Orientaciones para renovar la catequesis de iniciación cristiana en Chile
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“Nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras” (Lc 24,32)

Orientaciones para renovar la catequesis de iniciación cristiana en Chile

Fecha: Domingo 05 de Enero de 2025
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Conferencia Episcopal de Chile

Presentación

La catequesis de iniciación cristiana es una de las acciones pastorales que más ocupa y alegra la vida de las comunidades eclesiales a través del país. Es una oportunidad preciosa para transmitir la fe a niños, jóvenes y adultos que, comprendiéndose como católicos, a menudo han estado poco vinculados a la comunidad. Es una muestra del bien que hace a las personas conocer a Jesús, ser parte de la Iglesia y descubrir la palabra de Dios. Es, sin duda, una importante fuente de renovación en la vida pastoral de la Iglesia.

Este influjo renovador, sin embargo, no siempre es conseguido, y el impacto de los procesos catequéticos en la vida de las personas no siempre es relevante. A veces la catequesis puede quedarse en una evangelización superficial, signo de las deficiencias que tenemos para ofrecer una acción pastoral más eficaz. Por eso la necesidad de renovarnos es un desafío constante.

Las “Orientaciones para renovar la catequesis de iniciación cristiana en Chile" que presentamos, son fruto de un esfuerzo hecho en distintos niveles de la Iglesia, para ponernos al día en un marco que guíe esta importante acción evangelizadora. Nos ofrecen un horizonte teológico-pastoral renovado, que toma en cuenta las aportaciones del Magisterio del Papa Francisco y del Directorio para la Catequesis del año 2020, elaborado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Nos entregan, también, criterios e indicaciones sobre la preparación y la celebración de los sacramentos de iniciación, pues -como se plantea en el mismo documento- ha habido en los últimos años una dispersión en las prácticas catequéticas existentes en el país, síntoma de una cierta pérdida de la capacidad de caminar juntos.

Las presentes Orientaciones, que toman también en cuenta las transformaciones culturales y los cambios en la familia que como sociedad estamos viviendo, dan respuesta a un anhelo de renovación expresado en los procesos sinodales vividos en nuestra Iglesia en los últimos años y a un mandato explícito de las Orientaciones Pastorales 2023-2026 de la Conferencia Episcopal de Chile. Son fruto de un amplio proceso de participación, que agradecemos, de un trabajo realizado en el seno de la Comisión Pastoral de Obispos (COP) de la Conferencia Episcopal, y han sido aprobadas por la 130ª Asamblea Plenaria de la misma Conferencia, en noviembre de 2024. Las ofrecemos con esperanza a toda la Iglesia en Chile, con el compromiso de seguir acompañando los desafíos de la misión.

La recepción de este documento de parte de las comunidades eclesiales no puede limitarse solo a su lectura, sino que necesita extenderse a su aplicación efectiva y su evaluación constante. La renovación catequética exige de catequistas, pastores y agentes de pastoral un compromiso permanente con la formación, la revisión crítica de sus prácticas y la apertura a nuevas metodologías que permitan alcanzar con eficacia a quienes participan en la iniciación cristiana. El desafío no es menor: lograr que estas orientaciones sean conocidas, aplicadas y evaluadas en las diversas realidades de la Iglesia en Chile.

Pedimos al Señor, en este Año Jubilar, que la fuerza de su Espíritu fecunde cada día la acción catequética de la Iglesia, para que sea un instrumento que reavive la esperanza de los discípulos de Cristo y nos ayude a dar testimonio de la alegría de la fe en medio de nuestro mundo.

Sergio Pérez de Arce Arriagada, ss.cc.
Arzobispo de Concepción
Secretario General
Conferencia Episcopal de Chile

Santiago, Epifanía del Señor, 5 de enero de 2025.

Introducción

1. La catequesis es una de las misiones esenciales de la Iglesia. Ella está llamada a transmitir la fe de manera coherente en los tiempos y culturas en las que se inserta. En la situación actual de Chile, la catequesis enfrenta desafíos profundos debido a la secularización creciente, la diversidad cultural y los cambios en la religiosidad familiar. Estos factores han generado la necesidad de una renovación catequética que no solo busque reactivar la participación de los fieles, sino que también transforme los paradigmas y las metodologías para asegurar que el anuncio del Evangelio llegue con eficacia a las nuevas generaciones y a aquellos que se encuentran alejados de la fe [1].

2. El presente documento responde a esta necesidad de renovación y ofrece algunas orientaciones para fortalecer la catequesis de iniciación cristiana. Tiene como fuente el Directorio para la Catequesis 2020 [2], el camino sinodal de la Iglesia en Chile, las Orientaciones Pastorales 2023-2026 de la Conferencia Episcopal y los aportes que se han realizado en diversas instancias eclesiales. La amplia colaboración recibida nos permite afirmar que es fruto de un proceso y práctica sinodal.

3. Como principio general, se propone que la catequesis se inserte y se realice en el marco de una Iglesia sinodal, que favorece la participación y corresponsabilidad de todos en la vida eclesial, a partir del reconocimiento del valor fundamental de nuestro bautismo. Ungidos por el Espíritu Santo, somos todos partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, al servicio de la edificación de la comunidad y de la misión evangelizadora.
A través de estas orientaciones, se pretende hacer de la catequesis un instrumento eficaz de evangelización y un camino de crecimiento para la comunidad cristiana, favoreciendo una visión pastoral de conjunto que abarque todos los espacios eclesiales: parroquias, colegios, movimientos apostólicos y otras comunidades. Se trata de un punto de partida que tendrá que ser implementado en cada Iglesia particular, a quienes corresponde determinar las tareas concretas y las maneras de acompañar y evaluar la misión catequética.

1. Necesidad de renovación de la catequesis

4. La Iglesia constantemente se renueva en su misión, porque los contextos, personas y circunstancias van cambiando. Ella necesita de una permanente reforma, en sus más diversos aspectos [3], para seguir anunciando el evangelio con pertinencia cultural.
La catequesis, si bien se enraíza en el Evangelio y en la Tradición viva de la Iglesia, no es un proceso aislado del mundo que la rodea, sino que está profundamente vinculada a las situaciones concretas en las que viven los hombres y las mujeres de hoy.

5. Hay realidades y situaciones del contexto eclesial y sociocultural actual que, de modo especial, están influyendo en la necesidad de renovar la catequesis.

a) Secularismo, crisis de la Iglesia y alejamiento de la fe. El crecimiento del secularismo, que distancia a las personas de la dimensión religiosa de la vida y las desvincula de las comunidades religiosas, ha provocado una disminución en la práctica sacramental y en la participación eclesial, especialmente entre los jóvenes [4]. La disminución de católicos activos en la Iglesia ha tenido como consecuencia la necesidad de replantear en muchos lugares los procesos catequéticos.
La crisis de confianza en la Iglesia, por otra parte, especialmente a raíz de los abusos cometidos por clérigos, ha significado un obstáculo para la misión evangelizadora y ha provocado un distanciamiento y alejamiento de la Iglesia de una parte de los fieles. A pesar de los innegables esfuerzos por enfrentar las situaciones de abusos, es una realidad que aún tiene repercusiones en la acción pastoral.

b) Nuevas realidades familiares. Son enormes los cambios en la familia chilena en las últimas décadas. Conocida es la baja tasa de natalidad, que hace que las familias sean más pequeñas y tengan pocos hijos, pero crece también el número de personas que optan por no formar una familia y no tener hijos. A esto se suman otras nuevas situaciones, como la enorme cantidad de familias que cuentan con un solo progenitor en el hogar [5], la alta participación de la mujer en el mundo laboral, los pocos matrimonios y la alta existencia de parejas que conviven sin una relación legalizada.
Es evidente que estos cambios plantean grandes desafíos a la misión de la Iglesia y a la catequesis. Numerosas familias, de hecho, ya no transmiten la fe. Otras intentan sembrar en sus hijos la semilla del Evangelio, pero a menudo el incipiente camino de fe de los padres no les permite una opción creyente madura y el acompañamiento de los hijos se resiente. En algunos casos, el momento del bautismo de los hijos o la preparación para la catequesis eucarística, es ocasión en que se despierta un interés religioso y una oportunidad para recrear el vínculo con la comunidad eclesial. Los abuelos y las abuelas, muchas veces, tienen un influjo positivo en el despertar y en la educación de la fe de sus nietos.

c) Otras transformaciones culturales. Vivimos en una época de grandes transformaciones culturales, con especiales repercusiones en el mundo de los valores y de los vínculos con los demás. Uno de estos aspectos es la prevalencia que tienen en las personas los intereses individuales, con el consiguiente debilitamiento de la dimensión comunitaria de la existencia, lo que sin duda repercute en la posibilidad de abrirse a la acción catequética de la Iglesia. Pero es verdad, también, que en medio de diversas experiencias de fragilidad que las personas y las familias viven, en una sociedad que tiende a la fragmentación, hay quienes buscan espacios que ayuden a dar sentido a la vida y sostener la esperanza. Son caminos por donde Dios sale, muchas veces, a nuestro encuentro.
La presencia de una numerosa población migrante en el país está generando un importante cambio cultural que aporta positivamente a nuestra vida eclesial. Nuestras parroquias, especialmente en la catequesis, se han convertido en espacios de encuentro intercultural y de vivencia compartida de la fe. La presencia de personas provenientes de otros países enriquece la catequesis, aunque sigue siendo un reto constante la acogida y la inculturación de la fe.

d) Dispersión y poco impacto de la catequesis. Por último, como elemento que exige la renovación, no podemos dejar de constatar, en las últimas décadas, la dispersión que se observa en las prácticas catequéticas existentes en nuestro país. En efecto, hay diversidad de metodologías, enfoques y tiempos de preparación en nuestras Iglesias locales, lo que en sí mismo podría ser visto como una riqueza y no un problema. Pero queda la impresión de que existe un cierto desorden y una pérdida de la capacidad de caminar juntos. Esta última realidad se da a veces, incluso, al interior de una misma diócesis.
La catequesis familiar, que hasta hace pocos años fue en nuestro país un pilar para la transmisión de la fe y la participación de la familia en la Iglesia, ha perdido fuerza y consistencia, derivando en experiencias variadas que no siempre logran un impacto significativo en la vida de los catequizandos y sus familias. Algo similar ocurre con la confirmación, que a menudo nos deja con la preocupación pastoral de que “no está dando los frutos que se esperan” [6].

