“El Espíritu del Señor esta sobre mí.
Él me ha ungido para traer Buenas Nuevas a los pobres,
Para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver.
A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el tiempo de gracia del Señor”.
Lucas 4, 18 – 19
La Comisión Nacional Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Chile, integrada por laicas y laicos, en esta hora tan clave para la nación, hace un ferviente llamado a comprometerse con el cuidado de nuestra convivencia democrática, procurando el Bien Común de todos los hijos e hijas de esta tierra, para construir una sociedad basada en la Justicia, la Paz y el respeto a la dignidad de cada uno de sus integrantes.
Invitamos a discernir sobre la realidad que hoy nos desafía, y a buscar juntos, caminos para superar la crisis social que estamos viviendo, reconociendo las esperanzas y zozobras de nuestra realidad y fortaleciendo el diálogo social.
Luces y sombras del momento actual
Valoramos el acuerdo alcanzado por diversos partidos políticos en las últimas horas, fruto del proceso participativo que motivó el sentido de urgencia y unidad para llegar a este consenso. Para lograr que estas decisiones tengan la necesaria legitimidad, es fundamental que el mundo político mantenga una actitud de apertura y acogida a los clamores que brotan desde la sociedad y el proceso constituyente incorpore adecuadamente a los habitantes de los diversos territorios y a los pueblos originarios.
Observamos un despertar de la ciudadanía, una esperanza en la comunidad, se han abierto espacios de participación donde las personas se escuchan y valoran, exponiendo las injusticias, inequidades, desigualdades, abusos, y dolores que sufren día a día, así como sus sueños de formas de convivencia, trato y condiciones de vida más justas y dignas
Hemos vivido cuatro semanas de encuentro con el otro, durante las cuales hemos recuperado confianzas y mayor solidaridad, desarrollando conversaciones cotidianas sobre la sociedad y su organización política.
En este tiempo hemos visto cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas manifestándose creativa y pacíficamente a lo largo de Chile, haciendo saber sus urgentes necesidades; la mayoría jóvenes que se convierten en protagonistas de este proceso, comprometidos en la construcción de un mejor país.
Es necesario reconocer las sombras, principalmente las graves violaciones a los Derechos Humanos que han sido incluso reconocidas por organismos internacionales; violaciones a la dignidad de la persona, templos vivos mal tratados. Hemos visto una cobertura tendenciosa de los medios de comunicación que ha provocado un excesivo temor en la población; igualmente, violencia intensa de grupos minoritarios, con maltrato a carabineros, daños a bienes patrimoniales, templos, infraestructura pública y privada, y afectación a la vida cotidiana de las personas.
A un mes del inicio de esta situación, aun contando con el acuerdo entre oficialismo y oposición, enfrentamos una crisis económica, social y política muy grave, que requiere cambios profundos, creativos, para construir caminos de solución que van más allá de la dimensión política, con todo lo importante que ésta es. ¿Cuál es la orientación de estos cambios urgentes? En Laudato Sí’, el papa Francisco nos señala caminos y énfasis:
"Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo,
supone cambios profundos en los estilos de vida,
los modelos de producción y de consumo,
las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad" (LS 5)
Creemos en la primacía de las personas como sujetos sociales dignos que, desde una mirada consciente y responsable con el cuidado del planeta, como casa común, pueden alcanzar su plena realización en relaciones de colaboración, reciprocidad y respeto.
El estallido social que estamos viviendo, refleja una sociedad desigual, con injusticias e inequidades, que pone de manifiesto la debilidad de la dimensión ética en nuestros modos de convivencia política, social y económica.
Como Comisión de laicos y laicas, pedimos perdón por los silencios, omisiones y falta de perseverancia en la denuncia de las injusticias, que permitieron normalizar la cultura del abuso personal y social. Creemos que este perdón, solo cobra sentido en el compromiso efectivo con el cambio personal y del entorno.
Hacemos un llamado urgente a la escucha activa, al diálogo y la reflexión y a conductas llevadas a la vida cotidiana para vivir en Justicia y Paz. Esto incluye participar protagónicamente en el proceso constitucional que se abre y en la búsqueda y proposición de los cambios sociales y éticos que nuestro país requiere. Solo desde la humildad de cada participante podremos aportar asumiendo que todos somos parte del problema y la solución.
Compartimos la necesidad de cuidar y fortalecer la democracia como forma de organización de la sociedad y espacio legítimo para la resolución de los conflictos sociales, confiando a los chilenos y chilenas, incluyendo a los pueblos originarios, la decisión de elegir los caminos para avanzar hacia una nueva constitución, sin exclusiones, garante de derechos, que asegure la dignidad de todas las personas.
En estos momentos de necesario diálogo, proponemos que nuestra Iglesia -en la diversidad de sus comunidades e instituciones- abra sus puertas y ventanas para acoger a las personas, incentivar la participación responsable, haciendo suya las preocupaciones de toda la ciudadanía. Es un tiempo no sólo de acuerdos políticos, también es una oportunidad para que cada una y cada uno de nosotros fortalezca su compromiso ciudadano activo y responsable.
Instamos a participar activamente en la construcción de un pacto político, social, territorial y ambiental basado en la dignidad y el cuidado de toda persona, que permita construir una convivencia basada en la Justicia y la Paz.
“En fin, el fruto de la Justicia se siembra
en paz para los que hacen la Paz”.
Santiago, 3:18.
Carmen Gloria Donoso Díaz
Presidenta
Ana María Correa López
Vicepresidenta
Santiago, 19 de noviembre de 2019.