En la celebración de la Fiestas Patrias es tradicional dar gracias a Dios por la vida y por tantos regalos que nos da cada día. Hoy agradecemos a Dios los 204 años de vida independiente de Chile, sus valores, su cultura y su alma.
Si Dios nos hiciera una encuesta para preguntarnos qué es lo que más valoramos en nuestra vida, seguramente le responderíamos: la familia, la salud, el trabajo. Son valores importantes que hay que buscar y defender. En el Evangelio que hemos escuchado (Lc 7,36-50) encontramos también otros valores, que manifiestan la misión de Jesús. Nos insiste en el amor al prójimo. Nuestra fe cristiana no consiste sólo en creer que Dios existe, sino en que nos ama personalmente y, al amarnos, nos dignifica. Todo hombre y toda mujer son dignos del mayor respeto.
Nuestra tarea es respetarnos y ayudarnos mutuamente.
Cuando a Jesús le preguntan por el primer mandamiento Él responde con claridad: Amar a Dios sobre todas las cosas. Pero no quiere separarlo del segundo: Amar al prójimo como a sí mismo. En otros textos se nos aclara quién es nuestro prójimo, pero sobre todo la importancia de descubrir si yo actúo como prójimo de los demás.
La parábola del Buen Samaritano nos da pistas para descubrir cómo el amor de Dios se manifiesta en nosotros. Toda persona herida o limitada es digna, no sólo de compasión, sino de ayuda efectiva. En nuestra sociedad no tiene que haber nadie excluido, ni ciudadano de segunda categoría. Nos enseña Jesús que no debemos desconocer la realidad del dolor, de la pobreza, mirando para otro lado o dando un rodeo. Nos enseña a enfrentar los problemas, con compasión, eficacia en la ayuda, y sacrificio personal. El Buen Samaritano, figura de Cristo, no se deja dominar ni por el miedo, ni por la comodidad. No excluye de su generosidad a nadie por ser de otra religión, o de otra nación. Se entrega por la salvación de su hermano.
En el atardecer de nuestra vida Dios nos examinará sobre el amor. ¿Podrá decirnos Jesús, vengan benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, pasé como forastero y ustedes me recibieron en su casa, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y fueron a visitarme, estuve en la cárcel y me fueron a ver?.
Las enseñanzas de Jesús son como una moneda. Tienen dos caras. Una cara podemos llamarla personal. Supone la orientación de mi vida, la conversión para no seguir malos caminos, mi cercanía al amor de Dios y la gratitud a la obra salvadora de Jesucristo. La otra cara de la moneda podemos llamarla social. Es sentirme hermano de todo hombre o mujer. Es trabajar por el mundo, y sobre todo por nuestra patria Chile, más justa y más solidaria.
El Evangelio, si lo hacemos vida, nos ayuda a amar la verdad, a evitar toda explotación. Viviendo el Evangelio terminaría la violencia intrafamiliar, las relaciones esposo – esposa estarían marcadas por el amor y no la infidelidad. Descubriríamos que los niños valoran más el cariño de sus padres que los regalos que puedan darles. Veríamos al anciano con respeto y cariño.
Si desconocemos la importancia que Jesús da a toda persona y especialmente al pobre, al necesitado y al marginado, caemos en un gran peligro: nos deshumanizamos, perdiendo el valor de la fraternidad.
En la economía, ¿no se ha perdido el rumbo? Si en vez de estar al servicio de todos, se busca sólo acumular dinero, se cae en la explotación de los demás, construyendo un mundo cada vez más injusto y más insatisfecho. Como consecuencia aumentan los robos, la violencia y la inseguridad. Se busca el dinero aunque sea destruyendo a la persona.
Con la valoración del amor al prójimo seríamos más libres, más fraternos, más felices. ¿Queremos intentarlo?-
Que el Espíritu Santo derrame sus dones de sabiduría y amor a todo el pueblo de Chile y a sus autoridades.
A Cristo que nos dio la alegría del Evangelio, sea el honor y la gloria por siempre.
