Estaba en la cárcel y viniste a verme
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Estaba en la cárcel y viniste a verme

Fecha: Viernes 18 de Diciembre de 1992
Referencia: 1034/92
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Comité Permanente

1.- Jesús ha querido continuar a través de su Iglesia la misión salvadora que El ha venido a realizar.
La llegada de Jesús siempre es una Buena Noticia. Es esperanza, es alegría y es “vida nueva” en abundancia para todos los que le acogen con fe.

2.- El Señor, tanto en su estilo de vida personal como por su enseñanza, siempre nos manifestó su amor preferencial por los pobres. Estuvo verdaderamente cerca de los marginados de la sociedad, de los enfermos y de los pecadores, y con una permanente inclinación hacia los que más sufren.

3.- Hoy día queremos mirar el dolor de tantos millares de hermanos nuestros que en las cárceles del país sufren la privación de libertad. Es una multitud de hombres y mujeres. Un buen porcentaje de ellos son jóvenes; hay también no pocos niños. En sus vidas han experimentado grandes carencias.

4.- La experiencia nos dice que la historia personal y el contexto familiar que ha influido en la vida de cada uno, casi siempre es diferente.
No queremos en modo alguno juzgar y menos condenar a nuestros hermanos presos. Solamente quisiéramos dirigimos a ellos con una mirada de respeto, cariñosa y misericordiosa como la del mismo Jesús.

5.- Muchos de ellos han sufrido por falta de pan en sus mesas, de afecto familiar en sus hogares y por limitaciones de oportunidades ante la vida. Han caído en el delito, y han sido catalogados como delincuentes. Todos podemos errar.
Si algunos han cometido acciones que han dañado a otros, los invitamos a reparar el mal y a pedir perdón.

6.- La privación de libertad es un duro castigo para quien está preso, y también es una situación muy dolorosa para su familia.
La cárcel más que rehabilitar a quien ha delinquido suele destruir profundamente sus valores de persona humana, aplastando todavía más su dignidad y oscureciendo su imagen de hijo de Dios.

7.- Vemos con mucha preocupación la situación de nuestros hermanos en las cárceles de Chile y quisiéramos que en todas las comunidades cristianas, parroquias, movimientos apostólicos y establecimientos educacionales de la Iglesia tomemos conciencia de ese tremendo dolor humano encerrado dentro de esos altos muros.

8.- En el Evangelio vemos como Jesús se identifica con el sufrimiento de los presos: “estuve en la cárcel y me visitaron” (Mt. 25,36).
En la cárcel también puede vivirse la salvación, ya que el Señor está allí con cada uno. Incluso desde ese lugar se puede ser apóstol, como San Juan Bautista. Sabemos que en el Juicio Final seremos reconocidos por el Señor en la medida que lo reconozcamos a Él y lo sirvamos en la persona de los que tienen hambre y sed, de los que están enfermos o encarcelados.

9.- Jesucristo es el Buen Samaritano que se muestra lleno de compasión con aquél que es golpeado y derribado en su existencia, y que necesita ser sanado. El no pasa de largo, sino que se detiene en el camino, lo levanta y lo conduce a la posada.

10.- La cárcel es un lugar durísimo donde es urgente hacer presente y operante el amor salvador de Jesucristo.
Sabemos que en las cárceles hay muchísimos problemas físicos y morales, agravados con frecuencia por el hacinamiento humano, por la soledad afectiva y por la falta de esperanza en la vida.
Los “internos” viven en un clima de inseguridad y desesperanza. Hay lentitud en los procesos judiciales y muchos experimentan por motivos de dinero la carencia de una defensa legal, oportuna y ágil. Se producen demoras y condenas que a veces son muy altas, y no siempre proporcionadas a la gravedad del delito.

11.- La preocupación y “la visita de Jesús” a través de los cristianos a los presos ciertamente es ánimo para el caído y es aliento para el abatido. Es luz para el que está en la oscuridad, y abre caminos de esperanza para continuar viviendo.

12.- La Iglesia está llamada a anunciar el amor y la misericordia del Padre a todos los que sufren las variadas formas de privación o de pobreza, entre quienes se cuentan los encarcelados.
Queremos promover la solidaridad de todos para colaborar en su rehabilitación y en el reencuentro de su dignidad.

13.- La Santa Biblia nos exhorta con estas hermosas palabras: “acuérdense de los presos, como si ustedes estuvieran con ellos en la cárcel” (Heb.13, 3).
Recordamos el encarcelamiento del Apóstol Pedro (Hech. 12,12) quien, al ser liberado milagrosamente de la prisión, se encontró con la alegría y la plena solidaridad de la comunidad de creyentes que junto con la Virgen María estaban orando para tenerlo de nuevo junto a ellos.

14.- La situación de los encarcelados y su rehabilitación es un desafío muy serio para toda la sociedad chilena. La Iglesia Católica no puede ante ello cerrar los ojos ni el corazón.

15.- Llamamos a prestar apoyo verdadero a los hermanos privados de libertad. Habrá que buscar, con la creatividad que nos da el Espíritu Santo, las varias maneras de estar presente en este drama humano. Alentamos las diversas iniciativas de talleres dentro de las cárceles, y de quienes adquieren sus productos.

16.- Es necesario que, en coordinación con los Capellanes, para cada una de las cárceles del país, se organicen grupos de hombres y mujeres cristianos que en forma estable y continuada visiten a los presos y presten también si es posible apoyo a sus familias. Apoyamos todas las buenas iniciativas que se realizan desde hace tiempo.
También, que de acuerdo con los Capellanes se pueda motivar la difusión y formación bíblica en las cárceles, así como los grupos de oración. Deseamos que periódicamente tengan ocasión de participar en la Santa Misa. Agradecemos a los que se han preocupado de construir Capillas en los centros de reclusión.

17.- Quisiéramos invitar a los abogados católicos que permanentemente puedan estar atendiendo si es posible en forma gratuita al menos un proceso de alguno que carece de recursos económicos, y preocupándose de su agilización.

18.- Llamamos también a quienes pueden dar trabajo, que no lo nieguen y den oportunidad de rehabilitarse plenamente a quien ha salido en libertad, después de haber tenido la desgracia de una condena.

19.- Animamos también a los gendarmes, quienes cumplen la pesada y difícil tarea que se les ha encomendado, a tener permanentemente una actitud positiva y dignificante para estos hermanos caídos en desgracia.

20.- Finalmente, pedimos a todos que tengan presente en su oración a los hermanos encarcelados, la mayoría de los cuales son también creyentes en Jesucristo, y miembros del mismo Cuerpo.

¡Que la Santa Virgen María -Madre del Crucificado- acompañe con su cariño maternal a todos estos hijos suyos que cargan con la pesada cruz de la cárcel!

Invitamos también a cada uno de ellos a ponerse delante del Dios que les ama, y mirando al Niño de Belén y la Cruz de Cristo, reconocer el pecado que llevamos dentro.

Les saludan y bendicen con afecto, sus hermanos Obispos

Santiago, 18 de diciembre de 1992

Comité Permanente del Episcopado

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