2. Fundamentos teológicos y pastorales para la renovación

6. Como ya hemos dicho, las raíces y fundamentos de la catequesis están en el Evangelio y en la tradición viva de la Iglesia. Por razones de brevedad, nos queremos detener solo en un texto evangélico de especial relevancia y en la guía actualizada que nos ofrece el último Directorio para la Catequesis publicado por la Santa Sede, en el año 2020.

2.1 Jesús como modelo de catequista: el relato de Emaús

7. En las Orientaciones Pastorales 2023-2026 de la CECh, el relato del camino de Emaús (Lc 24,13-35) se presenta como un paradigma de evangelización, donde Jesús emerge como modelo perfecto de catequista. Cuatro elementos fundamentales del actuar de Jesús nos inspiran hoy:

a) Presencia y acompañamiento
“Mientras hablaban y discutían, Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos” (Lc 24,15).

Jesús se une a los discípulos, que caminan tristes y desilusionados. No inicia el encuentro con ellos con grandes enseñanzas, sino que primero escucha y acoge su dolor. Este acto de caminar junto a los discípulos, sin imponer su presencia, ha de inspirar el modo en que el catequista y la comunidad cristiana ha de acercarse a quienes encuentra en su camino de fe.

b) Diálogo y escucha
“¿De qué van hablando por el camino?” (Lc 24,17).

Jesús no comienza dando una lección de moral ni tampoco enseñando una doctrina. Él parte haciendo preguntas que invitan a los discípulos a compartir sus preocupaciones. Este diálogo genuino, que precede al anuncio explícito del Evangelio, es un modelo para los catequistas de hoy. Se trata de una invitación a practicar una escucha activa de las personas, especialmente en nuestro cultura desencantada o lejana de la fe.

c) Interpretación de la Escritura y la experiencia
“Y, comenzando por Moisés y todos los Profetas, les explicó todo lo que en las Escrituras se refería a él” (Lc 24,27).

Jesús ayuda a los discípulos a releer lo que han vivido a la luz de la experiencia bíblica y a interpretar las Escrituras a la luz de su muerte y resurrección, ofreciendo una catequesis kerigmática que se centra en el misterio pascual. Así, la catequesis debe buscar siempre conectar las vivencias, personales y sociales, con la experiencia salvífica de Cristo, para iluminar la vida desde la fe. De esta manera vamos reconociendo la presencia del Reino Dios en medio nuestro.

d) Centralidad de la Eucaristía
“Jesús se sentó a cenar, tomó el pan, pronunció la oración de acción de gracias, lo partió y se lo dio. Los ojos de ellos se abrieron y lo reconocieron” (Lc 24,30-31).

El encuentro en torno a la mesa, donde se hace la fracción del pan, constituye el punto culminante del camino de los discípulos con Jesús. Allí lo reconocen Resucitado y su luz llena el corazón de alegría y de sentido.
También hoy la Eucaristía ha de ser central para todo discípulo, tanto como experiencia esencial del itinerario catequético, como lugar privilegiado donde se reconoce la presencia viva de Cristo. En ella, los creyentes participan litúrgicamente del misterio pascual, cuya proclamación ha sido previamente anunciada en el kerigma, profundizando así la comunión con el Señor y con la comunidad eclesial. Es esencial que la catequesis esté estrechamente unida a la Eucaristía.

e) Conversión y misión
“Y por su parte, los que habían regresado de Emaús les relataron lo que les sucedió en el camino y cómo habían reconocido a Jesús en el momento de partir el pan” (Lc 24,35).

Los discípulos se encuentran con Jesús vivo, lo reconocen en las Escrituras y en la fracción del Pan. Este encuentro los transforma radicalmente, pasan de la desilusión a la esperanza, y así vuelven a Jerusalén a anunciar lo que han experimentado. Del mismo modo, la catequesis debiera ser un auténtico camino de encuentro con Cristo, que despierte en los catequizandos la alegría de la fe y los comprometa en la misión, caminando junto a sus hermanos.

2.2. El aporte del Directorio para la Catequesis 2020

8. El Directorio para la Catequesis 2020 define la catequesis como:

Un acto de naturaleza eclesial, nacido del mandato misionero del Señor (cf. Mt 28,19-20) y cuyo objetivo, como su nombre lo indica, es hacer que el anuncio de su Pascua resuene continuamente en el corazón de cada persona, para que su vida se transforme. En cuanto realidad dinámica y compleja al servicio de la Palabra de Dios, la catequesis acompaña, educa y forma en la fe y para la fe, introduce en la celebración del Misterio, ilumina e interpreta la vida y la historia humana [7].

9. De esta definición se pueden desprender algunos elementos fundamentales de la catequesis. Uno esencial es que ella está al servicio del anuncio de la Palabra de Dios, de allí la importancia de enfatizar la dimensión bíblica de la catequesis. El anuncio de la Palabra es, sobre todo, hacer resonar el anuncio de la Pascua, lo que nos pone ante su dimensión kerigmática. Aquí está el corazón de toda catequesis.
Al afirmar que la catequesis introduce en la celebración del Misterio, el Directorio enfatiza el enfoque mistagógico; cuando declara que debe acompañar, educar y formar en la fe y para la fe, se está subrayando su inspiración catecumenal, en cuanto proceso gradual en la vida del catecúmeno. Todo esto, sin olvidar su naturaleza eclesial y su vínculo intrínseco con el mandato misionero de Jesús, lo que nos pone en la perspectiva fundamental del Magisterio del Papa Francisco: ser una Iglesia sinodal y en salida.

10. A la luz de esta definición, se entienden mejor las tareas de la catequesis que el mismo Directorio 2020 explicita (n° 79-89), y que son fundamentales tener en cuenta a la hora de emprender esta misión en la Iglesia:
Llevar al conocimiento de la fe, es decir, favorecer el conocimiento y la profundización del mensaje cristiano, sin olvidar la necesidad de la relación recíproca entre contenido y experiencia de fe.
Iniciar en la celebración del Misterio, en tanto, propiciar la comprensión y experiencia de las celebraciones litúrgicas, iniciando en la vida sacramental.
Formar en la vida en Cristo, o sea, educar en el seguimiento del Señor, de acuerdo con el evangelio y para el servicio de los demás. Formar la conciencia moral y ayudar a comprender la vida como una respuesta al llamado de Dios (vocación).
Enseñar a orar, favoreciendo el desarrollo de la dimensión contemplativa de la experiencia cristiana, tanto personal como comunitaria.
Introducir en la vida comunitaria, ayudando a comprender que la fe se expresa y vive en comunidad. Además, invita a crear lazos auténticos con los demás, en la Iglesia y en el mundo.

11. Estas características de la catequesis, señaladas en el Directorio, se pueden concretar en cinco dimensiones y que son esenciales para su renovación:

a) Que la catequesis sea bíblica significa que ella coloque la Sagrada Escritura en el centro del proceso catequético, reconociéndola como una fuente esencial para progresar en la vida de fe. Esto implica que la catequesis transmita de manera viva la historia de la salvación, fomentando el conocimiento de las figuras, hechos y expresiones fundamentales del texto sagrado. La catequesis bíblica se caracteriza por su capacidad de presentar la unidad de la historia de la salvación, comprendiendo tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento a través de una lectura tipológica [8], que ayuda a los creyentes a ver cómo en Cristo se cumplen las promesas de la antigua alianza.

b) Que la catequesis sea kerigmática significa que ella debe estar centrada en el encuentro con Cristo vivo. Este anuncio es el que mueve todo el proceso catequético, no solo como una enseñanza inicial, sino como un horizonte que guía toda la formación y la experiencia de la fe. El misterio pascual es el núcleo del cristianismo, y la catequesis debe llevar a los catequizandos a comprender y vivir este misterio, que no solo se refiere a un hecho histórico, sino a un evento de salvación. Desde el anuncio del kerigma surge la conversión y el testimonio, es decir, “anuncios creíbles, confesiones de fe vitales, nuevos himnos cristológicos para anunciar a cada persona la Buena Nueva” [9].

c) Que la catequesis tenga un enfoque mistagógico significa integrar la catequesis con la liturgia, especialmente a través de la celebración de los sacramentos. Este enfoque invita a profundizar en el significado de los sacramentos, los signos y los ritos litúrgicos, iluminados por la historia de la salvación. Así, introduce a los catequizandos en una experiencia más viva y eclesial de la fe. En particular, la Eucaristía, considerada como "fuente y cumbre de toda la vida cristiana” [10], se convierte en el núcleo de esta vivencia. La liturgia, como expresión comunitaria de la fe, permite que los catequizandos participen progresivamente en el misterio de Cristo. Este enfoque promueve, además, una catequesis intergeneracional, en la que tanto niños, jóvenes y adultos comparten el proceso de aprendizaje y celebración de los sacramentos en un contexto comunitario.

