¿Es Chile un país equitativo?
¿ Se puede considerar a la sociedad chilena una comunidad de hermanos, cuando el 10% de las familias de más recursos tienen un ingreso mensual promedio de más de $1.400.000 y las familias más pobres apenas disponen de $60.000 mensuales para vivir, es decir, cuando los más pobres viven con menos de la vigésima parte de los más afortunados?
¿Qué se quiere para todos?
Que tengamos la oportunidad de desplegar los talentos con que Dios nos ha dotado. Queremos cuerpos sanos, queremos personas estudiosas, creativas, alegres. Queremos personas afectivamente sanas, cariñosas, con capacidad de conocerse a sí mismas y desarrollar su espíritu, formar su alma. Queremos gente con capacidad de amar. Queremos deportistas, artistas, científicos. Queremos comunidad, miembros de comunidades, queremos que cada uno participe, decida. En fin, que despliegue sus talentos. Esta sociedad, como un cuerpo, ha desarrollado sólo a una parte de sus miembros. Al mismo tiempo muchos sufren de carencia de cosas básicas. Ambos estratos están \"atrapados\", no pueden ser felices unos sin los otros. La Comisión Nacional Justicia y Paz, de Chile, profundamente preocupada por esta dramática realidad quiso entregar a la comunidad nacional, reflexiones y propuestas para avanzar en la creación de un país más fraterno y justo.
POBREZA Y EQUIDAD
1. Introducción
Según el diccionario,
Equidad es:
a) Igualdad de ánimo, bondadosa templanza habitual.
b) Propensión a hacer justicia o a fallar más por el sentimiento del deber o de la conciencia que por la prescripción rigurosa de la ley.
c) \"Justicia natural\", por oposición a la letra de la ley positiva.
d) Moderación en el precio de las cosas, o en las condiciones de los contratos.
e) \"Disposición de ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece\".
Mirando las definiciones dadas, se observa que prevalece la equidad como comportamiento ya producido o por producirse. Este comportamiento implica aunar diversos valores: igualdad, libertad, justicia, fraternidad, capacidad de darse cuenta de las injusticias y de reaccionar frente a la desigualdad. No es tanto una cualidad teórica o abstracta sino una virtud que tiende a manifestarse en concreto, frente a situaciones consideradas injustas, desiguales y lesivas para la dignidad humana.
Tomando en cuenta las afirmaciones precedentes, la equidad se presenta como una conducta de las personas frente a hechos y situaciones consideradas injustas, lo que los lleva a prácticas que superan la desigualdad. Supone e implica, por lo tanto, la necesidad de conocer la realidad, de investigarla, precisarla con seriedad, sin prejuicios y sin ligereza, con objetividad, usando el aporte de la ciencia y de la técnica.
También supone e implica la decisión de actuar de modo racional y eficiente en favor de situaciones más equitativas y justas.
Chile es un país de sostenido crecimiento económico en los últimos diez años, y se sitúa entre los países con nivel de \"mediano desarrollo\", a distancia aún de los gigantes como EE.UU., Japón y la Comunidad Económica Europea.
Este crecimiento económico sigue vinculado a enormes desigualdades en la distribución de los beneficios del éxito. El número total de pobres han disminuido, de 44.6% de la población en 1987 a 28.5% en 1994, lo que es un indicador muy importante. Pero, al mismo tiempo, se ha mantenido la distancia entre el ingreso promedio del 10% más rico con respecto al 10% más pobre.
2. Medición de la pobreza
La pobreza es una realidad muy compleja y multifacética, que presenta aspectos económicos (nivel de ingreso, trabajo), sociales (acceso a la salud, la educación), sicológicos (capacidad de iniciativa e inventiva para enfrentar situaciones), familiares, culturales, etc.
Esta realidad afecta a la persona y a su entorno familiar. Y se manifiesta en carencias importantes vinculadas a alimentación, vivienda, vestuario, equipamiento del hogar, acceso a salud y educación, y además vinculados a carencias afectivas tales como baja autoestima, inseguridades severas, etc.
La pobreza no se da porque sí. No es un aerolito caído del cielo ni es un producto de la casualidad. Es un hecho social, vinculado a maneras de actuar de agentes sociales. Necesitamos conocerla mejor para poder actuar mejor sobre ella. Sin buenos adecuados diagnósticos, no podemos avanzar de manera racional y eficiente, de situaciones malas a menos malas y de allí a mejores.
