Muy queridos hermanos y hermanas: desde los comienzos de nuestra historia como nación, el pueblo de Chile junto a sus autoridades ha querido, cada año en Fiestas Patrias, reunirse en oración.
Hoy cuando nuestra nación cumple 204 años como nación independiente, nosotros que hemos recibido el regalo de nacer, vivir y trabajar en esta heroica y bendita tierra de Iquique, era necesario que nos reuniéramos en este templo Catedral para adorar a Dios, escuchar su Palabra y dejarnos interpelar por El para mejor construir Chile.
El Te Deum, oración oficial de la Iglesia para dar gracias a Dios, es la ocasión propicia para que todos los ciudadanos, y quienes en los pueblos y ciudades de nuestro Chile nos corresponde hacer de cabeza, por los puestos y tareas que realizamos, podamos delante de Dios revisar nuestro quehacer a favor de la comunidad en la cual estamos insertos, a quien decimos servir.
En esta celebración hemos acogido con especial reverencia el libro de la Biblia. La Palabra de Dios siempre quiere ser una luz en nuestro caminar, hemos escuchado textos hermosos que procuraremos vivir.
En la primera lectura, San Pablo nos recordó que: todo lo que hagamos ha de estar realizado con amor, porque sin este don incluso las hazañas más heroicas no tienen verdadero valor. El amor siempre ve en primer lugar por los demás y no piensa de manera egoísta, el amor verdadero simplemente da. Cómo no pedirle al Señor nos conceda la gracia de saber entregarnos generosamente en el servicio de lo hermanos, en el buscar su bien. Hoy Jesús nos ha enseñado que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, que nuestros amigos sean toda la comunidad a quien hemos de servir y que nuestro dar la vida sea gastarnos generosamente cada día en su servicio, en saber acompañarles, escucharles y ayudarles a realizar sus justas esperanzas. Que cada uno de nosotros con los dones y carismas que recibió sepamos servir.
Queridas autoridades y todos quienes hemos recibido puestos de responsabilidad, no olvidemos que la gente espera mucho de nosotros, de manera especial los más postergados que buscan en nuestro servicio, un motivo para seguir esperando.
Ayer los héroes, grandes hombre y mujeres, se entregaron por la grandeza de Chile en campos de batallas y en arriesgadas acciones; hoy hemos de buscar la grandeza de Chile con nuestro trabajo honrado, abnegado hecho con alegría, con ilusión.
Hoy trabajar por Chile, implica trabajar en equipo, ser capaz de buscar alianzas que no respondan sólo a intereses políticos sino que busquen el verdadero progreso, eso va a requerir la humildad que me lleve a saberme necesitado de los demás y a saber pedir y agradecer la ayuda que se me pueda brindar.
Trabajar por Chile hoy, se traduce en una capacidad de entrar en diálogo, en saber discutir con fundamentos y altura de miras los temas más delicados. Nos alegramos de vivir en una democracia ,la cual sin duda hemos de cuidar y potenciar, pero sin embargo a veces pareciera que nos cuesta que se nos contradiga o se dé una opinión, aunque sea fundamentada, en contra de lo que se ha dicho o dispuesto.
Hermanos y hermanas, amigos y amigas, hemos sido elegidos o enviados para trabajar por el bien de Iquique y su gente y así contribuir al bien de Chile. Para mí como sacerdote y obispo me ha impresionado y cuestionado siempre, una frase del salmo 68 que dice: “Señor, que por mi causa no queden defraudados los que en Ti esperan”, se las propongo también a ustedes en esta mañana, que cada uno pueda decir “que por mi causa nadie quede defraudado” sino que al contrario que mi vida, mi trabajo sea de verdad un gran aporte para la vida de tantos que lo necesitan.
Que la misión que cada uno ha asumido la podamos realizar con fe, con optimismo, con valentía, con entrega generosa, Chile y su gente lo necesita.
Hermanos y hermanas: el acto del cual participamos es la oración de la Comunidad Cristiana Católica por Chile, sus autoridades y su gente, por eso en esta mañana como obispo, pastor de la Iglesia que camina en Iquique me permito compartirles lo siguiente: “la Iglesia proclama el evangelio de la paz y está abierta a colaborar con todas las autoridades para cuidar este bien universal”, a este objetivo queremos los creyentes católicos queremos seguir contribuyendo. Un servicio a la paz es la capacidad de construir grandes acuerdos en favor del bien común, que nos ayuden a caminar juntos, reconociendo y respetando nuestras diferencias, siendo capaces de engendrar una sociedad marcada por la tolerancia. Nuestra historia patria está llena de ejemplos de actores sociales que, más allá de sus legítimas posturas, han sido capaces de sentarse a la mesa y construir acuerdos nacionales que han redundado en el bien de Chile. Temas tan relevantes como la reforma educacional, que procura el acceso a una buena educación parar todos los hijos e hijas de esta tierra, nos exigen una gran capacidad de diálogo, de escucha, de respeto, por cuanto no solo implica la aplicación de un programa sino que creemos se ha de lograr la articulación de una propuesta, con las sensibilidades y derechos de los diferentes actores sociales del país, que reconocen en este ámbito un elemento esencial de sus vidas.
