La proclamación de la Palabra del Señor nos invita a abrir nuestros corazones para escuchar la voz de Dios, que nos habla en la víspera del 18 de Septiembre del 2014; y dirigir, desde el corazón de Ñuble, nuestra acción de gracias al Dios de la historia, por todo lo que ha hecho en el último año en esta tierra chilena.
El Señor de la historia vive y está presente, con el inmenso amor de su corazón, en la historia de la familia chilena. Hoy estamos en su Casa y lo invocamos como sus hijos: ¡Padre Nuestro!; unidos a todos los templos desde donde se eleva la acción de gracias del “Te Deum Laudamus” (“A Ti Dios alabamos”). Hoy es un día de fiesta que invade nuestro corazón de alegría y acción de gracias por compartir la misma tierra, donde millones de hombres y de mujeres se reconocen hijos e hijas de una misma tierra y cultura.
En alabanza y oración, cada 18 de septiembre agradecemos a Dios el don de la libertad, entendido como al servicio de la paz y del bien común de todos los hijos de esta tierra chilena. Nuestra humilde gratitud se eleva, como incienso, para bendecir el Nombre del Señor por todas las gracias recibidas, con los pies puestos en el presente y la mirada en el futuro, que esperanzados ponemos en las manos del Creador.
El evangelio proclamado nos recuerda que la patria sin Dios no tiene destino y, solamente iluminados por el espíritu de las Bienaventuranzas, podemos alcanzar el desarrollo y bienestar que todos deseamos para nuestro pueblo. El Sermón de la montaña es un mapa de ruta que, si seguimos con fidelidad, nos conducirá por caminos de reconciliación, bienestar y paz, que tanto deseamos y por el que trabajamos, con un sentido trascendente que contiene verdadera calidad de vida.
1. La Patria reconciliada de todos
Frente al altar de Dios, nosotros, desde Chillán, nos unimos a la comunidad nacional que recuerda un ayer que ya pasó, lleno de eventos patrióticos que nos llenan de orgullo nacional, de donde emerge la acción de gracias por una historia llena de sacrificios y testimonios de entrega total y generosa de tantos protagonistas en la construcción de Chile. Al mismo tiempo, aunque quisiéramos que no fuese así, una vez más, septiembre crea las condiciones favorables que hacen volver a la memoria situaciones dolorosas y traumáticas, de nuestra historia más reciente; tiempos en que se abandonó el diálogo sensato como último recurso, y abrimos la puerta a la sucesiva violencia que selló una época dejando una cruenta huella en muchas familias de nuestra patria.
Sin cerrar los ojos a la certeza histórica, en un esfuerzo de construir un futuro reconciliado y en paz, el camino que debemos seguir es leer nuestra historia pasada situando la dignidad de la persona humana como el único centro: a ello nos llama la actitud evangelizadora de Jesús y es la llamada de su Iglesia. todos recordamos que, en los peores tiempos de la tormenta política y radicalización de posiciones, motivada por este valor fundamental, la Iglesia Católica, junto a otras iglesias cristianas, debió asumir, en un momento en que se abandonó el diálogo razonable, un rol preponderante en la defensa de los derechos humanos, pues nada justifica, bajo ninguna circunstancia, olvidar la dignidad de la persona humana, que debe prevalecer ser respetada siempre en la nación.
Pasados los años, debemos mirar la historia con ojos de futuro y reconocer agradecidos el restablecimiento de la democracia, y los pasos que se han dado hacia la sanación total de las profundas heridas, que aún marcan la vida de muchos chilenos. No son muchas las naciones que, habiendo sufrido trastornos tan profundos en su historia, hayan avanzado en la reconciliación, Chile lo hace y mira con esperanza al futuro.
Hoy queremos pedirle al Señor de la historia que asista a nuestros gobernantes, a nuestras autoridades, y a cada chileno, para que no descansemos de construir puentes de diálogo, en un ambiente de respeto y diversidad. Solo así, podremos prevenir que, disfrazados de oveja y con discursos dulces, nuevos poderes despóticos atropellen los inalienables derechos de las personas a vivir iluminados por los valores morales y religiosos, que han hecho de Chile una gran nación.
2. Las Bienaventuranzas, camino de plenitud de vida
Las palabras del Maestro Jesús para nosotros, esta tarde son elocuentes: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza a la que nos refiere el Señor va más allá del no tener materialmente, es también la actitud vital de quienes viven desprendidos de las cosas y ponen su confianza absolutamente en Dios, única fuente de auténtica felicidad. Esta pobreza supone también aquella humildad necesaria para comprender y valorar la riqueza que hay en el hermano, más allá de las discrepancias ideológicas o políticas, y que nos abre al otro para reconocerlo como un don.
