Queridos hermanos
1. Bajo la inspiración de las palabras del profeta Isaías y del Señor Jesús, sobre la fecundidad de la palabra de Dios, dicha para ser oída y para producir la fecundidad de la tierra, que dé en su hermosa expresión “semilla al sembrador y pan para comer”, quisiera dar gracias a Dios por sus dones, y por sus deseos que tengamos vida, y vida abundante.
La tradición del TE DEUM, seguida desde el comienzo de nuestra República, nos reúne ahora en esta ciudad, capital de la Región. Como Iglesia queremos ser testigos de estas palabras, reconociendo que las vivimos también con nuestros hermanos evangélicos y con todos los que la habitan, junto con quienes hacemos el viaje de nuestra vida, compartiendo los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de nuestro tiempo (CV II, GS 1).
Saludo con mucho respeto a las Autoridades, representantes de los tres poderes del Estado. Al Sr. Intendente, a nuestros Legisladores, al Sr. Presidente de la Corte de Apelaciones. Saludo en especial al Ejército en este día, a las Fuerzas Armadas y de Orden, y a todos los servidores públicos, a los empresarios y trabajadores de la Región. Y a todos quienes nos acompañan en esta Iglesia Catedral, y a quienes nos siguen por radio San Bartolomé.
2. Quisiera compartir con Uds. la esperanza a la que me lleva la fe. Nuestra Región vive, como el país, momentos de más trabajo y bienestar. La porfiada sequía nos amenaza. A estos crecimientos se suma algo que es un valor muy importante. En estos lugares existe la posibilidad mayor de acercamiento entre las personas y el diálogo. Creo que no se dan las tensiones tan extremas de nuestra capital, de donde yo provengo. Aquí he aprendido que se dan condiciones de cercanía física, de características de las personas, ser más positivas, de encuentros ya realizados, que podrían hacer de estas latitudes las que lideraran un crecimiento en el diálogo social, verdadero y sincero, que tanto necesita nuestro país. Hace ya años que en pequeñas o grandes acciones aquí se practica. Yo creo necesario llevarlo adelante con fuerza y extenderlo. Eso sí, hay que entender bien la única condición indispensable para que haya diálogo, sea de temas de nivel más personal, sea diálogo social: que el único pre-juicio que hay que tener es que el diálogo me va a dar elementos que me ayudarán a conocer al otro, a aprender, a no tenerle temor, y también, a enriquecer y modificar mis posiciones. Este diálogo nos ayudaría a comprender que la “tierra” que es nuestra comunidad nacional y que son nuestros propios corazones, requiere ser preparada, cultivada y cuidada con mayor esmero para que la semilla germine y dé buenos frutos. (GS 40)
El verdadero diálogo social nos ayudaría a luchar contra una desconfianza peligrosa, que se ha instalado en nuestra convivencia y que amenaza con alejarnos unos de otros dejando sin resolver las principales dificultades que nos afectan como sociedad.
Este mismo diálogo es el mejor método, también, para poder abordar uno de los principales temas pendientes de nuestra comunidad y que es la desigualdad. Superar este grave problema no es tarea sólo del gobierno sino de cada uno de nosotros. Lo que podamos avanzar en este tema será signo de la calidad de nuestro diálogo.
Signos evidentes de nuestra desigualdad y desconfianza son los problemas que han movilizado a tantos compatriotas por los problemas de educación, centralismo, temas ambientales, temas locales.
3. Como Iglesia, quiero asumir la disminución de la confianza en Ella, que comparte también con otras Instituciones. Esto tiene un aspecto preocupante, pero revela, al mismo tiempo, un valor: la comunidad nacional, especialmente a quienes se reconoce una responsabilidad, les exige rigor. La inoperancia, la acción poco transparente o la desidia frente a problemas, provoca una tormenta que nos interpela una y otra vez, pareciendo arruinar lo sembrado. Como Iglesia, en particular, reiteramos nuestra petición de perdón por las numerosas fallas que hemos cometido, injustificables, y que han suscitado desconfianza, y queremos que se vea una decidida voluntad de cambio. Con las medidas adoptadas buscamos superar nuestras faltas y vivir nuestra misión con renovada fidelidad al Señor de la Vida.
4. Creo que para escucharnos y ser tolerantes unos con otros, hay que reconocer que detrás de las movilizaciones que hemos visto, que tienen motivos locales o de carácter general, ponen al descubierto situaciones por largo tiempo aún no resueltas. Si tuviéramos una organización nacional verdaderamente descentralizada que favoreciera una mejor participación de todos, que tuviera el objetivo de buscar soluciones no sólo económicas, nuestro país se abriría más el camino a trabajar con los grandes principios del bien común y del respeto irrestricto por la dignidad de la persona humana.