Una manera de medirla ha sido a través del ingreso permanente, expresado en los bienes con que se equipa el hogar. Se usó este método porque eran cifras disponibles a través del censo de 1970. Cuatro tipos de datos fueron utilizados: calidad de la casa, sistema de eliminación de excretas, número de habitantes por dormitorio y equipamiento del hogar (radio, radio-casette, televisor, lavadora, bicicleta, máquina de coser, máquina de tejer, teléfono, calefont, cocina a gas, moto, automóvil, etc.). Se conjugaron estas cuatro variables y el resultado fue que el 21% de los chilenos eran pobres. Con los datos del censo de 1982, el resultado fue que el 14% eran pobres, en plena recesión económica, con niveles de desempleo cercanos al 20°/. ¡Porque había mejorado el equipamiento del hogar!
Esta forma de medir no toma en cuenta la satisfacción de necesidades básicas, especialmente de alimentación, y tampoco los niveles de acceso a salud, educación, recreación, etc. No toma en cuenta el empleo ni el ingreso familiar. Además, la comparación intemporal se vuelve muy difícil, por los cambios en la demanda de algunos bienes. Tener radio en 1930, como tener televisor en 1962 y auto en 1970, era sinónimo de estatus socioeconómico elevado.
La encuesta Casen (\"Caracterización socioeconómica nacional\") investiga los ingresos familiares, y compara el costo de una canasta básica de alimentos obtenida de lo que consumen los grupos más pobres, que cumpla con los requerimientos de calorías por persona con el ingreso familiar. Y se ha estimado que el límite entre pobreza y su superación está en tener ingresos superiores al equivalente a dos canastas básicas: una cubre los gastos de alimentación y la otra representa los ingresos gastados en vivienda, vestuario, locomoción, recreación, etc.
El nivel de indigencia está dado por aquellas familias cuyo ingreso familiar promedio no alcanza para adquirir una canasta básica.
La encuesta nada dice acerca de cómo gastan sus ingresos las familias, cuánto dedican a alimentarse y cual es la calidad proteica y calórica de esos bienes, ni cuánto dedican a vestuario, etc.
3. Los datos
Años 1987 1990 1992 1994
Categoría Miles % Miles % Miles % Miles %
Indigentes 2.073 16,8 1.790 13,8 1.199 9,0 1.104 8,0
Pobres 3.424 27.8 3.412 26,3 3.169 23,7 2.812 20,5
Total pobres 5.497 44,6 5.202 40,1 4.368 32,7 3.916 28,5
No pobres 6.834 55.4 7.761 59,9 8.985 67,3 9.817 71,5
Total 12.331 100,0 12.963 100,0 13.353 100,0 13.733 100,0
4. Por qué se reduce la pobreza y la indigencia según esta metodología
Hay variables importantes que inciden fuertemente como el empleo, el ingreso y los precios de los bienes de la canasta. Si hay incremento en el empleo y en el ingreso entre los grupos más pobres, aumenta su ingreso familiar promedio y, teóricamente, pueden superar los umbrales de indigencia unos y de pobreza otros. También si el precio de los alimentos que componen la canasta básica aumenta menos que el índice general de precios, teóricamente tendrían mayor capacidad de consumo, en el supuesto de que el ingreso familiar no varíe. A1 revés, si los precios de los bienes en la canasta de los más pobres aumentan más rápido que el nivel general de precios, entonces tendería, teóricamente, a agudizarse la pobreza y la indigencia, manteniendo el supuesto de que no varíe el ingreso.
Además incide, en un porcentaje difícil de precisar, la implementación de políticas sociales adecuadamente localizadas en los grupos más pobres, lo que ayuda y potencia las otras variables para superar la pobreza.
5. ¿Se avanza en equidad?
Se aprecia con preocupación la diferencia existente entre las cifras del ingreso de los más pobres y de los más ricos.
Así crece la brecha: aumenta la distancia entre el 20% más rico y el 20% más pobre. A pesar de la reducción de la cantidad de pobres, los más ricos han crecido más, captando más ingreso.
En 1994 el ingreso promedio (pesos de 1994) fue de $322.630 al mes por familia. El 70% de los hogares estaba por debajo de ese promedio. En 1990 el promedio de ingresos familiares del decil más alto fue 24 veces mayor que el promedio de decil más bajo. En 1992, bajó a 22 veces y en 1994 volvió a subir a 24,5 veces.
