Saludo de la Conferencia Episcopal de Chile. Integrarnos en justicia para hacer de América un continente nuevo
Saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno y a sus colaboradores con motivo de la II Cumbre de las Américas.
1. Nuestro país se apresta a recibir, los días 18 y 19 de abril, a los Jefes de Estado y Gobierno en la II Cumbre de las Américas. En estos días tendrá lugar también en Santiago la Cumbre de los Pueblos de América organizada por un conjunto de instituciones nacionales e internacionales que representan a diversos sectores de nuestras sociedades. Estamos viviendo una ocasión privilegiada para reflexionar juntos sobre las tareas que nos son comunes, delinear y analizar los grandes temas de la agenda hemisférica y reforzar los lazos de amistad y de cooperación entre nuestros pueblos y gobiernos. En nombre de la Iglesia en Chile queremos saludar y acompañar con nuestra oración y solicitud pastoral estos nuevos pasos en búsqueda de una anhelada y urgente integración.
2. Como Iglesia Católica, plantada en tierras de América, y en fidelidad a Jesucristo, tenemos particular interés en la integración de nuestros pueblos. Tanto la creación del Consejo Episcopal Latinoamericano, hace más de cuatro décadas, como un inmenso conjunto de iniciativas pastorales por parte de las Conferencias Episcopales de los diferentes países de la región, dan muestra de esta preocupación integracionista. Hemos procurado apoyar y participar en los esfuerzos encaminados a vencer los obstáculos para un entendimiento entre nuestros pueblos y, por otra parte, hemos alentado y promovido los valores y esfuerzos que llevan a una real integración entre ellos.
3. Esta tarea de unidad tiene hoy día particulares desafíos que será necesario enfrentar en común. Los acontecimientos que culminaron en 1989 con el fin de la división del mundo en dos grandes bloques sitúan nuestra búsqueda de integración en un nuevo contexto internacional. Al dejar atrás la bipolaridad de la llamada “guerra fría” se abrió un horizonte de nuevos entendimientos. Ello plantea, sin embargo, nuevos retos pues existe la tentación de construir un mundo unipolar y de concebir un tipo de integración que no respeta la particularidad de los diversos pueblos ni su derecho a participar activamente en el debate sobre los destinos del mundo..
4. Por otra parte, junto al renacimiento de una voluntad de mayor cooperación y solidaridad entre las naciones, tenemos que lamentar la persistencia de nacionalismos estrechos y de mentalidades proteccionistas y hegemónicas, especialmente en los llamados países del primer mundo. Nos preocupa, del mismo modo, que se mantenga la amenaza de una carrera armamentista que obstaculiza la integración entre nuestro pueblos distrayendo energía humana y recursos financieros, científicos, y tecnológicos que deberían estar orientados a hacer retroceder el drama del desempleo y la pobreza.
5. Por este motivo, queremos alentar vivamente las iniciativas que apuntan a un orden internacional multipolar capaz de asumir la diversidad de las tradiciones culturales de los pueblos, la riqueza de la diversidad y la garantía de los necesarios equilibrios de poder que aleje de nuestra convivencia humana el peligro de la dominación indiscriminada de quienes son más fuertes sobre quienes son más débiles. En el caso de América vemos en forma positiva las semillas de integración que están germinando a través de varias iniciativas de carácter regional como el MERCOSUR, el Pacto Andino, el NAFTA, el Mercado Común Centroamericano y la Comunidad de países del Caribe (CARICOM) así como la diversidad de acuerdos bilaterales de liberalización e intercambio comercial. Todas estas iniciativas, en la medida que contribuyan a una interacción respetuosa, son dignas de apoyo y nutren la esperanza de procesos de integración más globales y fecundos.
6. Los procesos de integración, a los que esta II Cumbre de las Américas busca servir son procesos que van más allá de los posibles acuerdos de libre comercio y no pueden limitarse sólo a la dimensión económica. Estos acuerdos son el comienzo de un camino más amplio y de mayor espesor que requiere voluntad política, concertación social, sólidos fundamentos éticos y respeto para desarrollar el alma común de nuestros pueblos. En este sentido esperamos que quienes son responsables de la conducción de los pueblos de América, tengan particularmente presente en sus debates la suerte de los jóvenes, de los más pobres y de los grupos étnicos, a menudo muy marginados en nuestras sociedades. Los frutos de la Cumbre no pueden limitarse a facilitar la acción de los grandes conglomerados económicos que actúan cada vez con menos trabas. Es función de los gobernantes orientar el proceso de integración en la dirección del bien común, incorporando en él a las grandes mayorías.
7. En efecto, en el nuevo horizonte mundial marcado por los procesos de mundialización de los procesos productivos, por la globalización de los mercados financieros y por la intercomunicación científico técnica y cultural, la construcción de una Comunidad de Naciones nos pone ante la inmensa tarea de darle sentido a dichos procesos. Como Obispos de la Iglesia Católica no podemos dejar de decir que el sentido del desarrollo que queremos para nuestro Continente debe brotar de las raíces cristianas de nuestra cultura. Nos parece que cuidando dichas raíces cristianas es posible asegurar el sentido solidario de la sociedad y de su economía que en el fondo siempre ha animado el espíritu y sostenido las esperanzas de los pueblos de América. Sólo gobernando y dirigiendo la globalización podremos construir una globalidad verdaderamente humana; gobernando la mundialización podremos construir un mundo habitable. Ello exige de todos nosotros compartir valores fundamentales e incorporarnos con deliberación y discernimiento en el proceso. No basta con una reacción poco reflexiva o con una aceptación pasiva de los mismos..
Por este motivo vemos como muy promisoria y valoramos que esta II Cumbre se haya dado como agenda de sus deliberaciones temas ligados a la preservación y fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos, a la reforma judicial, a la erradicación de la pobreza y la discriminación junto a los temas de integración económica y de libre comercio. A la preocupación por el tema de la educación concedemos una especial significación. Ella es reconocida hoy como la condición primera para el desarrollo. Nos parece importante que los programas que se elaboren respeten los principios cristianos que constituyen el fundamento de la cultura de nuestros pueblos. En continuidad con la doctrina de la Iglesia expresada por el Papa Pablo VI en Populorum Progressio y reafirmada por Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis queremos apoyar esta voluntad de una consideración integrada e integral del desarrollo de los pueblos tomando en consideración los múltiples aspectos que están implicados en él.
Al saludar a los Jefes de Estado y de Gobierno que visitan nuestro país así como a los pueblos que ellos representan ofrecemos, una vez más, toda nuestra colaboración para hacer juntos, de esta América, en verdad, un continente nuevo. Debemos formar una comunidad de hombres y mujeres que, aunque diferentes en tradiciones y costumbres, compartan el alma en la que como Iglesia hemos tenido el gozo y la dicha de plantar las semillas del evangelio de Jesucristo. Que la Virgen de Guadalupe Madre y Patrona de América nos asista en esta tarea. Al preparar el Tercer Milenio, en el Año dedicado al Espíritu Santo, invocamos Su gracia creadora sobre los trabajos de esta II Cumbre de las Américas, para que seamos capaces de construir una morada común donde la pobreza, la exclusión y la discriminación sean abolidas.
Santiago, 17 de abril de 1998
Comité Permanente del Episcopado