Queridos Hermanos:
1. “Tuve hambre y me dieron de comer... estuve enfermo y me visitaron, estuve en la Cárcel y fueron a verme...” nos dice Jesús en el Evangelio de San Mateo (cf. Cap. 25). Para seguir a Jesús necesitamos salir de nosotros mismos y abrirnos de modo muy honesto a las necesidades de nuestros hermanos.
El servicio a los pobres, a los enfermos y a los desvalidos es reconocido como servicio hecho al propio Jesús, y será la credencial para ingresar en la Casa del Padre.
2. En su forma concreta de vida, en sus opciones y en su enseñanza, Jesús nos muestra el corazón de Dios. Por su encarnación, el Hijo de Dios se hizo solidario de toda persona humana, asumiendo hasta el fondo nuestra condición, con toda su grandeza y todas sus pequeñeces. Con su modo de actuar, Jesús nos manifiesta que sólo el amor que se hace cercano al necesitado puede transformar su realidad. Jesús, “siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para enriquecerlos con su pobreza” (2 Corintios 8,9). Su acercamiento misericordioso a nuestra frágil realidad es lo que nos salva.
3. El P. Alberto Hurtado es un signo tangible de la fuerza transformadora del Espíritu de Dios. Nos mostró de manera muy actual que la fe auténtica es aquella que abre el corazón a la solidaridad con el hermano. A una solidaridad sin límites, que abarca a todos, pero que se hace siempre concreta y operativa en favor de los más pobres.
4. En Chile estamos viviendo una época de cambios muy profundos y de un desarrollo económico que está transformando los hábitos de convivencia social; que está modificando el modo como nos relacionamos unos con otros en la vida de cada día. Tal como lo hizo el P. Hurtado, hoy día nuestro amor está desafiado a ser fecundo en soluciones que garanticen para todos una vida digna y plena. Enfrentamos como nación el enorme desafío de la solidaridad.
5. El éxito del desarrollo económico del país contrasta con la permanencia de fuertes desigualdades sociales. La violenta diferencia en la distribución de los ingresos es un llamado a la conciencia de cada uno, y también aparece como un elemento de riesgo para la mantención del crecimiento económico. Estamos ante el serio desafío de formar un país sustentable en el largo plazo, si sabe organizarse de manera equitativa y fraterna y no darnos por satisfechos con una simple bonanza que podría ser pasajera.
6. Ante las grandes catástrofes naturales, como hemos podido comprobarlo una vez más en el rigor de este invierno, los chilenos sabemos ser muy solidarios. Hoy, este desafío adquiere un carácter nuevo: saber ser solidarios también en los buenos momentos, en los éxitos. Se trata de una solidaridad en el día a día, que lleva a no deslumbrarse con el bienestar alcanzado por algunos sectores, y que sabe conservar la mirada fija en los verdaderos valores. Quisiéramos una solidaridad cotidiana que no se olvide de los pobres y de las necesidades ajenas, aunque uno tenga la vida asegurada. Todavía hay muchos hermanos nuestros que viven situaciones de pobreza o de estrechez económica. La condición de “pobreza” que afecta a uno de cada cuatro chilenos, resulta especialmente dura cuando es puesta en contraste con el creciente bienestar de quienes tienen mejores ingresos. Estamos ante un llamado del Señor.
7. En este nuevo aniversario de la muerte del P. Hurtado queremos hacer una urgente petición a dar pasos por los nuevos caminos de la solidaridad que la actual situación del país nos exige.
a) Invitamos a todos a estar activamente atentos a las necesidades de los más desamparados. Esto significa tener un corazón sensible a las urgencias del necesitado; una mirada atenta; un oído sensitivo para percibir la real situación de quienes nos rodean y un ánimo generoso y disponible para responder. La solidaridad comienza por no hacernos ciegos y sordos frente a las necesidades de los pobres, conscientes de que la verdadera felicidad es aquella que se alcanza en el compartir.
b) Exhortamos a las autoridades del Estado y a quienes tienen especiales responsabilidades en la sociedad civil, a redoblar los esfuerzos en orden a alcanzar una mejor redistribución del ingreso a nivel nacional. Las medidas políticas o administrativas que se orienten en esta dirección debieran contar con el apoyo de todos, ya que mejorar la actual distribución del ingreso es un desafío urgente para el país. Aunque mucho se ha avanzado en el camino de la superación de la pobreza, todavía queda demasiado trecho por recorrer.
c) Invitamos muy de corazón a los chilenos que tienen mejores ingresos a que tomen conciencia de que la superación de la pobreza depende en buena medida de ellos. Se trata de asumir una responsabilidad solidaria frente a los más pobres. Y esto hay que hacerlo con generosidad, pero también sabiendo poner al servicio de los más pobres toda la capacidad técnica y empresarial adquirida. Esta es una de las formas eminentes de “dar hasta que duela”, como invitaba el P. Hurtado.
d) Convencidos que la educación y la capacitación son un medio fundamental para superar la pobreza y fortalecer la equidad en el país, exhortamos a todos, pero especialmente a las autoridades y a los empresarios, a que hagan todos los esfuerzos posibles para que cada vez sean más los que puedan alcanzar mejores niveles de educación y de capacitación. Esa es la mejor garantía de futuro.
e) Invitamos también a nuestros hermanos que viven en condiciones de pobreza a descubrir a muchos otros que son todavía más pobres y necesitados y a compartir con ellos según sus posibilidades.
8. Que María Santísima, humilde mujer de Nazaret, en la cual se confió el Beato Alberto Hurtado, nos conceda la sabiduría y generosidad suficientes para buscar con amor inteligente los caminos de la solidaridad cotidiana. De esa solidaridad que nos permita tener un corazón sensible a las necesidades de los pobres y ser constructores de un país equitativo y fraterno.
Santiago, 14 de agosto de 1997
Comité Permanente del Episcopado
