1.- Saludos y agradecimientos.
Agradecido del amor de Dios, quiero saludar al Señor Cardenal, Arzobispo de Santiago y Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Mons. Celestino Aós. Gracias por su amistad, la que hemos cultivado mucho más junto a sus obispos auxiliares y comunidad eclesial en estos meses. Un abrazo agradecido para el Cardenal Ricardo Ezzati, quien siempre nos ofrece su fraternal y sabia cercanía. Saludo también al Señor Nuncio de Su Santidad, Mons. Alberto Ortega, quien ha sido una bendición para la Iglesia y el país con su sabiduría y con su cordial apoyo fraternal. Él hace presente la cercanía y solicitud pastoral del Papa Francisco, por quien siempre rezaremos y caminaremos juntos con fidelidad en la misión de la Iglesia. Saludo especialmente a nuestro querido Obispo Emérito Castrense, Mons. Pablo Lizama, muy apreciado en las Fuerzas Armadas, sobre todo en Carabineros, y quien colaboró extraordinariamente en los procesos de reconciliación en nuestro país. En ellos, saludo agradecido a mis hermanos obispos aquí presentes y a los que no pudiendo asistir me han expresado el compromiso de su oración y apoyo. Un recuerdo especial a Mons. Santiago Silva, quien sirvió con generosa dedicación a esta comunidad eclesial.
Un abrazo fraterno y un saludo muy cordial a nuestras máximas autoridades militares y de Carabineros de Chile, junto a sus queridas familias y colaboradores. Comandante en Jefe del Ejército, General Jorge Martínez Menanteu. Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Juan Andrés de La Maza Larraín. Comandante en Jefe de la Aviación, General del Aire Arturo Merino Núñez. Y General Director de Carabineros Ricardo Yáñez Reveco. Gracias por su testimonio de entrega generosa y profesional al servicio de todos los chilenos. Cuenten siempre con mi humilde apoyo como su Obispo y Pastor, junto a los capellanes castrenses de Chile. Junto a ellos saludo afectuosamente al representante del Ministro de Defensa Nacional y Subsecretario de Defensa, Señor Cristián de La Maza Riquelme, al Subsecretario de las Fuerzas Armadas, Señor Alfonso Vargas Lyng. Al Representante del Jefe del Estado Mayor Conjunto General de Aviación Jean Pierre Desgoux. Directores de la Fundación Francisco Javier Gillmore. Alumnos de las Escuelas Matrices de Oficiales y Suboficiales.
Saludo de manera especial a los capellanes, a quienes vuelvo a expresarles mi gratitud y compromiso de acompañamiento en su vida pastoral. Especialmente agradezco al P. Claudio Verdugo, el que ha continuado las labores del Obispado Castrense en estos meses con notable entrega apostólica junto al valioso personal de nuestro Obispado.
Y en el corazón de la Virgen María abrazo con inmensa gratitud y admiración a mis queridos hermanos, Carlos, Bárbara, María Inés y Andrés, quienes junto a sus familias y a nuestros parientes y amigos queridos nos ayudamos a crecer en amistad y en el servicio a Chile. Mil gracias querida familia, especialmente a nuestros queridos Papás, Carlos y Lucrecia, que nos acompañan con delicadeza y dedicación desde la casa del Padre Dios.
Junto a todos ellos saludo con afecto y gratitud a los que están unidos en las rr.ss.
2.- “¡La paz esté con ustedes!”
En el Evangelio de san Juan que hoy hemos proclamado, dice Jesús resucitado a sus discípulos: “¡La paz esté con ustedes!” Es la paz que entrega el mismo Cristo que sufrió y murió en la cruz mostrándoles a sus amigos las llagas de su pasión. Es el Señor que derramó su sangre y resucitó para darnos la salvación, venciendo así a la muerte, al pecado y al demonio, con la fuerza todopoderosa del amor misericordioso de Dios.
Esta es la más importante de las batallas de todos los tiempos. Porque ahí, el Hijo de Dios, vence al más cruel de todos los enemigos, a quien enfrentó en las tentaciones antes de su ministerio público y durante su vida y pasión. Y lo derrota con el poder de la humildad, la fortaleza de la oración, la fidelidad a su Padre y a su misión que realizó haciendo el bien a los enfermos, a los pobres, a los pecadores, y con la Palabra de Dios. De este modo, Jesús vence la soberbia del poder, la vanidad de la fama y la crueldad del egoísmo. Enemigos que rompen nuestra relación filial con Dios y la relación fraternal y solidaria con los hermanos. Jesús derrota así al pecado, cargando sobre sus hombros cada una de nuestras culpas y delitos. Logrando, en la victoria sobre la muerte, la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos. Jesús resucitado es verdaderamente la Paz de Dios.
Es por esta razón que infinita y desbordante es nuestra alegría y gratitud por tan bendecido don. La muy buena noticia es que unidos a Cristo, podemos confiar todos los días que es posible vencer en nuestro interior - en el combate espiritual - todo lo que nos separa de Dios y de nuestros queridos hermanos. De este modo podemos ayudar para que en Chile y con nuestros queridos pueblos vecinos podamos trabajar siempre por la fraternidad universal.
Esta gracia de la paz de Dios la recibimos también nosotros hoy en su Iglesia, en nuestro querido Obispado Castrense. La recibimos con la gracia del Espíritu Santo, la que nos hace nacer de nuevo en el bautismo y nos da la vida de Dios para ofrecer, en la misión evangelizadora, el servicio de humanizar nuestras relaciones con la caridad pastoral en nuestras instituciones, comunidades y familias de Chile. Para que nos tratemos como hermanos, sin prejuicios ni descalificaciones. Recibimos esta gracia de Dios con todos los fieles, personas de buena voluntad y comunidades cristianas que son miembros y colaboradores de las Fuerzas Armadas y Carabineros y sus familias. Recibimos esta paz de Dios para renovar la vocación de servicio al pueblo de Chile. Porque ésta es la más noble de todas las vocaciones, la más necesaria. Es la vocación del amor solidario, la que configura y embellece con alegría y santidad todo nuestro ser y nuestras queridas instituciones castrenses al servicio del bien común de nuestro amado país.
Gracias a esta victoria de Cristo, podemos comprender mejor lo que nos enseña san Pablo en la segunda lectura de hoy, donde nos exhorta a que debemos prepararnos para hacer el bien con la armadura de Dios. Recurriendo a imágenes que un soldado conoce, nos pide que nos revistamos con el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia que nos hace santos, con las sandalias del mensajero del Evangelio de la paz, con el escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del Espíritu Santo que es la Palabra de Dios. Esta vida de seguimiento de Jesús que nos va enseñando a ser sus discípulos misioneros, se realiza con la fuerza de la oración: “En todo momento – enseña el apóstol - oren siempre con peticiones y súplicas movidos por el Espíritu Santo, y para esto manténganse vigilantes y sean asiduos en la oración en favor de todos los santos” De este modo, agrega san Pablo, trabajemos para que: “Desaparezca de ustedes toda amargura, ira, enojo, insulto, injurias y cualquier tipo de maldad. Sean bondadosos unos con otros, sean compasivos y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo” Ef. 4, 31-32.
¡Qué alegría más grande contar con Jesús, el buen Pastor, que nos hace capaces de servir con humildad y confianza a la comunidad eclesial castrense! Bendito y alabado sea Dios. Por eso hemos cantado hoy con el salmo: “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar. Tu bondad y tu gracia nos acompañan” Unidos a Cristo, el Buen Pastor, pedimos la gracia de ser acogedores con su Palabra santa y ofreciendo la vida por amor a Dios y al pueblo que peregrina en la Iglesia Castrense.
3.- Querida comunidad del Ejército, de la Aviación, de la Fuerza Aérea y de Carabineros de Chile.
La fe cristiana nos enseña que la vida se nos ha regalado para ofrecerla con amor a Dios y al prójimo, es por esto que nuestra vocación esencial consiste en servir. Los militares, marinos, aviadores y carabineros conocen bien esta vida de servicio. Ante Dios y la bandera de Chile han jurado dar la vida si fuera necesario para la defensa nacional y el orden público, para dar la vida por los afligidos en tiempos de tragedia y calamidades, para dar la vida cada día por el desarrollo integral de cada persona y del país. Para servir a la paz en Chile y en los pueblos amigos. Ofrecen una vida de generosa entrega para que nos encontremos entre los chilenos y con todos los pueblos hermanos colaborando en la convivencia fraternal, la amistad cívica y la paz social. Esta vocación de servir conoce bien la más sabia y sana de las opciones en la vida, la de Jesús, la que surge de la donación de sí y que el Señor fundamenta diciéndonos que “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” El servicio al prójimo nos da la plenitud y la alegría del amor. Así lo vive y enseña el apóstol Pablo: “Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender, con todos los santos, cuál es la amplitud y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, amor que supera todo saber humano. Así serán colmados de la plenitud misma de Dios” Ef. 3, 17-19.
Es por todo esto que creemos firmemente que es posible colaborar con sencillez de corazón en los grandes desafíos personales, familiares, institucionales y de país. Es posible vivir en la esperanza que no engaña, en la sabiduría que nos da la oración y la Palabra de Dios y en la vida de Cristo que recibimos en los sacramentos. Es posible vivir en el compromiso verdadero para crear ambientes sanos y seguros donde respetamos la dignidad de la persona humana y trabajamos unidos para aprender a dialogar y a realizar el desarrollo integral de todas las familias y comunidades de Chile y de los pueblos hermanos.
