Celebración Purificación de la Memoria. Iglesia Catedral de Santiago
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Celebración Purificación de la Memoria. Iglesia Catedral de Santiago

Fecha: Viernes 24 de Noviembre de 2000
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Obispos de la CECH

24 de noviembre de 2000

Oración de Alabanza

Te alabamos, Padre Creador, por la tierra que nos diste, pletórica de belleza y de recursos, para habitarla en paz y gozo.

Te alabamos Jesucristo, Señor de la historia, Cabeza de la Iglesia santa porque tejiste sabiamente los tiempos de los diferentes pueblos que componen la nación chilena, y nos rescataste una y otra vez de nuestros pecados con el precio infinito de tu Sangre, confiándonos inmerecidamente el Evangelio y los sacramentos.

Te alabamos, Espíritu Santo, Amor entre el Padre y el Hijo, alma viva de la Iglesia, tú eres quien misteriosamente mueve los pasos de los chilenos para encontrarse los unos con los otros, y hacer de la historia el tiempo de la ardua y confiada peregrinación hacia la casa del Padre.

Trinidad Santísima, te alabamos por el don de María como Madre y Reina de Chile. Te alabamos por Santa Teresa de Jesús de Los Andes, por la beata Laura Vicuña y el Padre Alberto Hurtado, y por todos los que fueron heroicamente fieles en la fe, la esperanza y la caridad.

Reconociendo la magnitud de tus dones, Dios de misericordia, no tememos confesar en esta hora los pecados de los hijos de la Iglesia. Amén.

1. Perdón por los pecados de los pastores y los consagrados

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas de los pastores y los consagrados.

Obispo: Padre, imploramos tu perdón por los pecados de infidelidad de los obispos de nuestra Iglesia a lo largo de su historia en Chile. Perdona por las veces que tu rebaño no ha sido conducido con la solicitud y el estilo de tu Hijo el Buen Pastor. Perdona nuestras faltas de vigilancia, las tardanzas, incoherencias, divisiones y durezas que han desconcertado o hecho sufrir a quienes nos encomendaste en el ministerio episcopal.

Ten misericordia, Dios de bondad, por todas las faltas de los sacerdotes y diáconos. Por las veces en que descuidaron el cultivo de la amistad con Jesús, la meditación de las Sagradas Escrituras, la construcción de la comunión en el Pueblo de Dios, el aporte de los fieles laicos y la dedicación a los más pobres y afligidos. Perdona a cuantos no fueron fieles a sus promesas y a la misión que tú les encargaste y por el dolor que causaron.

Perdona a cuantos llamaste a la vida consagrada y no han cumplido con su compromiso de hacer suya la forma de vida de Jesús y de María Santísima, amando a Dios con un corazón indiviso y con plena disponibilidad para construir su reino con libertad, castidad, pobreza y obediencia. Perdón por los malos ejemplos que dieron a sus hermanos.

Guía: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

2. Perdón por los pecados contra la unidad de la Iglesia y contra el respeto debido a otras confesiones religiosas

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas contra la unidad de la Iglesia y contra el respeto debido a otras confesiones religiosas.

Obispo: Padre, imploramos tu perdón por los enfrentamientos entre hijos de la Iglesia, por las faltas de respeto y amor y por no haber sabido mantener la unidad en la diversidad; por las heridas y descalificaciones, y porque muchas veces fueron puestas las opciones ideológicas, políticas y económicas por encima de los criterios del Evangelio.

Te pedimos especialmente perdón, en este día de gracia, porque los hijos de la Iglesia, en muchas ocasiones, no tendimos puentes para superar la división con los hermanos de otras confesiones cristianas, con las que compartimos el mismo Evangelio y el mismo bautismo; tampoco para encontrarnos con el pueblo de Israel o con otras religiones. Te ofendemos, Padre, cuando adoramos y amamos a un mismo Señor, pero sin amarnos y respetarnos entre nosotros.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

3. Perdón por los pecados contra la auténtica tolerancia

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas contra la auténtica tolerancia.

