Muy distinguidas autoridades y fieles todos aquí presentes y los que nos acompañan a través de Radio Santa María:
Nuestra Patria se viste de fiesta en estos días por su 202 aniversario. Como en toda fiesta, desborda en nosotros la alegría de un año más de vida como nación, por sus logros y éxitos. Se fortalece la fraternidad y el compromiso, la responsabilidad y la fe en que el nuevo año será bendecido por Dios con la paz, fruto de la justicia.
Desde la fe sentimos la necesidad de que Dios nos visite, guíe nuestra historia, aliente nuestra esperanza, fortalezca nuestro valor, convierta nuestras faltas y pecados en actitudes y proyectos de gracia y vida plena para cada hijo e hija de Dios que vivimos en esta tierra bendita que llamamos Chile.
Celebrar este solemne y tradicional TE DEUM es reconocer que Dios nos visita y quiere tocar a cada uno de nosotros con su Poder y con su Gracia.
¿Nos dejaremos tocar por Dios? ¿Lo recibiremos como una visita liberadora y santificadora?
Camino a Naím las puertas de esa ciudad se abrieron para Jesús y sus discípulos. Allí Jesús se encuentra con un pueblo que acompaña el dolor de una madre, que además de su viudez, llora la muerte de su hijo único. Nadie le pide nada a Jesús, quien podría haber tomado otro camino para entrar a Naím.
Pero Jesús se conmueve con el sufrimiento y el dolor humano, su compasión es más fuerte que la indiferencia, y por eso el dolor de la madre lo conmueve más que la muerte del joven. Hace suyo el dolor, se acerca, toca la camilla y ordena al difunto: “¡Levántate!”
El poder y la autoridad de Jesús devuelve la vida, resucita, transforma el dolor y la muerte en alabanza, en buena noticia de salvación, en fiesta de la madre y de todo un pueblo, haciendo realidad la bienaventuranza: “dichosos los afligidos y los que lloran, porque Dios los consolará y reirán” (Mt 5,5 y Lc 6,21).
Celebrar Fiestas Patrias es actualizar en Chile y en Aysén esta misma visita de Dios, es experimentar en cada hijo e hija que vivimos en esta tierra que Jesús es la resurrección y la vida, que vence el dolor y la muerte y nos convierte en personas resucitadas.
Cuan urgente y necesaria es esta visita de Dios que quiere hacerse presente hoy a través de nuestra vida cristiana, en nuestro testimonio de resucitados.
Jesús tiene COMPASIÓN porque tiene un corazón de carne, tiene la sensibilidad de Dios para cambiar radicalmente nuestro corazón de piedra que deshumaniza, que hiere, que margina, que excluye, que hace violencia, que mata al hermano.
En nuestra Región y en nuestro País experimentamos cada día los efectos de la dureza del corazón, del corazón de piedra, que produce dolor, malestar, sufrimiento y hasta muertes.
Cuando le preguntaron a Mahatma Gandhi cuales son los factores que destruyen al ser humano, este profeta de espiritualidad y de paz, respondió:
“La política sin principios,
El placer sin compromiso,
La riqueza sin trabajo,
La sabiduría sin carácter,
Los negocios sin moral,
La ciencia sin humanidad,
La oración sin solidaridad”.
Cuando le cerramos las puertas a la compasión, al amor, al diálogo, a la justicia y a la solidaridad, teniendo un corazón de piedra, abrimos los portones al odio, a la destrucción, a la inmoralidad, a la violencia, a la muerte, amenazando gravemente los caminos de la fraternidad y de la paz.
Hoy, en nuestra Región y en nuestra Patria, sentimos el apremiante deber de preguntarnos: ¿Qué futuro tendrá nuestra Patria si no son atendidos a su debido tiempo los ideales más nobles de dignidad, de los cuales tenemos cada vez mayor conciencia y que vemos expresados desde voces muy humildes hasta masivas manifestaciones:
- en las exigencias del derecho a la tierra, al agua, al cuidado del medio ambiente y a todos los bienes naturales para una vida saludable y sustentable;
- en las exigencias del derecho a la educación de calidad y a la salud;
- en las exigencias del derecho a la equidad y a la participación en la toma de decisiones en temas referentes al bien común;
- en las exigencias del derecho al respeto por la vida de los niños, de los adultos mayores, de las mujeres, de los hermanos indígenas;
- en las exigencias del derecho a leyes y una Constitución más éticas y democráticas, en que las privatizaciones y la mercantilización de la vida y de los bienes no sigan distanciando y hasta enfrentando cada vez más los DOS Chiles que hemos creado y sufrimos hoy;
- en las exigencias del derecho a que la economía sea un medio, y no un fin que articule toda la vida social, subordine la política y anule la ética, ahogándonos en el consumismo y la depredación, y sacrificando a importantes sectores de nuestra sociedad en el altar de la inequidad y la pobreza?
