Santiago, 20 de junio de 2000
1. El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal quiere hacerse eco de la Declaración de la Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos, entregada solemnemente el 13 de junio al Presidente de la República ante representantes de toda la comunidad nacional.
2. Valoramos y agradecemos profundamente la voluntad de sus integrantes de respetarse y de colaborar con altura de miras, a fin de dar solución a la tarea, imperativa y urgente, de proponer caminos eficaces para encontrar los restos de los detenidos desaparecidos, o para obtener al menos la información que permita aclarar su destino, cuando lo primero no sea posible. Hacerlo constituía una deuda de justicia con sus familiares y con todo el país, a la vez que un paso irrenunciable hacia la anhelada reconciliación. Su labor ha sido una excelente muestra de cómo los hombres pueden dialogar con la eficacia que otorga la búsqueda sincera de un bien superior, el de la Patria.
3. El documento que se ha dado a conocer contiene juicios claros acerca del pasado. Con sinceridad la Declaración condena el “espiral de violencia política” que Chile sufrió a partir de la década de los 60, “las graves violaciones a los derechos humanos en que incurrieron agentes de organizaciones del Estado durante el gobierno militar” y “la violencia política cometida por algunos de sus opositores”.
4. Invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a reflexionar con responsabilidad sobre estos hechos, como asimismo a asumir las lecciones morales que de ellos desprenden con unanimidad los miembros de la Mesa. A partir de ellas, como Nación debemos tomar la decisión firme de construir juntos un futuro de paz, sobre el fundamento de la no violencia, la justicia y el amor.
5. Llamamos asimismo a todos los católicos a colaborar con diligencia en este proceso, encaminado a recabar todos los datos posibles sobre las personas desaparecidas. Pronto contará el país con las normas legales que favorezcan una información confidencial. Nuestra Iglesia se pone una vez más a disposición para recibida. Cuando las normas sean aprobadas, orientaremos a los fieles para mejor proceder.
6. Coincidimos con los miembros de la Mesa de Diálogo en la necesidad de formar y educar a nuestras generaciones futuras en el debido respeto de los derechos de las personas. La Iglesia católica colaborará en esta imprescindible y permanente tarea nacional, aportando la visión del hombre y de los caminos hacia la paz que ha recibido de Jesucristo.
7. Esta Declaración la recibimos en el año del Jubileo por los 2000 años del nacimiento de Jesucristo. En el mandamiento del amor, El nos ha señalado el camino de la confianza y la unidad. Es oportuno reconocernos discípulos suyos y hermanos entre nosotros. En la oración del Padre Nuestro que nos enseñó, junto con invocar la paternidad de Dios, nos invita a implorar el advenimiento de su Reino, cumpliendo su voluntad; y a pedir el pan y el perdón, que Él condiciona a nuestra propia capacidad de perdonar.
Animados por el ejemplo de la Madre de Jesús, que nos precedió por los caminos de la esperanza, les invitamos a celebrar el Jubileo, orando por estas intenciones y comprometiéndonos con una nueva forma de vivir en una sociedad reconciliada en justicia y verdad, en amor y paz.
Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile
