Queridos hermanos y hermanas
Queridas autoridades civiles, militares y de orden presentes
Gracias por aceptar nuestra invitación a orar juntos para pedirle al Señor su bendición y su ayuda. Necesitamos la luz que viene de Dios para que leamos bien y corrijamos a tiempo las páginas de la historia que vamos escribiendo. Necesitamos la sabiduría que viene de Dios para que unidos a nuestras autoridades y gobernantes podamos conseguir una paz social más completa, más profunda, más estable.
Venimos a orar por Chile porque creemos que la presencia de Jesucristo en la vida de un país es fuente de esperanza segura; creemos que el anuncio de Evangelio es el mayor aporte al desarrollo de un país. Jesucristo es la luz del mundo que a todos beneficia, Él es la claridad que necesitamos para progresar en paz y justicia . Él nos puede ayudar a dejar los estrechos senderos personales y elegir un camino común más inclusivo y más humano. No importa tanto que tardemos algo más en llegar al desarrollo…no importa tanto demorarnos si esa tardanza ayuda a que lleguemos todos y lleguemos unidos. La velocidad no es lo único importante.
En este día de oración queremos agradecer a Dios Nuestro Padre por las bondades de Chile que todavía son tantas. Sin embargo, lo que más agradecemos siempre de nuestra querida patria es la riqueza de humanidad que se conserva en la familia, especialmente en nuestro pueblo sencillo.
Una mirada rápida a las naciones azotadas por vendavales de violencia y gobernados por la avaricia y el poder nos obliga a agradecer profundamente al Señor la reserva de orden y paz que aún tenemos. Esa riqueza es renovable y es imperativo cuidarla para nuestras futuras generaciones.
Nuestra historia reciente y el panorama mundial de terror y desolación que consume a millones de hermanos nuestros es para llorar y reflexionar . Al hacerlo, es inevitable concluir que los peores males de la humanidad pasan por el corazón humano. Las decisiones que iniciaron invasiones y guerras terribles por su crueldad pasaron por el corazón de dirigentes, líderes y caudillos. Los crímenes de guerra que creíamos del pasado, las deportaciones masivas, el degollamiento de un hermano nuestro ante las cámaras, todo nació en alguna mente y se decidió en algún corazón.
Los terremotos, inundaciones y sequías que hemos padecido sólo son un pálido reflejo de la capacidad de producir sufrimiento que tienen la ciencia y la tecnología cuando se ponen al servicio de la avaricia del dinero y el poder. Nuestra esperanza es que también por el corazón humano vendrán los nuevos impulsos para la paz en nuestros hogares, ciudades y naciones. Por eso estamos aquí pidiéndole al Señor que nos ayude a sanar el corazón y a volverlo apasionado por la paz y por el respeto de todas las vidas.
La salud de Chile hay que cuidarla no tanto en la cabeza sino en el corazón… están los síntomas y hay diagnósticos sobre la enfermedad que nos aqueja. Sin embargo, aún es débil la voluntad común para seguir un tratamiento que, a todas luces pasa por la familia. Porque la familia es, en definitiva, la fuente original de la vida y el amor , allí nace y se forma el corazón. Por la familia aferrada a Cristo, como un sarmiento a la parra, nos vendrá el remedio para nuestras principales dolencias. La discusión de estos días en relación a la educación y a la vida requiere una amplia unidad de fondo para preservar el amor fraterno, el respeto por la vida, la equidad y la libertad…todos valores profundamente familiares.
El vientre materno que engendra y gesta la buena ciudadanía es el amor familiar. Allí se aprende para siempre que uno es importante por el sólo hecho de existir y no por lo que sepa o tenga. Allí se aprende que es posible ser diferente sin ser excluido ni dejar de ser amado. En la familia, lugar principal del amor de Dios, se cultiva la autoridad como un servicio y la obediencia como fuente de libertad. Todas nuestras políticas leyes y trabajos serán mejores si consideran, cuidan y promueven la familia.
En este día, junto con agradecer y orar por la familia chilena, queremos también a agradecer al Señor la seriedad y estabilidad que mantienen nuestras instituciones sociales y políticas. Sin ingenuidad agradecemos este regalo que sobresale en el contexto de tantas naciones gravemente corroídas. Por eso damos gracias y pedimos la ayuda de Dios para todos aquellos que gastan la vida en el servicio público asumiendo su complejidad y pagando a menudo el precio de la incomprensión. La vocación de servicio público es el instrumento más eficaz para procurar la paz en la justicia. El servicio público es un enorme acto de amor fraterno que Dios origina, bendice y planifica.
Con estas gratitudes y oraciones celebramos el aniversario de la Primera Junta Nacional de Gobierno, día en que comenzó el camino hacia nuestra libertad . En un día como hoy se inició , hace 204 años, el período de la Patria Vieja que concluyó , a pocos pasos de esta Catedral, con la firma del Acta de nuestra Independencia Nacional.
Han pasado los siglos y la marcha se vuelve cada vez más rápida y vertiginosa. La claridad del rumbo y la colaboración de todos se vuelve imprescindible para progresar sin perdernos. Necesitamos sabiduría segura y voluntad de ser para aprovechar bien las oportunidades de este tiempo.
En el Evangelio que hemos escuchado Jesús nos enseña a descubrir en una parra lo que significa ser buen cristiano y honesto ciudadano .El Señor nos invita a vivir la vida unidos a Él firme y fielmente para producir buenos y abundantes frutos.
El fijar la mirada en esta obra de Dios sencilla y perfecta que es la parra, tan importante en nuestra Región del Maule, quizá nos ayude a descubrir lo que debe cuidar una nación para crecer en armonía y producir frutos dulces y abundantes apara todos.
Una parra vive y crece gracias a la firme asociación de las raíces, el tronco y los sarmientos . La savia de la vida sube desde las raíces por el corazón de la parra buscando el sol en las hojas ; luego la savia de la vida baja como alimento para el crecimiento y los frutos.
La vida de un país ,como la de una parra, depende también de la unión firme de sus raíces con su tronco y con sus ramas . Las raíces son nuestra memoria, la historia, los valores profundos y las tradiciones; por ellas se consigue la estabilidad y el esencial alimento interior que hace posible la vida . El tronco de la patria han de ser sus instituciones firmes, flexibles y serviciales que dan cauce a la savia interior. Las instituciones de la patria deben acoger y sostener a todos los sarmientos que son los hijos; en ellos crecen los racimos de uva para el vino de la fiesta y la alegría fraterna. Los sarmientos son los ciudadanos libres y que comprometidos pero firmemente unidos al tronco lo enriquecen y renuevan.
La parra es una sinfonía de colaboración, de diálogo y de inclusión…en ella el Señor nos ha dejado un fecundo modelo de convivencia y colaboración .“Es hora de saber cómo diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones. El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos…se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural.( EG 239.)
Pedimos a la Madre del Señor y Madre Nuestra la Virgen del Carmen, que nos conoce y ha acompañado fielmente nuestra historia, para nos reúna en un diálogo fraterno y sepamos construir un Chile que sea cada vez más hogar.
+ Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca