Anunciar a Jesucristo caminando juntos
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Orientaciones Pastorales 2023-2026

Anunciar a Jesucristo caminando juntos

Fecha: Viernes 02 de Junio de 2023
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Conferencia Episcopal de Chile

Índice

Presentación
Texto Inspirador

I. El contexto eclesial y social en el que vivimos nuestra misión
El caminar eclesial de estos últimos años
El contexto social, cultural, económico y político

II. Marco Inspirador
1. La centralidad de Jesucristo
2. Pueblo de Dios e igualdad fundamental de todos los bautizados
3. Una Iglesia sinodal
4. Una Iglesia en salida
5. Coherencia en nuestro servicio y testimonio

III. Orientaciones Pastorales
Orientación 1:
Centralidad de Jesucristo en nuestros procesos evangelizadores
Orientación 2:
Relaciones evangélicas y sinodalidad en nuestra manera de ser Iglesia
Orientación 3:
Al encuentro de la cultura, los pobres y los jóvenes
Orientación 4:
Una cultura del cuidado y del buen trato

Una palabra final

PRESENTACIÓN



Estas Orientaciones Pastorales 2023-2026, que los Obispos de la Conferencia Episcopal ofrecemos para guiar el caminar pastoral de nuestra Iglesia en Chile, no se pueden comprender sin los procesos de participación y discernimiento eclesial que hemos vivido desde fines de 2018, y que hemos experimentado y asumido como un único y gran proceso para buscar la voluntad de Dios y renovarnos en la misión. Por eso hay en ellas referencias recurrentes a informes, documentos, encuentros y otras experiencias propias de este período. Ha sido parte de nuestro empeño por enfrentar los desafíos planteados por la crisis eclesial a causa de los abusos, pero también los retos que el encuentro con otras realidades nos ha suscitado.

Aquí, precisamente, está el otro punto de partida de estas Orientaciones: la consideración del contexto social y eclesial actual en el que vivimos nuestra misión, con sus luces y sus sombras. Siempre ha sido ésta una preocupación en la historia de la elaboración de las Orientaciones Pastorales: comprender nuestro contexto, para dar respuesta, desde una perspectiva pastoral, a los desafíos que la misión nos plantea.

A la luz de estos procesos y de la consideración de nuestro entorno, e iluminados por el hermoso relato bíblico de los discípulos de Emaús, ofrecemos en este documento un “marco Inspirador” y cuatro “orientaciones pastorales” para animar y encauzar las tareas de nuestra misión. No está todo lo que vivimos y hacemos en la Iglesia, sin duda hay también otras dimensiones significativas aquí no abordadas, pero lo que exponemos se nos presenta como horizonte fundamental para renovar y fortalecer la misión, que nos sitúa ante cuatro grandes desafíos contenidos precisamente en las cuatro Orientaciones centrales:

- Animar y fortalecer procesos evangelizadores desde la centralidad de Jesucristo.
- Fomentar relaciones más evangélicas y estructuras más sinodales en nuestra manera de ser Iglesia.
- Vivir nuestra misión profética en medio del mundo en diálogo con la cultura y saliendo al encuentro de los pobres y los jóvenes.
- Seguir promoviendo en nuestra Iglesia una cultura del cuidado y del buen trato.

Ninguno de estos cuatro desafíos es enteramente nuevo. No es la originalidad lo que nos interesa, sino empujar con más determinación cuatro tareas y dinamismos que la misión de hoy nos exige, y que han brotado del discernimiento compartido con tantos hermanos y hermanas que cotidianamente sostienen y llevan adelante la misión de la Iglesia.

Gracias a todos quienes han participado y han contribuido al desarrollo de los procesos eclesiales y sinodales de los últimos años, y gracias sobre todo a quienes cada día dan testimonio de su fe y acompañan desde su apostolado a otros hermanos en medio de nuestra patria.

Como los de Emaús, también nosotros, discípulos y discípulas del Señor, vivimos momentos de desolación, de fracaso y de tristeza, y tantas veces somos ciegos para reconocer al Resucitado que camina a nuestro lado. Pero Aquel que dio su vida por nosotros, lleno ahora de vitalidad sobrenatural y especialmente cercano en su Palabra y en la Eucaristía, nos vuelve a renovar en la alegría y en la comunión, para que lo anunciemos como el Camino, la Verdad y la Vida. Que su Espíritu nos aliente, consuele y nos abra caminos de misión que estemos dispuestos a seguir con generosidad.

28 de mayo de 2023, Solemnidad de Pentecostés.


+ Sergio Pérez de Arce Arriagada, ss.cc.
Obispo de Chillán
Secretario General


TEXTO INSPIRADOR
LUCAS 24, 13-35(1)



El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”. “¿Qué cosa?”, les preguntó.
Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron”.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


1. En el camino a Emaús, dos discípulos de Jesús viven una transformación vocacional y existencial: ¡de discípulos desanimados a ardorosos misioneros! En el camino se encontraron con Jesús, el mismo que crucificado, ha resucitado. Ese extraño que les dice desconocer lo que ha pasado en Jerusalén, los condujo para que dispusieran su corazón y lo reconocieran como el Señor resucitado. Caminando con ellos les manifestó su interés y acogida y, al hablarles, sus palabras hicieron arder sus corazones. Los de Emaús salieron de su decepción y tristeza, al punto de pedirle al desconocido que se quedara con ellos.

2. Como Iglesia, estamos llamados a recorrer este mismo itinerario vocacional para vivir con el Resucitado y anunciarlo, de manera que, como Jesús, podamos también acompañar a la humanidad atribulada y cansada. No hay extraños en los caminos de la vida cuando nos escuchamos de corazón. La imitación de Jesucristo fecundada por Pentecostés fundamenta la misión: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Iglesia misionera es la comunidad eclesial que se ha encontrado con el Resucitado, poniéndolo en el centro de su vida y sus desvelos. Solo esta comunidad puede pasar de la desilusión a la ilusión y del encierro y del miedo a la proclamación del Evangelio. “Emaús” representa lo de siempre, la vida de antes. “Jerusalén”, en cambio, es Misterio Pascual, Pentecostés y Comunidad apostólica. Regresar a Jerusalén es nutrirse de los acontecimientos fundantes de la Iglesia. Si volver a Emaús es deshacer el discipulado, tomar el camino a Jerusalén es reencantarlo. Entre Emaús y Jerusalén, el Resucitado se dio a conocer, los condujo a la conversión y los reintegró en la comunidad apostólica. ¡Que el Espíritu nos ayude a reconocer la senda que lleva a Jerusalén y a recorrerla de la mano del Resucitado!


I
EL CONTEXTO ECLESIAL Y SOCIAL EN EL QUE VIVIMOS NUESTRA MISIÓN


“Jesús les preguntó: ¿Qué comentaban por el camino?” (Lc 24, 17)



3. La primera pregunta del Señor resucitado, un extraño en ese momento para los de Emaús, es para que se hagan cargo de su realidad: “¿Qué comentaban por el camino?” (Lc 24,17). Ellos, entristecidos, se extienden en su respuesta y revelan sus esperanzas frustradas: “Nosotros esperábamos que Él liberaría a Israel” (Lc 24,21).

4. Si no se asume la realidad, ésta no se puede cambiar ni evangelizar y es imposible realizar un proceso de conversión. Reconocer y asumir la realidad significa ponerla delante del Resucitado, porque sólo en Él «hay esperanza para tu futuro» (Jr 31,17). Aún más, toda realidad por opaca que sea, progresivamente se transforma en luz de resurrección cuando se asume, como los de Emaús, en compañía del Señor resucitado. Al igual que ellos, queremos compartir lo que nos ha sucedido, lo más relevante de nuestra realidad eclesial y social en los últimos años. Nuestra mirada como Obispos se nutre de lo que hemos escuchado y compartido en los procesos de discernimiento eclesial y sinodal vividos en nuestra Iglesia. Nos asomamos a esta realidad para mirarla desde el Resucitado y responder a los desafíos que ella nos plantea.


El caminar eclesial de estos últimos años

5. Como Iglesia que peregrina en Chile, hemos estado buscando caminos de renovación. Animados por el Papa Francisco, que nos ha impulsado a una transformación misionera de la Iglesia y a una impostergable renovación eclesial(2), en las Orientaciones Pastorales 2014-2020 nos propusimos como desafío prioritario, junto a la urgencia de renovar nuestra experiencia de fe, “entrar en un proceso de conversión pastoral”(3). Agradecemos al Señor las múltiples experiencias de conversión pastoral que el Espíritu Santo ha ido y sigue suscitando en medio de su pueblo.

6. Lamentablemente, la realidad de los abusos en contexto eclesial nos mostró que esa renovación estaba lejos de consolidarse y “que existían situaciones que no sabíamos ver y escuchar”(4). Faltaba mucho para generar una cultura del cuidado que impregnara nuestras formas de “relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero”(5).

7. La crisis de los abusos se manifestó con fuerza entre nosotros en el año 2011, surgiendo una serie de acciones y disposiciones para abordar tan delicado problema, entre ellas la creación del Consejo Nacional de Prevención y de Acompañamiento a Víctimas. En el 2018 hubo una nueva manifestación de la gravedad de esta crisis, luego de la visita del Santo Padre y de la posterior misión de Mons. Scicluna. Ha sido un tiempo de sufrimiento para toda la Iglesia, sobre todo para las víctimas, que nos ha mostrado “una herida abierta, dolorosa, compleja que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar”(6). Pero también nos ha permitido “mirar de frente el dolor causado, el rostro de sus víctimas, la magnitud de los acontecimientos”(7). Esperamos sinceramente haber avanzado en la tarea de ir edificando una cultura del cuidado y la prevención. Han sido varias las oportunidades en que el Papa, los Obispos y otros miembros de la Iglesia hemos pedido perdón y reconocido nuestros graves errores y omisiones. Con el documento Integridad en el Servicio Eclesial (ISE), en el año 2020, establecimos orientaciones para el servicio pastoral con el fin de asegurar el respeto de la dignidad de cada persona en ámbitos eclesiales. Últimamente, hemos abordado retos tales como la reparación y una mejor comprensión del fenómeno del abuso en nuestro contexto eclesial chileno, lo que exponemos más adelante al presentar la cuarta orientación pastoral(8). Sabemos que todo esto forma parte de un proceso lento y profundo de conversión de la Iglesia que debe continuar hasta convertirse en algo asumido por todos.

8. En este marco, comenzamos a fines del 2018 un “proceso de discernimiento para avanzar en el camino de llegar a ser una Iglesia cada día más sinodal, profética y esperanzadora que busca continuar poniendo en el centro a Jesucristo”(9). Este proceso siempre consideró una amplia participación laical y proyectó la realización de la III Asamblea Eclesial Nacional. Sin embargo, la pandemia iniciada en marzo de 2020 - y antes el “estallido social” de fines de 2019 – interrumpió este camino, aunque no lo impidió del todo. Gracias a un participativo proceso de discernimiento comunitario, que involucró a numerosas comunidades a través del país, pudo salir a la luz el Informe de Sistematización del Discernimiento Eclesial 2019, publicado por la Comisión Pastoral de Obispos de la Conferencia Episcopal.

9. La participación de los fieles en el discernimiento eclesial tuvo, más tarde, otro momento significativo en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, impulsada por el CELAM, para volver a activarse, ahora junto a toda la Iglesia universal, con el camino que nos invitó a vivir el Papa Francisco al convocarnos al Sínodo sobre la sinodalidad, a contar de octubre de 2021. Siempre hemos entendido estos diversos espacios e iniciativas de discernimiento, como un único y gran proceso eclesial, que nos ha ido permitiendo vivir la experiencia de “caminar juntos”, para fortalecer la comunión, la participación y la misión. “La articulación de los diversos procesos eclesiales en un mismo y único camino sinodal, se ha realizado fundamentalmente en las Iglesias locales, lo que ha permitido respetar la diversidad de cada una de ellas y, a la vez, ha enriquecido el intercambio en las instancias nacionales”(10).

10. Dos hitos han sido importantes en la etapa más reciente de estos procesos eclesiales. Por una parte, el Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile, que recogió de manera orgánica todos los aportes de los procesos diocesanos al Sínodo y que fue enviado como contribución de nuestra Conferencia a la Secretaría General del Sínodo; por otra parte, la III Asamblea Eclesial Nacional, realizada en octubre 2022, con la participación de 600 delegados y delegadas de todas las Iglesias locales, incluidos nosotros los Obispos. Ahora agregamos estas Orientaciones Pastorales 2023-2026, que, desde la responsabilidad propia de nuestro ministerio episcopal, recogen el camino hecho y lo proyectan en orientaciones para animar la vida y misión de la Iglesia en Chile. Valoramos y agradecemos los procesos que hemos vivido, porque han sido una experiencia de comunión y discernimiento, bajo la guía amorosa del Espíritu Santo.

El contexto social, cultural, económico y político

11. La realidad chilena, así como la mundial, ha continuado viviendo en los últimos años procesos de profundas transformaciones sociales, culturales, políticas, etc., que hacen aparecer la imagen de una sociedad en crisis, cambiante, en permanente ebullición. Vivimos un “cambio de época” que no tiene una dirección o planificación ordenada, sino que más bien parece ser un fenómeno plural, heterogéneo y fragmentario. Esto causa gran impacto en la vida de las personas y en la convivencia social, complejizando la acción de las instituciones, desde el Estado hasta las diversas organizaciones intermedias. Se manifiestan aspectos positivos y negativos, junto a no pocas contradicciones, como las que se dan, por ejemplo, en el mundo de los valores: por una parte, hay avances en la protección de los niños, el respeto a la mujer y la protección de la naturaleza; por otro, crecen manifestaciones de violencia y de falta de respeto a la vida humana.

12. Esta situación de crisis se ha manifestado con fuerza en el tiempo de la pandemia a causa del Covid-19. Por un lado, hemos vivido hechos trágicos, como la pérdida de miles de vidas humanas, estragos económicos, experiencias de desánimo y aislamiento, el deterioro en la salud mental de muchas personas. Por otro lado, surgieron nuevas formas de relacionarnos y comunicarnos, y se expresaron muchos compromisos de solidaridad. La dureza y universalidad de la pandemia despertó, en verdad, una conciencia compartida de nuestra fragilidad y nos ayudó a recordar que no nos salvamos solos, sino juntos. Nos llevó también a replantearnos nuestros estilos de vida y hasta el sentido mismo de nuestra existencia. Pero como nos señala el Papa Francisco en la Encíclica Fratelli tutti, tendemos a olvidar rápidamente las lecciones de la historia y volvemos a lo de antes. Ojalá tanto dolor no sea inútil y descubramos que nos debemos los unos a los otros, recuperando la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad (11).

13. La realidad sociopolítica del país ha estado marcada por la búsqueda de un cambio constitucional, que comprendemos como expresión de un deseo de un proyecto más compartido de sociedad. Ha sido un proceso en que se han manifestado esperanzas, como el anhelo de que se reconozcan diversos derechos sociales y el deseo de superar graves situaciones de inequidad social. Pero también desconfianzas, como la polarización en la convivencia y reivindicaciones identitarias que no siempre atienden suficientemente al bien común. Más allá de esto, la política da muestras de crisis y distanciamiento de la ciudadanía, además de una dificultad para discutir proyectos de largo plazo al servicio del bien de todos. Los populismos, la lógica clientelista, la superficialidad para abordar los problemas, la falta de amistad cívica, así como la penetración de las redes sociales con sus simplismos y descalificaciones, no ayudan a que la política esté a la altura de lo que Chile necesita. Más que nunca es necesario y urgente promover hoy un compromiso social y político con profundo sentido ético.

14. También han estado muy presentes en nuestra realidad las temáticas de la inseguridad y del crimen organizado, que afectan profundamente la vida en común. El aumento de la criminalidad, la normalización del consumo y tráfico de drogas, los avances de la narcocultura en los barrios, la trata de personas, el asesinato de carabineros y otros ciudadanos, además de otros delitos que traspasan los límites de respeto a la vida humana, generan gran preocupación en la población, debilitan los vínculos familiares y comunitarios, rompen el tejido social y tienen alto impacto en el clima político. La seguridad es un tema que la sociedad en su conjunto debe enfrentar desde un abordaje integral. Junto con combatir con decisión el delito, es indispensable animar la esperanza, fortalecer el tejido social, atender a la calidad de vida y a la reparación del daño que el narcotráfico y la pobreza producen en tantos niños, niñas, jóvenes y familias. Desde nuestras comunidades cristianas, colegios, universidades, y en colaboración con otras organizaciones, debemos contribuir a enfrentar este urgente desafío, expresando ese compromiso de fe y solidaridad que tantas veces los grupos de Iglesia saben mostrar ante las necesidades de los demás.

