Estamos contentos de estar acá reunidos. Yo también personalmente y a nombre de la Conferencia Episcopal les doy las gracias a todos por su presencia, por su participación y especialmente a todos quiénes han preparado y han trabajado, y están trabajando, para que desarrollemos está asamblea. Nos presentaron en la mañana el signo del viento, como un signo del Espíritu esencial y todos sabemos que si hay un texto por excelencia, donde el viento se manifiesta es en Pentecostés, ahí en Hechos. Y el viento, primero están los discípulos reunidos, todos reunidos, entre ellos María. María ahí presente en medio de la comunidad, como está también ahora, y entra un viento huracanado, un viento fuerte. Abre las puertas, podemos pensar, y ese viento que es signo del Espíritu junto con el fuego, y el texto dice “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Esa es la realidad del pueblo de Dios, de nosotros, todos llenos del Espíritu Santo todos ungidos por el Espíritu santo. Y estamos aquí para que el Espíritu cree comunión entre nosotros, que es lo que hace Pentecostés. Cree comunión a partir de la diversidad, seamos un pueblo unido a partir de la diversidad.
Y también el Espíritu lanza la misión, lanza a los discípulos y acompaña a los discípulos a la misión. Y no olvidemos eso porque esta asamblea, no tiene sentido, sino no nos lanza en la misión, si no nos renueva en la misión evangelizadora. Así que el viento que entre fuerte en nuestras vidas y en la Iglesia, en todos nosotros.
Vamos a los textos que se eligieron para esta a misa. Esta profecía de Ezequiel 37, cuando yo leí por primera vez, o más bien cuando lo leí a fondo este texto -tiene que haber sido cuando partí en el seminario- me impresionó este texto, como siempre impresiona cuando uno lo lee, porque primero muestra “un valle de huesos secos”. Y es una realidad de muerte, una realidad de muerte tan evidente y de una muerte colectiva no solo individual, es la muerte que afecta cada uno pero también es la muerte qué afecta al pueblo de Israel. Y de hecho el texto lo dice: “porque estos huesos son el pueblo de Israel que anda diciendo se ha desvanecido nuestra esperanza. Todo está acabado para nosotros”. Yo pensaba que eso es una frase que nosotros hemos dicho muchas veces seguramente o algunas veces respecto de la Iglesia, o lo hemos pensado por lo menos. Se ha desvanecido nuestra esperanza, todo está acabado.
Pero lo más impresionante de este texto, es lo que sigue. Es la promesa y el compromiso del Señor. Voy a hacer que un espíritu penetre, pondré nervios, haré crecer carne y el Señor cumple su promesa y empiezan los huesos a llenarse de nervio, de carne, etcétera. Pero inesperadamente en el texto falta el Espíritu. Nos empezamos a levantar, pero falta el eEspíritu. Y nos puede pasar a nosotros como iglesia, nuestras comunidades, nos empezamos a levantar, pero nos falta el Espíritu. Y no necesitamos cualquier espíritu, no nos sirve el espíritu del mundo; el espíritu del mundo se cuela tan fácil entre nosotros en nuestras vidas en la iglesia, no, no sirve ese espíritu, sino que necesitamos del espíritu del Señor, y el Señor envía ese espíritu a esos huesos secos que reviven.
Entonces sabemos bien que el Espíritu del Señor nos viene como un regalo de Jesús. Vamos al Evangelio donde Jesús nos regala su espíritu y nos promete su espíritu. La escena del Evangelio de nuevo denota tristeza, sabemos que Jesús está despidiendo de sus discípulos y podríamos decir qué es como la comunidad sin Jesús -como que adelantándose es una imagen de la comunidad sin Jesús- una comunidad triste ¿quién nos guiará ahora?, se preguntaban seguramente los discípulos. Quién nos acompañara ahora en nuestro camino la comunidad. La comunidad con Jesús y la comunidad que abandona a Jesús también. Esa comunidad. Pero el Señor no nos deja solos. el paráclito vendrá a ustedes, les conviene que yo me vaya para que el paráclito venga a ustedes, ya sabemos que el paráclito es el auxiliador, el asistente, el consolador el guía el guía que tenemos porque no caminamos solos, por eso cantamos en un canto tradicional al Espíritu y siendo nuestro guía nuestro conductor, evitemos así señor cualquier error. El espíritu es guía y conductor ahora en este texto que leemos y escuchamos la acción del espíritu se vislumbra bien cuando Jesús habla del espíritu de la verdad, hay alguna frasesitas bien ricas, que vale la pena fijarse en ella. Jesús dice tengo muchas cosas que decirles, pero no las pueden comprender ahora. Jesús tiene una palabra de vida para nosotros, tiene una verdad de cuya plenitud nos quiere hacer participar. Pero hay un problema, el problema está en nosotros, que somos limitados, somos pecadores, inconstantes, infieles.
