Catedral de Calama
18 de septiembre de 2015.
Fecha: Viernes 18 de Septiembre de 2015
Pais: Chile
Ciudad: Calama
Autor: P. Enrique Olivé Turu
El acto religioso en el que estamos participando, el Te Deum por la Patria, contiene varios aspectos. Es en primer lugar un cántico de acción de gracias a Dios por el don de la vida personal y comunitaria. Como comunidad, desde el núcleo básico de la familia nos ampliamos en distintos niveles al ambiente de pueblo o ciudad, provincia, región y patria. Hoy damos gracias a Dios por la Patria, por aquellas cualidades, valores y virtudes que nos unen en un mismo destino, damos gracias por el alma de Chile. Damos gracias por la belleza de sus paisajes, prados, ríos, montañas, mar y desierto. Por la riqueza de la agricultura, pesca y minería. Por la industria, la investigación, la ciencia, el arte y la artesanía. Damos gracias por su fe en Dios creador, en Jesucristo, amigo y salvador, por la religiosidad, expresada en múltiples celebraciones a lo largo de Chile. Entre nosotros especialmente en la devoción a Nuestra Señora Guadalupe de Ayquina.
Junto a la Acción de Gracias nuestro encuentro nos invita a
ver la realidad. Las alegrías y los temores, las esperanzas y el desánimo. Los avances y los retrocesos como comunidad. En Calama tenemos hoy más riqueza, pero no sé si hay más alegría. La minería aparece como un gigante, pero de repente se descubre como una majestuosa estatua de cobre con pies de barro. La mayoría de las instituciones han perdido credibilidad, también la Iglesia. La seguridad ciudadana se percibe cada vez más débil y por lo tanto la vida menos feliz, más complicada y más cara. Tenemos la sensación de que el robo, la delincuencia y la violencia han quedado fuera de control. Y otra vez aluviones y terremotos.
Si vemos la realidad negativa no es para desanimarnos o desesperarnos. No podemos quedarnos lamentando todo lo que pasa, más bien, estudiando las causas, luchemos por lo que puede humanizarnos. Tiene que despertar en todos la convicción de la necesidad de un
cambio profundo, personal y comunitario.
El Papa Francisco, que nos animaba a vivir el gozo del Evangelio, nos motiva a vivir una ecología integral. Su carta “Laudato sí”, sobre el cuidado de la casa común, la tierra y el universo, es un potente llamado a respetar la naturaleza.
Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. N° 84
Por ser
la tierra la casa común, toda la humanidad tiene la responsabilidad de cuidarla. Por ser obra de Dios, amándola, los creyentes amamos agradecidos al Creador.
Entre todo lo que nos rodea debe tener siempre preeminencia
el ser humano.
No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada… Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad. N° 91
La ecología integral, que es armonía de todos los seres, nos lleva a importantes
consecuencias. Desde el cuidado por no ensuciar la calle hasta la supervivencia de la humanidad.
La crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior N° 217
Así como se contamina el ambiente con el polvo y el humo, se contamina la relación humana cuando no respetamos al otro. Se crea desconfianza y rechazo y terminamos ignorando al otro como si no existiera o no tuviera ningún valor.
Podemos hablar de una
ecología personal. Es la armonía de la persona con los valores humanos y espirituales. Capaz de evitar toda dependencia a adicciones como el alcoholismo, la droga y la pornografía. Necesitamos personas dispuestas a vencer la baja autoestima, la envidia, el rencor y el odio.
Podemos hablar de una
ecología comunitaria. Comenzando por la vida matrimonial y familiar. Con diálogo y comprensión. Verdad y amor sincero. Transformando los problemas en desafío para el crecimiento humano. Siendo los padres los primeros educadores de los hijos con un buen consejo y con el ejemplo. Familia y escuela tienen que andar de la mano en la formación de los valores de los niños y adolescentes. Verdad y respeto, convencidos de que la violencia siempre crea más violencia. Y perdemos la alegría. Tiene también un sentido ecológico comunitario la relación entre la población de Calama y los inmigrantes, haciendo realidad la expresión: países hermanos.
Podemos hablar de
ecología económica y laboral. Vemos demasiados signos de sistemas económicos donde es más importante el dinero que la persona. La inestabilidad en el trabajo puede producir más ganancias, pero perjudica al trabajador, siempre amenazado por el despido. Puede ser más rentable para la empresa los turnos, siete por siete u otros, con jornadas de trabajo de doce horas, pero, a la larga, ¿no destruye la buena relación humana en la familia? También esta situación dificulta la realización de Calama como Ciudad Oasis y se transforma cada vez más en un Campamento Minero.
Lograr una ecología integral en estos y otros campos no depende de leyes ni de imposiciones autoritarias. La crisis ecológica es un llamado a una profunda
conversión interior.
El Evangelio que hemos escuchado sobre las
Bienaventuranzas, es otro camino de felicidad que Jesús nos propone. Anima a la alegría de la sencillez, de la misericordia, del trabajo por la justicia y por la paz. Anima a una actitud servicial y no explotadora de los demás. Hermosa relación entre las personas.
Si nos dejamos tocar por este Evangelio, el mundo podrá experimentar un fuerte
terremoto, no destructivo sino salvador. Necesitamos que la acción de Jesús tenga también fuertes
réplicas, como fue San Francisco de Asís, enamorado, agradecido y cuidadoso de la naturaleza. Otra réplica ecológica la vemos en San Alberto Hurtado, luchando por la justicia y la solidaridad. También la madre Teresa de Calcuta, al servicio de la vida, del principio al fin, denunciando el crimen del aborto y la dignidad de los pobres y moribundos.
Cada uno de nosotros, pueblo y autoridades, niños, jóvenes y adultos, podemos ser una réplica de Jesús en su amor al Creador, y a todas las creaturas.
Así como el Génesis dice que al principio el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas, hoy pido al
Espíritu Santo que reanime el Oasis de Calama y a todo Chile, protegiendo la armonía de la naturaleza, la buena relación de los distintos pueblos que componen la Patria y el cultivo de nuestros valores culturales y espirituales.
A Cristo el honor y la gloria por los siglos de los siglos.