d) Que la catequesis sea de inspiración catecumenal significa que ella proponga un itinerario gradual y procesual de crecimiento en la fe, inspirado en el antiguo catecumenado de la Iglesia primitiva. Este modelo reconoce que la fe no es algo que se adquiere instantáneamente, sino que requiere un proceso que involucre formación, acompañamiento y participación en la vida de la comunidad. “La inspiración catecumenal de la catequesis no significa reproducir al pie de la letra el catecumenado, sino asumir su estilo y dinamismo formativo” [11], enfatizando la dimensión pascual; iniciática; litúrgica, ritual y simbólica; comunitaria; de conversión permanente y testimonio; y, el proceso progresivo de la experiencia formativa.

e) Que la catequesis sea misionera, en salida y sinodal significa inspirarse en la visión evangelizadora del Papa Francisco [12]. Esta catequesis misionera no se limita al ámbito parroquial, sino que busca salir al encuentro de aquellos que están alejados de la fe, promoviendo una catequesis más dialogante, abierta e inclusiva. Al mismo tiempo, es importante desplegar una catequesis sinodal en las claves de comunión, participación y misión, donde la actitud de la escucha y el discernimiento de los signos de los tiempos sea fundamental para contextualizar el anuncio de Jesucristo.

3. Propuesta de renovación de la catequesis

12. A la luz de lo expuesto en los números anteriores, hacemos ahora una propuesta de renovación para la catequesis en nuestras Iglesias locales. Buscamos ofrecer algunas perspectivas esenciales que iluminen nuestra acción catequética y la encaucen, en un camino que todavía tiene mucho por recorrer y profundizar.

3.1 Una catequesis bíblica, kerigmática, cristocéntrica y trinitaria

13. Una catequesis kerigmática significa que ella, como toda la acción evangelizadora de la Iglesia, está al servicio del “kerigma” o “primer anuncio”, que es lo más importante que la Iglesia debe proclamar. En palabras del Papa Francisco, este kerigma incluye tres grandes verdades de la fe, que nunca se deberían callar: que Dios nos ama y nos sostiene en su amor; que Cristo nos salva y se entregó por nosotros en la cruz; y que Él vive y, por lo mismo, puede estar presente en nuestra vida para llenarla de luz [13]. Por eso es tan verdadero que “en la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” [14].
El Papa Francisco nos recuerda que este “primer anuncio” de la Iglesia no significa que esté al comienzo y después se olvide, para reemplazarlo por otros contenidos superiores, sino que es primero en un sentido cualitativo, “porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos” [15].

14. Una catequesis kerigmática contiene la esencia del mensaje cristiano, comunica el amor salvífico de Dios en Jesucristo y adquiere, por lo mismo, “notas de alegría, estimulo y vitalidad” [16]. De esta manera la catequesis no se reduce a una obligación moral o religiosa, ni tampoco a un contenido doctrinal que se imponga, por el contrario, “los elementos que la catequesis como eco del kerigma está invitada a valorar son: el carácter de propuesta; la cualidad narrativa, afectiva y existencial; la dimensión de testimonio de la fe; la actitud relacional; el tono salvífico” [17].

15. Si el centro de una catequesis kerigmática es el anuncio de Cristo muerto y resucitado, entonces estamos ante una catequesis cristocéntrica, desde allí se deben tratar los diversos misterios de la fe. Su meta fundamental es llevar a las personas a un encuentro personal con Cristo y, a partir de este encuentro, abrirse a la Buena Nueva y a la conversión del corazón.
Ahora bien, “donde está el Padre y Jesucristo, también está el Espíritu Santo” [18], nos recuerda el Papa Francisco, pues quien se encuentra con Cristo y cree en Él, recibe en su ser un manantial de agua viva (cf. Jn 7, 37-39). El Espíritu Santo abre nuestros corazones al anuncio gozoso de la fe y mantiene viva en nosotros esa experiencia de la salvación, si lo dejamos actuar. Por eso, la catequesis es también trinitaria, porque nos ayuda a vivir en la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. “Toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6, 44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8, 14)” [19].

16. Si el kerigma es el anuncio primero y fundamental de la catequesis, ello es posible porque la Palabra de Dios está en el centro y alimenta la acción catequética; la palabra escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Es así como la Palabra de Dios se vuelve cada vez más el corazón de toda actividad eclesial, fecundando la catequesis y los esfuerzos por transmitir la fe. Por eso se afirma que “la evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria” [20].

3.2 Una catequesis eclesial, comunitaria y sinodal

17. La catequesis es una tarea de toda la comunidad eclesial, no solo de unos catequistas individuales o del sacerdote. Esto significa que la comunidad ha de ser un verdadero espacio de acogida, testimonio y vida cristiana, donde los catequizandos pueden experimentar la fe no solo como una enseñanza, sino como una realidad vivida dentro de una red de relaciones fraternas. Los catequistas siguen siendo muy importantes, pero nunca sin la comunidad, ni menos al margen de ella.
La participación y corresponsabilidad de la comunidad implica que la catequesis no se limite a los encuentros formativos, sino que abarca otros aspectos, como la liturgia, la caridad y las actividades pastorales. De esta forma, los catequizandos son introducidos a una fe que se vive y se comparte, aprendiendo de los ejemplos y testimonios de los integrantes de la comunidad.

18. Este rasgo comunitario está estrechamente ligado a la identidad eclesial de la catequesis. Debe quedar claro que la experiencia catequética que vive el catecúmeno es una acción eclesial y tiene los rasgos de una acción propia de la Iglesia católica: se hace vinculada a una comunidad de fe, oración y celebración; participa de los sacramentos y vive el año litúrgico; interactúa con otros hermanos, que transmiten su testimonio de fe; experimenta y hace suya la misión caritativa de la Iglesia, etc. Un grupo de catequesis aislado, que no vive estos rasgos o los vive débilmente, no vive la Iglesia real con sus riquezas y limitaciones. Podrá aprender contenidos, pero no experimentará el encuentro comunitario con Cristo.
La comunidad no es solo un marco o un entorno para la catequesis, sino que es parte integrante de la vida cristiana, al punto de que no podemos comprendernos como cristianos sin comunidad. Por eso la catequesis ha de ayudar a desarrollar un sentido de pertenencia a la Iglesia, suscitando en el catecúmeno actitudes comunitarias y eclesiales esenciales: espíritu de comunión y fraternidad con sus hermanos en la fe, corresponsabilidad y participación en la vida de la Iglesia, comunión con los pastores y aceptación del magisterio de la Iglesia, entre otras.

19. La primera experiencia comunitaria de la Iglesia se ha de vivir en la familia, Iglesia doméstica. Sabemos de las dificultades que hoy presentan las familias para la transmisión de la fe, pero no hemos de desistir a alentarlas en esta misión Las comunidades eclesiales deben vincularse y acompañar a las familias, invitándolas a ser parte de la comunidad. En los procesos catequéticos, especialmente de los niños, no podemos renunciar a involucrar a las familias. Si los padres no cumplen esta responsabilidad, hay que buscar a otro adulto familiar de referencia.

20. Además de la parroquia, comunidad esencial para la evangelización, realizan una acción catequética significativa los colegios, institutos profesionales y universidades, que pueden llegar a ser espacios privilegiados donde los niños y jóvenes despierten y profundicen su fe. Junto con cuidar la identidad eclesial, ya señalada, pueden ser un espacio valioso para integrar fe y vida, vivir una auténtica experiencia de comunidad e integrar la fe en su desarrollo personal y académico, realizando la síntesis entre fe y cultura. Los colegios, institutos y universidades están llamados a no rebajar el valor y la identidad de la fe católica en el amplio mundo de actividades que desarrollan, sino a ponerla en el centro y en el corazón de su acción formativa.

3.3 Una catequesis mistagógica, conectada a la vida litúrgica y a la piedad popular

21. Mistagogía tiene su raíz en la palabra griega mystes, que significa iniciar en los misterios. En el catecumenado, la mistagogía es el proceso por el cual los nuevos bautizados son iniciados en los misterios de la fe, especialmente en los sacramentos. Por eso, una catequesis mistagógica “significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad en la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana” [21].
Para lo primero, el desarrollo de la acción formativa, se ha de favorecer en el encuentro catequético una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes y la inserción del catecúmeno en un amplio proceso de crecimiento, personal y comunitario, que integre todas las dimensiones de la persona. Para lo segundo, la participación del catequizando en la liturgia, es fundamental la vivencia de los sacramentos, principalmente la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres. “La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo (es "mistagogía"), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los sacramentos a los misterios” [22].

22. La iniciación en los misterios de la fe está llamada a conectarse también con la piedad popular, que es una verdadera espiritualidad cristiana encarnada en la vida de los sencillos que, “siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas” [23]. Con sus diversas expresiones, como las procesiones a santuarios marianos, la devoción a los santos, las fiestas patronales, las novenas, los via crucis, los bailes religiosos, las oraciones en familia y tantas otras, la religiosidad popular contiene y expresa un intenso sentido de trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal. Por eso es “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros” [24], que la catequesis debe valorar e incorporar en el itinerario de la fe, si quiere ser verdaderamente mistagógica.

23. Igualmente, una catequesis mistagógica ha de poner especial atención en la dimensión estética. Dice el Papa Francisco que “anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas, (por eso) todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús” [25].

3.4 Una catequesis social, misionera y en salida

24. La catequesis, en su esencia más profunda, no solo busca suscitar la fe como conversión personal, sino que debe explicitar la dimensión social de la fe, arraigada en la vida comunitaria y fraterna. “En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” [26], nos recuerda el Papa Francisco, de manera que la fe cristiana no puede quedarse en el ámbito privado o meramente espiritual, sino que requiere manifestarse en acciones concretas de servicio y solidaridad, especialmente hacia los más vulnerables. El proceso catequético ha de contribuir a despertar en los catecúmenos una conciencia social y un sentido profundo de justicia, paz, cuidado de la casa común y dignidad humana, todos valores esenciales del Evangelio.

25. Para cumplir esta tarea, la catequesis debe articular el anuncio de Jesucristo y la promoción humana como una sola realidad evangelizadora [27]. No se trata, por tanto, solo de hacer acciones solidarias, sino que, a través del hacer y reflexionar, formar la conciencia moral del catequizando a la luz del Evangelio. La Palabra de Dios y los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, deben iluminar esta tarea de la catequesis. Así, los catecúmenos serán capaces de traducir y practicar su fe en los desafíos cotidianos de sus relaciones personales y en su contribución a la edificación de una sociedad más justa y fraterna.

26. La catequesis, por otra parte, está llamada a adoptar permanentemente un enfoque misionero y en salida, a la luz de la enseñanza del Papa Francisco en Evangelii Gaudium. Por tanto, debe dirigirse no solo a los que ya están dentro de la Iglesia, sino también a aquellos que están alejados o no han tenido una experiencia profunda de la fe. La catequesis es un instrumento de primera o nueva evangelización, capaz de llegar a las periferias existenciales y anunciar a Cristo en espacios de creciente secularización.


3.5 Una catequesis colaborativa y en red

27. Como una extensión del carácter comunitario de la catequesis, proponemos poner un énfasis especial en el trabajo colaborativo y en red en los diversos niveles de la Iglesia, para llevar adelante esta importante misión evangelizadora. La pandemia nos enseñó que los liderazgos más eficaces son aquellos que fomentan el trabajo colaborativo, y esto es algo que podemos aplicar a la catequesis, superando las desconfianzas internas y construyendo una pastoral más dinámica y confiable.

28. El trabajo colaborativo ha de darse, primero, al interior de cada parroquia y comunidad eclesial, fomentando el trabajo en equipo desde una visión compartida de la misión. No es una buena práctica tener catequistas aislados o autosuficientes, tenemos que aspirar a catequistas que sepan trabajar junto a otros, en el marco de la comunidad. Esta colaboración está llamada a vivirse también en decanatos, zonas pastorales y otros espacios eclesiales, como expresión de la acción del Espíritu Santo que reparte sus dones a cada uno, para provecho común (cf. 1Co 12, 7).

29. Se pueden explorar también otras modalidades de trabajo colaborativo y en red. En algunos sectores o zonas, quizás no todas las parroquias deban llevar a cabo las mismas actividades o sacramentos de manera aislada. Algunas podrían especializarse en la preparación de determinados sacramentos, ofreciendo apoyo a otras comunidades que tienen menos catequistas o se encuentran más limitadas en recursos formativos. Podría intentarse, también, más colaboración entre parroquias y colegios, enriqueciéndose mutuamente a partir de la experiencia y los medios que cada comunidad tiene.
Los catequistas podrían, asimismo, ser enviados como "misioneros" a otras parroquias que necesiten apoyo específico. Este trabajo misionero no solo fortalecería los lazos entre comunidades, sino que también ofrecería una oportunidad de enriquecer las experiencias de los propios catequistas, quienes podrían crecer en su formación y en su vivencia pastoral al compartir con otras realidades eclesiales.

30. En esta visión de la catequesis, donde están implicados colegios, institutos, universidades, movimientos y parroquias en red, el rol de los párrocos y líderes eclesiales es crucial. Ellos deben promover una confianza mutua, fomentando una cultura de colaboración, en lugar de competencia. Nadie debería ser autosuficiente, sino que, como miembros de un único cuerpo, pensemos en apoyarnos mutuamente para llevar a cabo la misión evangelizadora con mayor eficacia y amplitud. Esto es particularmente importante en la formación de catequistas.
Necesitamos propiciar alianzas estratégicas que, aunque no permanentes, sean funcionales para alcanzar objetivos pastorales comunes. El trabajo en red es una forma eficaz de evangelización, en la que todos somos parte de un proyecto común de servicio al pueblo de Dios.

3.6 Una catequesis contextual e inclusiva

31. Hemos insistido, hasta ahora, en la necesidad de una catequesis con rasgos de identidad claros, que se lleva adelante en comunidad y colaborativamente, desde un proyecto evangelizador que nace de una visión compartida de la misión. Sin embargo, esto no debería hacernos olvidar que siempre es imprescindible discernir los signos de los tiempos para contextualizar el anuncio de la Buena Nueva, porque “si no se asume la realidad, ésta no se puede cambiar ni evangelizar y es imposible realizar un proceso de conversión” [28]. Esto exige conocer, acoger y respetar las realidades culturales específicas en donde la catequesis desarrolla su misión.

32. En medio de la pluralidad de culturas y tradiciones presentes en las comunidades, importa de modo especial atender al creciente fenómeno migratorio, diversas culturas originarias y grupos étnicos que componen la sociedad. Asimismo, crecer en el esfuerzo por conocer y comprender las culturas de los niños y jóvenes a quienes acompañamos en la fe. El uso de lenguajes, símbolos y referencias culturales significativos para las personas que catequizamos, es fundamental para entrar en diálogo con ellas, para que se sientan incluidas y comprendidas en su realidad particular. Asimismo, adaptar métodos, tiempos y contenidos catequéticos a las realidades específicas de los diversos grupos y personas, sin que ello signifique un empobrecimiento de la propuesta catequética, es también expresión de la preocupación de que el mensaje de Cristo llegue a todos de manera efectiva.

33. La inclusión en la catequesis se refiere también a la preocupación por quienes viven en situaciones de vulnerabilidad, como personas con discapacidad, en contextos de pobreza o que sufren otras marginaciones sociales. La catequesis debe adaptarse para acoger a todos, sin excluir a nadie, y debe contar con metodologías y recursos pedagógicos que permitan la plena participación de todas las personas, independientemente de su situación personal o social [29]. La catequesis para personas en situación de discapacidad, en particular, se presenta como una realidad pastoral relevante a la que atender.

4. Nuevas metodologías y uso de medios digitales

34. La reflexión sobre las metodologías es parte esencial de la acción catequética, pues la comunicación de la fe necesita de la mediación humana del método. Y aunque “la Iglesia no tiene un método propio para el anuncio del Evangelio, es necesario un trabajo de discernimiento para examinar todo y adoptar lo que es bueno” [30]. En la renovación de la catequesis y sus metodologías, adquiere especial importancia la realidad cultural de los catequizandos, particularmente el ser nativos digitales.

4.1 Metodologías activas y participativas

35. Las pedagogías activas en la catequesis buscan superar los métodos tradicionales de enseñanza unidireccional, promoviendo que el catequizando no sea solo receptor de contenidos, sino protagonista de su propio aprendizaje y vivencia de la fe. Esto implica el uso de didácticas que promuevan la reflexión, la interacción, el trabajo colaborativo y la aplicación concreta de lo aprendido en la vida cotidiana. El aprendizaje por descubrimiento, proyectos de servicio comunitario, experiencias misioneras, celebraciones litúrgicas catequéticas, juegos, cantos y dinámicas grupales, son solo algunos ejemplos de acciones que estas pedagogías favorecen.

36. Estas didácticas no solo facilitan el conocimiento de la fe, sino que también promueven la vivencia comunitaria y el compromiso misionero, ambos aspectos claves en la catequesis. Los catequizandos, al participar activamente en su proceso formativo, experimentan la fe de manera más personal y profunda, desarrollando habilidades para vivir y testimoniar su fe en el mundo. Estas pedagogías también son una oportunidad para inculturar el Evangelio en los distintos grupos humanos en los que se realiza la catequesis.

4.2 El acompañamiento personalizado

37. Nos preocupa, sin duda, la disminución que se da en tantos lugares en el número de niños, jóvenes y adultos que participan en los procesos de catequesis, porque es muestra de una fragilidad de nuestra misión en el anuncio del Evangelio. Sin embargo, esta situación puede ser vista también como una oportunidad providencial para intensificar el acompañamiento personalizado de los catequizandos, una ocasión para generar relaciones más profundas y hacer del proceso catequético una verdadera experiencia de discipulado.
El acompañamiento personalizado es una demanda recurrente en los textos catequéticos. Cada persona que participa en la catequesis es única y necesita ser escuchada, acompañada y orientada en su propio camino de fe. Este enfoque personalizado puede facilitar también un encuentro más profundo con Cristo, en un ambiente de confianza y cercanía.