Obispo: Padre, imploramos tu perdón por los hombres y mujeres de Iglesia que, a través de los siglos, creyendo servir la verdad, no respetaron la libertad de las conciencias mediante actos que contradecían el Evangelio, no considerando que 1a verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad. Danos a todos tu perdón por las veces que no se ha respetado ni acogido a quienes piensan distinto, y con intolerancia se ha producido incomunicación, beligerancias y odiosas exclusiones.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

4. Perdón por los pecados en contra del respeto a los pueblos originarios

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas en contra del respeto a los pueblos originarios de esta tierra.

Obispo: Imploramos, Padre, tu perdón por los hijos de la Iglesia que hirieron la dignidad, los derechos y la identidad de los pueblos originarios de Chile. Perdón, Dios de la vida, por los anunciadores del Evangelio de tu Hijo y por los otros hijos de tu Iglesia que muchas veces no reconocieron los valores de la rica tradición cultura¡ y religiosa de estos pueblos.

Perdónanos, de modo especial, por el silencio injustificable de muchos bautizados ante las injusticias y despojos cometidos, cuando la República de Chile tomó efectiva posesión de los territorios ancestralmente habitados por el pueblo mapuche.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor ten piedad

5. Perdón por los pecados contra la justicia social

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón, por las faltas contra la justicia social en la historia de nuestra patria.

Obispo: Te imploramos perdón, porque nuestra Iglesia no hizo siempre todo lo posible para que el Evangelio de hermandad de tu Hijo Jesucristo, impregnara nuestra cultura y la mutua solidaridad como nación. Perdón, porque muchos miembros del Pueblo de Dios no acogieron ni estudiaron la doctrina social de la Iglesia, no la practicaron ni la trasmitieron, favoreciendo que la brecha entre los que más tienen y los desposeídos se ensanchara aún más. Suplicamos tu misericordia por los educadores de nuestra Iglesia que formaron alumnos cuyo compromiso social fue y sigue siendo débil, de modo que se han hecho corresponsables de desigualdades sociales injustas y escandalosas.

Perdón, Padre, por los bautizados que no hicieron del trabajo una forma sabia de administrar y servir la creación que tú nos confiaste, y que no establecieron relaciones laborales justas, ennoblecedoras y responsables. Perdón, por los hijos de la Iglesia que se enriquecieron ¡lícitamente, lucraron con el tráfico de influencias y se desentendieron de construir una fraternidad efectiva entre los chilenos.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

6. Perdón por los pecados de violencia política

Guía: Señor, te pedimos perdón por las faltas cometidas por violencia política

Obispo: Padre, imploramos tu perdón porque los hijos de la Iglesia no fuimos capaces, con la fuerza de nuestro amor cristiano, de cimentar en tu paz la convivencia entre chilenos.

Perdón, porque en el Pueblo de Dios, algunos se dejaron arrastrar por la absolutización de las ideologías y la pasión política desbordada.

Perdona, Padre, porque también hijos de nuestra Iglesia, llegaron a proponer y justificar la violencia y la muerte, como caminos para resolver las controversias políticas y establecer sus modelos de justicia social en nuestra patria.

Nos duele y te pedimos perdón, porque hermanos nuestros contribuyeron a desatar el dramático enfrentamiento entre quienes tú habías convocado a un proyecto de patria compartida.


Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

7. Perdón por los pecados de violaciones a derechos humanos fundamentales

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las violaciones a derechos humanos fundamentales.

Obispo: Imploramos, Padre, tu perdón, porque hijos de la Iglesia, a lo largo de nuestra historia, no reconocieron en cada persona la imagen viviente de tu presencia.

Te pedimos perdón, porque algunos hijos de la Iglesia, en tensas y difíciles circunstancias, usaron arbitrariamente el poder y no respetaron el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad, a tener digna sepultura, y condenaron a otros injustamente al desarraigo del exilio.

Perdón, Señor, por el comportamiento de cuantos hijos de la Iglesia no protegieron con justicia a los hermanos perseguidos, callaron, no intercediendo por ellos. Te suplicamos misericordia, porque hijos de la Iglesia, en razón de desgarradores sufrimientos, no han perdonado a quienes tú perdonas. Perdónanos, Padre Bueno, porque no hemos puesto todo de nuestra parte para reunir a Chile en una gran nación reconciliada.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

8. Perdón por los pecados en la transmisión de la fe y en el relativismo moral

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas en la transmisión de la fe y en el relativismo ético.