15. La economía ha vivido en los últimos años un escenario complejo, a causa de la pandemia, el escenario internacional e incertidumbres internas. Las cifras han mostrado un magro crecimiento, baja inversión y recientemente alta inflación. En la actualidad se aprecia una desaceleración, con repercusión sobre el empleo. Como sucede a menudo, estas situaciones afectan especialmente a los sectores socioeconómicamente más bajos y medios bajos, haciendo más frágil la existencia cotidiana. Ha mejorado en el país una política social más estable, como lo muestra la instalación gradual de la pensión mínima garantizada, pero la pobreza sigue siendo una realidad, con el aumento de campamentos y la persistencia del trabajo precario, entre otros aspectos. Altos niveles de desigualdad, escasa mejoría en la distribución del ingreso y alta concentración de la riqueza, son algunos de los síntomas que dan cuenta de un sistema económico con injusticias estructurales que no favorece la cohesión social.

16. No hay que olvidar, por otra parte, que Chile enfrenta, como el resto del mundo, las consecuencias de la crisis ecológica y del cambio climático. La sequía se extiende por años, con graves efectos para amplios territorios y la ocurrencia de enormes incendios forestales. Aunque parece haber más sensibilidad social y se han fortalecido políticas públicas en este ámbito, persisten en el país territorios con conflictos socioambientales serios y "zonas de sacrificio", saturadas de contaminación por diversas industrias, con graves efectos para la sostenibilidad de los ecosistemas y la salud de las personas. Es fundamental que las empresas y los grupos económicos de las que dependen, crezcan en responsabilidad social y compromiso con esos territorios y sus comunidades.

17. Otro tema de gran impacto es la realidad de la migración, que el país y la región viven desde hace años. Hay que reconocer la riqueza cultural, laboral e incluso religiosa que ha supuesto para el país la presencia de la gran mayoría de los inmigrantes entre nosotros y, a la vez, lamentar la frágil situación en que se encuentran muchos de ellos, a menudo con acceso solo a empleos precarios y sin contar son redes de apoyo ni condiciones mínimas para una vida digna. La falta de una adecuada política migratoria y las dificultades de coordinación entre las autoridades de los países involucrados, ha generado sufrimiento tanto en las comunidades inmigrantes como en las comunidades de acogida, produciéndose también en parte de la población chilena actitudes xenófobas y discriminatorias, que tergiversan la imagen positiva que la mayor parte de los migrantes dejan con su trabajo y su aporte a la sociedad. A esta situación de crisis contribuye, también, la rigidez de la actual Ley de Migración y extranjería (no 21.325), que no permite la regularización de quienes ya estando en el país quieren legítimamente permanecer en él. A pesar de algunas respuestas del Estado y el trabajo permanente de diversas organizaciones de la sociedad civil y de las Iglesias en apoyo de la población migrante, se requieren todavía soluciones más sustantivas y sistémicas para que la migración no sea vivida como una amenaza y una tragedia, sino como un aporte y una oportunidad.

18. Por último, dirigimos una mirada a la realidad de la educación de la niñez y juventud. Ha sido un tema altamente presente en la discusión pública en los últimos años, con expresión de legítimas demandas de mejoramiento e inyección de nuevos recursos económicos en el sistema educativo, de la mano de diversas iniciativas y políticas de reforma. Sin embargo, a pesar de tantos esfuerzos y discusiones, queda la sensación de pocos avances e, incluso, de penosos retrocesos. Serios problemas en la convivencia escolar, deserción del sistema educativo de miles de estudiantes, dificultad para mejorar los índices de calidad y los aprendizajes reales, son algunos de los signos de que algo no anda bien en la educación. Tiende a ser un campo de la vida social que queda sujeto frecuentemente a los intereses ideológicos que se enfrentan en la sociedad, a lo que se suma el débil o ausente rol formativo que ejercen muchos padres. En medio de esta crisis quedan los estudiantes, tantas veces solos, sin el acompañamiento oportuno para desarrollar sus talentos y crecer como personas al servicio de los demás.

19. Lo que sucede en la educación se manifiesta también en otros ámbitos de la sociedad, donde prevalecen los intereses individuales y se debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Lamentablemente, se expresan entre nosotros visiones reductivas de la dignidad humana, del amor, de la libertad, del valor de la vida, que llevan, por ejemplo, a justificar el aborto y a desfigurar la naturaleza de la familia. Crece también un secularismo que distancia a las personas de la dimensión religiosa de la vida y las desvincula de las comunidades religiosas. La cultura se corrompe cuando “no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas” (12) y cuando la conciencia humana se anestesia y olvida valores religiosos que fundamentan la dignidad trascendente de la persona (13). Por eso la sociedad chilena tiene que aspirar a una conversión de fondo, que la haga reencontrarse con esas raíces humanas y espirituales que fundan el verdadero desarrollo, la comunión y la solidaridad.

20. En medio de esta realidad amplia y compleja, con sus signos de vida y de muerte, las comunidades católicas vivimos nuestra fe y buscamos servir a nuestros hermanos. En nosotros también hay oscuridades, que exigen nuestra conversión continua, pero el Señor resucitado nos acompaña y alienta nuestra esperanza, invitándonos a proclamar en medio del mundo su Mensaje de Salvación. Él mismo se nos adelanta con su acción amorosa, pues la fuerza de su resurrección ha penetrado en el mundo y provoca por todas partes gérmenes de vida nueva. Al servicio de esta obra de Dios queremos estar, dando un testimonio sencillo y coherente de la alegría del evangelio. Al servicio de este propósito ofrecemos estas Orientaciones Pastorales, para anunciar a Jesucristo caminando juntos.



II
MARCO INSPIRADOR


“¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32)



21. Luego del diálogo sobre lo que ha sucedido, viene la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras, y la Fracción del Pan. El Resucitado escudriña las Escrituras para los que van a Emaús y aporta los significados de lo acontecido con el Cristo. Al revelarles la voluntad de su Padre, les da razones para esperar (cf. 1 Pe 3,15). Y lo hace de tal modo que abre sus ojos, ya no para seguir caminando a Emaús, sino para volver a Jerusalén, lugar de identidad y misión. Arden sus corazones, porque no han perdido sus oídos de discípulos (cf. Is 50,4-5). Reconocen la sabiduría de Dios y se abren a la novedad del Reino como fuerza de salvación y renovación gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo.

22. Las comidas para Jesús son acciones fraternas e inclusivas que revelan los rasgos propios del Reino de su Padre. La comida en Emaús es “Fracción del Pan” (Lc 24,35; ver Hch 2,42), es decir, Eucaristía para redención de los pecados. Y también plenitud de luz para reconocer al Resucitado (cf. Lc 24,31). De esa Fracción del Pan y de la explicación de la Escritura provienen la luz y la fuerza que recrean el espíritu y la fe de los de Emaús, permitiéndoles reconocer al Resucitado. Ahora no sólo están “con” el Resucitado, ¡ahora el Resucitado está “en” ellos!

23. En este capítulo, exponemos algunas perspectivas de fondo que animan la vida de nuestra Iglesia y nuestra misión. Son perspectivas con base bíblica que iluminan nuestro itinerario de discípulos, sobre todo aportes del Papa Francisco y del Magisterio de la Iglesia, así como reflexiones de nuestro camino eclesial en Chile en el último tiempo. Constituyen en estas Orientaciones Pastorales un marco inspirador, en el que escuchamos las enseñanzas del Resucitado y anhelamos el Pan que nos ofrece, para que nuestros ojos lean a su luz la realidad y nuestro corazón arda por renovarla.

1. La centralidad de Jesucristo

24. La centralidad de Jesucristo es un principio que fundamenta toda la vida de la Iglesia. “Cristo está al centro. Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia” (14). Él es la piedra angular sobre la que se edifica todo el edificio (cf. Ef 2, 20), el cimiento que ya está puesto y que nadie ni nada puede reemplazar (cf. 1 Co 3, 11). Como lo expresaron tantos hermanos en los procesos de discernimiento eclesial, tenemos “la convicción de que la crisis eclesial en todas sus dimensiones tiene su origen en la debilidad de la fe y en la infidelidad a Jesús” (15). Por eso nuestra conversión como Iglesia debe partir siempre por poner a Jesús en el centro de nuestra vida personal y comunitaria.

