Pastores para su pueblo. Mensaje de los Obispos de Chile ante la muerte de los Cardenales Carlos Oviedo Cavada y Raúl Silva Henríquez
Punta de Tralca, 7 de mayo de 1999
1. En el lapso de cuatro meses el Señor ha llamado a dos queridos pastores de nuestro país que sirvieron a la Iglesia como Arzobispos de Santiago y como eminentes Cardenales: don Carlos Oviedo Cavada y don Raúl Silva Henríquez.
Aún recordamos el cariño con que el pueblo de Santiago despidió con profunda gratitud al querido don Carlos Oviedo Cavada, destacado por su vida misericordiosa, su palabra sabia, sus iniciativas de unidad, reconciliación y paz como también por su entrega frente a la enfermedad y la muerte. Más recientemente, hemos quedado conmovidos por el grandioso homenaje que Chile rindió a don Raúl Silva Henríquez con ocasión de su muerte.
2. Con este mensaje queremos agradecer a Dios y también a la multitud de chilenos que visitaron a ambos pastores difuntos en la Catedral o salieron a las calles a rendirle su último adiós. Muchos chilenos, aun quienes no los conocieron personalmente, se sintieron tocados y conmovidos por su testimonio. Expresamos nuestro agradecimiento a las autoridades del país, particularmente al Señor Presidente de la República, que quiso despedir al Cardenal Raúl Silva Henríquez ante el Palacio de Gobierno. Y al Congreso Nacional que ha querido rendir sendos homenajes oficiales tanto al Cardenal Oviedo como al Cardenal Silva Henríquez.
3. Nos emociona, de manera especial, el eco profundo que el Cardenal Silva encontró en la vida de las personas, en especial en los más humildes. Agradecemos a los fieles de otros credos religiosos que valoraron su obra y su estatura de pastor; también a los medios de comunicación social que destacaron profusamente su figura y su palabra. Esperamos que la unidad que el Cardenal logró después de su muerte en torno a los valores más nobles de nuestra cultura y de nuestra fe, permanezca como el mejor homenaje a su memoria.
4. Para nosotros, Obispos de la Iglesia, el recuerdo de este hombre fuerte, justo y bondadoso constituye una tarea apremiante y un ejemplo que imitar. Recogemos su Testamento Espiritual como una misión que tenemos que cumplir. Hacemos nuestras sus palabras. Las recibimos con gratitud, con veneración y con cariño.
5. La enseñanza del Cardenal Silva es preciso asumirla de modo especial en este momento de la vida de la nación. Sus llamados a vivir en un país reconciliado, en paz, sin odios, sin rencores, urgidos por la caridad, procurando la justicia y el respeto a la dignidad y derechos de las personas, cobra hoy singular vigencia. Sus valientes llamados a cuidar el “alma de Chile” se tornan hoy más imperativos que nunca. Todos debemos emprender esta tarea como un compromiso personal.
6. Su preocupación por los pobres y los sufrientes nos debe conmover de tal manera que no ahorremos esfuerzos para buscar una mejor calidad de vida para ellos. Todos podemos hacer algo más de lo que hacemos. Esta preocupación debiera forjar un gran consenso nacional. Más que el homenaje de las palabras, en este sentido vale el homenaje de los hechos. Especial atención quisiéramos poner en este momento en quienes están desempleados. La angustia de no tener el trabajo necesario para ganarse el pan y alimentar a una familia es tan grave que debiera exigirnos nuevas y eficaces acciones solidarias.
7. Su compromiso y su llamado a poner más atención a los jóvenes también debe ser el compromiso de las familias, los educadores, los gobernantes y las iglesias. La juventud es el sector más vulnerable de la sociedad, al que no siempre ofrecemos oportunidades de soñar, crecer y realizarse humanamente. Debemos procurar que tengan acceso a una buena educación, a una cálida vida familiar, como la que él mismo gozó, al trabajo y a una sana entretención. No debemos escatimar esfuerzos en escucharlos con atención y en servirlos en sus necesidades.
8. Otra hermosa lección queremos recoger de su Testamento Espiritual. Con humildad nosotros queremos decir lo mismo. Pedimos perdón si nuestras palabras o nuestros gestos no han mostrado claramente el mensaje de Jesucristo o si no hemos sido capaces de servirlo generosamente en nuestros hermanos.
Es más, unámonos todos en pedir y otorgar perdón si a lo largo de nuestra historia nos hemos dejado llevar por pasiones y no nos hemos dejado inspirar en el Evangelio.
9. Después de haber vivido la pascua de estos pastores, además de nuestra acción de gracias a Dios y a ustedes, queda en nuestro ánimo una profunda esperanza de días mejores para nuestra patria. Imitándolos, la encomendamos a la Virgen del Carmen, Patrona de Chile.