Santiago de Chile, viernes 7 de marzo de 2014
Al querido hermano en el episcopado, don ENRIQUE TRONCOSO,
y a la querida Comunidad diocesana de MELIPILLA
En el día de hoy se han hecho públicas la aceptación de su renuncia a la diócesis de Melipilla por razones de edad, y también mi nominación como obispo de Melipilla.
Agradezco de corazón al Papa Francisco la solicitud por su persona y por la diócesis que me confía pastorear, sucediéndolo a Usted, querido don Enrique.
El Prefecto de la Congregación para los Obispos, Cardenal Marc Ouellet, en carta en que me comunicó el nombramiento del Papa, me dice:
“Me uno además a su oración al Señor para implorar la gracia que le permita ser para la Iglesia que peregrina en la querida diócesis de Melipilla un Pastor según su corazón, que santifique, enseñe y gobierne en plena y ejemplar comunión con Él, con el Santo Padre y con los demás miembros del Colegio episcopal”.
Querido don Enrique, quiero recordar nuestro común trabajo en el Seminario Pontificio Mayor de Santiago; el haber ocupado muchos años después la Secretaría General del Arzobispado de Santiago, a la que Usted también sirvió con tanta generosidad. Hoy la Providencia de Dios y el querer del Papa Francisco, permiten que lo suceda como tercer obispo de Melipilla.
Quiero enviar un saludo fraterno a los habitantes de la extensa diócesis de Melipilla: a las autoridades políticas, a los trabajadores portuarios y pescadores; a los artesanos de Pomaire y de otras localidades; a los empresarios de diversos rubros de la agricultura, a los trabajadores de la tierra, a los trabajadores avícolas, a las dueñas de casa; a las “palomitas” que endulzan los viajes al litoral central de nuestras costas; a los profesores y a los funcionarios públicos y de la salud; a los estudiantes; a los trabajadores de los medios de comunicación social; a los enfermos y a quienes están privados de libertad.
Un saludo muy cordial a los hermanos y hermanas de otras confesiones religiosas cristianas. Del mismo modo quiero recordar al primer obispo de la diócesis,
don Pablo Lizama, actual arzobispo de Antofagasta y un muy querido hermano en el episcopado.
Quiero expresar también muy especialmente mi afecto sacerdotal y episcopal a los sacerdotes diocesanos y religiosos, a los diáconos permanentes, sus esposas y familias, a los seminaristas, a las muy queridas religiosas, a los catequistas y agentes evangelizadores, a las familias y a los jóvenes; a nuestros enfermos; y con singular disposición y cercanía a las personas que se han alejado de la Iglesia, por diversos motivos.
Mi lema episcopal, desde la ordenación y mi servicio como obispo auxiliar de Santiago, desde hace 10 años es: “
¡Ven, Señor Jesús!” Es la exclamación final del último libro de la Biblia, el Apocalipsis. Ayúdenme a ser fiel a este deseo. Que venga Jesús. Él es el Señor de nuestras vidas y a quien hemos consagrado nuestra existencia.
Querido don Enrique, queridas hermanas y hermanos en Cristo, me parece que las palabras del Cardenal Ouellet, citadas más arriba, son elocuentes. No debo agregar nada más.
Encomiendo este nuevo ministerio a la Virgen Santísima y a San José, custodio del Redentor, bajo cuya protección está nuestra querida diócesis.
¡Ven, Señor Jesús!
Con renovado afecto y con los deseos de todo bien en Cristo y la Virgen Santa,
+Cristián Contreras Villarroel
Obispo auxiliar de Santiago
Obispo electo de Melipilla