25. Esto fue también lo que nos recordó el Papa Francisco en Roma en 2018, al invitarnos a seguir el modelo de Juan Bautista: “Es necesario que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3, 30). El debilitamiento de este dinamismo cristocéntrico llevó a la Iglesia, según el Papa, a volverse ella misma el centro de su atención: “Dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma. Concentró en sí la atención y perdió la memoria de su origen y misión” (16). Por eso nos hizo un fuerte llamado a volver a poner a Jesús en el centro, porque cuando la Iglesia hace esto, “es capaz de promover una acción evangelizadora que mira al Maestro con la ternura de Teresa de Los Andes”, “es capaz de hacer fiesta por la alegría que el Evangelio provoca”, “es capaz de engendrar en la santidad a un hombre” como Alberto Hurtado, “es capaz de convocar para generar espacios que acompañen y defiendan la vida de los diferentes pueblos que conforman su vasto territorio” (17). El Papa nos ha invitado a ser “una Iglesia cada día más sinodal, profética y esperanzadora; menos abusiva porque sabe poner a Jesús en el centro, en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado” (18).

2. Pueblo de Dios e igualdad fundamental de todos los bautizados

26. La comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios nos permite destacar la igualdad en dignidad y en acción de todos los bautizados, además de valorar el sentido de la fe o sensus fidei de ese pueblo. Son aspectos esenciales para iluminar el modo en que tenemos que interactuar y llevar adelante la misión en la Iglesia.

27. La igual dignidad de todos los miembros del pueblo de Dios se funda en el bautismo. A través de la “unción” somos todos consagrados por el Espíritu Santo, y hechos partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo. En el corazón de nuestra consagración bautismal todos nos podemos reconocer hermanos y hermanas, hijos de un mismo Padre, al servicio de la edificación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. De este Cuerpo somos parte manteniéndonos unidos a su Cabeza, Jesucristo, como los sarmientos permanecen unidos a la vid. (cf.Jn 15, 1-11). Desde esta perspectiva, en la Iglesia nadie sobra, todos nos necesitamos, desde el respeto, la valorización y la interrelación de los diversos carismas y ministerios, cada uno aportando desde su particular función (cf. 1 Co 12).

28. El sensus fidei de los fieles es una manifestación concreta de la unción del Espíritu sobre todos los bautizados. Enseña el Papa Francisco: “Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe –el sensus fidei– que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión” (19). Los pastores, por lo tanto, debemos escuchar a nuestros hermanos, discerniendo “lo que el Espíritu dice a la Iglesia no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios” (20). “Desenraizarnos de la vida del Pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial” (21).

3. Una Iglesia sinodal

29. Estrechamente ligada a la categoría de Pueblo de Dios está la sinodalidad, como una dimensión constitutiva de la Iglesia inspirada en el principio de la participación y corresponsabilidad de todos en la vida eclesial. El Papa Francisco nos ha dicho que “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (22) , recordando a la vez que su práctica fue el modo de proceder habitual de la Iglesia en el primer milenio. La sinodalidad, “un concepto fácil de expresar en palabras, pero (nada) fácil de ponerlo en práctica” (23) , “indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que se manifiesta y realiza en concreto en su ser comunión, en el caminar juntos, en el reunirse en Asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora” (24). Los ejes centrales de una Iglesia sinodal son la comunión, la participación y la misión.

30. La sinodalidad no significa, sin embargo, que en la Iglesia se asuman los dinamismos propios de la democracia, donde en un contexto de intereses en conflicto prima el principio de la mayoría. Lo que explica y exige la sinodalidad es la pasión y corresponsabilidad que comparten todos los fieles por la misión evangelizadora, en el seno de una comunidad jerárquicamente estructurada. Laicos y laicas, consagrados y consagradas, sacerdotes, diáconos y Obispos, nos comprendemos corresponsables de la vida y la misión de la Iglesia, desde la igualdad fundamental dada por el bautismo y enriquecidos con variados ministerios, conscientes de que “un ejercicio pertinente de la sinodalidad debe contribuir para articular mejor el ministerio del ejercicio personal y colegial de la autoridad apostólica con el ejercicio sinodal del discernimiento por parte de la comunidad” (25).

31. No hay que dejar de insistir en que la Iglesia sinodal es siempre una Iglesia en salida y misionera. Así, la perspectiva del caminar juntos es más amplia que la misma Iglesia, porque está llamada a abrazar a toda la humanidad. Una Iglesia sinodal es un signo profético en medio de un mundo incapaz de un proyecto compartido, un “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (26)

4. Una Iglesia en salida

32. Con lo dicho anteriormente, queda claro que la sinodalidad viene a reforzar el dinamismo de “salida” que debe caracterizar a la acción evangelizadora. Este dinamismo está inscrito en el mismo mandato misionero de Jesús: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19), pero a menudo lo olvidamos, cediendo a la tentación de la introversión eclesial. Por eso el Papa Francisco nos ha exhortado: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (27).

33. Se trata, primero, de no quedarnos encerrados en nosotros mismos, sino que, mediante el testimonio y el anuncio, ofrezcamos a todos la vida de Jesucristo. No nos mueve hacer publicidad o proselitismo, sino compartir una alegría y proponer una experiencia de salvación, para que la semilla del reino de Dios crezca en el corazón de cada persona. En esta misión, el otro no es solo un destinatario pasivo, sino un interlocutor, lo que da a la evangelización un tono de encuentro y diálogo, donde todos se sientan acogidos, libres para compartir su camino. Esto significa para la Iglesia, de manera concreta, no mantener muros, sino más bien construir puentes, para ser de verdad una comunidad acogedora y misericordiosa.

34. Se trata, por otra parte, de acercarnos de verdad a los que están lejos, a los que se sienten descartados, a los que por diversas razones se encuentran fuera de las dinámicas eclesiales, en una salida constante hacia las periferias territoriales y existenciales. Esto supone salir de nuestras seguridades o zonas de confort, para acompañar con misericordia y paciencia a las personas. Es una salida que nos permite entrar en procesos de conversión a partir del encuentro con el otro y, a la vez, nos desafía a dialogar sin renunciar a la profecía del Mensaje evangélico.

5. Coherencia en nuestro servicio y testimonio

35. Una perspectiva pastoral especialmente madurada entre nosotros en Chile, en estos años de crisis eclesial, es la integridad que debe caracterizar a todo servicio que se realiza en medio de la Iglesia. El anuncio del Evangelio con nuestra palabra debe ser acompañado de una coherencia de vida que sea consecuente con lo que anunciamos. Por tanto, es una exigencia para todo fiel cristiano, especialmente para quienes ejercemos una responsabilidad o servicio formal en la misión.

36. Esta preocupación dio origen al documento Integridad en el Servicio Eclesial. Orientaciones al Pueblo de Dios para el ejercicio del servicio en la Iglesia (ISE), publicado por nuestra Conferencia Episcopal en 2020. Sus orientaciones no solo abordan el tema específico de los abusos y su prevención, sino otros que tienen que ver con la forma en que nos relacionamos en la Iglesia, pues el abuso, en su raíz, da cuenta de problemas relacionales y referidos al uso del poder. El ISE es un conjunto de orientaciones que fomentan relaciones basadas en el respeto por la dignidad de la persona humana en todo ámbito eclesial, proponiendo actitudes o conductas esperables en un bautizado que realiza una labor pastoral en la Iglesia.

37. Como lo señala el mismo texto del ISE, la integridad es entendida como “la forma en que cada persona transparenta una vida interior que busca ser coherente con la condición de ser discípulo del Señor. En este sentido, todos somos invitados a encarnar un estilo marcado por valores profundamente evangélicos, como el buen trato, la justicia, la misericordia, la equidad, el servicio incansable a los pobres, marginados y vulnerables, las sanas relaciones interpersonales, la excelencia del servicio ofrecido y el resguardo del propio bienestar físico y emocional” (28). Es necesario por lo tanto que el servicio pastoral esté regido por principios de calidad espiritual que brotan del evangelio de Jesucristo.



III
ORIENTACIONES PASTORALES


“Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén” (Lc 24, 33)



38. El ardor del corazón es pasión por el Resucitado, por su persona y por su obra evangelizadora. Es ardor por la certeza de que el Padre, al resucitar a su Hijo Jesucristo, cumplió sus promesas de liberación que los discípulos de Emaús no ven con claridad. Es también anhelo por una comunidad congregada en torno al Señor, enviada a testimoniar la Vida nueva y a proclamarlo con talante de esperanza y alegría, porque ha resucitado y “hemos visto al Señor” (Jn 20,25).