Reducir las desigualdades en la distribución de los ingresos aparece como un imperativo ético, social y político ineludible. No se puede construir un país política y socialmente viable y una sociedad fraterna y solidaria con las diferencias económicas existentes. Y Chile es uno de los países con peor distribución del ingreso en América Latina.
Llama la atención que al comparar estas cifras con las de países más desarrollados, no es muy distinta la participación del 20% más pobre, el que en promedio recibe alrededor del 6% del ingreso. La desigualdad se manifiesta al analizar el porcentaje que percibe el 20% más rico, el que, en esos países, no supera el 45%.
% del ingreso total 1987 1990 1992 1994
20 % más pobres 4,5 4,2 5,0 4,6
20 % más ricos 56,0 55,1 55,4 56,1
6. Complejas dimensiones de la pobreza: desafíos a la equidad
El uso de la variable ingreso familiar y su comparación teórica con la canasta de alimentos es sólo una aproximación al mundo de los pobres. Suponemos que si el comportamiento del pobre fuese \"racional\", y le diera prioridad a alimentarse él y su familia, tratando de minimizar sus carencias y maximizar su escaso ingreso familiar, podría más fácilmente superar el nivel de indigencia o de pobreza.
Pero la realidad de la pobreza y del mundo de los pobres es mucho más compleja.
Los pobres tienen carencia de los bienes y servicios más esenciales: vestuario, luz eléctrica, agua potable, alcantarillado, etc. Padecen un fuerte deterioro en su hábitat: el tipo y calidad de la vivienda, los bienes con que equipan su hogar. No suelen tener acceso a un trabajo estable que les permita ingresos suficientes para sí y su familia. Su acceso a la educación es deficiente: suelen retirarse pronto.
La pobreza ya no es sólo la ausencia de integración al polo modernizante de los procesos productivos, sino que se expresa en una segregación espacial (poblaciones marginales) y cultural (genera una forma especial de mirar la vida, de relacionarse y, en algunos grupos, con fuertes niveles de alcoholismo y drogadicción).
A comienzos de este siglo, los trabajadores más pobres fueron mirados por los políticos revolucionarios como el potencial necesario para los procesos de cambio en la sociedad. Hoy, en cambio, nadie se apoya en ellos. No son un grupo interesante desde la perspectiva política, pues no poseen capacidad de presión. Sólo instituciones que no buscan sus intereses particulares pueden hoy esforzarse y luchar por mejorar la calidad de vida del mundo de los pobres.
Sin duda la Iglesia católica puede y debe jugar un rol fundamental en este sentido.
La pobreza suele generar entre algunos una serie de conductas anómicas, una de cuyas manifestaciones suelen ser asaltos y robos. Por ello, se convierten en fuentes de potencial amenaza para la paz ciudadana.
También se manifiesta en diversas formas de sobrevivencia mediante una variada gama de servicios y trabajos: vendedores ambulantes, lavar ropa ajena, cuidar niños, etc. La feminización de la pobreza, es decir, el creciente número de mujeres jefas de hogar que, por abandono del esposo o por ser madres solteras, necesitan trabajar de modo de generar ingresos con que hacer frente a la difícil situación, representa a veces uno de los aspectos más dramáticos de la pobreza.
La pobreza no es casual, sino que representa la dificultad y muchas veces la incapacidad de sectores de la población para incorporarse al polo modernizador de la economía. Por lo tanto, es un dedo acusador, es una realidad que interpela a quienes tienen ojos para mirarla y conciencia solidaria. Y nos lleva a preguntarnos por la equidad de nuestra convivencia socioeconómica. ¿Por qué hay tantos aún excluidos de poder comer de la torta?
De una cosa estamos seguros. La pobreza no es querida por Dios, quien nos exige ser solidarios, fraternos y luchar por superarla.
CAMINOS DE EQUIDAD
1. Caminos para una sociedad más equitativa
La tarea prioritaria y esencial es superar la pobreza y avanzar hacia una sociedad más igualitaria. Tenemos los medios y las posibilidades para hacerlo. Será una grave omisión nuestra si no lo realizamos.
¿Cómo hacerlo? Teóricamente enfrentamos tres caminos, los que implican tres visiones con matices diferentes sobre la persona humana y la sociedad:
a) \"A cada uno según su aporte\".
b) \"A cada uno según sus necesidades\".
c) \"A cada uno debe dársele igualdad de oportunidades\".
El primero implica una visión contractual y se relaciona con la justicia conmutativa: tanto aportas, tanto recibes. Si no aportas nada, no debes recibir nada. En esta relación contractual, el mercado libre se vuelve fundamental ya que permite a cada persona competir con las demás. A nadie debería dársele nada fuera de las relaciones de mercado, excepto a los discapacitados mentales y a ciertos discapacitados físicos. Las desigualdades que existen suelen presentar beneficios para la comunidad, aunque representen costos para algunos.
Una crítica a esta visión conmutativa es que los aportes que las personas realizan son valorados según la cultura en que se hacen. Así la \"machi\" era muy valorada en el pueblo mapuche, pero hoy no tiene espacio en nuestra sociedad moderna. Además, existe una cantidad de elementos espirituales, psicológicos y afectivos que permiten vivir más gratamente la vida en sociedad, los cuales no tienen precio en el mercado. ¿Cómo retribuir la acogida del médico que te hace sentir persona, la sonrisa y buena disposición del funcionario que te atiende? Hay aportes que no tienen precio y que son muy importantes para la vida humana.
La segunda implica una visión más centrada en la dignidad de la persona y se relaciona con la justicia distributiva. La comunidad (familiar, local, regional, etc.) se encarga de entregar parte del producto común para uso de personas que necesitan esos bienes y cuyo aporte es nulo o menor de lo que reciben.
La distribución según necesidades se realiza hacia las personas más pobres. Así se las entiende gratuitamente en los hospitales y de la misma forma se les otorga servicios educacionales. I o mismo realizan las instituciones privadas sin fines de lucro que atienden a niños, mujeres y ancianos, los que no tienen como proveer a sus necesidades básicas.
Responder socialmente a las necesidades de los pobres supone estar abierto a sus carencias. Implica una visión centrada en la dignidad de la persona, y una capacidad de comunicarse y de vivir en sociedad con todos.
La satisfacción de las necesidades presenta algunos problemas relacionados con la libertad de las personas. ¿Sería bueno que quienes reciben ayuda gratuita pudieran elegir la manera de satisfacer sus necesidades?
La tercera manera de acercarnos a solucionar el problema de la distribución pone el énfasis en la libertad y capacidad de las personas para solucionar sus dificultades, siempre que la familia y la sociedad los haya provisto de los medios necesarios para su desarrollo. Supone una sociedad diversificada y competitiva donde cada uno debe aprender a trabajar y a subvenir a sus necesidades basadas en su propia iniciativa y talento. Las personas poseen dos tipos de riqueza: el capital físico y el capital humano. La igualdad de oportunidades se refiere al desarrollo del capital humano. Así en esta línea el énfasis ha sido puesto en la adecuada nutrición infantil, en la prevención de salud, en la calidad de la educación, etc., de modo que puedan enfrentar el desafío de realizarse como personas viviendo en sociedad.
2. Caminos de equidad
La pobreza, es decir la insatisfacción permanente de necesidades básicas de las personas que se expresa en deficiente alimentación, vivienda no digna, trabajos esporádicos con ingresos insuficientes o directamente desempleo, no puede ni debe ser el destino de ningún país, ni de segmentos dentro de un país. Mucho menos si se cuenta con los recursos naturales, con los recursos técnicos, y con la capacidad empresarial y la voluntad sociopolítica para superar la pobreza.
Crecimiento y equidad
E1 crecimiento económico del país, unido a una mayor equidad en la distribución de los frutos del crecimiento, es una clave importante para superar la pobreza. Pero solo no basta. Parece condición necesaria, pero no es suficiente si no va unido a otras variables.
Entre los años 87 y 90 el país tuvo un crecimiento sostenido y alto, superior al 6% anual. Sin embargo, en este período, la pobreza e indigencia sólo se redujo levemente, alrededor del 1% anual. En cambio, entre los años 90 y 92, también con alta tasa de crecimiento, la pobreza se redujo fuertemente, alrededor del 5% anual. Probablemente se debió a las numerosas políticas sociales en favor de los más pobres.
E1 crecimiento tiene además un impacto sobre el empleo. Es importante en la medida que ayuda a que los más pobres tengan un trabajo estable y por lo tanto ingreso también estable. En los últimos años, en el decir de las personas más pobres, el empleo aumentó dos veces el promedio nacional. Esto sin duda ha incidido positivamente en el mejoramiento de los ingresos de esas personas y, por lo tanto, en la reducción de su nivel de pobreza.
