad con un sentido de solidaridad con quienes sufren esta situación. Hemos de descubrir en ella la ocasión de cumplir la obligación moral que nos asiste a todos de asumir compromisos personales para poner fin, o al menos atenuar significativamente, este flagelo que atenta contra la dignidad de las personas. Hacemos ver una vez más a los diversos sectores del país, públicos y privados, organizaciones productivas y sociales, la urgencia de poner todo de su parte en esta tarea, aunque ello signifique postergar algunas aspiraciones legítimas.
4. Culminemos el año jubilar en la Navidad de los 2000 años de Jesús reuniéndonos como familia, junto a la Virgen María y San José en el Pesebre, para iniciar el nuevo milenio con Jesús, quien es bendición para todo el mundo. Como un signo de nuestro anhelo de vivir su amor, invitamos a todos a tender la mano y dar un saludo de Paz a las personas con que nos encontremos en la Noche Buena. No sólo a los familiares y amigos, también a vecinos o desconocidos. Y que pueda expresarse también en el repicar de campanas de los templos. Que la alegría de la presencia de Dios en el mundo inunde y rebase nuestros corazones y toque toda nuestra vida.
Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile