Los Obispos de Chile ofrecemos este Mensaje al país, invitando a todos a un compromiso más decidido con la unidad, la paz y el bien común, siguiendo las enseñanzas de Jesús: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5, 9).
1. Mirar juntos el pasado, para un futuro más compartido. El 11 de septiembre de 1973 constituye un momento doloroso y dramático de nuestra historia. Actualmente hay en Chile una polarización no sólo frente a nuestro presente, sino también respecto del pasado reciente. Nos parece importante continuar el estudio y el análisis que en nuestra sociedad se hace de estos acontecimientos, aunque quede camino por recorrer para un mayor acuerdo en la visión que tenemos de ellos. Debemos ser conscientes de que cuando se carece de una mirada más compartida de nuestra historia, se hace difícil también la comunión en torno a los grandes valores que deben guiar nuestro futuro.
Como ciudadanos y sobre todo como pastores deseosos de servir a la comunidad a la luz del Evangelio, queremos destacar algunos valores y aprendizajes que la memoria de estos hechos nos enseña para nuestro hoy, proponiéndolos como verdaderos pilares para edificar una mejor sociedad.
2. Ante todo, el respeto de la persona humana. La dignidad de la persona humana y el respeto de su vida desde la concepción hasta la muerte, es el principio fundamental de todo el orden social, lo que exige el cuidado irrestricto de los derechos humanos como base de nuestra convivencia. Nadie puede ser atropellado en su dignidad en base a su origen, color, religión, etnia, ideas o cualquier otra consideración que minusvalore u olvide su condición humana. Nadie merece tampoco ser dañado en su integridad ni ser sometido a climas de inseguridad a causa del crimen, el narcotráfico u otros males. La violencia nunca es un camino legítimo: ni para imponer o combatir ideas, ni como medio para promover demandas sociales o políticas de grupo, tampoco como método para obtener por la fuerza beneficios económicos o materiales. El apego al Estado de derecho es indispensable para resguardar este valor.
3. Una herida abierta. Queremos expresar, una vez más, una palabra de solidaridad a todos quienes han sufrido y sufren a causa de la violencia y el atropello a sus derechos humanos. Nos duelen las lágrimas de todos estos años, especialmente las de aquellas familias que no han podido dar una digna sepultura a sus seres queridos. Imploramos nuevamente a quienes tengan información sobre el paradero de personas detenidas desaparecidas, a que la entreguen debidamente, si no lo han hecho hasta ahora. Nuestro servicio como obispos y sacerdotes siempre está disponible como un camino para concretar esta entrega. Todavía es posible contribuir a reparar el dolor causado.
4. Cuidar y perfeccionar la democracia. Es necesario cuidar la democracia como sistema político, con el compromiso de perfeccionarla constantemente para que sirva al bien común.
Si decrece a veces entre nosotros el aprecio a esta forma de organizarnos en sociedad, es porque muestra vicios, corrupciones e ineficacias, que llevan a quienes detentan el poder político y económico a distanciarse de los ciudadanos y sus principales problemas. Es prioritario construir un sistema democrático eficaz y transparente, al servicio de la justicia y la verdad. Asimismo, es fundamental encontrar en la misma democracia los recursos e instrumentos para abordar los desafíos, a menudo graves, de nuestra convivencia y progreso, renunciando absolutamente a la violencia política y al quiebre institucional como solución de nuestras divergencias.
5. Diálogo y acuerdo al servicio del bien común. Es imprescindible cuidar el diálogo y el acuerdo social y político como base para la construcción de un proyecto común de país, evitando imposiciones ideológicas y posturas extremas, o modelos de desarrollo que se imponen por la fuerza o por mayorías políticas circunstanciales. Se trata de un diálogo abierto y respetuoso, que busca puntos de contacto entre todos y le preocupa auténticamente el bien del país. No es el mero consenso superficial y negociador, sino la búsqueda conjunta del bien común, respetando la verdad de la dignidad humana (cf. Papa Francisco, Encíclica Fratelli Tutti N° 202 y 207).
6. La reconciliación, nuestra más urgente tarea. La fe cristiana, que es uno de los fundamentos de nuestra patria, incluso en medio de una cultura plural, nos recuerda el primado del amor: “por encima de todo prevalezca el amor, que es el vínculo de la unidad” (Colosenses 3,14). Esto debe llevarnos en nuestra vida social a crecer en amistad cívica, en diálogo y en participación, hasta llegar a compartir los valores esenciales que han de configurar nuestra existencia como pueblo. Así podremos caminar como una sociedad reconciliada, que no niega las diferencias entre nosotros, pero las integra en un proyecto compartido, sobre la base de la verdad, la justicia, el perdón y la fraternidad. Cuando falta este horizonte y empeño, sobrevienen crisis y fracturas que causan dolor y retrocesos sociales. En 1974 el Cardenal Raúl Silva Henríquez nos recordaba que la Patria “es fundamentalmente alma, alma colectiva, alma de un pueblo, consenso y comunión de espíritus (…). De aquí fluye, con imperativa claridad, nuestra más urgente tarea: reencontrar el consenso; más que eso, consolidar la comunión en aquellos valores espirituales que crearon la Patria en su origen” (Homilía en Te Deum del 18 de septiembre de 1974, sobre “El Alma de Chile”).
Invitamos a todos los creyentes a orar por nuestro país, pidiendo al Señor el don de la reconciliación, mientras asumimos con más generosidad el trabajo cotidiano por la paz. A la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, nos dirigimos con especial cariño para que nos enseñe “a conquistar el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría” (Oración por Chile a la Virgen del Carmen).
LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
27 de Julio de 2023