39. La imagen del relato de Lucas es potente: aunque ya es tarde, los de Emaús rehacen el camino y vuelven de inmediato a Jerusalén (cf. Lc 24,33). Allí está reunida la comunidad del Resucitado, abierta a recibir el Espíritu para transformarse en Iglesia en salida. Los auténticos discípulos no son los que se establecen en Emaús, sino los que vuelven a Jerusalén, ámbito propio de discernimiento y sinodalidad para el discípulo misionero. Allí es donde, en compañía de la comunidad, toda cruz se transforma en resurrección cuando se discierne y se ama la voluntad de Dios

40. Al igual que los discípulos en Jerusalén, con muchos hermanos y hermanas hemos discernido lo que el Espíritu pide hoy a nuestra Iglesia. Estas cuatro orientaciones pastorales que presentamos, asumen los anhelos y las propuestas más importantes de nuestro caminar pastoral como Iglesia en Chile. Se constituyen ahora en nuestra misión.

Orientación 1:
Centralidad de Jesucristo en nuestros procesos evangelizadores


41. En la experiencia eclesial de escucha y discernimiento que hemos vivido, se ha expresado la importancia de centrar a la Iglesia en el seguimiento de Jesús, para que Él sea el centro de nuestra vida. Se ha dicho que hay que “volver a la Palabra”, “volver a las fuentes”, “profundizar la vida de oración”, “seguir a Jesús como modelo de servicio y humildad” (29).

42. Esta centralidad de Jesucristo en las acciones evangelizadoras ha de traducirse en la presencia de tres realidades fundamentales en ellas. En primer lugar, la Palabra de Dios, que debe ser más claramente un elemento transversal de la pastoral, enriqueciendo el discernimiento, la formación, la celebración de la fe y los múltiples campos de la misión. En segundo lugar, la vivencia frecuente y auténtica de la Eucaristía, “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (30) , en especial en el domingo, día del Señor, que reúne a la comunidad de los discípulos para participar del misterio pascual de Cristo. Finamente, el encuentro con Jesucristo en los hermanos pobres y sufrientes, en quienes el Señor nos sale al encuentro. Así los procesos evangelizadores serán más integrales y plenamente evangélicos.

43. Una de las acciones pastorales relevantes que el proceso sinodal señaló como especialmente desafiada en su renovación, es la catequesis. Dicha renovación se ve necesaria en todos sus niveles y en sus diversos aspectos: método, contenidos, duración, etapas, etc.” (31). En el Informe que enviamos como Conferencia al Sínodo, insistimos en que una catequesis renovada requiere favorecer una auténtica experiencia personal y comunitaria de encuentro con Jesús, que permita anunciar gozosamente el kerygma, introducir en la vivencia del misterio de la fe por medio de la liturgia, llevar al creyente a expresar la fe mediante la vida fraterna y el servicio a los más frágiles, y vincularlo más explícitamente a la comunidad cristiana (32). Otros aportes han señalado la importancia de renovar las estructuras diocesanas de animación y formación de catequistas, así como incorporar y actualizar en lo metodológico las nuevas tecnologías (TIC’s) (33).

44. Pero no es solo la catequesis la que necesita renovación, sino también la formación de la fe en general. Creemos que nuestra primera formación en la Iglesia no nos ha capacitado suficientemente para responder de la mejor forma a la sociedad en que vivimos y anunciar en medio de ella íntegramente el Evangelio, por lo que se hace necesario una experiencia formativa que contribuya al fortalecimiento de una identidad discipular más consistente, que suscite cristianos convencidos y convincentes de su fe, cuya misión arrancará del encuentro con Cristo. Por otra parte, la transmisión de la fe en la familia y en la educación es hoy débil y, a menudo, inexistente, por lo que estamos “ante una verdadera urgencia evangelizadora, por las grandes dificultades y deficiencias que viven en nuestra cultura los procesos de transmisión de la fe” (34). Por eso, tenemos que hacer más esfuerzos por fortalecer la evangelización en la familia y en la educación.

45. Actualmente, varias Iglesias particulares en Chile y diversas comunidades eclesiales desarrollan planes y programas de formación para responder a la urgencia formativa. En la III Asamblea Eclesial Nacional, por otra parte, se plantearon diversas propuestas formativas globales para la Iglesia en Chile, que sugieren la importancia de abordar este desafío de manera más compartida. Ya hay caminos iniciados en este sentido, pues en 2019 organismos de nuestra Conferencia iniciaron un proceso de renovación de la catequesis, que se vio interrumpido por la pandemia y otras actividades, y que vemos importante retomar. Asimismo, la reciente publicación del documento: El Ministerio Laical del Catequista en la Iglesia en Chile. Orientaciones fundamentales sobre su misión, formación e institución - un paso necesario para que se instituya entre nosotros este ministerio aprobado por el Papa Francisco - plantea desafíos no solo para cada Iglesia local, sino también para los organismos de la CECh.

46. Sin pretender ahondar aquí en las características, finalidad y otros aspectos de la catequesis y la formación de la fe, es bueno recordar algunos rasgos que para el Papa ha de tener la catequesis, según lo expresa en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium: Ha de ser kerygmática, por tanto, al servicio del primer anuncio; aquel que pone en el centro a Jesucristo, que vive Resucitado para amarnos, fortalecernos e iluminar nuestro camino. Ha de ser mistagógica, es decir, una experiencia formativa progresiva donde interviene toda la comunidad y se integra la vivencia de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana. Ha de integrar el acompañamiento personal de los procesos de crecimiento; para hacer presente “el ritmo sanador de la proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana (35). Ha de fundarse en la escucha; meditación, vivencia y celebración de la Palabra de Dios. Por último, ha de explicitar la dimensión social de la evangelización, pues “en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (36).

Líneas de acción

47. Las siguientes líneas de acción se proponen como caminos para vivir procesos evangelizadores más centrados en Jesucristo, en los diversos niveles de la vida pastoral de la Iglesia:
a) Fortalecer el uso de la Biblia como elemento transversal de toda la pastoral. Que cada diócesis promueva experiencias comunitarias de conocimiento de la Palabra de Dios: talleres bíblicos, encuentros de lectio divina, lectura comunitaria de la Palabra, etc. Que la Comisión de Animación Bíblica de la Pastoral de la CECh ofrezca subsidios y otros apoyos.
b) Promover con más fuerza entre los fieles la celebración de la Eucaristía dominical o, donde no sea posible, de la liturgia de la Palabra, cuidando especialmente la acogida, la homilía y la música.
c) Cuidar que los procesos de iniciación cristiana integren adecuadamente la vivencia de la liturgia, el encuentro con Cristo en los hermanos que sufren y la misión encarnada en la vida cotidiana.
d) Acompañar las diversas manifestaciones de piedad popular existentes en cada Iglesia local, valorándolas como camino de encuentro con Cristo.

e) Impulsar la institución del ministerio del Catequista en las Iglesias locales, según las orientaciones nacionales. Preparar desde la CECh los apoyos formativos necesarios para el plan de formación.
f) Retomar desde la CECh el proceso de revisión y renovación de la Catequesis, en diálogo con las Iglesias locales.

Orientación 2
Relaciones evangélicas y sinodalidad en nuestra manera de ser Iglesia


48. Agradecidos de vivir en la Iglesia la experiencia de la comunión, en los procesos de discernimiento eclesial y sinodal abordamos los desafíos propios de nuestras relaciones fraternas. El Informe de Sistematización recogió las principales problemáticas reconocidas por los fieles en este ámbito: dificultades para enfrentar los conflictos, falta de amabilidad, abusos, clericalismo, rol secundario de las mujeres, falta de compromiso laical y baja presencia juvenil, entre otras (37).

49. Una temática especialmente sensible es el ejercicio de la autoridad en la Iglesia, pues junto a muchos testimonios de auténtico servicio, se expresan también entre nosotros modos autoritarios de ejercerlo. Se hace necesario superar lo que se ha llamado “cultura del clericalismo”, en la cual la autoridad es vivida como un privilegio y no como un carisma dado para el bien de todos, y en donde la asunción de responsabilidades tiende a concentrarse en unos pocos, excluyendo a menudo a los laicos. Esto genera dinámicas de dependencia e infantilización que impiden que muchos fieles vivan una fe madura. Es indispensable que, respetando la diversidad de carismas y ministerios, nos escuchemos sin prejuicios y construyamos relaciones más fraternas (38).

50. Un papel esencial en este campo corresponde a los sacerdotes, por quienes las comunidades y nosotros los Obispos tenemos una auténtica valoración y profunda gratitud. Sin embargo, se espera de todos nosotros, ministros ordenados, una mayor cercanía a los fieles, un mayor involucramiento en la vida de la gente y un modo de ejercer la autoridad que no origine problemas relacionales. Para ello, el ministerio sacerdotal ha de ser comprendido evangélicamente, enfatizando más el servicio que el poder. Necesitamos aprender a vivir el sacerdocio a la luz de la sinodalidad y la comunión en la diversidad de carismas y ministerios, perspectiva que también debe estar presente en nuestros Seminarios y casas de formación sacerdotal. Muchos sacerdotes dan testimonio de que esto es posible.

