Una nueva oportunidad. Convocación al Jubileo 2000. 78ª Asamblea Plenaria
Maipú, 19 de noviembre de 1999
Desde el Santuario de Maipú, recuerdo de la presencia de Nuestra Señora del Carmen en nuestra historia de libertad, los Obispos de Chile nos dirigimos a los hijos de la Iglesia para invitarlos a vivir, con toda la patria, un tiempo especial de gracias.
1. Convocación
Hermanos y hermanas, en unión con el Santo Padre Juan Pablo II y con toda la Iglesia, los convocamos para el Gran Jubileo de los 2000 años del Nacimiento de Jesús. En este Año Santo, celebraremos agradecidos al Hijo de Dios hecho hombre en las entrañas virginales de María. Invitamos a todos los hijos de la Iglesia, a todos los que aman a Jesús y a cuantos buscan la verdad de Dios. Les ofrecemos participar de las bendiciones de este “año de gracia” y perdón, tiempo de conversión y de alegría. Esperamos que durante este Jubileo, el Dios hecho nuestro hermano apresuro en Chile y en el mundo la venida de su Reino de paz, justicia, verdad y misericordia, de gracia y de santidad. Los invitamos a que todos se aproximen confiadamente al Padre de Jesús. Él los quiere abrazar en el amor del Espíritu Santo, dándolo a cada persona y a cada comunidad una oportunidad para vivir más plenamente como hijos y hermanos.
2. Tiempo de misericordia, perdón y solidaridad
El mismo Cristo se presenta en la sinagoga de Nazaret como el cumplimiento vivo del año de gracia. Después de leer el texto de Isaías donde se anuncia su venida, el Señor se declara como el Ungido del Espíritu y liberador de su pueblo. Con autoridad mesiánica dice: “hoy se han cumplido estas profecías” (Lc. 4,2) Ese tiempo de misericordia de Dios se hace intensamente actual en el Jubileo del Año 2000.
El Papa Juan Pablo II nos ha dicho: “que en este año jubilar nadie quiera excluirse del abrazo del Padre. Que nadie se comporte como el hermano mayor de la parábola evangélica que se niega a entrar en casa para hacer fiesta. Que la alegría del perdón sea más grande que cualquier resentimiento” (Bula I.M. 11)
Confiamos que se genere en este Jubileo un proceso de perdón cada vez más abarcador. Las dolorosas divisiones entre chilenos tienen que ir sanándose, y este Jubileo es una gran oportunidad de Dios para comenzar de nuevo. Quienes por la fe se saben continuamente perdonados, debieran perdonar a cuantos les han ofendido y están llamados a ser agentes de perdón. La oración del Padre Nuestro, síntesis de todo el Evangelio de Jesús, lo pide así; y el futuro de la patria nos lo demanda, si queremos crecer hacia los nuevos horizontes de la historia.
El Jubileo, desde sus inicios en el Antiguo Testamento, tiene como algo propio la dimensión social. Invitamos a todos a desarrollar múltiples formas prácticas de fraternidad solidaria. A ser verdaderamente justos en las relaciones laborales. A reconocer a todos la igualdad de oportunidades sociales. A desplegar diversos modos de ayuda al necesitado. A superar lacras que nos deben doler y avergonzar a todos los chilenos; por ejemplo, la situación de miseria de los que viven en numerosos campamentos. Los animamos a obrar así, porque si el Padre dándonos a su Hijo “nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4,11).
3. Con Cristo, al tercer milenio
Este Mes de María que estamos viviendo, las cuatro semanas de Adviento y la Novena del Niño Dios han de prepararnos para recibir a Jesús que viene. Que esta Nochebuena sea memorable, especialísima por la fe y la alegría. Así implora el Santo Padre para la Iglesia universal: “la Navidad de 1999 debe ser una solemnidad radiante de luz” (Bula I.M. 6). Pedimos también una Navidad misionera, para compartir con todos el don del Niño que la Santísima Virgen nos trae. Así seguimos nuestra vocación propia, porque “desde hace dos mil años, la Iglesia es la cuna en la que María deposita a Jesús y lo entrega a la adoración y contemplación de todos los pueblos” (Bula I.M. 11).
Esta Navidad se prolongará por todo un año de gracia. Con Cristo entramos sin miedo al tercer milenio. Él viene con nosotros. Él es verdaderamente nuestro hermano. El es el Pastor bueno que nos guía. Él es el Camino que nos conduce hacia el Padre. Encendamos los cirios de nuestra fe y crucemos el umbral del año 2000 confiados, reunidos como familia, sirviendo a Chile, para “conquistar el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría” (Oración por Chile a la Virgen del Carmen).
El Jubileo del Año 2000 es verdaderamente una nueva oportunidad. ¡Con Cristo al tercer milenio!
LOS OBISPOS DE CHILE