En este santuario, ubicado en el corazón de Maipú, lugar desde donde María bendice a todo nuestro pueblo, es santuario nacional a la Virgen del Carmen, expresión de la gratitud de Chile a la madre de Dios.
En este 16 de julio hemos acudido muy numerosos a encontrarnos con la Madre de Dios. Y para escuchar de Ella, de su corazón de madre, lo que tenemos que hacer, para ser esos hijos queridos, que forman una sola familia, que busca el bien de todos.
En la primera lectura, Débora aparece como la mujer que acompaña a las autoridades del pueblo de Israel para vencer las insidias de los enemigos: “yo iré si tú vienes conmigo”.
En este lugar no podemos olvidar la historia la historia de nuestro país: siempre María ha estado acompañando todos sus pasos. En los momentos importantes, pero también en el caminar diario para formar un pueblo de hermanos, para buscar la paz, para construir el bien común. En este lugar, esos muros que están allí como testigos de la historia, nos dicen como María ha estado presente a lo largo de la historia de nuestra patria, construyendo junto con nosotros el bienestar de todos, el bien común. Ella ha acompañado siempre al pueblo de Chile para que sea un pueblo de personas que construyen una sola mesa, la fraternidad que brota del reconocernos hijos de Dios. También hoy María camina con nosotros. También hoy ella nos quiere decir que en la construcción de nuestra historia, Ella quiere caminar con nosotros indicándonos los senderos del bien, de la justicia, de la solidaridad y de la fraternidad ¡Qué hermoso es que podamos descubrir que la sabiduría que viene de la Virgen María, mostrándonos a su Hijo, es una sabiduría que contribuye a construir fraternidad, paz, justicia, superación de las divisiones, para crear entre todos esa comunión profunda que nos hace familia de los hijos de Dios!
1. En este tiempo la cultura imperante, lastimosamente en Chile, pretende muchas veces que los hombres y las mujeres construyamos el futuro al margen de Dios. Muchos pretenden pensar el futuro de Chile sin tener la mirada fija en lo que el Señor nos ha enseñado, en lo que la Virgen María nos viene a recordar. Pobre ilusión humana: repetimos la historia de los comienzos de la humanidad cuando Adán y Eva quisieron construirse al margen de Dios, dejándolo fuera de sus horizontes, se dieron cuenta de que estaban desnudos. Y en lugar de construir la torre que quería manifestar el anhelo de grandeza de un pueblo, fueron destruyéndola en una materialidad, y destruyendo la comunión expresada en la confusión de las lenguas. Mientras unos construían, otros destruían.
Lo hemos dicho muchas veces, no hay un futuro para Chile al margen de Dios. No hay futuro bueno para Chile si olvidamos lo que su Hijo nos ha enseñado, el camino que indica para alcanzar vida plena, vida feliz, vida plenamente realizada.
María del Carmen, desde este Santuario de Maipú, desde este santuario nacional, viene a recordar lo que de verdad construye el futuro, y viene a denunciar aquello que en lugar de construir, va destruyendo el alma de Chile.
El Cardenal R. Silva H., de feliz memoria, ha acuñado esta bella expresión: “el alma de Chile”. Nosotros los cristianos, los católicos en particular, quienes sentimos que la Virgen del Carmen es nuestra madre, no podemos abdicar de esta tarea, no podemos no ofrecerle a Chile lo que más necesita. Y lo que más necesita es el sentido profundo de la vida, el sentido más bello de la vida, la vida abundante del Señor.
¡Qué cosa ganamos con tener carretera enormes, bellas, qué cosa ganamos con tener dinero y progreso material, si finalmente la vida humana que llevamos adelante no es vida plena, no es vida que refleje la vocación más alta de los hijos de Dios!
Sin duda alguna, una antropología funcional que despliega todos sus esfuerzos por construir el bienestar material, es bienvenido, pero el bienestar material necesita tener un soporte, la consistencia que viene de la vocación que Dios ha puesto para la persona humana: es el sentido de la vida humana, el sentido de ser pueblo, de ser una sociedad, que nos construimos como hermanos.
¿Qué sentido pueden tener los conocimientos más amplios, si la educación no sirve para que la persona humana alcance la estatura alta de la dignidad de hijos de Dios, si olvidamos que la tarea fundamental de la educación es permitir que todo niño, que toda niña, crezca en forma solidaria, justa y alcance la estatura alta de hijo de Dios y pueda sentirse parte responsable de la comunidad de un pueblo que busca el bien común y la solidaridad?
¿Qué ganamos si no defendemos la vida; si no hacemos de la vida de toda persona humana, desde aquella que está escondida en el vientre de su madre a aquellas que están sumergidas en la pobreza y miseria, solas, abandonadas, ancianos que nadie cuida de ellos?
¿Qué sociedad podemos construir, si no cuidamos la vida; si no la apreciamos como don del Señor, el don más precioso, que se hace tarea, si no le pedimos a las autoridades, al Estado, que cuide de la vida, sobre todo de los más pequeños, de los más sencillos, de los más pobres?
¿Qué país podemos soñar si no pensamos en la responsabilidad de construir en todo el arco de la vida una existencia digna: en el sueldo justo de los obreros, en la vivienda digna para las familias, en un salario que permita no solamente comer un pan con mantequilla, sino también el anhelo de un desarrollo más pleno para cada persona y para cada hogar? ¡Cuántas veces hemos dicho que el salario mínimo no es solamente aquel que alcanza para sobrevivir, sino aquel que alcanza para que un matrimonio y sus hijos puedan vivir dignamente, y pensar no sólo en el día, cómo satisfacer el día, sino también un proyecto de vida más digno, que le abra la esperanza a un mejor nivel de existencia.