51. Otro aspecto referido al mundo de nuestras relaciones fraternas, tiene que ver con la necesidad de ser una Iglesia más inclusiva, abierta a acoger a los demás en sus concretas situaciones de vida: personas con orientaciones sexuales diferentes, con vínculos familiares no formalizados, o que viven otras situaciones que no concuerdan con la verdad sobre el matrimonio y la sexualidad propios de la antropología cristiana. Muchas veces estas personas se han sentido juzgadas e incomprendidas, cuando en realidad ellas también forman parte de la Iglesia y están llamadas a beber de las fuentes del Evangelio, camino de vida y conversión. Tenemos que seguir discerniendo senderos para una atención pastoral misericordiosa y alentadora de estos hermanos, en comunión con la Iglesia universal, en vistas de favorecer su crecimiento humano y espiritual (39).

52. Junto a relaciones más evangélicas, la sinodalidad necesita de estructuras y prácticas pastorales que posibiliten y hagan crecer la corresponsabilidad de todos en la vida de la Iglesia. La III Asamblea Eclesial Nacional insistió en la importancia de promover liderazgos y estructuras para favorecer la participación y la misión compartida, principalmente los Consejos pastoral y económico, y planteó diversos caminos que faciliten el protagonismo laical, como el fomento de los ministerios laicales, la práctica de las asambleas (parroquial y diocesana) y el fortalecimiento de pequeñas comunidades.

53. Los consejos pastoral y económico son órganos previstos en la normativa canónica y en la mayoría de nuestras Iglesias locales en Chile existen desde hace décadas. Sin embargo, sigue planteándose la necesidad de fortalecerlos en su funcionamiento, para evitar que sean solo espacios de información y se transformen en verdaderas instancias de participación, comunión y discernimiento. Así será normal que tomen parte en la elaboración de las decisiones significativas de la comunidad y contribuyan a que en la Iglesia se hagan procesos más informados y transparentes en la toma de decisiones y en el uso de los bienes materiales y económicos. Transparencia, supervisión y rendición de cuentas, entre otros aspectos, son factores esenciales para la sinodalidad, pues evitan zonas secretas indebidas y favorecen un sentido de pertenencia y de comunión.

54. Avanzar en sinodalidad requiere, por otra parte, asumir el desafío de integrar mejor el aporte de la mujer en la vida de la Iglesia. Su lugar en la comunidad eclesial ya es de gran riqueza y diversidad: están las que viven su consagración en la vida contemplativa, las que sirven o educan en la familia o en los colegios, las que colaboran en la gestión parroquial, las que sostienen la pastoral de enfermos y la acción social, las catequistas y las que animan comunidades, las que forman grupos de oración o de formación bíblica, las que investigan y ayudan a formar a otros, etc. Pero parece imprescindible, para “caminar juntos”, visibilizar mejor ese aporte y cuidar su presencia en los órganos de responsabilidad y decisión de la Iglesia, en sus diversos niveles. También es importante perfeccionar en nuestras comunidades las formas de relacionarnos entre varones y mujeres, creciendo en respeto y en colaboración mutua.

55. Avanzar en la sinodalidad, por último, trasciende el ámbito de las relaciones y el de las estructuras, y toca esferas tan importantes como la formación y la espiritualidad, pues se trata de caminar juntos como hermanos en la fe, dejándose renovar por el Espíritu Santo y escuchando la Palabra de Dios. Por eso es necesario fortalecer en los fieles, especialmente agentes pastorales, una formación y una espiritualidad para la sinodalidad, que ayude a construir la comunión a partir de la diversidad, para servir mejor a la misión.

56. Como se ha expresado en el marco inspirador y lo señala el documento preparatorio para el Sínodo, “la capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir” (40). Por eso, todas las instituciones y todos quienes ejercemos un ministerio en la Iglesia, debemos interrogarnos sobre cómo integrar el impulso de la sinodalidad en el modo de ejercer nuestra misión. “Tenemos que superar los modos de obrar autónomos o como las vías paralelas del tren, que nunca se encuentran: el clero separado de los laicos, los consagrados separados del clero y de los fieles (…), los Obispos separados de los sacerdotes, los jóvenes separados de los ancianos, los matrimonios y las familias poco implicadas en la vida de las comunidades, los movimientos carismáticos separados de las Parroquias” (41).

Líneas de acción

57. Las siguientes líneas de acción se proponen como caminos para que la sinodalidad sea asumida cada vez más en nuestra manera de ser Iglesia, en los diversos niveles de su vida pastoral:
a) Implementar los consejos pastorales y económicos en las Parroquias que no los tienen, y fortalecerlos en donde ya están.
b) Elaborar desde la CECh subsidios que faciliten la conformación y funcionamiento de los consejos pastorales y económicos. También proponer criterios de transparencia y rendición de cuentas para nuestras estructuras pastorales.
c) Promover la integración y corresponsabilidad de la mujer en la gestión pastoral y en las instancias en que se toman decisiones.
d) Animar la vida, la vocación y el servicio de los sacerdotes, fortaleciendo la renovación gozosa de su ministerio y la revisión del modo en que se ejerce la autoridad.
e) Realizar la visita pastoral del Obispo a la Parroquia y otras instancias eclesiales, como momento privilegiado de encuentro, sinodalidad y animación pastoral.
f) Realizar en la CECh, en diálogo con las Iglesias locales, una reflexión más honda sobre los ministerios laicales en nuestra Iglesia, para fortalecer su surgimiento, sean o no instituidos.


Orientación 3
Al encuentro de la cultura, los pobres y los jóvenes


58. La mayoría de los informes sinodales diocesanos manifestaron la necesidad de que “la Iglesia vuelva a tener un rol protagónico”. Esto no significa añorar los modos de estar presente en la sociedad propias de otra época, sino buscar nuevas maneras de interactuar en el espacio público y social, dado su carácter plural. Se trata de recuperar de forma nueva la dimensión profética de la fe, buscando estar en medio de la sociedad con una propuesta que tenga sentido para nuestros contemporáneos. Esto exige animar el compromiso cristiano en medio del mundo desde una clara identidad evangélica, con fieles que posean una sólida formación y experiencia de fe, que no se dejen manipular por consensos superficiales y, a la vez, lleven en su corazón creyente un gran sueño de fraternidad universal. Así podremos servir mejor a la humanidad, pues “si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer” (42).

59. En este documento ya nos hemos referido a graves problemáticas de nuestra sociedad, caracterizada por la fragmentación. Nos preocupa Chile, nos preocupa la vida de tantas personas y comunidades. Creemos que la luz del Evangelio es un bien para la humanidad y es nuestro deber como cristianos ser testigos de esa luz, porque la Iglesia no se renueva cuando “esconde su mensaje y se mimetiza con los demás, (sino) cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día” (43). Por eso estamos llamados a proponer y promover en nuestra patria los valores de la Doctrina Social de la Iglesia, con su centro en el respeto a la dignidad humana; el valor de la vida humana en todas sus fases; la enseñanza sobre la familia y el matrimonio; la libertad de enseñanza y la libertad religiosa, y tantos otros principios que ayudan a edificar la justicia social y el bien común, que es el bien de todos.

60. En los procesos de participación eclesial, se destacaron algunas realidades que desafían especialmente nuestra misión. Ante todo, la pobreza y la marginación, con sus múltiples rostros entre nosotros. “La opción preferencial por los pobres se concreta hoy de manera especial en los migrantes, las personas de tercera edad, quienes sufren dependencia de alcohol y de drogas, y las personas en situación de discapacidad” (44). Queremos contribuir, de modo especial, a reparar el daño que causan la violencia y el narcotráfico, especialmente a los niños, niñas y jóvenes de nuestro país, así como ayudar a que en nuestra patria podamos vivir una mejor acogida e integración de los migrantes, pues es Cristo mismo quien en ellos nos sale al encuentro. La presencia junto a los que sufren es siempre un signo elocuente de transformación y conversión eclesial, por lo que estamos llamados a ser más claramente “una Iglesia pobre para los pobres” (45).