Ciertamente para nosotros, en Ñuble, este llamado ilumina nuestra aspiración de contar con Ñuble Región, pues si la intención profunda es mejorar la calidad de vida de los ñublensinos, más allá del cambio concreto de llegar a ser Región, debemos asumir muy conscientemente la tarea de promover la unidad y la tolerancia entre todos. Nuestra aspiración regionalista se debe traducir en un esfuerzo sincero por crear espacios de diálogo y de fraternidad, comenzando por nuestras familias, barrios, lugares de trabajo, y ambientes donde vivimos. De otra manera la alternativa regionalista será un mero cambio cosmético, y no un paso concreto que favorezca la vida de los que vivimos aquí.
Si nuestros corazones no se convierten difícilmente podremos hablar de estructuras justas y de mecanismos al servicio de la dignidad humana. En efecto, los índices de corrupción, el manejo irresponsable de negocios, que a involucrado a públicos y privados, los graves errores cometidos por miembros de la Iglesia y otros hechos claramente nos enseñan que no bastarán jamás los mecanismos estructurales si estos no van acompañados de una auténtica conversión del corazón de las personas que nos haga corresponsables del bien común.
“Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos” (Mt 5, 7). Sin duda la misericordia y la justicia caminan juntos. No basta, ni jamás bastará, la mera justicia para solucionar el problema de los más pobres, las desigualdades sociales o el descontento que embarga a muchos. Sin misericordia la justicia se transforma en ajusticiamiento, no humaniza, no llena de felicidad el corazón humano ni lo encamina a una auténtica fraternidad. La misericordia nos enseña que no solo hemos de buscar dar a cada uno lo suyo sino que hemos procurar atender al que ayudamos, con aquella benevolencia y paciencia que brota de un corazón auténticamente humano.
Le desafío de la cesantía que nos golpea fuerte en Ñuble, y amenaza con quedarse por largo tiempo, es una oportunidad, para las autoridades gubernamentales y el empresariado local, de mostrar misericordia uniendo voluntades en la búsqueda de nuevas fuentes de trabajo para las cabezas de tantos hogares y familias, particularmente la mujer.
3. Altura de miras, generosidad y espíritu de servicio
Esta nueva actitud nos lleva a comprender también que nuestra hambre y sed de justicia (Mt 5, 6) van más allá de los necesarios bienes o recursos que podamos proveer a la sociedad. Como lo dice el Papa Francisco, “a veces somos duros de corazón y de mente, nos olvidamos, nos entretenemos, nos extasiamos con las inmensas posibilidades de consumo y distracción que ofrece esta sociedad” (EG 196). Proveer nuevas oportunidades, mayor equidad y justicia en la educación, la salud, el trabajo, solamente será auténtica y durable si entendemos que el desarrollo humano integral requiere de la vivencia de valores que conducen a la vida plena.
Y nos dice el Señor: Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 10). Toda forma de agresión, por muy legítima que aparezca, jamás será justificable entre hermanos. En los últimos meses, hemos sido testigos de la emergencia de nuevas formas de violencia, irracional y criminal, que dañan la convivencia y atentan contra la paz. Los dolorosos hechos de la Araucanía, que enfrentan a hermanos de un mismo país; los artefactos explosivos causados por una minoría delictual, incapaz de integrarse al diálogo nacional; la agresividad en espectáculos deportivos; la violencia verbal que descalifica al otro porque piensa distinto, y que muchas veces se ha tomado la tribuna política; el sectarismo entre algunos actores sociales, incapaces de aceptar la crítica y el cuestionamiento respetuoso. Frente a este lúgubre escenario, esta tarde de oración y alabanza volvemos a afirmar: la violencia, en cualquiera de sus formas, engendra odio y daña hondamente el alma de Chile. Los invito a todos a asumir la responsabilidad personal ineludible de ser proactivos en la creación de espacios de encuentro, también en ser ejemplares en el trato y en el respeto que nos debemos.
4. El optimismo y la motivación que debemos desarrollar
Para cada uno de nosotros, las emociones tienen un impacto positivo en la salud, así como en el desarrollo de las herramientas necesarias para potenciar estos saludables estados de ánimo. La capacidad para salir adelante ante las adversidades, levantándose de las caídas y corrigiendo errores, aprendiendo del pasado, es fundamental para avanzar en la vida.
La capacidad para persuadirnos a nosotros mismos, motivándonos y priorizando las emociones positivas por encima de las negativas es fundamental para alcanzarla patria justa y feliz que todos deseamos. Pues, esta verdad a nivel personal también lo es en temas de la comunidad. Cultivemos la ilusión, la esperanza y el vigor positivo, esforzándonos por vivir el espíritu de las Bienaventuranzas, dejando atrás toda actitud negativa que destruye y no aporta al bien común.
Queridos hermanos, las enseñanzas del Maestro Jesús no solo son un camino de humanidad para todos sino que focalizan nuestra mirada en la trascendencia, en Dios que explica las raíces culturales cristianas más hondas del alma de la patria que celebramos hoy.
Oremos de corazón a la Virgen del Carmen, nuestra patrona, que custodie a Chile y nos guíe a ser una tierra donde sus habitantes hagan de las bienaventuranzas, la norma de la vida. AMEN.
+ Carlos Pellegrin Barrera
Obispo de Chillán
Catedral de Chillán, 17 de Septiembre 2014