Cada año, para los católicos, el tiempo de Cuaresma es un llamado a los cambios necesarios para una vida más humana, según el querer de Dios para todos, y una oferta de la esperanza que Dios nos hace al acogernos en lo que somos y darnos la posibilidad de un nuevo comienzo animados por la victoria del Señor Jesús sobre el pecado y la muerte, que celebramos en la Pascua de Resurrección.
El Papa Francisco en su Mensaje de Cuaresma para la Iglesia universal ha comentado la parábola del Evangelio acerca del pobre Lázaro que está a las puertas del rico anónimo que se da la gran vida ignorando los sufrimientos y necesidades de Lázaro (Lucas 16, 19 - 31). La parábola señala que al morir ambos la situación se invierte y se manifiesta la raíz de los problemas del rico anónimo: no escuchó la Palabra de Dios y lo que el Señor le decía a través de los sufrimientos y necesidades de su prójimo.
Quisiera -junto al Papa Francisco- invitar a todos a leer y meditar en esa parábola que nos habla de nuestra vida y de nuestro mundo, y abrirnos al llamado a los cambios necesarios en nuestra vida y en el modo en que estamos viviendo como sociedad, así como animarnos en la esperanza que nos ofrece la victoria de la Pascua del Señor Jesús sobre los enemigos de la felicidad que Dios quiere para todos: el pecado y la muerte. Intentaré ofrecer algunas pistas concretas para este tiempo.
1. Necesitados unos de otros
Los devastadores incendios que hemos vivido nos ponen ante la realidad de lo que significa empezar de nuevo. Muchas familias han perdido todo: casa, siembras y crianzas de animales, fuentes de trabajo. El país entero ha perdido mucho con los incendios, y sólo en estos próximos meses iremos tomando conciencia de cuánto hemos perdido.
Hemos vivido desde hace varios años una sucesión de desastres naturales (terremoto, tsunami, aluviones, erupciones de volcanes) y de otros causados por los seres humanos (incendios, contaminación de mares y ríos, destrucción del habitat). Cada vez hay que levantarse con fortaleza y empezar de nuevo; hemos podido crecer en la conciencia que para empezar de nuevo necesitamos unos de otros. Las acciones de solidaridad de las que todos hemos sido testigos -y ojalá, protagonistas- nos señalan el camino de este nuevo comienzo personal que estamos llamados a vivir: dependemos unos de otros, nos necesitamos unos a otros y, por eso -como señala el Papa Francisco- “el otro es un don”.
También hay otros “incendios” que han ido arrasando nuestra convivencia y que requieren el concurso de todos para empezar de nuevo. La corrupción que parece estar presente por todos lados es unos de los peores incendios sociales: es un individualismo delincuencial que mata las confianzas y cierra el camino a trabajar juntos. No hay convivencia que construya una sociedad buena para todos cuando unos se aprovechan de otros y de lo que es de todos. Hay otros “incendios” sociales que requieren una decidida acción de las autoridades, de los que tienen capacidades económicas y de todos los ciudadanos: las miserables y vergonzosas pensiones de los adultos mayores, la situación de los migrantes que llegan al país y la necesidad de una adecuada legislación que acoja el aporte que significa su presencia, las cárceles llenas de delincuentes pobres mientras los ricos delincuentes aprovechan la “puerta giratoria”, las situaciones de violencia en la región de la Araucanía y la urgencia de solución a la situación del pueblo mapuche, la política reducida casi a una actuación circense y lejos de los intereses y necesidades de los ciudadanos, y un largo etcétera. La Cuaresma es el tiempo adecuado para entrar en disposición de un nuevo comienzo y empezar de nuevo.
2. Encontrar al otro
Cualquier acción común requiere encontrar al otro y ponerse de acuerdo en las tareas a realizar para el bien de todos. Encontrar al otro significa ofrecer confianza y acoger la buena voluntad del otro; significa superar las descalificaciones y volver a hacer el aprendizaje del diálogo en la vida familiar y social, particularmente en la acción política teniendo en cuenta que este año habrá elecciones presidenciales y de parlamentarios.
Encontrar al otro significa, también, ir a su encuentro. Todo lo que hemos vivido con los incendios ha puesto ante los ojos de todos a muchos “otros” que -quizás- ignorábamos. Significa ir al encuentro del que padece necesidad y exclusión y ponerse en actitud de servicio.
Encontrar al otro significa escuchar al otro en el aprendizaje del diálogo. Sin este urgente aprendizaje de la escucha del otro, cualquier intento de empezar de nuevo será fallido. Es un aprendizaje que requiere humildad, paciencia, valoración del otro y estar dispuesto a cambiar como fruto de esa escucha. Encontrar al otro significa rehacer el aprendizaje de una cultura de la acogida, del diálogo y del servicio.
Encontrar al otro significa -sobre todo- buscar a Dios como el “Otro” por excelencia, buscarlo como el fundamento sólido de todo lo que queramos construir. Significa disponer el oído de la mente y del corazón para escucharlo a Él en su Palabra del Evangelio y en las que nos dirige a través de las personas.
La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar y encontrar al Señor Jesús que siempre está cerca de quien lo busca con corazón sincero. La Cuaresma es un tiempo de encuentro y de escucha.
3. Trabajar juntos
Para reconstruir nuestra vida personal en todas sus dimensiones, así como la comunión eclesial y la convivencia social, necesitamos aprender a trabajar juntos, tal como se hizo para ir apagando los incendios de este verano. Nadie queda fuera de esta responsabilidad y de las tareas que implica.
Nadie queda fuera de reconstruir la vida familiar amenazada por el individualismo y la falta de diálogo. Todos pueden aportar: los niños, los jóvenes, los esposos y los adultos mayores.
Nadie queda fuera de la tarea de reconstruir la necesaria acción política al servicio del bien común. La primera tarea es de los mismos políticos que deben recuperar una mínima credibilidad de parte de los ciudadanos y superar por el diálogo las descalificaciones. Pero también es tarea de todos en este año en que se elegirán las principales autoridades del país: debemos ir a votar, porque la política se mejora con más democracia y no con abstenerse de votar. Todos debemos buscar los candidatos que le convienen al país y no el que le conviene a tal cual grupo; debemos acudir a votar pensando en el bien común.
Nadie queda fuera de colaborar solidariamente con los damnificados de tantas tragedias; nadie es tan pobre que no pueda colaborar de alguna manera; sólo el egoísmo individualista es lo que impide colaborar. Igualmente, los empresarios e inversionistas deben pensar -por su propio bien- primero en las personas antes que en las ganancias, y no cortar las fuentes de trabajo. Para trabajar bien y hacer el bien es necesario arriesgar e invertir.
Nadie queda fuera de construir una convivencia más sana en la vida de cada día, con menos agresividad y con mayor acogida a cada persona; sin exclusiones de ningún tipo. Una convivencia que es guiada por el respeto mutuo y la acogida de cada persona en su dignidad nos regala una mejor vida a todos.
Nadie queda fuera de la tarea de buscar a Dios y escucharlo. El drama del rico anónimo de la parábola (Lucas 16, 19 - 31) es que no escuchó a Dios; y ese rico anónimo podemos ser todos si no escuchamos al Señor.
Ningún creyente en Dios queda fuera de crecer en su relación con la Iglesia, para que ésta sea más cercana, más fraterna, más acogedora y servidora de todos. Ningún creyente queda fuera de aquello que la tradición católica llama “las obras cuaresmales”, y a las que también invitamos a todas las personas de buena voluntad:
• la oración: el tiempo de Cuaresma es para crecer en nuestro diálogo con Dios que nos llama al cambio y nos ofrece la esperanza; escuchar a Dios y dialogar con Él es el mejor camino para crecer en el diálogo entre todos;
• el ayuno: cuando nos amenaza el consumismo que ofrece un bienestar individualista, que sólo es una ilusión del bienestar verdadero, es muy necesario hacer el aprendizaje de privarnos de algo que no es necesario y compartir el fruto de ese ejercicio de privación con otros;
• la limosna: su nuevo nombre es “solidaridad” frente a las necesidades de otros; la generosidad en lo que compartimos con otros es el mejor signo de una vida mejor que va superando al odioso egoísmo. La campaña de “Cuaresma de Fraternidad” es un medio muy adecuado para canalizar el compartir solidario.
Caminamos cada día hacia la Pascua del Señor Jesús que celebraremos en la próxima Semana Santa. En Pascua celebramos que la vida siempre es buena, porque es un don de Dios, y celebramos alegremente que siempre puede ser mejor, porque el Señor Jesús en su resurrección ha vencido los dos grandes enemigos del ser humano: el pecado -en todas sus formas y manifestaciones- y la muerte.
Miércoles de Cenizas, 1º de marzo de 2017