61. El cuidado de la casa común es un ámbito en el que podemos desarrollar como Iglesia el diálogo fe-cultura. Nos acerca, por ejemplo, a los pueblos originarios, que tienen ricas tradiciones y con los cuales podemos con respeto caminar juntos. También nos acerca a otros creyentes y a los no creyentes, entre los cuales encontramos muchas personas sensibles a una ecología integral. Hay aquí una oportunidad para crear espacios de diálogo y proyectos comunes, colaborándonos mutuamente con otros grupos e instituciones. Recordemos que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (46).

62. El mundo de las nuevas tecnologías de comunicación es otro desafío a nuestra misión hoy. “El conocimiento y uso de las tecnologías contemporáneas, con equipos capacitados para ellos, es fundamental si queremos dialogar con la juventud y con los hombres y mujeres de hoy. Es un paso importante para una mejor transmisión de la fe” (47). Es importante ver el mundo digital y de las comunicaciones no solo como “un medio para”, sino también como un espacio para convivir y evangelizar. Debemos seguir avanzando en una comprensión más efectiva de esta realidad y en una formación técnica y pastoral que nos permita habitar las redes desde el Evangelio.

63. Los jóvenes desafían especialmente nuestra misión como Iglesia. Actualmente tienen una baja participación entre nosotros y, en muchos lugares, están totalmente ausentes. Es posible que nuestras comunidades eclesiales vivan, a veces dinámicas muy “adultocéntricas”, que impiden abrir espacios a la juventud. Debe preocuparnos sinceramente “que esta generación de jóvenes cuente con la riqueza del Evangelio de Jesús y su reino para que puedan desplegar vida y esperanza y plasmarlos en nuevas formas culturales” (48).

64. Entre los desafíos que las comunidades cristianas tenemos respecto de los jóvenes están, por un lado, la necesidad de darles espacio y participación en la vida de la Iglesia, haciéndolos más protagonistas; por otro lado, salir a su encuentro, valorando sus búsquedas, sus maneras de pensar y entender la vida (49). Asimismo, nos parece fundamental que las comunidades tengan procesos pastorales e itinerarios de vida cristiana que ofrecer a los jóvenes, que les permita el encuentro con Jesucristo y el surgimiento de la pregunta vocacional, tan esencial en la etapa juvenil. Este marco es indispensable para comprender la propia vida en clave de servicio.

65. La Comisión Nacional de Pastoral Juvenil ha reflexionado recientemente sobre la renovación de esta pastoral. En el documento Frecuentemos el Futuro sostiene que el desafío de la pastoral juvenil es un reto para toda la Iglesia, porque más que dejarla solo en manos de agentes especializados, es “toda la comunidad la que evangeliza y educa a los jóvenes, y se deja evangelizar por ellos y ellas”. El camino junto a los jóvenes no está trazado de antemano, sino que hay discernirlo y recorrerlo, para lo cual se nos ofrecen diversas pistas, entre otras: realizar acciones con los jóvenes que permitan el encuentro personal y comunitario con Jesucristo; gestar y fortalecer itinerarios de iniciación cristiana creativos y atractivos; propiciar un trabajo más orgánico entre la pastoral familiar, pastoral juvenil y pastoral vocacional; promover la presencia de jóvenes en los distintos niveles de participación eclesial; impulsar el discernimiento sociopolítico y la participación de jóvenes cristianos en ese ámbito; crear iniciativas pastorales para acercarnos a los jóvenes en sus distintas realidades y ambientes. No quisiéramos olvidar el enorme potencial que representa para nuestra misión la pastoral en contextos educativos, pues son miles los estudiantes que nos son confiados para acompañarlos en su educación integral.

Líneas de acción

66. Las siguientes líneas de acción se proponen como caminos para fortalecer la misión profética de la Iglesia en medio de la sociedad, en los diversos niveles de su vida pastoral:
a) Promover que la Iglesia sea un actor significativo en los diversos espacios sociales en que sus comunidades y fieles se desenvuelven, desde una actitud de diálogo colaborativo, crítico y propositivo.
b) Promover instancias de formación en Doctrina Social de la iglesia que animen el compromiso de los fieles y entreguen herramientas para el discernimiento y el aporte cristiano en medio del mundo.
c) Suscitar o apoyar en nuestras Iglesias locales iniciativas a favor de una ecología humana integral, así como proyectos que ayuden a reparar el daño social que afecta a los hermanos más vulnerables.
d) Seguir fortaleciendo la acción de la Iglesia entre los migrantes, reforzando la acción de organismos diocesanos y nacionales, trabajando en red y expresando una voz pública en esta materia.
e) Favorecer en nuestras Iglesias e instituciones el uso inteligente y evangélico de las redes sociales, al servicio de la comunicación y la evangelización.
f) Crear iniciativas pastorales que nos permitan acercarnos a los jóvenes y, a la vez, los pongan a ellos mismos como protagonistas de la acción pastoral.
g) Motivar y capacitar a laicos y consagrados en el servicio de asesor de Pastoral Juvenil. Acompañar y consolidar equipos de pastoral con jóvenes, desde una perspectiva de trabajo intergeneracional.

Orientación 4
Una cultura del cuidado y el buen trato


67. Como lo hemos señalado previamente en este documento, la situación de crisis a causa de los abusos de conciencia, poder y sexual ocurridos en el seno de la Iglesia, nos ha acompañado fuertemente en los últimos años, despertando sentimientos de rabia, vergüenza y dolor en todo el pueblo de Dios. Sin embargo, también ha suscitado un trabajo creciente y constante de las comunidades eclesiales sobre dicha problemática, lo que nos ha permitido adquirir nuevas convicciones y prioridades que antes no teníamos o no considerábamos en su real relevancia. “Para que estos abusos, en todas sus formas, no ocurran más, necesitamos una continua y profunda conversión personal y comunitaria, que se traduzca en un cambio de cultura relacional, en acciones concretas y eficaces que involucren a todas las personas en la Iglesia” (50).

68. Al servicio de este cambio de cultura relacional, están las orientaciones del documento Integridad en el Servicio Eclesial (ISE), ya referido. Si volvemos a citarlo, es porque hay allí pautas explícitas para cultivar el buen trato en nuestras relaciones en todo ambiente eclesial y, sobre todo, orientaciones relativas a la promoción de ambientes sanos y respetuosos de la dignidad de toda persona y a la prevención de situaciones abusivas. Temas como los desequilibrios de poder o asimetrías que se pueden dar en una relación pastoral, el respeto de las fronteras físicas y emocionales a la hora de expresar los afectos a los demás, o los resguardos adecuados en los procesos de acompañamiento espiritual, son algunas de las realidades a la que estas orientaciones nos acercan y que es indispensable atender para cimentar nuestra acción pastoral en una cultura del cuidado.

69. De un tiempo más reciente, queremos destacar la publicación del documento Hacia Caminos de Reparación. Orientaciones para las autoridades eclesiásticas, en octubre de 2021, pues es una propuesta concreta para transitar el camino de la reparación junto a las víctimas/sobrevivientes. Se proponen una serie de medidas de reparación en relación con la persona herida por el abuso sexual, con la familia directa, con la comunidad eclesial, también herida por el abuso, y con la cultura institucional. Además, se refuerza el trabajo del Consejo Nacional de Prevención para acompañar a las autoridades eclesiásticas, con tres mesas asesoras: de víctimas/sobrevivientes, de gestión de casos y la mesa de medidas de reparación. Como lo expresamos en el citado documento, “comprendemos que es un deber evangélico el que la comunidad eclesial pueda actuar como una madre amorosa en el camino de curación y de superación del abuso sexual de aquellas personas que, en un contexto eclesial, sufrieron tales crímenes por parte de miembros de la Iglesia” (51). Hemos de hacerlo siempre poniendo en primer lugar a la víctima/sobreviviente como sujeto activo de este camino.

70. Por último, queremos destacar el aporte del estudio Dinámicas relacionales de abusos sexual en contexto eclesial en Chile: Conocer para prevenir (52) , realizado por el Centro UC Derecho y Religión, por encargo del Consejo Nacional de Prevención de Abusos de nuestra Conferencia. Nos ayuda a comprender el tipo de vínculo que ha propiciado la ocurrencia de los abusos, al presentar elementos cualitativos y cuantitativos para dimensionar y caracterizar las situaciones donde emergen las relaciones abusivas. Lo hace, como lo señala su título, a partir de información obtenida de investigaciones canónicas y civiles de nuestro propio contexto eclesial.

