A nuestras hermanas y hermanos de Chile:
1. Hemos convocado a los cristianos de nuestro país a celebrar juntos el Día de Oración por Chile que tradicionalmente es el último domingo del mes de la patria (28 de septiembre próximo). Su objetivo es renovar ante el Señor de la Historia, nuestro compromiso de hacer que Chile sea cada día más un país de hermanos, donde el Evangelio de Cristo haga reinar el diálogo respetuoso, la solidaridad y la justicia para los pobres y la moral en la vida privada y pública.
2. A Chile lo tenemos en el corazón. El está presente diariamente en nuestras conversaciones. Nos interesa todo lo que en él ocurre. Somos conscientes del gran esfuerzo que muchos realizan por construir el país. Sabemos del esfuerzo y sudor que se necesita para levantar cada casa, alumbrar cada nueva población, construir un camino, montar una empresa o una industria. No olvidamos la cotidiana tarea de quienes curan las heridas del cuerpo y del espíritu, la de aquellos que educan a las nuevas generaciones, ni a los que trabajan la tierra para producir los alimentos necesarios.
3. Amamos a Chile. Y por ese amor que le tenemos al país y a su pueblo nos alegramos con cada logro y con cada triunfo. Por la misma razón, nos duele el dolor de sus hombres y mujeres y sentimos propia las frustraciones personales y colectivas.
4. Soñamos con Chile. Soñamos que nuestro país se caracterice en la comunidad internacional no por la arrogancia y la soberbia, sino que por su generosa disposición a la colaboración. Debemos ser un país solidario en todo momento y no sólo cuando hacemos frente a las catástrofes naturales. Soñamos con un país justo y equitativo, en que los pobres sean efectivamente predilectos de nuestras empresas y de las políticas públicas, así como lo son para el Dios de la Vida. Soñamos con jóvenes que estudien y crezca en ambientes sanos, sin recurrir a los alucinógenos para escapar del dolor, del hambre o de la frustración.
Soñamos con un pueblo campesino orgulloso de trabajar la tierra y libre de la pobreza y sus consecuencias. Soñamos con un país que junto con amar la justicia y la rectitud, la practique siempre en todos los ámbitos.
5. Oramos por Chile. Por todo esto oramos por Chile. Porque Jesús de Nazaret nos enseñó que donde estemos dos o más reunidos en su Nombre, ahí estará El con nosotros. Sí todos nos unimos en la oración, Dios nos mostrará cuál es el camino que debemos recorrer para alcanzar los grandes bienes de la justicia, la prosperidad y la paz. La oración nos unirá como hermanos en la misma gratitud y en el mismo amor.
6. Este es el año de Jesucristo. Nos acercamos al Jubileo del Año 2000 y en su preparación, 1997 está dedicado a contemplar a Jesucristo vivo y actual entre nosotros. A Él debemos buscarlo todos los días... Sólo Él nos llenará de gozo y dará sentido a nuestras vidas. Él nos llenará de entusiasmo y de energía para proclamar con fuerza su Palabra, sirviendo a nuestros hermanos y hermanas y viviendo en armonía.
7. Unidos a Cristo, el mismo Señor ayer, hoy y siempre, hagamos del domingo 28 de septiembre un Día de Oración. Como Pastores de este pueblo invitamos a orar por todos quienes diaria y silenciosamente construyen el país, especialmente por aquellos a quienes las bondades del progreso aún no llegan.
8. Unidos a la Madre de Chile, la Virgen del Carmen, imploramos al Padre su bendición para todo el país.
Santiago, 25 de septiembre de 1997
† CARLOS CARDENAL OVIEDO CAVADA,
Arzobispo de Santiago,
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
† JAVIER PRADO ARÁNGUIZ,
Obispo de Rancagua,
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile
