"Para que los jóvenes en Jesús tengan vida abundante"
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"Para que los jóvenes en Jesús tengan vida abundante"

En el año de la Misión Joven Homilía en Te Deum de Fiestas Patrias Iglesia Catedral de Punta Arenas, martes 18 de septiembre de 2012

Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2012
Pais: Chile
Ciudad: Punta Arenas
Autor: Mons. Bernardo Bastres Florence

Lecturas:
Is. 55, 10-13
Sal 103 (102) 1-14;
Lc. 8, 4-15

La presencia de Dios en la historia de nuestra Patria ha sido como la lluvia y la nieve, que “no vuelven al cielo sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come” (Ver nota 1) como lo acabamos de escuchar en la primera lectura. Por eso nos reunimos cada año para dar gracias a Dios por los muchos bienes que nos ha prodigado y por la obra fecunda de la paz y la libertad que tanto amamos. El mismo Profeta Isaías nos señala la causa de nuestra alegría y de nuestra confiada esperanza: “Ustedes saldrán gozosamente y serán conducidos en paz; al paso de ustedes, las montañas prorrumpirán en gritos de alegría, y aplaudirán los árboles del campo” (Ver nota 2).

Venimos también a pedirle al Señor de la vida que ilumine a nuestra Nación, para que, en medio de los gozos y de las esperanzas, de las tristezas y de las angustias de nuestro tiempo (Ver nota 3) , trabajemos incansablemente para hacer de Chile la “tierra buena” de la que nos habla Jesús en el Evangelio, en la que sean abundantes los frutos de caridad y de justicia.

1. Salió el Sembrador a sembrar en la vida de nuestros jóvenes: los frutos de una tierra buena, generosa y fecunda

En el año de la “Misión Joven”, al que hemos sido convocados, los invito a mirar las tareas y los desafíos que la Patria nos demanda fijando los ojos y el corazón en la vida de nuestros jóvenes. Los invito a leer con renovada esperanza los signos de nuestro tiempo, y que tan sugestivamente se expresan en las nuevas generaciones.

Sabemos que los jóvenes representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestro pueblo. Los reconocemos con una especial capacidad para descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Como lo han señalado los Obispos en Aparecida, los jóvenes “no temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida. Por su generosidad, están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad, a la droga, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, son sensibles para descubrir el llamado que el Señor Jesús les hace. Las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad” (Ver nota 4).

Compartimos plenamente esta mirada a la juventud. Recordemos el desastre vivido al comenzar el año con el desborde del Río de las Minas, y la respuesta pronta, generosa y desinteresada de los jóvenes magallánicos. Han sido ellos, y otros venidos del norte del país, los que han ido a reforestar el Parque de las Torres del Paine. Han sido ellos, los jóvenes, los que han continuado con entusiasmo durante 40 años la obra de los Cevas. Jóvenes son también los universitarios que vemos llegar cada año para realizar la “Misión País”. Han sido los jóvenes quienes han aportado su esfuerzo en las iniciativas de “Un Techo para Chile, y en la reconstrucción después del terremoto del 27 de Febrero. Cada año vemos a cientos de nuestros muchachos ingresar a las instituciones armadas y a organizaciones sociales y de voluntariado, movidos por el amor a la Patria. Son interminables las iniciativas positivas que realizan los jóvenes en nuestra Patria, pero que sin embargo no son reconocidas por nosotros, seguramente porque, como reza el proverbio, “hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que nace”.

2. Salió el Sembrador a sembrar en la vida de nuestros jóvenes: una parte de la semilla cayó entre las piedras, entre los espinos y otras al borde del camino

Pero la semilla de Jesús no encuentra siempre una tierra preparada para dar los frutos que se esperan de ella. “Los jóvenes, como todos nosotros, viven en una cultura que continuamente los invita a sobresalir, a aparentar a toda costa, a dejarse deslumbrar por el éxito y por el poder: todas ellas dinámicas que inducen a ver a los demás como estorbos que es preciso evitar e incluso eliminar” (Ver nota 5).

Como creyentes, deseamos como el Profeta Isaías, que “en lugar de zarzas broten cipreses” (Ver nota 6). Por eso, nos duele constatar que muchos jóvenes de nuestro país atraviesan por situaciones que les afectan significativamente: la pobreza, que limita su crecimiento armónico y genera una escandalosa exclusión; su permeabilidad a las formas nuevas de cultura. Vemos cómo la crisis de la familia les produce profundas carencias afectivas y conflictos emocionales (Ver nota 7). El filósofo Sócrates nos sorprende con una descripción antiquísima que por su análisis parece contemporánea. Él decía, el año 400 antes de Cristo, es decir hace 2.500 años: “La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros”.

Nosotros mismos, como sociedad, hemos puesto piedras y espinos donde debiera haber una tierra cultivable. Entre otras, esas piedras y espinos son “una educación de baja calidad, que deja a nuestros jóvenes por debajo de los niveles necesarios de competitividad” (Ver nota 8). Nos tiene que hacer pensar el hecho de que unos 40 mil jóvenes y adolescentes ni estudian ni trabajan. Las manifestaciones estudiantiles son un verdadero síntoma social, que ha puesto al descubierto situaciones aún no resueltas. Estas expresiones, protagonizadas por estudiantes del sector público y privado, por secundarios y universitarios, nos deben cuestionar profundamente, ya que en sus demandas hay anhelos de justicia e igualdad. Debemos estar cerca de los jóvenes; tenemos que aprender a escucharlos para responder adecuadamente a sus inquietudes, sin dilatar o negar el diálogo, que es el único camino para la paz social y el entendimiento entre los chilenos.

Por otro lado, y aunque parezca contradictorio con la alta adhesión al movimiento estudiantil, “se ve ausencia de jóvenes en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común” (Ver nota 9). Según las últimas encuestas de opinión pública, un 45% de ellos declara que se abstendrá de votar. Solo un 62,5 % confiesa que pertenece a una confesión religiosa, y que participan en alguna sólo el 46%. Además hay un millón de jóvenes que está endeudado y sólo 50% de éstos tiene capacidad para asumir sus deudas y las deudas no son de estudio sino de casas comerciales.

La sensibilidad de los jóvenes de hoy respecto de las relaciones auténticas y profundas es algo extraordinario. Ellos y ellas son mucho más sensibles al respeto irrestricto por la dignidad de toda persona humana, principio cristiano esencial. Este año, con dolor, hemos sido testigos de injustas discriminaciones, ajenas absolutamente al Evangelio, que develan que muchos de nuestros esfuerzos han caído “al borde del camino”, sin dar frutos. Urge dar curso a nuevas formas y maneras en el trato a los demás, que sean dignas y respetuosas.

3. Salió el Sembrador a sembrar en la vida de nuestros jóvenes, y no supimos cultivar la tierra

Pero, ciertamente, lo que más nos preocupa a todos, en lo que reflejan los sondeos de opinión pública, es constatar en los jóvenes y también en muchos adultos, el descrédito y desconfianza en el que hemos caído las instituciones de la sociedad. Por razones muchas veces justas, existe un descontento creciente y lacerante.

Cuando actuamos con inoperancia, con una acción poco transparente o mostramos desidia frente a diversos problemas sociales, provocamos una justa “tormenta” que debería interpelarnos una y otra vez, pues ello arruina todo el esfuerzo y el trabajo que hacemos para construir la Patria y la Iglesia. La siembra de Jesús no podrá encontrar así la tierra que espera en la vida de las nuevas generaciones.

Como Iglesia reiteramos, una vez más, nuestra petición de perdón por el escándalo de nuestro pecado, por nuestras contradicciones y por las dolorosas fallas que hemos cometido y que han suscitado esa desconfianza. Manifestamos sincera y públicamente nuestra decidida voluntad de cambio. Las medidas que ya hemos adoptado y seguiremos adoptando para prevenir los abusos de menores, por dar un ejemplo, buscan superar nuestras faltas y vivir nuestra misión con renovada fidelidad al Señor. Humildemente nos atrevemos a invitar a otros actores sociales a que sigan nuestro camino. De otra manera, en lugar de tierra la semilla de Dios encontrará piedras y espinos que la ahogarán.

4. Salió el Sembrador a sembrar en la vida de nuestros jóvenes: las tareas y los desafíos para una siembra nueva

Tenemos el convencimiento y la certeza de que otro Chile es posible. Para construirlo necesitamos asumir y hacernos cargo de los desafíos que se nos presentan en la hora presente. La sociedad será diferente y mejor sólo si lo son sus hombres y mujeres, especialmente sus niños y sus jóvenes, que son su presente y su futuro. Entre las tareas que tenemos pendientes me permito señalar y destacar algunas:

4.1. El individualismo en que vivimos ha deformado en nuestros jóvenes el sentido del bien común. Por ello, nuestra tarea es transmitir a los jóvenes el sentido del “nosotros”, que es parte distintiva de la fe cristiana. No se puede reducir la realidad a un materialismo galopante que lo transforma todo en cifras, escondiendo el flagelo de la marginación.

4.2. Nuevos problemas sociales nos interpelan: ¿cuántas personas -teniendo casa, comida y educación- están solas, olvidadas y excluidas? Esa nueva pobreza debe provocarnos a trabajar en comunión para que nada de lo humano sea soslayado en el proceso de desarrollo que estamos haciendo como país. Hoy los nuevos pobres tienen otro rostro: son ancianos, pueblos originarios, inmigrantes, diversas minorías, los que viven en la calle, los abandonados, las mujeres solas, entre muchos. A ellos nos debemos y, como bien decía el P. Alberto Hurtado: ”no podemos descansar mientras haya un dolor que mitigar”.