71. En Cuidado y Esperanza. Líneas Guías de la CECh para tratar los casos de abuso sexual a menores, en el año 2015, explicitamos los principios fundamentales que nos mueven en la preocupación por la prevención y el buen trato, a saber: la protección de menores de edad, la integridad en el ministerio sacerdotal, el compromiso con la transparencia y la responsabilidad, y la colaboración con la sociedad y las autoridades. En el documento Hacia caminos de reparación, por otra parte, hemos expresado los principios orientadores de la reparación: la dignidad y centralidad de la persona humana, la responsabilidad personal del ofensor y la exigencia evangélica del cuidado, que corresponde a todo el pueblo de Dios, de modo especial a quienes ejercemos una función ministerial o de autoridad. Hoy los reafirmamos como valores y principios que nos deben guiar, sin olvidar que el camino hecho ha sido posible gracias el esfuerzo y la perseverancia de las víctimas/sobrevivientes que no se cansaron de buscar la verdad (53).

72. La Iglesia que peregrina en Chile tiene que seguir creciendo y avanzando en el compromiso de actuar como “una Iglesia” en la misión de la prevención, la recepción de denuncias, el acompañamiento de víctimas y la reparación, dando una respuesta similar en todo el país ante las situaciones que la realidad de los abusos le plantea. Renovamos aquí este propósito, sabiendo que “debemos seguir aprendiendo de las amargas lecciones del pasado, para mirar hacia el futuro con esperanza” (54).

Líneas de acción

73. Las siguientes líneas de acción se proponen como caminos para fortalecer y promover en la Iglesia una cultura del cuidado y del buen trato, en los diversos niveles de su vida pastoral:
a) Potenciar el conocimiento del ISE en todas las comunidades eclesiales y los procesos pastorales, pues sus orientaciones constituyen parámetros fundamentales de actuación en la Iglesia.
b) Fortalecer la formación inicial y permanente de los ministros ordenados en la perspectiva integral del ISE.
c) Consolidar en las Iglesias locales el funcionamiento de la institucionalidad referida a la prevención, el acompañamiento de las víctimas/sobrevivientes, la instalación de responsables de prevención de base donde corresponda, así como la formación de los agentes pastorales para una cultura del cuidado y la prevención. Acompañar y supervisar el cumplimiento de este mandato desde el Departamento de Prevención de la CECh.
d) Promover e implementar las medidas de reparación sugeridas en el documento Hacia Caminos de Reparación: en relación con la persona herida por el abuso, la familia directa y la comunidad eclesial.


UNA PALABRA FINAL

“Ellos contaron lo que les había pasado en el camino
y cómo lo habían reconocido al partir el pan” (Lc 24, 34)



74. Nuestro texto bíblico inspirador concluye con los discípulos anunciando a Jesús resucitado y reunidos en comunidad. No es primeramente el anuncio de una doctrina, sino la comunicación de una experiencia, del encuentro con Jesús vivo, a quien han reconocido en las Escrituras y en la Fracción del Pan. Los de Emaús, y también los Once, nos muestran a una Iglesia que anuncia a Jesucristo caminando juntos.

75. El recorrido de los discípulos de Emaús es también nuestro recorrido, pero, a diferencia de ellos, no queremos rehuir la Cruz, pues tenemos la certeza de que la tumba está vacía y el Señor vive. Le pedimos al Señor imitar el camino de la comunidad nacida de la Pascua y hacer memoria de sus experiencias que la convirtieron en una Iglesia misionera. Sólo este camino renovador nos hará una Iglesia consciente de nuestros pecados y debilidades y nos impulsará como Iglesia joven y llena de pasión a anunciar al que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 16,6).

76. A la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, estrechamente unida a la comunidad que ora y es fortalecida en la misión con los dones del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14), le encomendamos el caminar de nuestra Iglesia y los frutos de estas orientaciones, sabiendo que ella “brilla en nuestro camino como signo de consuelo y de firme esperanza” (55).

77. Concluimos confiándonos al Señor en oración:

Quédate con nosotros, Señor,
para calmar nuestros temores,
para apoyarnos en nuestras debilidades,
para santificarnos por tu Espíritu.

Quédate con nosotros
para vivir relaciones más fraternas,
para avanzar en sinodalidad y en misión compartida,
para construir una cultura del cuidado y del buen trato.

Quédate con nosotros,
para dar testimonio de nuestra fe en medio del mundo,
para salir al encuentro de los pobres y sufrientes,
para acompañar a los jóvenes en sus búsquedas y alegrías.

Quédate con nosotros, Señor,
y que tu presencia cercana y luminosa
en tu Palabra y en la Eucaristía,
nos llenen de gozo y de valentía en la misión.

Te lo pedimos junto a María,
y como ella nos quedamos contigo. Amén.

NOTAS AL PIE

(1) Texto según el Leccionario oficial usado en Chile, tomado de la versión de la Biblia El Libro del Pueblo de Dios
(2) Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), n° 27.
(3) Conferencia Episcopal de Chile, Una Iglesia que escucha, anuncia y sirve. Orientaciones Pastorales 2014-2020, n° 24b.
(4) Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (2018), n° 3.
(5) Ibíd., n° 4.
(6) Ibíd., Introducción.
(7) Ibíd.
(8) Cf. Orientación 4: Una cultura del cuidado y del buen trato, números 69-70.
(9) Conferencia Episcopal de Chile, Declaración de la 117ª Asamblea Plenaria, 16 de noviembre 2018.
(10) Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 2
(11) Cf. Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti (2020), n° 35-36.
(12) Ibíd., n° 206.
(13) Cf. Ibíd., n° 273-275.
(14) Francisco, Homilía en solemnidad de Cristo Rey, 2019.
(15) Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 3
(16) Carta del Papa Francisco a los Obispos de Chile reunidos en Roma, 15 de mayo de 2018
(17) Ibíd., citas de la misma Carta.
(18) Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (2018), n° 7.
(19) Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013), n° 119.
(20) Documento Preparatorio Sínodo sobre la Sinodalidad, Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión (2021), n° 14.
(21) Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (2018), N° 1.
(22) Francisco, Discurso para la Conmemoración del 50° aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre 2015.
(23) Ibíd.
(24) Comisión Teológica Internacional, La Sinodalidad en la Vida y la Misión de la Iglesia (2018), n° 6.
(25) Ibíd., n° 69.
(26) Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n° 1.
(27) Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013), n° 20.
(28) Conferencia Episcopal de Chile, Integridad en el Servicio Eclesial. Orientaciones al Pueblo de Dios para el ejercicio del servicio en la Iglesia (2020), p. 10
(29) Citas del Informe de la Conferencia Episcopal al Sínodo, p. 2, y del Informe de Sistematización. Discernimiento Eclesial 2019, p. 50-51.
(30) Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n° 11.
(31) Cf. Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 9
(32) Cf. Ibíd.
(33) Expresado en Informes diocesanos
(34) Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 9
(35) Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013), n° 169.
(36) Ibíd., n° 177.
(37) Cf. Conferencia Episcopal de Chile, Sistematización Discernimiento Eclesial 2019. Informe de Resultados (2021), p. 31-37
(38) Sobre este y los siguientes temas de esta orientación, cf. Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 4 y 5
(39) Cf. Francisco, Exhortación apostólica Amoris laetitia (2016), capítulo octavo.
(40) Documento Preparatorio Sínodo sobre la Sinodalidad, Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión (2021), n° 9.
(41) Francisco, Discurso a los participantes en un Congreso organizado por el dicasterio para los laicos, la familia y la vida, 18 febrero 2023.
(42) Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti (2020), n° 277.
(43) Francisco, Exhortación apostólica Christus vivit (2019), n° 35
(44) Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2002), p. 10.
(45) Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013), n° 198.
(46) Francisco, Carta Encíclica Laudato si (2015), n° 139.
(47) Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 8.
(48) Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, Frecuentemos el Futuro. Pistas para la renovación de la pastoral con jóvenes (2022), n° 8.
(49) Cf. Conferencia Episcopal de Chile, Informe Sinodal. Síntesis de la Conferencia Episcopal de Chile (2022), p. 13.
(50) Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento a Víctimas, Hacia Caminos de Reparación. Orientaciones para las autoridades eclesiásticas (2021), p. 17.
(51) Ibíd., p. 25.
(52) Centro UC Derecho y Religión, Dinámicas relacionales de abusos sexual en contexto eclesial en Chile: Conocer para prevenir. Resumen Ejecutivo (2022). http://www.iglesia.cl/44528-dinamicas-relacionales-del-abuso-sexual-en-contexto-eclesial-en-chile.html
(53) Cf. Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (2018), n° 3.
(54) Francisco, Carta Apostólica en forma Motu Proprio Vos Estis Lux Mundi (2019), Introducción.
(55) Prefacio de la Santísima Virgen III.
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