Pena de muerte. Iglesia no tiene pronunciamiento categórico
Ante la eventual aprobación por el Congreso Nacional de un proyecto de ley que aboliría la pena de muerte en Chile, el Obispo de Rancagua y Secretario General del Episcopado, Javier Prado Aránguiz señaló que sobre esta materia “la Iglesia no tiene un pronunciamiento categórico”. Reconoció que existen razones fundadas para aceptar la pena de muerte como “una legítima defensa de la sociedad agredida por un malhechor”, pero también “hay otras razones muy fundamentadas en contra por cuanto el derecho a la vida es sagrado, la vida es un don de Dios. El nos da la vida y es el único dueño de la vida”.
Razones en pro y en contra se han debatido durante mucho tiempo. Recientemente, el Papa Juan Pablo II, en su encíclica “Evangelium Vitae”, formula un planteamiento muy claro que, a juicio de Mons. Prado, puede resultar muy iluminador para la discusión que se sostiene en el parlamento.
“Dice el Papa que tanto en la Iglesia como en la sociedad civil hay una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e incluso su total abolición. El Papa pareciera inclinarse por esa postura, es decir, que si se da la pena de muerte sea en casos muy calificados y, más bien, se camine hacia una aplicación muy limitada e, incluso, a la total abolición”.
A título personal, el Secretario General de la Conferencia Episcopal dijo que él estaría muy en contra de la mantención de la pena de muerte. “Estoy a favor de que se legisle para suprimirla”, subrayó. En cambio de ella, se mostró partidario de aplicar, en determinados casos, el presidio perpetuo, “pero dando la oportunidad de una rehabilitación”. Recordó al respecto casos en la historia del país en que “un condenado a muerte fue ejecutado cuando ya había logrado su rehabilitación”. Por ello, recalcó, “siempre se debe dar una oportunidad al hombre. Creo en el hombre por ser precisamente imagen de Dios”.
Respecto al carácter disuasivo que tendría la pena de muerte y que es uno de los argumentos que esgrimen quienes son partidarios de ella, Mons. Javier Prado señaló que no se trata de suprimir el castigo, sino de reemplazarlo por una sanción que puede resultar más dura que el presidio perpetuo. “Estar privado de libertad por largos años, con una remota posibilidad de una mitigación de la pena si es que hay buena conducta es también una sanción bastante fuerte. El agresor de la sociedad lo pensará dos veces antes de cometer un crimen, si sabe que va a estar toda su vida privado de libertad”.
† Mons. Javier Prado Aranguiz
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 31 de julio de 1996