Obispo: Padre, perdona a la Iglesia de tu Hijo por haber sido débil en la enseñanza de la verdad salvadora, por no haberla trasmitido con el entusiasmo de los santos, por no haberla hecho más asequible a todos los hombres.

Perdona, Señor, a los hijos de tu Iglesia que han caído en el pecado del relativismo moral, que desnaturaliza el uso del poder, del dinero y de los bienes de la tierra; relativismo que hiere las relaciones entre las personas y destruye la familia, que desvirtúa la justicia, que legitima la opresión y la usura, que enturbia la transparencia del pudor, y que daña la nobleza de la sexualidad humana, desvinculándola del amor y la fidelidad, como también de su orientación hacia la vida.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

9. Perdón por los pecados en contra de la vida y la creación

Guía: Señor, hoy te pedimos perdón por las faltas en contra de la vida y la creación.

Obispo: Padre, te imploramos, perdona a los hijos de la Iglesia que no siempre han reconocido tu poder, tu sabiduría y tu amor en la creación y que no han apreciado debidamente el valor de la vida del hombre como don tuyo, de la cual tú eres el único Señor. Perdón por las veces que hermanos nuestros no defendieron la vida humana desde su concepción hasta la muerte.

Muy especialmente, pedimos tu misericordia por hijos del Pueblo de Dios, que no han respetado la dignidad de la mujer y su misión en la Iglesia y la sociedad. Perdona asimismo la violencia ejercida contra quienes son tus predilectos, los niños.

Padre Creador, imploramos tu clemencia por cuantos de nosotros malgastamos las energías de la naturaleza, la contaminamos y destruimos irresponsablemente, haciendo peligrar nuestra vida y la de los demás seres que habitan y habitarán la tierra.

Guía: Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad

Oración Conclusiva

Señor Jesús, Evangelio del Padre, hermano nuestro por obra del Espíritu Santo y por la aceptación de María, otórganos tu perdón y acoge nuestras súplicas.

Inspira y bendice los propósitos de tu pueblo en esta hora de gracia. Concédenos que nuestra vida y nuestras acciones proclamen que somos tus discípulos, que nosotros te reconozcamos como al Primogénito, y lleguemos a tener los mismos sentimientos tuyos, para amar contigo al Padre, construir en tu nombre la comunidad y servir a los hermanos, especialmente a los más postergados y abatidos.

Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Homilía en la liturgia de la Purificación de la memoria histórica de la Iglesia en Chile

Santiago, 24 de noviembre de 2000

Lc 23, 32 34, 39 43

Hace once meses, el día de Navidad, después de habernos invitado reiteradamente a no tener miedo, a abrirle ampliamente las puertas a Cristo, Su Santidad Juan Pablo II cruzó, con paso creyente y ánimo esperanzado, la Puerta Santa. Atrás quedaba la oscuridad de la noche. Se abría un espacio de luz donde, después de 2000 años, la estrella de Belén señalaba hacia la cuna de la vida de un milenio nuevo. Pasar umbrales con esperanza es algo propio de los hombres y de los pueblos que creen en su vocación y confían en el poder, la sabiduría y la bondad de Dios.

1. Quisiéramos para Chile entero el ímpetu necesario para cruzar umbrales y abordar los retos del presente y del futuro. Pero sólo tendremos la decisión y la fuerza interior para ello si nos desprendemos de ataduras y lastres, si no dejamos deudas pendientes en nuestras propias conciencias, las deudas de fidelidad con el Dios Vivo y con los hermanos, y por eso, con nosotros mismos. Así, mientras se asoman nuevamente las noches del pasado, la Iglesia que peregrina desde hace siglos en nuestra Patria, porque quiere apurar nuestro paso hacia la tierra del mañana, se detiene en esta tarde a hacer memoria humilde y dolorosa, si bien agradecida.