En otro aspecto vemos con preocupación cómo la verdad sobre la vida humana y la familia se ponen en cuestión. Los creyentes jamás podremos soslayar que la promoción y defensa de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural, no es por un afán meramente religioso, ideológico o de otro orden, sino que es un clamor de humanidad que brota de la misma naturaleza. Como enseña el Papa Francisco, “la 'cultura del descarte', que hoy esclaviza los corazones y las mentes de muchos, tiene un costo muy alto: requiere que se eliminen seres humanos, sobre todo si son físicamente y socialmente más débiles. Nuestra respuesta a esta mentalidad es un 'sí' decidido y sin vacilaciones a la vida. El primer derecho de la persona humana es su vida" (Papa Francisco a los ginecólogos católicos, 23 de septiembre de 2013). Como antaño en la Iglesia defendimos la vida de los que eran perseguidos, hoy levantamos nuestra voz, a nombre del Señor, por los derechos humanos de los que no tienen voz, pero que ya tienen vida desde el momento de la concepción. Para los cristianos no hay dos lecturas en esta materia: el derecho humano a la vida es un bien absoluto y, aunque seamos incomprendidos y criticados a causa de buscar la justicia, seremos voz de los sin voz para que sus derechos sean respetados. No trepidaremos en anunciar a tiempo y a destiempo el valor de la vida; es nuestro deber, nuestra convicción y parte de nuestra misión.
La familia, sustentada en el matrimonio, es un bien social al cual debemos proteger. Hoy, así como vemos con profunda alegría la valoración positiva que los chilenos tienen de la familia, constatamos paradójicamente que la institución del matrimonio y de la familia aparece cuestionada, deteriorada y, en muchos casos, olvidada por causa de un individualismo galopante. La inmensa cantidad de niños nacidos fuera del matrimonio es una voz de alerta grave. Sin embargo, esta coyuntura cultural no nos puede hacer olvidar que el matrimonio, entre un hombre y una mujer, es un designio de Dios, que está unido al acto creador y que es un bien social, que hemos de cuidar. La familia es un verdadero santuario de amor donde se forjan las relaciones humanas, las nuevas generaciones, es el hábitat afectivo natural y el lugar donde se reciben los más sagrados tesoros humanos. Es cierto que hay dificultades de diversa índole que no nos pueden dejar indiferentes y debemos afrontarlas, pero este esfuerzo social no puede mellar a la institución del matrimonio y a la familia, que sostienen y articulan el tejido social. Al mismo tiempo, los preocupantes índices que evidencian una disminución alarmante de la natalidad, de las más bajas de Latinoamérica, ha de interpelar a las autoridades y la sociedad toda a elaborar nuevos incentivos y políticas para favorecer el crecimiento demográfico. Nosotros, con la experiencia de otros, hemos de aprender y no cometer los mismos errores. Sin titubear nos atrevemos a afirmar que en el bien de las familias está el bien futuro de Chile.
Al pensar en la familia, hoy como comunidad iquiqueña no podemos olvidar a quién mas sufrieron a causa de los terremotos del 1 y2 de abril. Agradecemos todos los esfuerzos realizados para asegurarles casa a quienes las perdieron o sufrieron grandes daños. Animamos a que todo el proyecto de reconstrucción avance seguro y procurando que en justicia se responda a las necesidades de todos los afectados.
La gran familia de Iquique hoy está formada no sólo por los hijos de esta tierra, sino también por aquellos que hemos llegado de otras zonas del país y muchos que cada día llegan de países vecinos. Como Iglesia invito en primer lugar a los cristianos a que sepamos ser acogedores y justos con quienes llegan de lejos y que tienen derecho a buscar nuevos horizontes seguros en sus vidas. Animo también a las autoridades a que se puedan disponer todos los medios para que quienes llegan hasta nosotros puedan acceder a la documentación que les permita contribuir con su trabajo honrado al desarrollo de nuestro país. Que nuestra generosidad y espíritu acogedor, no sea sólo canto sino una hermosa realidad.
Hermanos y hermanas: aquí en la Casa de Dios les invito a recordar que la tierra ha sido encomendada a la administración del hombre, el cual debe sacar de ella su riqueza pero sin destruirla. En nuestro país y especialmente en nuestra región, la producción minera y pesquera ha sido y es causa de riqueza, de empleo y desarrollo. Los creyentes sabemos que la naturaleza, la creación no podemos endiosarla, idealizarla y decir que no puede ser tocada, pero si tenemos que recordar que ha de ser tocada con cariño y respeto. Por lo mismo animo a las autoridades y comunidad toda a que todo proyecto de explotación y desarrollo sea responsablemente estudiado, no pensemos sólo en las ganancias del presente sino, que estudiemos que depararán para el futuro de nuestra gente, las acciones que hoy realizamos. Animo a que estás cosas sean tratadas con diálogos sinceros, responsables, fundamentados, escuchando, según sea el caso, a los hijos de los pueblos originarios que tanto nos pueden enseñar del respeto a la creación, y a los distintos sectores ciudadanos que tienen derecho a exigir que proyectos, estudios y trabajos sean realizados de manera transparente y no mezquina. La Región de Tarapacá ha de continuar viva y hermosa para los que vienen detrás de nosotros.
Chile es su gente y a esta gente estamos llamados a servir, con rectitud, alegría, respeto y perseverancia.
Dios nos ayude en esta tarea.
+ Guillermo Patricio Vera Soto
Obispo de Iquique
18 de Septiembre de 2014