“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el Sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 2,78-79).
1. Nuestro país vive momentos intensos que afectan y comprometen a las personas y sus familias, en una compleja situación sanitaria, económica, social y política, y en un relevante proceso constituyente marcado por el gran anhelo de una sociedad más justa y equitativa.
2. Por la sorpresiva llegada del covid-19, debimos modificar nuestras formas de vida y hacer sacrificios para cuidarnos, brindar apoyo y solidaridad a los más desvalidos, y dar pasos audaces hacia la superación de los conflictos. Sin embargo, persisten situaciones de violencia sostenida, con especial impacto en mujeres y menores de edad, en sectores de escasos recursos prisioneros por el narcotráfico, y en la herida permanente que sangra en la región de la Araucanía. El trato denigratorio en el debate político y la debilidad de liderazgos sólo aumentan la crispación de la vida social. Estas situaciones dan cuenta de un necesario cuestionamiento ético a nuestros comportamientos y actitudes como sociedad. Invitamos humildemente a los responsables del quehacer público, a asumir los desafíos que como país tenemos, pensando especialmente en los más pobres y vulnerables.
3. No podemos dejar que la agresión y el amedrentamiento se impongan como forma legítima de convivir. Una inmensa mayoría lucha todos los días por un futuro más digno para las generaciones venideras, y lo procura con respeto a los demás en el presente. Esa gran mayoría se ha expresado de modo pacífico y acudió a las urnas a manifestar su voz. No hay razones que avalen desoír ese clamor. Lo que nos corresponde a todos es ayudar a que el camino trazado se realice en paz y limpiamente. Como lo hemos señalado, quienes están llamados al servicio de la política, en sus diversas expresiones, reciben un mandato que es sobre todo de servicio al bien común de la sociedad, y ello exige abrirse al diálogo sincero y franco. También en la Iglesia, nosotros como pastores, aportamos nuestra disponibilidad de escucha a lo que el Pueblo de Dios quiera manifestarnos.
4. Los cristianos estamos llamados a participar en los asuntos relevantes de la comunidad (Cfr. Flp 4,8). Así como nos han movilizado la solidaridad en tiempos de escasez y pandemia, el apoyo a los migrantes y la preocupación por la crisis climática; hoy el proceso constituyente nos incumbe a todos. A lo largo de los siglos pueblos diversos, entre ellos el nuestro, han sido iluminados por los valores y principios del Evangelio, especialmente el amor a Dios y al prójimo, la dignidad inalienable de todo ser humano, la justicia, la paz, el bien común y otros tantos valores muy apreciados. Confiemos en que los actores democráticamente elegidos por la ciudadanía sabrán traducir dichos valores en una Carta fundamental, en leyes y en decisiones que respeten valores humanos para el bien de todos.
5. Les invitamos a un gran esfuerzo para renovar la esperanza, la de cada persona en su familia y sus entornos educativos, laborales y comunitarios. Al comenzar este tiempo de Adviento, contemplemos con humildad el misterio de Dios-con-nosotros (Cfr. Mt 1,22-23), el Hijo de Dios, Jesús, hijo de María, nacido en un establo sencillo (Cfr. Lc 2,6-7). ¡Eso es Navidad! Así queremos nuestra vida: austera, honesta, afectuosa (Cfr. Tit 2,11-14). Así queremos nuestro Chile: humilde, generoso, fraterno. Preparemos nuestro corazón orando con este texto que el Papa Francisco nos sugiere en su luminosa encíclica Fratelli tutti :
“Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz”.
La 121ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 25 de noviembre de 2020.