2. Hacemos este alto en el camino, en el contexto de la celebración providencial del Gran Jubileo, en el cual Juan Pablo II nos ha alentado a recordar el nacimiento de Jesucristo hace dos mil años y los dones inconmensurables con que enriqueció nuestra historia y nuestra cultura, y a reconocer los pecados de los hijos de su Iglesia en el último milenio, que menguaron la fecundidad de la fuerza vivificante del Evangelio y de la Eucaristía..

Los Obispos de la Iglesia Católica hemos acogido la invitación del Pontífice, cuyo hondo sentido está presente en nuestra memoria, cuando queremos pedir perdón al Dios Vivo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es nuestra intención juzgar ni el espacio de libertad ni las conciencias de nuestros antepasados; tampoco, de quienes viven entre nosotros. De modo alguno, porque el Señor de la historia es el único juez de las conciencia. Con todo, hay hechos que debemos constatar como transgresiones objetivas al Evangelio de Jesucristo, o al menos como una desobediencia al mandato de entregar la Buena Noticia a los pueblos. Queremos pedir perdón a la Trinidad Santísima, ya que el bautismo nos hizo hermanos y, por eso, solidarios con los santos y con los pecadores. Le pedimos que este discernimiento sobre el pasado nos ayude a mirar cara a cara la verdad del Evangelio, sin excusas ni distorsiones, y a comprometernos con él sin reservas. Al Señor le rogamos que la petición de perdón nos acerque a todos como hermanos, sanando aversiones y enemistades.

3. Tengamos presente las dimensiones más profundas de esta liturgia. Para ello, remontémonos en primer lugar al origen de los desencuentros, los pecados y las enemistades. El libro del Génesis nos ilustra lo primordial. Leemos que el Paraíso era un proyecto de amistad entre Dios, sus criaturas y la tierra. Era el jardín del encuentro, en que las libertades se acercarían para vivir en comunión y colaborar entre ellas. Ese mismo albedrío, precisamente por la autonomía soberana que le permitía escoger el amor, le daba la trágica capacidad de rechazarlo. Así ocurrió la estremecedora opción de Adán y Eva. Desconociendo su propia naturaleza, pretendieron ser como dioses y desentenderse de los caminos de felicidad que Dios, su Padre, les enseñaba. Y vino la ruina: del jardín al desierto, de la vida familiar al crimen fratricida, de la amistad con Dios al desencuentro con Él y entre ellos mismos. Pero Dios, su Creador, no los dejó solos. También esa tarde salió a buscarlos. Les llamaba por su nombre. Pero a ellos los dominaba la vergüenza. ¡Habían recibido tantos signos de su amistad dignificante! Y no tuvieron palabras para pedirle perdón. Sólo unas frases lamentables para disculparse, desviando la responsabilidad hacia el otro.

Desde entonces la tarea del reencuentro tendrá dos vertientes que confluyen y a la vez relacionan con Dios y con sus criaturas. Por eso, ante los daños causados por sus hijos, la Iglesia recuerda que el pecado no tiene tan sólo una dimensión vertical. Maltratar al hombre, hecho por el Creador a su imagen y semejanza, es violentar a un hermano y ofender al Padre común. Desentenderse culpablemente de los caminos de Dios, es herir a los seres humanos, a su convivencia y a su entorno. Y cuando se daña a un hijo, a una familia, a un pueblo, Dios mismo, se alza, y se alzará siempre como un padre en defensa de los más débiles: de las víctimas, los pobres, los marginados y los oprimidos. Por eso, pedirle perdón a Dios es pedirle perdón al hermano, y pedirle perdón al hermano es pedírselo al mismo Señor.

A lo largo de la historia, lacerantes razones le dio la humanidad al Señor para que abandonara su plan originario. Pero nada agotó su paciencia; tampoco su generosidad. La liturgia proclama su iniciativa más sorprendente con estas palabras:

“Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca...
Y tanto amaste al mundo, Padre santo,
que, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu propio Hijo”.