38. El enfoque relacional es clave en una propuesta metodológica, lo que significa que la catequesis no se centre únicamente en la transmisión de contenidos, sino que priorice el aprendizaje de habilidades a través del diálogo, el encuentro personal y la creación de vínculos auténticos entre los catequistas, los catecúmenos y la comunidad.
En esta dinámica pastoral, el párroco o capellán desempeña un rol esencial. Él no solo tiene la responsabilidad de acompañar a los catequizandos, sino también guiar a los catequistas, brindándoles apoyo espiritual, formativo y pastoral. Su liderazgo y presencia ayuda a crear una comunidad catequética más sólida, donde tanto catequistas como catequizandos se sientan acompañados y fortalecidos en su fe.
El catequizando, por su parte, sea niño, joven o adulto, no es simplemente un receptor pasivo de enseñanzas o doctrinas, sino un interlocutor activo, un creyente que asume con responsabilidad su camino de fe y su lugar en la comunidad.

4.3 El uso de los medios digitales

39. La renovación de la catequesis subraya que el uso de plataformas digitales puede ser una herramienta valiosa para la evangelización y la formación catequética, permitiendo que más personas tengan acceso a los recursos formativos, especialmente donde estos son más limitados. Dichas plataformas abren nuevas posibilidades para llegar a quienes se han alejado y a los que no conocen a Jesús. Sin embargo, el uso de la tecnología debe estar siempre orientado hacia una experiencia viva de la fe y no debe sustituir la vivencia comunitaria de la misma.
La cultura digital, por otra parte, ha abierto nuevas posibilidades, permitiendo una mayor interacción y participación en red. Sin embargo, la tecnología no puede reducirse a su uso de manera instrumental, sino que debe dar lugar a una acción pastoral que, habitando lo digital, movilice a vivir la fe en el encuentro comunitario presencial.

40. Se recomienda la adopción de metodologías que involucren a los catequizandos en su proceso de formación, utilizando recursos multimediales. Los catequistas deben ser formados en estas nuevas herramientas y explorar formas creativas de utilizar los audiovisuales (youtube, tik-tok u otro), la música, las redes sociales y otras formas de comunicación para transmitir el mensaje del Evangelio.
La renovación de la catequesis supone también ir formándose y familiarizándose con la Inteligencia artificial, pues en los próximos años llegará a ser probablemente una herramienta que abrirá muchas puertas a la catequesis, a pesar de las inquietudes que todavía subsisten respecto de su uso.

5. El rol del catequista

5.1 Vocación, misión y formación del catequista


41. “El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios, aceptado en la fe, ese llamado lo capacita para el servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de iniciar en la vida cristiana” [31]. Por eso este servicio no es sólo una función dentro de la Iglesia, sino una verdadera vocación que implica un compromiso profundo con la evangelización y la formación cristiana de los fieles. Requiere, por lo mismo, de una gran entrega y necesita un constante crecimiento espiritual.

42. El catequista o “catequista de base” pertenece siempre a una comunidad cristiana y vive su servicio dentro de la comunidad, que es el sujeto principal de acompañamiento en la fe. Realiza su servicio en comunión con el obispo, quien es el primer catequista de la diócesis, y con los presbíteros, quienes se constituyen en los primeros catequistas de la comunidad.
También el catequista resguarda su pertenencia a un equipo o grupo de catequistas que, acompañado por el párroco u otro miembro delegado por la comunidad, conforman un espacio esencial de misión compartida. Este equipo ayuda a forjar la identidad del catequista y contribuye al discernimiento pastoral, la preparación, la evaluación y la implementación de los itinerarios de fe. Se puede describir como un "laboratorio de formación permanente"[32] en el cual los catequistas crecen y se forman continuamente.

43. El servicio del catequista, precisamente porque responde a un llamado de Dios, no está limitado a una etapa de la vida o a una función pasajera, sino que ha de comprenderse como un servicio en el tiempo. Requiere, por lo mismo, de una formación continua, con una actitud abierta al aprendizaje constante y a la renovación permanente de las prácticas catequéticas. Con todo, los catequistas de una comunidad han de estar atentos a ayudar a suscitar nuevos catequistas y abrir espacios para que otros fieles también puedan ejercer este servicio.

44. La formación de los catequistas debe ser una prioridad para toda la Iglesia, en sus diversos niveles. Dicha formación ha de abarcar las dimensiones humana, espiritual y teológico-pastoral. Debe contribuir a dotar a los catequistas de las herramientas necesarias para cumplir su misión con competencia teológica, pastoral y metodológica.
El Directorio para la Catequesis 2020 plantea la importancia de una formación que considere el ser, el saber y el saber-hacer del catequista: el ser, para que sea un verdadero discípulo y misionero del Señor; el saber, para que sea un testigo de la fe con una formación integral en lo bíblico y en lo teológico; y el saber-hacer, para que pueda ser un comunicador, acompañante y educador de la fe capacitado con los adecuados elementos pedagógicos y metodológicos. No se trata, entonces, de una mera formación en contenidos o una formación solamente teórica.

45. Es necesario que cada Iglesia particular desarrolle un plan formativo sistemático y progresivo para sus catequistas, que contemple tanto la formación inicial, permanente y específica. Los catequistas también necesitan contar con un acompañamiento pastoral por parte de sus párrocos, capellanes u otros agentes formadores. Este acompañamiento les permitirá un discernimiento constante de su vocación y les ayudará a vivir su servicio anclados en una experiencia personal y comunitaria de la fe.

5.2 El ministerio instituido de catequista

46. Mediante la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Antiquum ministerium, del 10 de mayo de 2021, el Papa Francisco instituyó en la Iglesia el Ministerio laical de Catequista, pidiendo a las Conferencias Episcopales establecer los criterios normativos para acceder a él. Cumpliendo este mandato, la Conferencia Episcopal de Chile publicó en diciembre de 2022 un documento [33] con orientaciones sobre la misión, la formación e institución de este ministerio en las Iglesias particulares del país.
Este ministerio se distingue del rol de los “catequistas de base”, que son la mayoría de los catequistas que hay en nuestras parroquias, colegios y comunidades. Sin embargo, puede llegar a prestar un gran servicio a los catequistas, en tareas de formación coordinación y acompañamiento. Lo que debe quedar claro es que el ministerio instituido, como indica su nombre, es conferido formalmente por el obispo y posee un marcado carácter vocacional que implica exigencias especiales.

47. Las orientaciones de la Iglesia en Chile sitúan el ministerio laical del catequista en el amplio campo del servicio pastoral de la transmisión de la fe, con un énfasis especial en la preparación para los sacramentos de iniciación cristiana. Entre las funciones propias y posibles que puede cumplir están, entre otras: la conducción y coordinación de procesos de iniciación cristiana en una parroquia, decanato, diócesis u otra unidad pastoral; la conducción y coordinación de procesos de formación permanente; la conducción y coordinación de programas de formación de catequistas de base; el desarrollo de materiales y subsidios para la catequesis; el ejercicio de un apostolado en las periferias y entre católicos alejados; la asunción de otros encargos pastorales de parte del obispo o párroco, sobre todo al servicio de comunidades o espacios eclesiales con una presencia inestable de ministros ordenados. Es un ministerio amplio, que puede asumir diversas formas de apostolado, sin perder su vínculo con la vasta misión de la transmisión de la fe. El documento de la Conferencia Episcopal detalla los requisitos, condiciones, criterios de admisión, plan de formación y otros aspectos necesarios para instituir este ministerio.

48. Avanzar en la institución del ministerio laical del catequista en el país, camino en el que se están dando los primeros pasos en algunas diócesis, puede ser una preciosa oportunidad para fortalecer la acción catequética en nuestra Iglesia. Puede contribuir, sin duda, a robustecer desafíos tan importantes como la formación de catequistas, la renovación metodológica, una mejor pastoral de conjunto en los procesos de iniciación cristiana y una catequesis más misionera y presente en las periferias.

6. Preparación y celebración de la iniciación cristiana

49. Habiendo presentado, hasta ahora, diversas orientaciones para una identidad más clara y renovada de la acción catequética en nuestro país, señalamos a continuación algunos criterios importantes para la preparación y celebración de los sacramentos de iniciación cristiana. No pretendemos una exposición extensa de los múltiples elementos implicados, muchos de los cuales están en el Código de Derecho Canónico y en otros documentos eclesiales, sino destacar algunos aspectos que permitan una mayor comunión en la práctica pastoral de las diversas Iglesias particulares.

50. Utilizamos, en lo que sigue, las nociones de preparación y habilidades para orientar y definir los criterios formativos. La preparación hace referencia a aspectos específicos del itinerario catequético, como el número de encuentros, la duración del proceso, la edad de inicio o de recepción del sacramento. El concepto de habilidades, en cambio, abarca un conjunto de capacidades, aptitudes y competencias que los catequizandos deben desarrollar para que el proceso catequético sea verdaderamente eficaz y transformador.
Estas habilidades, que no olvidan que la fe es ante todo un don y una experiencia de gracia, incluyen dimensiones cognitivas, procedimentales, actitudinales, espirituales y comunitarias, necesarias para vivir y compartir la vida cristiana de manera integral. De este modo, se promueve una auténtica apertura a Dios, una vivencia en comunión con la Iglesia y una respuesta desde la fe a los desafíos del mundo contemporáneo. Desarrollar estas habilidades es esencial para formar discípulos misioneros enraizados en el Evangelio.