Lo más doloroso para el pobre en su pobreza, no es el sufrimiento físico, sino el hecho de no ser considerado, de ser silenciado, despreciado y marginado, despojado de su dignidad.
Podremos invisibilizar a los pobres, pero su grito y él de la tierra depredada, permanecerá cuestionando nuestra conciencia, nuestras opciones, nuestras leyes, nuestras acciones, nuestra vida social, nuestra fe, nuestra espiritualidad y nuestra religiosidad.
“Tu problema es mi problema”, resuena como voz profética en nuestra Patagonia, haciendo eco del mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma de este año, cuando nos decía: “Yo soy responsable de mi hermano”.
Cada uno, desde nuestras responsabilidades y lugar social, tenemos un deber ético, moral y espiritual para aliviar el dolor de los hermanos y crear una sociedad donde nadie sea excluido de la mesa del bien común, de la felicidad y de la paz fraterna. Si no sabemos responder a su debido tiempo a los anhelos más dignos, sabios y profundos de nuestra Patria, se acrecentará aún más el descrédito y la desconfianza en las instituciones y en las personas con autoridad, cayendo en un peligroso torbellino de anarquía, que pone en grave peligro la paz social, como nos enseña la historia.
Jesús, entrando en la ciudad, le dice al joven muerto: “A ti te digo: ¡ Levántate ¡” asegurándonos así que con Él y por Él siempre hay una profecía de vida y de resurrección, aún en los hechos más dolorosos, oscuros y cuestionadores de nuestro pueblo.
En Cristo está el poder y la autoridad para dar vida a nuestra cultura y a nuestra sociedad. Como lo estaba en Salomón para guiar a su numeroso pueblo, según nos decía la primera lectura (1 Reyes 3, 5-12): en tener un corazón sabio, prudente y compasivo, un oído atento a las necesidades de sus hermanos, en discernir el bien y el mal, en gobernar sin la obsesión de la riqueza, del poder y de la eliminación de sus enemigos.
Salomón, desde la fe en el Dios Todopoderoso, entendió que el PODER humano siempre busca dominar a las personas o a un pueblo infundiendo miedo para que acate las órdenes y leyes, o dándoles beneficios, ayudas o recompensas para tranquilizar sus anhelos, o incluso persuadirlos en sus conciencias que la dominación es lo más adecuado para su seguridad y bienestar.
Salomón no cayó en esta trampa del PODER, sino que ejerció la AUTORIDAD que Dios le confiaba para SERVIR a su pueblo, valorando, potenciando y canalizando las cualidades y carismas de sus habitantes en beneficio del bien común, sin privilegiar a los poderes económicos y políticos que también amenazaban su reinado.
Así la AUTORIDAD elimina el abismo que normalmente crea el PODER entre las personas, creyéndose unos con mayor dignidad, sabiduría, fama, riquezas que otros.
En este nuevo milenio de la historia humana, ya adentrados en una nueva época de la humanidad, y en tiempos electorales para nuestro País, se hace urgente educarnos a una mentalidad y CULTURA DEL SERVICIO y DE LA FRATERNIDAD en las relaciones humanas y en nuestra estructura social, fruto de un amor profundo, transparente, responsable y comprometido, y a su vez educarnos a una CULTURA DE LA SOBRIEDAD, DE LA SENCILLEZ y DEL CUIDADO con los bienes de la creación.
En esta nueva cultura del nuevo milenio, no es casualidad que sean los jóvenes, hastiados y críticos de los malabarismos del poder, quienes nos cuestionen nuestra autenticidad, transparencia y testimonio de vida.
Gracias, amigos jóvenes, por su valentía y su voz profética, por querer ser discípulos de Jesús, el Maestro, el amigo que nunca falla, la Palabra de Vida, y por querer ser misioneros de la Buena Noticia, del Evangelio de Cristo, que enciende el fuego del Espíritu de Dios en el corazón de los demás jóvenes y de sus familias, aún atrapados en los dulces sueños de la indiferencia y de la pasividad.
También a ustedes Jesús quiere visitarlos y tocarlos, para decirles: “¡Joven, a tí te digo, levántate!”
Dejémonos todos tocar por Jesús, para que nos levante de nuestro pecado, nos sane nuestro corazón de piedra, nos libre del poder del mal, y nos impregne de su gracia para poder alabarle y adorarle en el servicio fraterno hacia nuestros hermanos, especialmente los más pobres y los jóvenes.
Entonces podremos elevar gozosos nuestra oración hacia Dios: “TE DEUM, a Ti oh Dios te alabamos”, uniéndonos a quienes ya son miembros del coro y de la Patria celestial: los apóstoles, los mártires, los profetas, la Virgen María y todos los santos. Que ASÍ SEA.
† Luis Infanti De la Mora, osm
Obispo Vicario Apostólico de Aysén
Coyhaique, 18 de septiembre de 2012