Pareciera que el Señor tiene una riqueza enorme que regalarnos para nuestra vida y nosotros no somos capaces de vivirla. No es un problema del entendimiento, no es que no comprendamos esto, sino que no somos capaces de asumirla, de vivirla, de caminar según esa verdad. Y esa palabra de Jesús no somos capaces de cargar la cruz del discípulo como Jesús nos invita. Pero Jesús se las arregla y nos hace la promesa como no los quiere dejar solos nos hace la promesa: “cuando venga el espíritu de la verdad los introducida en la verdad toda” o la verdad completa. Entonces el paráclito lo que hará, lo llevara todo a la verdad. Lo que hará como Maestro, ya no está el maestro de Nazaret , físicamente pero está este maestro, este acompañante -qué es el espíritu para ayudarnos a vivir la verdad manifestada en Jesucristo- para eso está el espíritu. Y este texto dice una cosa que hemos ido aprendiendo como ya lo hemos notado esta mañana; que al Espíritu Santo sobre todo se le escucha al Espíritu Santo sobre todo se le escucha. Es verdad que se le puede contemplar en el mundo en la historia se le puede ver quizás pero el Espíritu Santo. Sobre todo se le escucha no hablara por sí mismo sino que dirá lo que ha oído del padre y del hijo. Hemos tratado en estos últimos años especialmente, hemos tratado de Escuchar al espíritu y los acontecimientos en la palabra de Dios sobre todo. Y también de manera especial cuando los escuchamos unos a otros. En ese documento preparatorio del sínodo se dice “uno en escucha de los otros y todos en escucha del Espíritu Santo”. Miren que expresión bien dicha. Al Espíritu Santo se le escucha y eso es lo que queremos hacer y estamos tratando de hacer, no solo aquí, sino que siempre lo tenemos que hacer en nuestra iglesia.
Pero hermano Jesús todavía nos aclara una cosa en el Evangelio. Que en la escucha del Espiritu – miren qué hermoso- el no queda fuera, porque el Espíritu, dice Jesús, recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Esto lo hermoso que el Espíritu nos devuelve a Jesús. El espíritu nos hace presente a Jesús entre nosotros. Hace presente su palabra de generación en generación, no como una palabra del pasado, sino como una palabra para nuestro hoy. Actualiza la palabra de Jesús para nuestro hoy, para que caminemos con Jesús en medio de los complejos desafíos, de los grandes desafíos y de los pequeños desafíos también, que tenemos cada día. Entonces no estamos solos y lo que tenemos que hacer entonces es discernir y lo queremos hacer en esta asamblea, lo que Jesús quiere de nosotros y ya sabemos que queremos discernir. Queremos discernir nuestra respuesta, las conversiones que quiere el Señor de nosotros, pero yo también lo invito a una cosa que discernamos siempre la nueva o la buena nueva, que él quiere que guardemos como un tesoro en nuestro corazón. Descubramos, discernamos eso.
Cuál es la buena nueva que Jesús quiere que guardemos en nuestro corazón como un tesoro, el corazón nuestro y el corazón de la iglesia y sabemos de qué se trata, ¿no es cierto? Entonces hermanos, hermanas que sostiene una palabra de vida y de amor para cada uno para cada una y quiere que sobre esa palabra edifiquemos nuestra vida y que esa palabra como una buena noticia, nos sostenga en la lucha, los cansancios y en una vida entregada en el amor. A Jesucristo el honor y la gloria por los siglos de los siglos, amén.