6.1 Bautismo de niños

51. En la tradición de la Iglesia, el bautismo es considerado el sacramento que inicia a la persona en la vida cristiana y en la comunidad de fe. Es el primer paso de un camino continuo de crecimiento en la fe, donde el rol de la familia y la comunidad es fundamental. Por eso se dice que: “la comunidad, en la persona de los catequistas, tiene el cuidado de acoger, escuchar y comprender las motivaciones de la petición de los padres, para preparar un camino adecuado y puedan despertar la gracia del don de la fe que han recibido. Es bueno que también los padrinos participen en este itinerario y que se haga en un período de tiempo suficiente” [34].

52. Preparación. La preparación para el bautismo de niños se realiza habitualmente en 3 o 4 encuentros. También hay buenas experiencias donde las reuniones se reemplazan por una jornada más extensa, convenientemente preparada. Más importante que el número de encuentros, es el contenido y la metodología de estos, de manera que permitan despertar y dinamizar en los padres y padrinos la vida de fe. Es conveniente que el ministro ordinario del sacramento (obispo, sacerdote o diácono) participe en al menos uno de los encuentros. Es importante, también, que se prepare adecuadamente la liturgia bautismal y se involucre a las familias en la Eucaristía comunitaria.
Se puede proponer la catequesis a los padres y padrinos incluso antes del nacimiento del niño, durante una etapa más avanzada del embarazo. Esta iniciativa no solo facilita su participación en el proceso sacramental, sino que también se convierte en un valioso medio de acompañamiento espiritual y formativo en este momento tan significativo de la gestación.

53. Con relación a los padrinos, el Derecho Canónico establece que, en la medida de lo posible, el bautizado ha de contar con al menos uno [35], señalándose diversas condiciones para cumplir esta misión [36]. Esta norma del Derecho deja, por tanto, abierta la posibilidad de que un bautismo se celebre sin padrinos, si no es posible conseguir a alguien que cumpla las condiciones requeridas, o que se busquen otras fórmulas, como contar con alguien que cumpla una función solo de testigo o que la comunidad misma asegure el acompañamiento del bautizado. Es un discernimiento que hay que hacer con paciencia junto a la familia que plantea alguna dificultad.

54. Habilidades. Las habilidades que la catequesis de bautismo de párvulo debería desplegar en los padres y padrinos son las siguientes:
• Habilidad para comprender la fe. Comprende el kerigma y reconoce el bautismo como el inicio de una vida nueva en Cristo.
• Habilidad para la integración comunitaria. Valora su participación en la comunidad eclesial y comprende la importancia de la espiritualidad de la Iglesia doméstica, como espacio propicio para el crecimiento en la fe del niño o la niña.
• Habilidad para la transmisión de la fe. Identifica algunos elementos importantes para transmitir la fe a los niños: inicio a la oración, vida eucarística, participación eclesial a través de fiestas religiosas como Navidad, Semana Santa, procesiones, etc.

55. En cuanto a los niños mayores de 7 años, lo más oportuno parece ser integrarlos en una catequesis que incluya el bautismo y la iniciación a la vida eucarística, normalmente incorporándolos en los grupos pastorales de iniciación a la vida eucarística. El bautismo, en esos casos, podría celebrarse en algún momento del proceso, cuando el niño haya avanzado en una comprensión más vital, adecuada a su edad, del significado del sacramento. En caso de preadolescentes que ya llegan a los 14 años, deben integrarse en la catequesis de preparación a la confirmación, en un itinerario que implique la totalidad de la iniciación cristiana.
Cuando esto no sea posible y no se vislumbre que el niño vaya a ser preparado al bautismo y a la vida eucarística en el período en que tiene entre 8 a13 años, conviene realizar el bautismo con una preparación más breve que incorpore, además de los padres o tutores, al mismo niño, asignándole un catequista especial que lo pueda introducir en la fe.

6.2 Iniciación a la vida eucarística

56. La iniciación a la vida eucarística es un paso crucial dentro del proceso de iniciación cristiana. Ha de enfocarse no solo en la preparación inmediata para recibir el sacramento, sino introducir al catequizando en el misterio eucarístico, de manera que la celebración de la Eucaristía, sobre todo dominical, esté en el centro de su fe a lo largo de su vida.
Para esto, es necesario enseñar no solo los aspectos externos del sacramento, sino involucrar a los catequizandos en la experiencia de la vida litúrgica y comunitaria. Es fundamental que los niños sean acompañados para comprender el valor pascual de la Eucaristía, con su significado profundo de comunión con Cristo y con los hermanos.

57. Preparación. Se inicia habitualmente en torno a los 8 años. Es recomendable que el tiempo de preparación no dure menos de un año real o un año litúrgico, para que así se incorpore en este itinerario la celebración anual que hacemos como Iglesia de los misterios de la fe.
Se ha de procurar una catequesis de estilo familiar, con un involucramiento de los padres o algún adulto responsable de referencia, con encuentros semanales o quincenales según las realidades locales. Cuando esta periodicidad para los padres no es posible, realícense al menos encuentros mensuales con ellos, motivándoles en la importancia de su participación.
Los colegios y otras comunidades eclesiales han de seguir los mismos criterios que la diócesis plantea a las parroquias. Se ha de buscar una articulación adecuada entre parroquias y colegios, evitando la escolarización excesiva de la iniciación a la vida eucarística. Hay que procurar, también, caminos pastorales que aseguren la continuidad de la vivencia de la fe y la vida eucarística con posterioridad a la recepción del sacramento.

58. La vivencia y celebración del sacramento de la reconciliación es también un aspecto esencial dentro del proceso de iniciación a la vida eucarística, que permite vivir el encuentro personal y comunitario con la misericordia de Dios, entrando así en una dinámica de conversión continua que acompañará al cristiano a lo largo de toda su vida. Es altamente recomendable invitar a los catequizandos a acercarse a este sacramento una o más veces antes de recibir la “Primera Comunión”, fomentando así una familiarización progresiva con la experiencia de la penitencia y el perdón divino.

El sacramento de la reconciliación no debe ser visto como un evento aislado, sino como una experiencia sanadora y transformadora que fortalece la relación con Cristo, consigo mismo, con el prójimo, con la casa común, con la comunidad eclesial y con la sociedad. En este proceso, el catequista desempeña un rol fundamental al acompañar al catequizando, ayudándole a reconocerse pecador, a descubrir la misericordia de Dios y practicar el perdón.

59. Habilidades. Las habilidades que la catequesis de iniciación eucarística debería desarrollar en los niños considerando su desarrollo psico-espiritual son las siguientes:
• Habilidad para comprender el misterio eucarístico. Comprende el significado del sacramento como la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo que fortalece la vida de fe de los hijos de Dios, fomentando una actitud de asombro, amor y gratitud hacia la Eucaristía.
• Habilidad para participar activamente en la liturgia. Participa en la celebración de la Eucaristía dominical en tanto fiesta del encuentro con Cristo y centro de la vida cristiana, desarrollando actitudes de devoción y sentido de comunidad.
• Habilidad para la vida de oración. Desarrolla una relación personal con Jesús a través de diversas formas de oración y aprende a meditar la Palabra de Dios para conocer más y mejor al Señor.
• Habilidad para relacionar la Eucaristía con la vida diaria. Traduce la vivencia eucarística en acciones concretas de servicio y caridad, fomentando una vida coherente con la fe cristiana, llevando a la vida diaria la experiencia de comunión con Cristo y con la Iglesia.
• Habilidad para la integración comunitaria. Valora su participación activa en la comunidad eclesial, como espacio que le permite crecer en la vida cristiana a través de la vida sacramental, la oración comunitaria, la escucha de la Palabra de Dios y los vínculos de fe y de amor con otros creyentes.

60. Las habilidades que la catequesis de iniciación eucarística debería proporcionar en los padres o el adulto familiar responsable que acompaña al niño son las siguientes:
• Habilidad para comprender la fe. Asume el kerigma en su vida identificando el paso de Jesucristo en la experiencia cotidiana.
• Habilidad para la integración comunitaria. Valora su participación en la comunidad eclesial y realiza acciones concretas para hacer de su hogar una Iglesia doméstica como espacio propicio para el crecimiento en la fe del niño (altar familiar, rezar antes de las comidas, dialogar con los hijos sobre el paso del Señor por la familia, etc.). A su vez, comprende que es fundamental acompañar a su hijo en el camino de la fe.
• Habilidad para la transmisión de la fe. Identifica algunos elementos importantes para transmitir la fe a los niños: vida de oración, participación en la Eucaristía, vivencia de los tiempos litúrgicos, meditación de la Palabra de Dios, participación en fiestas religiosas, etc.

6.3 Sacramento de la confirmación

61. El sacramento de la confirmación, cuya recepción es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal, vincula a los fieles más estrechamente a la Iglesia, los enriquece con una fuerza especial del Espíritu Santo y los compromete más estrechamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo [37].
El proceso formativo propone una catequesis centrada en la Palabra de Dios, con una metodología dinámica y vivencial que, junto a los encuentros grupales, incorpore diversas experiencias que ayuden al joven a vivir y practicar su fe, a vincularse a la Iglesia y a proyectarse apostólicamente en su ambiente. Los catequizandos han de comprender los fundamentos de su fe, vivir el encuentro con el Señor, conocer la Palabra de Dios, aprender a mirar la realidad a la luz de la fe, celebrar la liturgia, vivenciar el servicio al hermano y vivir otras acciones que ayuden a configurar una identidad cristiana permanente.
Es fundamental que toda la comunidad eclesial se involucre en la catequesis, sobre todo a nivel de testimonio, porque los jóvenes necesitan referentes de vida cristiana que les permitan ir madurando su vocación.