Además, se suele dar un círculo virtuoso entre el crecimiento y equidad. Estudios recientes sobre cerca de cincuenta países indican que aquéllos con distribución más equitativa crecen más rápido. Eso se muestra con países del Sudeste Asiático, donde el 20% más rico tiene en promedio 8 veces más ingreso que el 20% más pobre, y donde el promedio de crecimiento per cápita en los últimos 25 años fue de 5,4% anual. En cambio en América Latina, en el mismo lapso, el 20% más rico percibió un ingreso 18 veces superior, en promedio, al ingreso del 20% más pobre, habiendo sido el crecimiento per cápita sólo el 1,1% anual. Además, en los países con distribución más equitativa hay mayor inversión privada, mejor acceso a la educación, disminuyen los conflictos sociales y el crecimiento suele ser mayor.
Focalización de la inversión social
Para los grupos más pobres, un medio de mucha importancia para mejorar su situación es la focalización de la inversión social. En Chile, en este aspecto, se han hecho avances notables. Sin embargo, aún hoy día, el 20% más pobre sólo recibe el 18% del denominado gasto social. Esto sucede principalmente porque la mayor parte de este gasto se destina a cancelar pensiones que mayoritariamente no van al estrato más pobre.
Es fundamental que en los subsidios con que se quiere favorecer al mundo de los más pobres sean habitacionales, educacionales, subsidios a ancianos y a viudas, etc.-, se eviten las filtraciones y el mal uso de ellos, para que realmente sean efectivos y cumplan su finalidad. Se debe continuar avanzando en la focalización, de modo que cada vez sea mayor el porcentaje de inversión social que se destine a los más pobres y que se mejoren los programas de prestaciones sociales. También es importante que los favorecidos con estos programas mantengan una actitud activa y no meramente receptiva y pasiva.
La economía popular
E1 mundo de los pobres ha desarrollado en gran extensión la economía informal o popular. Algunos estudios estiman que alrededor del 50% de la fuerza de trabajo de las personas de menores ingresos trabaja en la economía informal. Por esta razón parece indispensable que en cualquier política de desarrollo que se quiera implementar, se considere esta realidad y se la apoye con recursos, créditos y asesorías diversas, ya que ha demostrado ser muy importante en el mundo de los pobres.
Tenemos en nuestro país un fenómeno que debería alegrarnos y asombrarnos y, sin embargo, nos deja medio indiferentes. Hombres y mujeres de los grupos de menores ingresos, que no son empleados por las empresas tradicionales ni por el Estado, crean fuentes de trabajo. Lejos de desanimarse o rendirse, crean pequeñas actividades económicas que les permiten el sustento. Casi un tercio de la población laboral. 1,ó millones de personas y sus familias, trabajan en este sector. Se trata de pequeñas organizaciones: unas formales, otras no; unas pujantes, otras más lentas. Producen y venden principalmente en sus localidades. Ellos viven y permiten vida.
Una manera de acelerar el proceso que permita a más seres humanos desplegar sus capacidades es apoyar decididamente a estas experiencias. Obviamente, apoyarlas no significa decirles lo que tienen que hacer. Se trata de facilitarles el acceso a recursos humanos y materiales, de reconocer su valía, de ofrecerles un marco jurídico que les reconozca y estimule. Se trata, en suma, de ofrecerles un espacio en la sociedad.
Una visión general del desarrollo que confíe en las capacidades de las personas y busque dar oportunidades a personas reales, debe considerar políticas dirigidas al sector de la economía popular. Pero no sólo se trata de dar dinero. Se trata de dar confianza, dar reconocimiento, dar capacidad de decisión. Deben ser invitados como hermanos a la mesa. No se trata de incorporarlos al mundo consumista, sino de permitirles desplegar sus capacidades.
Este importante y numeroso grupo de personas y familias vive hoy, y espera de las autoridades y de la comunidad una oportunidad.
En casos extremos, políticas asistenciales
Además, siempre se deberá mantener políticas asistenciales, ya que existen personas que, por su edad, abandono o incapacidad física, no pueden por sí mismas salir de su situación de indigencia, ni menos incorporarse a la sociedad moderna ni al libre mercado.
Invertir en las personas
Para mejorar la distribución de los ingresos se puede optar por dos caminos. El primero se basa en políticas de tipo populista. Estas, en un primer momento, producen aumentos salariales y mantienen bajos los precios de los productos básicos, pero al destruir los incentivos económicos frenan el crecimiento de mediano y largo plazo, y las personas más pobres ven esfumarse el mejoramiento logrado. El segundo camino se basa en la inversión en las personas, mejorando paulatinamente el acceso de los más pobres a la educación y a la salud.
