Queridos hermanos y hermanas en el Señor Jesucristo:
Como en años anteriores, les escribo esta Carta Pastoral al comienzo de la Cuaresma, que es también el reinicio de la actividad laboral, estudiantil y pastoral, después del período de vacaciones. Ojalá la puedan leer en familia, y en sus comunidades parroquiales, escolares y de movimientos, compartiendo en torno a las preguntas de cada sección.
1. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación (2 Cor 6,2)
Con el rito de la imposición de la ceniza se ha iniciado la Cuaresma. Este “es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2012).
Así como Cristo se retiró al desierto durante cuarenta días, para orar y ayunar, antes de comenzar su actividad pública, y allí fue tentado por Satanás, así también la Iglesia y cada cristiano son invitados a prepararse durante la Cuaresma para llegar a celebrar la muerte y resurrección del Señor, durante el Triduo Santo, con un espíritu renovado.
Se trata –nos dice el Papa- de acercarse al Señor “con un corazón sincero y lleno de fe”, de mantenernos firmes “en la esperanza que profesamos”, y de dedicarnos a los demás con “la caridad y las buenas obras” (cf. Hb 10, 22-24). En este último aspecto, una forma concreta es colaborar con la Campaña de Cuaresma de Fraternidad de la Conferencia Episcopal, juntando ahorros en las alcancías que se llevan a casa o se colocan en lugares de trabajo o estudio. Con el Fondo de solidaridad recaudado se financian proyectos en favor de jóvenes vulnerables. El lema de la Campaña 2012 es: “40 días para cambiar historias de jóvenes que lo necesitan”.
Este año, el Mensaje de Cuaresma del Papa tiene como texto inspirador el de Hb 10,24: “fijémonos los unos en los otros para animarnos a la caridad y las buenas obras”. Allí se destacan tres aspectos centrales de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal. La atención al otro significa responsabilidad por el bien del otro y todo su bien: físico, moral y espiritual. Esto implica abrir los ojos a sus necesidades, no ser indiferentes, “fijarse” con amor y compasión, como hizo el Buen samaritano. Pero, hay un aspecto que ha caído en el olvido: “la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna”. Corregir al que se equivoca no es una actitud de condena o recriminación sino de verdadera solicitud por el bien integral – no sólo material sino, sobre todo, espiritual- del otro, que es mi hermano y debe salvarse igual que yo. La corrección fraterna es caminar juntos hacia la santidad. Y la Cuaresma es una gran oportunidad en las familias y comunidades para ayudarse mutuamente a llegar a Semana Santa, con nuevas disposiciones.
El segundo aspecto que trata el Pontífice es el don de la reciprocidad, es decir, sabernos miembros del Cuerpo de la Iglesia, alegrándonos con los que se alegran y sufriendo con los que sufren, al decir del Apóstol (1 Cor 12, 12-31). Esto implica, por ejemplo, las obras de misericordia, tanto corporales (entre ellas, la limosna) como espirituales, con los necesitados del cuerpo y del alma. Pero, también es reconocer el bien que el Señor realiza en los demás y agradecer las maravillas de la gracia de Dios en sus hijos. “Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras” (cf. Hb 6,10), nos dice el Pontífice.
En tercer lugar, por lo dicho, debemos animarnos mutuamente a progresar en la vida cristiana, como enseña el Apóstol (1 Tes 4,1), es decir caminar juntos en la santidad. Conspiran contra esta aspiración a este “alto grado de la vida cristiana” (beato Juan Pablo II), el apego a los bienes materiales y a la comodidad, la tentación de la tibieza, o sea, sofocar el Espíritu Santo, y dejarse llevar por el ambiente permisivo que “acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual” (Mensaje, 2).
De allí la importancia de la oración y de la penitencia durante el itinerario cuaresmal. La meditación de los textos bíblicos – con la ayuda del Catecismo de la Iglesia Católica o de su Compendio- y el recurso al Sacramento de la Penitencia o Reconciliación nos ayudarán en el proceso personal y comunitario de conversión.
La Cuaresma conduce hacia la Pascua, es decir, la Muerte y Resurrección del Señor. Nuestra participación en el Misterio Pascual se da a través de la celebración litúrgica del Triduo santo: allí llevamos los dolores y alegrías de nuestra vida, de la Iglesia y del mundo; renovamos nuestros compromisos bautismales, y compartimos la victoria de Cristo Resucitado en la Eucaristía.
Preguntas:
1) ¿Qué pasos concretos podemos dar- durante la Cuaresma- para adquirir el hábito de la lectura meditada de la Palabra de Dios y del Catecismo de la Iglesia Católica (o de su Compendio)?
2) ¿Cómo podemos animarnos mutuamente a mejorar nuestro testimonio cristiano y de caridad con el prójimo?
2. El tiempo de Misión Joven
Entre Pentecostés y Navidad 2012, los jóvenes y toda la comunidad eclesial son invitados a salir, con la alegría de ser portadores del Evangelio, al encuentro de otros jóvenes, especialmente de aquellos que se han alejado de la Iglesia y de quienes están o se sienten excluidos en la sociedad. Se trata de la Misión Joven que se integrará en el proceso de la Misión Continental, la que ya se está llevando a cabo de diversas formas entre nosotros. La Misión Joven tendrá por lema: “Dénles ustedes de comer” (Mc 6,37), aludiendo al mandato de Jesús a sus discípulos de alimentar a la multitud no sólo con el pan material sino con el Pan de la Palabra.
Para lograr este gran objetivo, inspirado en la Conferencia General de Aparecida y estimulado recientemente por el Papa, se requiere que cada comunidad de Iglesia (parroquia, colegio, movimiento) participe en las actividades programadas, y a la vez, ofrezca los medios espirituales- Eucaristía y sacramentos, catequesis y acompañamiento, - para profundizar el encuentro personal y comunitario con el Señor Jesús, formarse en la Palabra de Dios y la doctrina (p.e. el Youcat o Catecismo juvenil), promover la renovación pastoral y la espiritualidad de comunión misionera. Se trata de formar auténticos testigos creíbles del Evangelio, y poner, con la gracia de Dios, a toda nuestra Iglesia en estado de misión permanente. Durante 2012 se pondrá el acento en la dimensión vocacional de los jóvenes, acompañándolos para que lleguen a ser discípulos misioneros de Jesucristo y ofrezcan la vida nueva del Señor a otros jóvenes. Muy en consonancia con la Misión Joven, se nos ofrece el Año de la fe, iniciativa providencial del Papa, que nos invita a redescubrir y compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Nuestro Señor Jesucristo, “Iniciador y consumador de nuestra fe” (Hb 12,2). Ahora bien, el gran ícono de la fe es la Virgen María: Ella es dichosa porque creyó (cf. Lc 1,45)
Preguntas:
1) ¿Cómo podemos dar espacio, motivar, y formar a los jóvenes para que conozcan más al Señor y su Palabra, y lo den a conocer a otros jóvenes?
2) ¿Qué actividades (Adoración y compromisos misioneros y solidarios) podemos preparar para celebrar con fruto la próxima Semana Vocacional (22-29 de abril)?
3. El Año de la Fe
Con motivo de cumplirse el 11 de octubre de este año el 50° aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, convocado por el beato Papa Juan XXIII, y los 20 años de la promulgación – por el beato Juan Pablo II- del Catecismo de la Iglesia Católica, “auténtico fruto del Concilio Vaticano II”, el Papa Benedicto XVI ha convocado el “Año de la fe”, que se extenderá desde el 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey.
Sabemos los problemas que debe afrontar hoy la fe: “está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que (…) reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos”, ha dicho el Papa, al convocar este Año dedicado a la fe (Porta Fidei, 12)
“El ´Año de la fe´ desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la “puerta de la fe” a tantos que están en búsqueda de la verdad” (Nota de la Congr. para la Doctrina de la fe, Intr.).
“La puerta de la fe” (cf. Hech 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza este umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Este comienza con el bautismo (cf. Rom 6,4)…” (Benedicto XVI, Porta fidei, 1).
El Año de la fe es una ocasión privilegiada para conocer mejor el contenido y la belleza de nuestra fe y darla a conocer a los demás, pues hay mucho desconocimiento de nuestra religión. Debemos estar “siempre dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a todo el que la pide” (1 Pe 3, 15). Los grandes instrumentos son la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica (o su Compendio), la celebración litúrgica y el testimonio de vida y caridad de muchos cristianos y santos. Nuestra fe católica merece ser conocida y creída, celebrada, vivida coherentemente y anunciada a otros; hecha oración con Dios.
Por esto, “si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”, ha dicho recientemente el Santo Padre (Disc. a la Curia romana en Navidad, 22/dic/2011).
Así pues, preparemos, desde ahora, con cariño y dedicación el Año de la fe, haciendo nuestras las palabras de Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (D.A., 29).
Preguntas:
1) ¿Cómo el Año de la fe puede – desde ahora- dar sentido y dinamismo a la Misión Joven (Continental) y a todo nuestro quehacer pastoral ordinario?
2) Sugiera actividades para el inicio del Año de la fe, a nivel arquidiocesano, decanal, parroquial, escolar, de movimientos, en cada familia y en cada uno.
***
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Les deseo a todos un tiempo de Cuaresma muy bendecido y provechoso. Que con la Virgen dolorosa y llena de esperanza hagamos el camino cuaresmal y nuestro propio via crucis para resucitar con Cristo en la Vigilia Pascual y el domingo de Resurrección.
Con mi bendición llena de afecto
+ Cristián Caro Cordero
Arzobispo de Puerto Montt
Puerto Montt, 26 de febrero de 2012
1° domingo de Cuaresma