4.3. En la preparación profesional y técnica de nuestros jóvenes, no debe estar ausente la preocupación por erradicar la pobreza material. La caridad de Cristo nos apremia a no contentarnos con las metas alcanzadas o con cifras cuestionables. Debemos seguir trabajando con pasión para erradicar para siempre la extrema pobreza, porque “no debemos dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia” (Ver nota 10).

4.4. Otro aspecto de gran sensibilidad de las nuevas generaciones, y con el que seguimos en deuda, es el cuidado por el Medio Ambiente. La vida de Cristo y su predicación del Reino está en íntima relación con la creación. “La tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber común y universal, de respetar un bien colectivo” (Ver nota 11). El cuidado responsable del Medio Ambiente es una provocación de Dios. No podemos olvidar, mientras tratamos de convertirnos en un país desarrollado, que la creación está al servicio del hombre y del bien común.

4.5. En nuestra sociedad regida por el sistema económico neoliberal, donde el consumo es parte esencial de dinámica, nosotros estamos llamados a educar a las nuevas generaciones en el valor de la austeridad y sencillez de vida. Esto supone que tengamos claro el orden de las prioridades. La crisis económica que vive el viejo continente, y las situaciones complejas que hemos vivido en nuestro país en el pasado reciente, nos dan cuenta de una sociedad marcada por el consumo muchas veces irresponsable, por la comodidad como paradigma de vida y por la acumulación de bienes lujosos que poco ayudan a una vida austera y que hacen evidente la desigualdad social.

4.6. Nuestra sociedad va mostrando rasgos de un pluralismo del todo novedoso. Debemos ayudar a nuestros jóvenes para que comprendan que el pluralismo es un valor en la medida en que podamos vivirlo en una amistad cívica madura, en el respeto reciproco, la auténtica tolerancia y sin desconocer la existencia objetiva de la verdad. Si no es propio de una convivencia fraterna que en nombre de las mayorías se transgredan principios inalienables propios de la naturaleza humana, tampoco lo es que las minorías, en el uso de los medios de presión, busquen imponer valores o principios que vulneran las raíces más profundas de nuestra cultura y de nuestra idiosincrasia.

4.7. Tenemos que devolver a las nuevas generaciones el aprecio y el valor de la institución familiar, el carácter nuclear del matrimonio entre un hombre y una mujer, y la importancia de que estén abiertos a la vida. Es especialmente preocupante el impacto que está teniendo sobre la calidad de vida y las relaciones al interior de la familia, el tipo de desarrollo que estamos llevando adelante, y que no pocas veces se manifiesta en situaciones de crisis y aún de violencia intrafamiliar.

5. Conclusión


Los cristianos hemos contribuido significativamente en el desarrollo y el progreso de la Patria. Cientos y miles de jóvenes creyentes la han enriquecido con sus dones, su coraje y solidaridad. La santidad de Teresa de los Andes, de Laura Vicuña y de Ceferino Namuncurá es un signo elocuente de la presencia de la juventud católica en la historia de Chile y en la vida de la Iglesia.

Hoy es el momento de volver a caminar con los senderos del evangelio; es la hora de cultivar la tierra para que sigan dando frutos abundantes; es la hora de dejarlos frente a frente con Jesús, el sembrador de la alegría y la esperanza. Acompañemos a nuestros jóvenes para que sean “misioneros entusiasmados de la nueva evangelización” (Ver nota 12), para que lleven a los que sufren, a los que están buscando tiempos mejores, la alegría que Jesús les quiere regalar; para que lleven a sus familias, a sus escuelas y universidades, lugares de trabajo y a sus amigos, la esperanza que brota del evangelio y la propuesta de un estilo de vida diferente (Ver nota 13).

Hermanos y hermanas: llenos de aquella esperanza que no defrauda, porque tiene su fuerza en el poder germinal de la semilla del evangelio, confiemos todas nuestras intenciones a la Virgen del Carmen, Reina y Patrona de Chile. Que ella, estrella de nuestra bandera, resplandezca en la vida de los jóvenes de nuestra Patria, para que con ellos lleguemos a cosechar un día la siembra más grande y abundante que haya conocido jamás la historia de la Nación.

¡Te Deum laudamus… te alabamos, Señor!



Notas a pie

(1) Isaías 55, 10
(2) Isaías 55, 12
(3) Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, nº 1
(4) Documento de Aparecida, nº 443
(5) Enrico dal Covolo, L’Osservatore Romano, Domingo 19 de Agosto de 2012, nº 34
(6) Isaías 55, 13
(7) Cfr. Documento de Aparecida, nº 444
(8) Documento de Aparecida, nº 445
(9) Idem.
(10) San Alberto Hurtado
(11) CDSI 466
(12) Papa Benedicto XVI, Mensaje a los Jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud 2012
(13) Cfr., Idem


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