62. Preparación. Es importante salvaguardar la unidad de los sacramentos de iniciación, recordando que el bautismo y la confirmación encuentran su cumbre en la participación eucarística, centro y fin de toda la vida sacramental. Esto no significa, sin embargo, un simple orden temporal, en el sentido de que el fiel siempre debería primero confirmarse y luego recibir la Eucaristía. La unidad expresa, más bien, la necesidad de los tres sacramentos para alcanzar la plenitud de la gracia y la entera capacidad para participar de la comunión eucarística. Aún más, “en virtud del bautismo y la confirmación, somos llamados a ser discípulos misioneros de Jesucristo y entramos a la comunión trinitaria en la Iglesia, la cual tiene su cumbre en la Eucaristía” [38].

63. Por razones pastorales, y para manifestar de mejor forma que la confirmación es el sacramento de la madurez cristiana que fortalece la pertenencia eclesial y el compromiso con la misión de Cristo, en nuestras Iglesias locales la confirmación se celebra habitualmente en la edad juvenil [39]. Con todo, puede haber jóvenes que muestren una mayor maduración de su fe y un vínculo permanente a la Iglesia desde su iniciación a la vida eucarística, en cuyo caso la preparación y celebración puede realizarse un poco antes.
Como tiempo de preparación, se pide que esta catequesis no dure menos de un año real o un año litúrgico, para que se incorpore en su itinerario la celebración anual de los misterios de la fe. Es importante resguardar que la confirmación no sea vista como un rito de paso aislado, sino como parte esencial de un proceso de fe continuo, que prosigue después de la celebración del sacramento.

64. Habilidades. Las habilidades que la catequesis de confirmación debería desarrollar en los y las jóvenes son las siguientes:
• Habilidad para vivir la fe cristiana de manera integral. Cultiva una relación personal con Jesús a través de la oración, la meditación de la Palabra de Dios y la vivencia eucarística dominical. Alimentando con ellas sus acciones concretas de servicio, caridad y coherencia con la fe cristiana.
• Habilidad comunitaria. Participa activamente en la vida de la comunidad eclesial, valorando la oración comunitaria, las celebraciones litúrgicas, los encuentros fraternos, las acciones solidarias y misioneras de la comunidad, como experiencias que fortalecen su vida cristiana y su vínculo con la Iglesia.
• Habilidad para la madurez en la fe. Comprende los contenidos fundamentales de la doctrina cristiana, reconociendo la acción del Espíritu Santo en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia.
• Habilidad para acoger y vivir los dones del Espíritu Santo. Desarrolla los dones del Espíritu Santo en la toma de decisiones y en la vida diaria, valorando la presencia del Espíritu como maestro interior.
• Habilidad para el testimonio y el compromiso misionero. Da testimonio de su fe en los diversos ámbitos en que se desarrolla, manifestando su identidad cristiana con sencillez y autenticidad. Se comprende como discípulo misionero de Jesús, participando de la misión evangelizadora de la Iglesia.

6.4 Iniciación cristiana de adultos

65. La actual situación cultural, donde la dimensión religiosa de la vida tiene pocos espacios de expresión y desarrollo, y donde hay gran variedad de situaciones respecto de la relación que las personas establecen con la fe, exige un renovado esfuerzo por promover e implementar la catequesis de adultos. El Espíritu Santo sigue despertando en nuestro mundo la sed de Dios, lo que nos desafía a salir al encuentro de esas personas desde una catequesis en perspectiva misionera, pues la “mies es mucha” (Mt 9, 37). La Parroquia y otras comunidades estarán atentas a los diversos escenarios religiosos que viven las personas y se preocuparán de suscitar iniciativas que permitan el anuncio del Evangelio y la vivencia de la experiencia comunitaria de la fe.

66. Preparación. El catecumenado de adultos, restaurado por el Concilio Vaticano II [40], tiene como documento base para toda la Iglesia el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), promulgado por el Papa Pablo VI en 1972. Los diversos itinerarios y experiencias que se ofrecen en nuestras parroquias y diócesis han de inspirarse y hacer una adaptación de él. Ha de asegurarse un vínculo sólido con la comunidad y sus celebraciones litúrgicas, procurando de modo especial la participación en el Triduo pascual. El proceso ha de ser gradual y mistagógico, introduciendo a los catecúmenos en la vida cristiana a través del acompañamiento espiritual, la participación comunitaria y el conocimiento profundo de la fe.

En nuestras Iglesias locales, la preparación para la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana se realizará habitualmente a través de la conformación de un grupo de adultos y/o adultos jóvenes, quienes durante un proceso adecuado vivirán una experiencia comunitaria, con reuniones periódicas y otras actividades que ayuden a vivenciar y conocer las diversas dimensiones de la fe. Ha de ser un proceso serio y prolongado, que no puede reducirse a unos pocos encuentros, pues para un adulto la iniciación cristiana ha de ser un verdadero encuentro con Cristo, que nos llama a una conversión de vida.

67. Para adultos y jóvenes adultos que participan habitualmente en la vida pastoral o litúrgica de las comunidades y que, por alguna razón, no han recibido el sacramento de la confirmación o no se han iniciado en la vida eucarística, aunque sí están bautizados, la Parroquia podrá organizar procesos más breves de formación, que les permitan celebrar y vivir tan importantes sacramentos. Es fundamental, en este caso, que se cumpla el requisito de una participación habitual en la vida de Iglesia. En caso de personas alejadas, debe hacerse el proceso señalado precedentemente.

68. Hay ocasiones en que se acercan personas sin su iniciación cristiana y muestran un auténtico interés por Dios y los sacramentos, sin que sea posible integrarlos en alguna experiencia comunitaria formal. El párroco o capellán estará atento a ofrecerles un itinerario personal, encargándole su acompañamiento a un católico activo de la comunidad y ejerciendo él mismo un cierto acompañamiento. Procurará que este proceso no sea superficial y esté siempre conectado a la comunidad cristiana.

69. Habilidades. Las habilidades que la catequesis de iniciación cristiana de adultos debería desarrollar son las siguientes:
• Habilidad para comprender la fe. Comprende los principios fundamentales del cristianismo a partir del kerigma y la historia de salvación, además reconoce el bautismo como el inicio de una vida nueva en Cristo.
• Habilidad para la vida de oración. Desarrolla una relación personal con Dios a través de la oración constante y la meditación de la Palabra de Dios. Valora la participación en la vida eucarística como un aspecto fundamental en su vida de fe.
• Habilidad para la integración comunitaria. Valora su participación en la comunidad eclesial, comprendiendo que es el espacio que le permite crecer en la vida cristiana a través de la vida sacramental, oración comunitaria, escucha de la Palabra de Dios y acciones solidarias.
• Habilidad para vivir los valores cristianos. Practica el amor al prójimo y el compromiso con la justicia, reflejando los valores evangélicos en las decisiones y acciones cotidianas.

7. La renovación un camino para recorrer

70. La renovación de la catequesis es un desafío constante. En muchas Iglesias particulares, parroquias y colegios, los catequistas y otros agentes de pastoral están haciendo un trabajo permanente para mejorar los procesos pastorales en el anuncio del Evangelio y adaptar los mismos a la realidad actual de los catecúmenos. Sin embargo, necesitamos un esfuerzo más compartido y decidido en todos los niveles de Iglesia, para que la catequesis sea todavía un instrumento más pleno para iniciar en la vida cristiana y transmitir la fe. Esto es lo que los Obispos de la Conferencia Episcopal expresamos en las Orientaciones Pastorales 2023-2026, al plantear la necesidad de retomar el proceso de revisión y renovación de la catequesis [41]. Al servicio de esta tarea ponemos las orientaciones de este documento.

Difusión e implementación de estas orientaciones

71. Esperamos que este documento llegue a todos los niveles de las diócesis, parroquias, colegios, institutos, universidades y otras instituciones involucradas en la catequesis, para ser conocido, estudiado y asumido como un marco básico para la misión. Esperamos, también, que a partir de estas orientaciones se elaboren o actualicen planes pastorales o líneas de acción que las traduzcan e implementen en cada plano local. Una pregunta básica que toda realidad eclesial dedicada a la catequesis podría hacerse es: ¿qué líneas de acción de nuestra catequesis tendríamos que reforzar, renovar o cambiar?

72. Las diócesis y otros niveles de Iglesia debieran desarrollar o fortalecer programas de formación de sus catequistas, que los capaciten en los ámbitos teológico, bíblico y pastoral, y les permita traducir metodológicamente los enfoques fundamentales de la propuesta que aquí se hace, que pone el acento en una catequesis kerigmática, mistagógica, comunitaria, social, etc.
Parece importante, también, que las diócesis concreten para sus realidades locales los criterios para la preparación y celebración de los sacramentos de iniciación cristiana, sobre todo allí donde haya una dispersión que no ayuda a caminar juntos y repercute en la calidad de los procesos catequéticos que se hacen.