A la Virgen del Carmen le pedimos que acompañe el camino de Chile. Como Débora acompañó el camino del pueblo de Israel para lograr la victoria y ser un pueblo libre y grande, la Virgen María acompañe a todos nuestros pasos para construir un Chile más digno, digno de los hijos de Dios, digno de pertenecer a la familia de los hijos de Dios, cuya responsabilidad Dios mismo ha dejado en nuestras manos.
2. En segundo lugar, y a partir de las lecturas bíblicas, pedimos otras dos gracias a la Virgen del Carmen:
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta a la Iglesia naciente, a la Iglesia que espera el Espíritu para ser enviada a anunciar el Evangelio. Hoy día, también nuestra Iglesia, en el cambio cultural que está viviendo, espera vivir un nuevo pentecostés, recibir el don del Espíritu, para abrir las puertas y salir, ser una Iglesia “en salida” como nos ha dicho el Papa Francisco. Pero esta Iglesia en salida es una Iglesia de comunión, una Iglesia que vive en oración, en la espera del Espíritu, “junto con María la madre de Jesús”… Los hechos de los Apóstoles ofrecen un criterio fundamental para la Misión Territorial que estamos llevando adelante, en todas nuestras parroquias.
La Misión Territorial, la misión a la que todos ustedes están llamados y comprometidos, como parroquias, como comunidades cristianas de base, como movimientos, es una tarea que brota de la naturaleza misma de la Iglesia de Jesús, la Iglesia que se construye alrededor de Jesús y no de nuestras ideas, no desde lo que yo estimo que la Iglesia debiera decir, sino alrededor de Jesús, de la verdad que Jesús nos ha revelado, del evangelio de Jesús, de esa Iglesia que junto a los apóstoles siente constantemente la protección de María para salir con la fuerza del Espíritu a evangelizar.
Queremos pedirle a la Virgen que nos regale a la Iglesia de Santiago esta gracia que necesitamos: renovar nuestra Iglesia, desde adentro, desde la apertura al Espíritu, desde la adhesión a los apóstoles, en la comunión, y no pretender que mi criterio, aunque sea muy aplaudido por los medios de comunicación social, sea “el” criterio; el criterio es Jesucristo y su evangelio, una iglesia fiel a Jesucristo, a su evangelio, a la Iglesia apostólica, reunida en la espera del Espíritu, junto con María la madre de Jesús.
3. Quisiera que juntos le pidiéramos a María una tercera gracia. Nos trasladamos a la imagen que nos ha transmitido el evangelio hoy: ahí a los pies de la cruz de Jesús, contemplamos al maestro que da su vida por nosotros, ahí está María llena de dolor y está Juan: “ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”. Vivimos en una época histórica donde hay tanto dolor, donde hay tantas periferias -como dice el Papa Francisco- que esperan nuestro consuelo, que esperan nuestra mano tendida… “ahí tienes a tu madre”. “Y desde aquella hora, nos dice el evangelio, el discípulo la acogió en su casa”. Acojamos a María en nuestra casa, en la casa que somos cada uno de nosotros, en las casas que son nuestras familias, comunidades, nuestra ciudad, nuestra patria.
¡Cómo cambia un espacio físico y una experiencia humana cuando una mamá está presente, preocupándose de sus hijos, cuando la mamá se ciñe el delantal para servir con amor a sus hijos y a los miembros de su familia! María no deja de ceñirse el delantal para servirnos, para ser madre, para enseñarnos a ser hermanos. Acojamos a María, en nuestra casa, en nuestras parroquias, en nuestra Iglesia de Santiago. Acojamos a María en los barrios, en las comunas, en la patria. Ella seguirá ejerciendo también en este tiempo su visión de madre y maestra. A ella queremos pedirle que escuche nuestra oración y que acompañe la historia de nuestro país para que la sabiduría de Dios esté presente en todos los que nos gobiernan, en todos los que tenemos responsabilidades de diverso origen y de diversa naturaleza, a todos los que tenemos la gran tarea de construir la comunión en Chile. Pidámosle a María que nos ayude a construir una Iglesia de mucha comunión, de mucha esperanza, una Iglesia en misión, peregrina y que vaya a todas partes. Pidámosle que la podamos acoger como nuestra madre, como nuestra madre de consuelo y de paz. Recuerdo en este momento, que desde aquí, inmediatamente después del terremoto del 27 de febrero, la imagen de la Virgen del Carmen llegó hasta la población Santa Clara, una de las más devastadas por el terremoto en Talcahuano. He visto en ese signo la ternura de la Virgen que se hace presente en el dolor, que alimenta la esperanza de todos aquellos que sufren y que enjuga las lágrimas de los pobres.
Muy queridos hermanos y hermanas, en esta celebración he visto y bendecido a muchos niños ¡Qué tarea hermosa tienen papás y mamás, abuelas, abuelos, educadores, educadoras! la misión de hacer crecer estos niños, haciéndoles experimentar cómo María camina con nosotros, nos indica el camino del bien, nos enseña a ser Iglesia, y a ser cristianos de corazón abierto.
¡Que el Señor los bendiga abundantemente y que la Virgen desde este santuario acompañe con sabiduría y amor, el camino de nuestra patria! Amén.
+ Cardenal Ricardo Ezzati Andrello
Arzobispo de Santiago