Así, la encarnación del Verbo resume el amor de Dios a la humanidad, y es el manantial de cuanta benignidad nos ha regalado durante dos milenios. Por eso, desde lo alto de la cruz, Cristo pudo pronunciar una de las palabras más conmovedoras y más características de todo su Evangelio: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Ante tal rostro de Dios, que no se cansa de buscarnos y bendecirnos con fidelidad sobrecogedora y que pide clemencia para quienes lo atormentan, el miedo se desvanece, y despiertan la confianza y la voluntad de seguirlo. Pero no es posible recordar tanta misericordia, sin estremecerse por la gravedad del pecado.

4. Hoy, los Obispos que hemos peregrinado hasta este templo, enumeraremos nueve pecados que resumen y simbolizan la multitud de incoherencias históricas de los hijos de nuestra Iglesia en esta Patria. Ante todos los que comparten esta liturgia, aquí y en todo el país, imploraremos la misericordia de Dios. Pero no pediremos perdón solos; lo haremos con los miembros de la Iglesia que nos acompañan a lo largo de Chile. Damos este paso adelante en el vigor de la gracia divina, ya que pedir perdón es un acto de humildad y valentía que supera las fuerzas de la naturaleza. Es una opción que reclama de nosotros una conducta y un espíritu nuevos. En la tradición, esto se llamó “propósito de enmienda”, porque la genuina petición de perdón no consiste en cubrir con olvido el pasado doloroso de la culpa. La auténtica demanda de perdón es dinámica. Junto con descargar del fardo insostenible del remordimiento, compromete toda nuestra libertad responsable, para reiniciar el camino con nuevas energías y con el norte despejado. Quien pide perdón se declara dispuesto a atravesar los puentes que conducen hacia Dios y llevan a servir al hombre; también al adversario y al enemigo.

Hay una condición del perdón que no podemos olvidar. Cuando Jesús resumió su Evangelio y lo hizo plegaria, enseñó a sus apóstoles el Padrenuestro. Allí nos muestra con toda caridad que el perdón implorado al Padre exige la voluntad de perdonar al que nos ha dañado: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. También por esta razón, siempre es actual el Padrenuestro. El rencor y la sed de venganza atan, paralizan y alimentan una espiral de enemistades y recriminaciones sin fin.

5. Con nuestro acto también tenemos presente el bien de Chile. Porque ya es hora de cruzar otro umbral, transformando los buenos propósitos, los logros y aun los sufrimientos del pasado, en cauces hacia una convivencia fraterna. Tal vez tememos no ser capaces de lograrlo. Una plegaria mapuche nos puede ayudar. Murmura como un arroyo fresco la verdad permanente del hombre religioso. Invoca al Dios que mora en “la alta cumbre” y le implora: “Tú tienes la llave de la puerta... por eso te pido tu favor, tu amparo y tu protección”. Ésta es la razón de acudir a este templo, vigía y testigo de nuestros siglos, para suplicar al Señor de la historia su favor, para pedirle con insistencia y humildad que haga uso de la llave, y abra la puerta, que es Jesús, hacia una vida más plena, en la cual se encuentren la verdad y el arrepentimiento, la justicia y el perdón, la honestidad y la esperanza, la tolerancia, la benevolencia y la paz.

El Dios Vivo y las generaciones futuras nos juzgarán, porque esta tarde queremos orar con los labios, la mente, la voluntad y el corazón, diciendo: Padre, “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonarnos a los que nos ofenden”. Quiera Dios que un día, cuando nuestra Iglesia vuelva a examinar su historia, no tenga que incluir un terrible pecado nuestro en esta hora de Chile. Quiera Dios que no deba pedir perdón porque nosotros no fuimos, precisamente ahora, fermento de reconciliación y constructores de esa fraternidad que es necesaria para lograr el desarrollo humano y el bienestar económico y espiritual de todos los chilenos.

Hermanos y amigos, participemos con sinceridad en este acto de perdón y purificación de la memoria histórica, y preparémonos así a la celebración de la Nueva Alianza con Dios y entre nosotros en la Eucaristía con que concluiremos este domingo nuestro Congreso Eucarístico Nacional. No dejemos pasar la oferta de perdón y de vida nueva que trae consigo el día en que la Virgen María dio a luz a Jesucristo, nuestro hermano redentor.


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