El bien común, el respeto por la dignidad de la persona, requieren que trabajemos por la erradicación de la pobreza. La pobreza disminuye desde hace tiempo, pero la pobreza real es lo que hay detrás de las cifras y de tantos promedios que nos ocultan la realidad vivida por tanto hermanos nuestros. Sin ser técnico, me atrevería a decir que en un país con tan extremadas diferencias como el nuestro, el uso de los promedios estadísticos nos lleva a una verdadera pantalla que nos impide ver lo que viven en realidad los del decil o quintil de los más pobres. Y, además, tiende a tranquilizar las conciencias de los chilenos del decil o quintil superior. “La caridad de Cristo nos urge” (2 Corintios 5, 14), palabras de San Pablo tomadas como lema de Obispo por el recordado Cardenal Silva, nos empujan a ir más allá, a no darnos tranquilizantes, y a trabajar con todas nuestras fuerzas en al erradicación de la pobreza, recordando la vieja verdad cristiana proclamada por el Concilio: “que se supriman las causas de los males, y no los efectos”…”que se satisfaga ante todo las exigencias de la justicia, y que no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia” Estas obligaciones “se imponen, ante todo, a los hombres y a los pueblos que viven en la prosperidad” (CV II, AA 8).
5. Quisiera aportar algunos otros temas que debe enfrentar nuestra Región.
*El agua. ¿Qué se priorizará? ¿La minería o la agricultura? ¿Existe alguna solución razonable que sea beneficiosa para todos? ¿Somos capaces de construir una solución en conjunto? Hay muchos proyectos de inversiones, y por lo tanto, qué proyecto de desarrollo tendremos. Dado que este es un problema común con el Norte Grande, parece a muchos técnicos que un buen desarrollo humano sería pedir a las mineras que se abastezcan con agua del mar, o con reciclar los millones de litros del consumo de nuestras ciudades.
*La regionalización que no consista en aumentar alguna descentralización administrativa; un proceso real de descentralización requiere un cambio de actitud y de ideas en todos: la Capital de Chile y también las capitales regionales.
*Necesitamos conocer los resultados del nuevo Censo. ¿Ha disminuido el mundo rural? ¿Qué pasará con la cultura rural? ¿Se buscará un equilibrio? ¿Qué pasará con las antiguas comunidades rurales y con las personas acostumbradas a vivir en esta forma? Junto con los datos necesitamos nuevas y eficaces políticas públicas que favorezcan siempre y en primer lugar a los más débiles y necesitados. No podemos olvidar esta prioridad.
6. Dentro de poco nos enfrentaremos al proceso ante el Tribunal de La Haya por la demanda presentada por la hermana República del Perú. Gracias a Dios, se ha hecho un esfuerzo por mantener un ambiente de serenidad en el corazón de ambos pueblos. Todos los Obispos pedimos al Señor que ilumine y fortalezca a las autoridades chilenas y peruanas y a los miembros del Tribunal, para que actúen con serenidad y sabiduría al adoptar sus resoluciones.
7. En nuestro país estamos próximos a elecciones de alcaldes y de concejales. Ojalá que todos actuemos como personas integradas en la comunidad nacional, y asumamos con responsabilidad el deber ciudadano de votar libre e informadamente. Desde los valores cristianos de la caridad, la fraternidad y la solidaridad, pedimos a a todos actuar con sabiduría en estas elecciones.
8. Al terminar, pensando en esa gran fuente de riqueza que es el Concilio Vaticano II, pensemos en su enseñanza sobre los signos delos tiempos. Son estos una señal de esperanza porque creemos que Dios actúa en la historia y la lleva hacia la plenitud en Cristo. En las pruebas, en las transformaciones, pensemos que nuestra fe nos lleva a la esperanza, y esta a ser testigos del Evangelio que es y debe ser proclamados tal como lo proclamó Jesús: una Buena Noticia para toda la humanidad. A los laicos los invitamos a vivir su fe como el Concilio los invita. Parafraseando una reciente frase el Papa Benedicto XVI sobre el mismo Concilio, los invitamos a cambiar de ser colaboradores del clero, a ser corresponsables de la Iglesia toda, y a vivirla ante el mundo y en el mundo.
9. Llenos de esperanza confiamos estas intenciones a la Virgen del Carmen, Patrona de Chile y de sus FFAA. Que Ella proteja a nuestro país, y con sus palabras: 2Hagan lo que Él les diga”, nos ayude a crecer ante Dios y ante los hombres.
† Manuel Donoso D. SS.CC.
Arzobispo de La Serena
La Serena, 18 de Septiembre de 2012