Misa Crismal en Melipilla: Ser hombres de la Promesa, testigos de Esperanza y servidores del Señor
En el marco del Año Jubilar convocado por el Papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de esperanza”, el presbiterio de la Diócesis de Melipilla se congregó este miércoles en la Catedral para celebrar con solemnidad la Misa Crismal, presidida por el obispo diocesano, Mons. Cristián Contreras Villarroel.
Esta celebración litúrgica, signo de comunión eclesial, reunió a sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas y fieles de diversas comunidades. Durante la liturgia se bendijeron los santos óleos y se consagró el Santo Crisma, que serán utilizados durante el año en la administración de los sacramentos en toda la diócesis. Asimismo, los presbíteros renovaron sus promesas sacerdotales, gesto de fidelidad y comunión con su obispo y el pueblo de Dios.
En esta oportunidad el Obispo le solicitó pronunciar la homilía de esta significativa jornada al presbítero Víctor Fernández Véliz, Vicario General y párroco de la Catedral - Parroquia San José, quien ofreció una profunda reflexión inspirada en el reciente retiro espiritual del clero, celebrado a fines de marzo. A partir de esta experiencia, el padre Fernández articuló su mensaje en torno a tres claves espirituales fundamentales para el ministerio: la Promesa, la Esperanza y la Confianza en el Señor.
La Promesa de Dios: fundamento de la vocación sacerdotal
El primer punto de la reflexión subrayó que la vocación sacerdotal nace de una promesa divina, no de una iniciativa humana. “No fuimos nosotros los que elegimos este camino, fue Él quien puso sus ojos en nosotros a pesar de nuestras debilidades”, afirmó el predicador, recordando que la fidelidad de Dios sustenta el llamado incluso en los momentos de fatiga, soledad o desánimo. En este contexto, llamó a los sacerdotes a renovar sus promesas no con “la ingenuidad de los comienzos, , sino con la madurez de quienes han caminado, caído, y han sido perdonados, levantados y enviados de nuevo. No renovamos porque todo esté perfecto, sino porque Dios sigue siendo fiel”.
Esperanza: el don que nos hace peregrinos
En consonancia con el lema jubilar, el segundo eje de la homilía resaltó la esperanza como actitud esencial del ministerio presbiteral. Frente a las dificultades que atraviesa la Iglesia y la sociedad, el sacerdote está llamado a ser un sembrador de esperanza, un ungido que enciende luces “en medio de la noche” y recuerda con su vida que “Dios no abandona a su pueblo”. “En nuestras parroquias, capillas, colegios, comunidades, campos, costa y ciudades, el pueblo de Dios espera ver en nosotros a hombres de esperanza, que no se dejan atrapar por la queja ni por el desencanto, sino que, aun en medio del dolor, saben mirar hacia el horizonte con los ojos del Crucificado Resucitado”, destacó el Pbro. Fernández.
Confianza en el Señor: sostén de la fidelidad
Finalmente, el predicador destacó la confianza en el Señor como el verdadero sostén del ministerio. Reconociendo que el camino sacerdotal está marcado por luces y sombras, consolaciones y arideces, recordó que “Jesús, el Buen Pastor, no solo nos precede, sino que camina con nosotros”. Citando a san Pablo, reafirmó que el fruto del ministerio no depende solo del esfuerzo humano, sino de la acción de Dios que actúa incluso en la debilidad.
La celebración concluyó con un fuerte llamado a vivir este Año Santo como una oportunidad para dejarse renovar por el amor de Dios y redescubrir la belleza del ministerio sacerdotal. “No tengamos miedo de confiar. No tengamos miedo de esperar”, fueron las palabras finales de la homilía, que resonaron como una invitación a seguir caminando, como Iglesia diocesana, en comunión, esperanza y fidelidad.
Fuente: Obispado de Melipilla
Melipilla, 17-04-2025
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