Es fundamental que abordemos con decisión la igualdad de oportunidades para las personas. En especial todos los jóvenes de menores recursos deben contar con la posibilidad de educarse y/o formarse en oficios o profesiones, de tal forma que enfrenten el futuro con reales posibilidades de crecimiento personal y familiar.
En esta misma dirección, es imperioso que las empresas corrijan su negativa actitud ante la capacitación, que se traduce en una escasa ocupación de la franquicia legal que les permite capacitar, descontando de impuestos lo invertido en el perfeccionamiento de su personal.
En la actualidad sólo utilizan alrededor del 30% de los fondos que el Estado coloca a su disposición en forma gratuita. Y más grave aún, este reducido porcentaje se destina, en forma importante, a niveles directivos de alta especialización y muy poco a capacitar a los trabajadores sin calificación.
A nivel empresarial, es urgente realizar una profunda reflexión acerca de los graves daños que produce esta negligencia con los trabajadores de Chile.
Cuesta mucho comprender que las empresas no aprovechen al máximo un recurso gratuito del que disponen para capacitar, cuando en todos los sectores y medios se declara que para Chile sea un país desarrollado y erradique la pobreza, la herramienta fundamental es la educación y especialización de las personas.
Igualmente, es fundamental que en salud el aumento de los recursos que se destinan a mejorarla vayan acompañados de una gestión más eficiente y de la utilización de tecnologías más modernas, especialmente en el sector de la salud pública.
Las franquicias tributarias parecen ser un buen aporte para incrementar la inversión en las personas, mejorando la salud y las capacidades laborales de las mismas
3. REFLEXIONES FINALES
Como hemos señalado anteriormente, la actual distribución del ingreso en nuestro país debiera ser para los cristianos motivo de escándalo. Frente a ella no podemos permanecer indiferentes; no podemos mantener una actitud de neutralidad.
Ha crecido en Chile, en forma alarmante, la distancia entre ricos y pobres. Un país solidario no puede aceptar esas realidades. Tampoco un país moderno puede soportar tales diferencias.
Incluso si las razones éticas para buscar una distribución más justa no fueran suficientes, está demostrado que los países con una distribución más equitativa crecen con mayor rapidez que los que tienen una distribución más desigual. Por lo tanto, si queremos constituirnos en un país más desarrollado, debemos superar la desigualdad en la distribución del ingreso.
El crecimiento del país es fundamental para superar la pobreza. Pero es indudable que el mero crecimiento no es suficiente ni resuelve el drama de los más pobres si no va acompañado de la focalización de las políticas sociales del Estado, que claramente favorezcan la situación de los más pobres y necesidades, unido al trabajo de tantas instituciones dedicadas a ellos.
Para avanzar en la equidad, ayudaría mucho que los dos mundos que coexisten en el país se conocieran más: que las personas del mundo con más recursos y oportunidades tuvieran más cercanía con las personas del mundo de los pobres; que conocieran sus familias, las casas donde viven, sus alegrías, sus esperanzas, sus dolores.
Al acercarse a esa realidad, es casi imposible permanecer indiferente y no reaccionar buscando con energías soluciones y apoyos para ir creando una nación más fraterna.
Para los cristianos, una condición fundamental para la superación de las situaciones de injusticia es la conversión de los corazones. Es necesario que cada uno logre reconocer en los demás a personas, hijas del mismo Padre, redimidas por el Hijo y llamadas por el Espíritu a vivir la felicidad eterna. Con visión profética, nuestros obispos de América Latina, reunidos en Santo Domingo, concluyeron que la principal causa de la pobreza es la incoherencia de los propios católicos. Nuestra aspiración debiera ser convertir a nuestra nación en un país de hermanos, y no descansar hasta que no haya ninguna familia indigente en Chile.
Desde esta actitud debemos ser capaces de descubrir las formas más eficientes y más adecuadas para transitar los caminos hacia la equidad y la justicia social.
Nuestra Iglesia católica, que ha optado preferencialmente por los pobres, debe mantener una reflexión permanente sobre el drama de la pobreza. ¿Qué debemos hacer para cambiar esta situación de indigencia y desesperanza, ciertamente no querida por Dios, en que aún viven tantos hermanos nuestros?
Santiago, enero de 1996
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