Revisión, evaluación e innovación permanente

73. Más allá de la recepción inmediata de este documento, es fundamental cultivar e instaurar una actitud permanente de revisión en nuestra práctica pastoral y en el servicio evangelizador. Cada diócesis debe implementar una evaluación continua de los programas catequéticos, la eficacia de la formación de los catequistas, la participación de las familias y de las comunidades. Para asegurar este seguimiento, se recomienda la creación de equipos diocesanos encargados de monitorear la implementación de las orientaciones y evaluar su impacto en la catequesis de iniciación cristiana.
Esta revisión debe realizarse en todos los niveles: parroquial, escolar y en toda comunidad que catequiza.
Además, para fortalecer esta dinámica de revisión de los logros y dificultades encontradas, se recomienda aprovechar otras instancias de participación como son las asambleas o encuentros pastorales. A través de ellas, diferentesmiembros de la comunidad pueden aportar en estos procesos de evaluación.

74. La revisión de los procesos catequéticos debe conducir a la introducción de nuevas metodologías y a la actualización de temáticas que permitan desarrollar habilidades para afrontar los desafíos contemporáneos, tales como la creciente secularización, la diversidad cultural y las nuevas tecnologías. Esto exige una formación continua de los catequistas, así como una renovación de los materiales catequéticos utilizados. Hay que incluir una adecuada actualización catequética de los presbíteros, de modo que puedan facilitar la renovación desde un espíritu sinodal.

75. La evaluación continua garantiza que el proceso de implementación sea flexible y se adapte a las necesidades emergentes de las comunidades. La Conferencia Episcopal de Chile apoyará esta dinámica con una guía procedimental, que facilite la evaluación en base a las habilidades declaradas para la iniciación cristiana.

Renovación de estructuras y sinodalidad

76. Sabemos que toda renovación necesita alcanzar los modos de funcionamiento y organización que nos damos para desarrollar la misión. La catequesis necesita equipos catequéticos a nivel diocesano, parroquial, escolar, etc., integrados por personas de distintas generaciones y culturas. Esto facilitará la colaboración intergeneracional e intercultural, asegurando una catequesis más inclusiva y participativa. También es necesario reestablecer, donde no lo hay, los servicios de coordinación y animación en los diversos niveles eclesiales, pues la catequesis siempre ha de ser una acción orientada y acompañada desde los diversos servicios de responsabilidad que hay en la Iglesia.

77. La sinodalidad juega un papel clave en esta renovación, promoviendo la corresponsabilidad, la participación y la colaboración de toda la comunidad eclesial [42]. No se puede delegar exclusivamente en los catequistas o el clero la responsabilidad de la catequesis, sino que es necesario involucrar a todos los miembros de la comunidad. Esto requiere una transformación tanto de las estructuras organizativas como de las mentalidades, exigiendo un verdadero camino de conversión pastoral.
La catequesis sinodal debe ser un proceso de diálogo donde, además de transmitir contenido, se promueva una interacción activa entre catequistas y participantes, permitiendo que todos contribuyan al crecimiento en la fe de sus hermanos. La renovación catequética busca superar la "herejía pastoral" del "siempre se ha hecho así" y la "nostalgia pastoral" de pensar que "antes era mejor". Los obispos, sacerdotes y diáconos juegan un rol fundamental en este proceso, acompañando a la comunidad en este camino de renovación.

Colaboración entre Iglesias particulares y servicio de la Conferencia Episcopal

78. La animación y conducción de la catequesis de iniciación cristiana corresponde, en primer lugar, a cada Iglesia particular. Sin embargo, es un campo propicio para la colaboración entre Iglesias hermanas, por ejemplo, a nivel de Provincias eclesiásticas, sobre todo allí donde hay realidades culturales semejantes y donde hay carencias para enfrentar tan importantes desafíos.

79. La Conferencia Episcopal de Chile, a través de la Comisión Nacional de Catequesis y del Secretariado Pastoral, está disponible para apoyar a las diócesis en la elaboración de sus planes catequéticos y en sus desafíos formativos. Asimismo, para promover que universidades católicas y otros centros de estudio puedan estar al servicio de esta tarea. Las instancias regulares de encuentro a nivel nacional de la diferentes comisiones pastorales de la Conferencia Episcopal, por otra parte, seguirán trabajando los desafíos comunes de la renovación de la catequesis.
De modo particular, los organismos catequéticos y formativos de la Conferencia Episcopal buscarán desarrollar itinerarios formativos para apoyar la preparación de niños, jóvenes y adultos en los diversos sacramentos de iniciación cristiana. De igual modo, buscarán desarrollar materiales didácticos que sean un apoyo a la labor de los catequistas.

Conclusión

80. Al concluir estas orientaciones para la renovación de la catequesis, agradecemos el servicio y compromiso generoso de los catequistas. Ellos, como verdaderos sembradores, transmiten la Palabra con dedicación, ayudando a muchos a descubrir y profundizar la fe en Jesucristo: Camino, Verdad y Vida.
Invitamos a todos los miembros de la Iglesia a asumir con esperanza y valentía el llamado a renovar la catequesis, confiando en que el Mensaje y el llamado de Jesús puede seguir dando sentido a muchas personas, especialmente a las nuevas generaciones.

81. Pedimos a Nuestra Señora la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, que nos siga acompañando en este camino de renovación, animándonos con su ternura y sabiduría. A la Virgen Santa nos dirigimos en oración:

María, Madre de la Buena Noticia,
tú que guardaste la Palabra en tu regazo fecundo
y la entregaste al mundo con ternura de madre,
enséñanos a anunciar el mensaje de tu Hijo,
fieles a su amor que enciende y renueva el corazón.

Tú, que eres morada para quien está cansado
y estrella luminosa en la noche del creyente,
cubre con tu manto a cada catequista,
fortalece sus pasos, haz suave su camino,
y pon en sus labios la alegría del Evangelio.

Haznos dóciles, como tú, a la voz del Espíritu,
que impulsa a la Iglesia a ser misionera.

María, Madre de la fe y de la esperanza,
que nuestros gestos reflejen tu bondad,
y que nuestras palabras sean como tus manos,
que ofrecen a Cristo, pan de vida para los pueblos.
Amén.


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NOTAS


IMPORTANTE: En el presente documento se utilizan de manera inclusiva términos como “el niño”, “el joven”, “el catequista” y sus respectivos plurales (así como otras palabras equivalentes en el contexto catequético) para referirse a hombres y mujeres. Esta opción obedece a que no existe acuerdo universal respecto de cómo aludir conjuntamente a ambos sexos en el idioma español, salvo usando “o/a”, “los/las” y otras similares, y ese tipo de fórmulas supone una saturación gráfica que puede dificultar la comprensión de la lectura.

1 Cf. Cech, Orientaciones Pastorales 2023-2026 [OOPP 2023-2026], no 43.
2 Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, Directorio para la Catequesis [Dc] (2020).
3 Cf. Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo: Unitatis redintegratio, no 6.
4 Cf. Pontificia Universidad Católica de Chile, Resultados Encuesta Nacional Bicentenario UC 2023, en línea: https://politicaspublicas.uc.cl/web/content/uploads/2024/04/Bicentenario-2023-final-1.pdf (consulta: 22/04/2024), 85-88.
5 Cf. Programa de las naciones unidas para el desarrollo. Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2024. ¿Por qué nos cuesta cambiar?: conducir los cambios para un Desarrollo Humano Sostenible (PNUD, Santiago de Chile 2024), 40-42.
6 Cech, Orientaciones para itinerarios formativos de confirmación (2012). Introducción.
7 Dc, no 55.
8 Método de interpretación bíblica que establece una correspondencia entre eventos, personas o símbolos del Antiguo Testamento (tipos) y su cumplimiento en el Nuevo Testamento (antitipos). Por ejemplo, la figura de Adán es considerada un tipo de Cristo, quien es el nuevo Adán.
9 Dc, no 58.
10 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia. Lumen Gentium [LG], no 11.
11 Dc, no 64.
12 Cf. Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii gaudium [Eg], no 20.
13 Cf. Francisco, Exhortación apostólica postsinodal. Christus vivit [ChV], no 130.
14 Eg, no 164.
15 Eg, no 164.
16 Dc, no 59.
17 Dc, no 59.
18 ChV, no 17
19 Catecismo de la Iglesia Católica [CEC], no 259.
20 EG, no 174.
21 EG, no 166
22 CEC, no 1075.
23 Celam, V Conferencia del episcopado Latinoamericano. Documento conclusivo, Aparecida [DA], no 263.
24 DA, no 264.
25 EG, no 167.
26 EG, no 177.
27 Cf. Celam, IV Conferencia del episcopado Latinoamericano. Documento conclusivo, Santo Domingo, no 31.
28 OOPP 2023-2026, no 4.
29 Cf. Comisión Nacional de Catequesis, “Criterios pastorales para la catequesis con personas en situación de discapacidad” (2017).
30 Dc, no 196.
31 Dc, no 112.
32 Dc, no 134.
33 Cf. Conferencia Episcopal de Chile, El Ministerio Laical del Catequista en la Iglesia en Chile. Orientaciones fundamentales sobre su misión, formación e institución (2022).
34 Dc, no 232c.
35 El Código de Derecho Canónico [CIC] afirma que: “En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo” (no 872).
36 Cf. CIC, no 874.
37 Cf. LG 11.
38 DA, no 153.
39 El Código de Derecho Canónico afirma, a propósito de la confirmación que: “El sacramento de la confirmación se ha de administrar a los fieles en torno a la edad de la discreción, a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra edad, o exista peligro de muerte o, a juicio del ministro, una causa grave aconseje otra cosa” (no 891).
40 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia, no 64.
41 Cf. OOPP 2023-2026, no 47f.
42 Cf. XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Documento Final. Hacia una Iglesia sinodal en misión (2024), no 89.
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