El Papa Francisco me ha pedido ser Obispo y Pastor de la comunidad castrense. Lo hace conociendo nuestra historia y misión, tal como la escribe el recordado Obispo Emérito Castrense, don Joaquín Matte Varas, q.e.p.d. “La Iglesia – dice - fundada por Nuestro Señor Jesucristo, tiene como misión continuar la salvación de los hombres en el mundo y nadie le es indiferente, como nadie le es indiferente a Jesús (…) Por eso, los capellanes son los que “están junto a nuestros militares para fortalecerlos, animarlos y auxiliarlos espiritualmente”
Entendida así nuestra naturaleza, el Papa Francisco nos llama a realizarla sinodalmente, caminando juntos, en comunión y participación corresponsable y en permanente discernimiento. Lo hacemos mirando siempre a Jesús, pidiendo la gracia de que nos aumente la fe y nos convierta para escuchar, junto a la Virgen María, la voluntad salvífica de Dios en la Iglesia Católica. Voluntad que siempre busca el bien del otro, de la comunidad y el propio. Sabiendo que al rezar unidos se cumple la Palabra del Señor que nos afirma que cuando dos o más se reúnen en su Nombre, Él estará en medio nuestro. Un discernimiento que se hace en el Espíritu Santo y buscando siempre lo que piensa Jesús, lo que dice Jesús y lo que hace Jesús. Es en esta dirección que podemos superar la tentación a vivir como ganadores o perdedores y superar también las maquinaciones de las lógicas del poder que tanto daño hacen. Siempre en comunión con el Papa, la Iglesia y nuestra comunidad castrense y el país, podemos ofrecemos una Buena Nueva que no busca sus propios intereses sino el bien para todos, partiendo por los más pobres de Chile, los predilectos de Jesús.
Junto a ustedes, queridos capellanes, sacerdotes, diáconos permanentes, catequistas, animadores de comunidades, hacemos con la gracia de Dios esta hermosa misión evangelizadora. Rezo por cada uno de ustedes y pido la intercesión san Juan de Capistrano y de san Alberto Hurtado, como también tomamos el ejemplo de uno de los tantos capellanes que acompañaron a los jóvenes soldados de la guerra del Pacífico en el año 1879. Me refiero al Fraile franciscano José María Madariaga. Sobre él narran las crónicas de la época diciendo que “había llamado sobre sí la atención por su clarísima inteligencia y caridad sin límites. En los campos de instrucción y de los hospitales militares (…) como también en el campo de batalla con notable valentía” A ellos les pedimos su intercesión y apoyo en la misión evangelizadora.
He pedido a las comunidades religiosas de vida contemplativa para que, con su oración, la penitencia y la sabiduría del Espíritu Santo, nos ayuden a seguir a Jesús. Con ellas caminaremos juntos en el servicio misionero. Porque en sus monasterios y en comunión eclesial ayudan a todo el mundo a vencer la angustia con la oración, la tristeza con la alegría del amor incondicional de Jesús, el desánimo con la renovación bautismal, el odio, la mentira y el egoísmo, con la fuerza invencible del perdón, la verdad y el amor de Cristo, el Señor.
Nos unimos también en esta misión evangelizadora y de manera muy especial, con los militares, marinos, aviadores y carabineros enfermos y heridos en actos de servicio. Los acompañamos junto a sus familias y personal de salud, pidiéndoles su oración y siguiendo su ejemplo. Rezando siempre por todos los chilenos que en estos últimos tiempos también han sido heridos en diversas circunstancias. Para todas estas personas, nuestro compromiso de seguir trabajando por un pueblo que tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento.
Recordamos agradecidos también a nuestros seres queridos difuntos. Les pedimos que nos acompañen con su oración de intercesión en Jesucristo, el único Intercesor. A lo largo de toda nuestra historia, muchos han contribuido a cimentar, con principios y valores trascendentales, los pilares de un Estado de Derecho que custodia y promueve el respeto a la dignidad humana y los derechos y deberes fundamentales de todas las personas. Han respetado la institucionalidad de la democracia, su Constitución y las leyes. Donde el pueblo de Chile, a través del sufragio universal, tal como lo hemos hecho, elige libremente a los servidores públicos, llamados a comprometerse con integridad de vida al servicio del bien común y la convivencia pacífica. Cada uno de nosotros reza agradecido por sus más cercanos y por todos.
Y nunca nos cansaremos de dar gracias a Dios por habernos dado la mejor de las Madres, la Virgen María del Carmen, Madre de Chile, Patrona Jurada de todos nosotros. A ella le suplicamos que nos cuide y proteja con su más sabio consejo: “Hagan todo lo que Jesús les diga”. A ella nos encomendamos siempre con la oración, el rezo del Rosario y su Escapulario en nuestros pechos. A ella le decimos con fe: “En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados”
Al Señor sea el honor y la gloria.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
Santiago, miércoles 24 de noviembre de 2021.