A la luz de diversas experiencias que viven en sus comunidades en tiempos de pandemia, se desarrolló el “19° Encuentro de Católicos Mapuche – Trawün ka gütxamkawüm”. Laicos y religiosos compartieron vía online testimonios y reflexiones sobre los efectos del confinamiento en el contexto actual del pueblo mapuche. El obispo Roncagliolo recordó que “Vivimos en una sociedad excluyente de los pueblos originarios” y que urge una mayor “integración”.
La celebración de la misa, con la proclamación en mapudungún del evangelio de la parábola de los talentos, sirvió de inspiración a monseñor Roncagliolo para enfatizar que “Siempre estamos en deuda con el pueblo mapuche”. Agregó que “Todos lo sabemos, es parte del proceso que estamos viviendo como país” y que “cada persona es un mundo y eso, para nuestro tiempo, para nuestro país y para nuestra cultura, parece ser una invitación preciosa a integrarnos”. El vicario general de Santiago recordó que “todos tenemos algo para dar a los demás y todos tenemos algo para ser fecundo el Pueblo de Dios. Vivimos en una sociedad tan excluyente en relación con los pueblos originarios. Nos cuesta mirarnos, nos cuesta escucharnos y nos cuesta tratarnos”.
Testimonios de fe en pandemia
Héctor Huenchulaf, agregó que la pandemia ha sido un gran desafío para no perder la fe: “Para mí fue bien complicado al principio, porque no creía en la pandemia y estábamos muy metidos en la lucha social. Pensamos que la pandemia era una forma de callarnos, pero después vimos que era verdad y empezamos a cuidarnos. Lo mejor fue que este tiempo nos ayudó a reencontrarnos y ver que lo material no tiene ningún valor”. Recordando el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca. Puntualizó que ya “son dos años que estamos esperando justicia. Somos un solo pueblo y no podemos olvidar lo que está pasando”.
El padre Carlos Brescianni manifestó que el gran desafío de esta pandemia es erradicar la exclusión que vive el país: “En este nuevo aprendizaje, debemos entender que el país somos todos y todas, donde tengamos la oportunidad de no solo poner nuestra voz, sino ejercer nuestros derechos. El modelo de vida que se nos ha impuesto, que es un modelo de ciudad, nos ha desarraigado de la naturaleza, de la creación y nos ha hecho tratarnos como objetos, no como sujetos de derecho. Tenemos una dignidad propia y debe ser respetado por todos y todas”.
Además, repasó la contingencia del pueblo mapuche en estos días: “El territorio lo que reclama es la incapacidad de poder decidir su futuro. Como está negado políticamente, entra en tensión con un modelo que no quiere eso Porque la democratización del poder hace que el inquilino, en este modelo patronal que tenemos, exija sus derechos y que diga también yo soy persona. Vivimos en un tipo de país, de creencias religiosas, en donde no reconocemos nuestros derechos y eso produce racismo y profundas heridas que aún no son sanadas”, analizó.
Tiempo de crecimiento humanos y espiritual
Verónica Pérez Álvarez, secretaria ejecutiva de la Pastoral Mapuche de Santiago, expresó su alegría por la actividad: “Estamos muy contentos por la participación de cada uno, de sus testimonios y de poder escucharnos. Fue maravilloso poder contar entre nosotros con gente de diferentes partes del sur de Chile y de Santiago. Gracias a todos por apoyar la pastoral, no ha sido un camino fácil, por eso es rico poder reencontrarse con gente que uno estima y quiere. Ya llegará el tiempo en que podremos abrazarnos nuevamente todos e ir a misa en distintos lugares”, pidió.
Gladys Nalef, relató los altibajos que ha vivido por su descendencia mapuche: “Desde que me invitaron a participar de la Pastoral Mapuche, poco a poco he ido aprendiendo sus costumbres, idioma y lo principal, el respeto por la madre tierra y los seres que hay en ella. Mi padre es de aquellos mapuches que se vino pequeño a vivir a Santiago a trabajar. Cuando yo era niña también tenía descendencia mapuche y sufrí discriminación y tuve problemas entre familiares, porque en esa época era muy mal mirado el que fuera mapuche”.
La hermana Fidela Bórquez, Superiora provincial de las Franciscanas Misioneras de María, quien trabajó estrechamente con la Pastoral Mapuche, recordó la experiencia como un momento de reencontrarse con sus raíces y sus culturas: “Fue un tiempo de crecimiento humano y espiritual, con las demandas mapuches. Fue un gran privilegio y doy gracias a Dios por la Pastoral Mapuche. Vivir en Tirúa fue un tiempo de mucha energía y sabiduría, de mucho cariño, aprendí de las tejedoras toda la tradición del telar”, relata.
Por su parte, Sandra Ferrero, laica de las Coloradas de Argentina, por su parte, señaló que este tiempo ha sido un gran de safio para reivindicar la cultura mapuche en otros países: “Hemos podido, gracias a Dios, trabajar con jóvenes, equipos pastorales, realizar talleres de mapudungún con personas que han venido de Chile. Ha sido un trabajo de mucha integración. A pesar de la pandemia, es un privilegio contar con distintas plataformas y seguir trabajando en las comunidades”. Así mismo, describió algunos trabajos que ha realizado en comunidades, donde enfatizó la ayuda que brindan en la reivindicación en aristas como la lengua, sus tradiciones y juegos mapuches.
Orugas y mariposas leído por Sandra Ferrero (extracto)
“La vida a cada quien le pide algo. Cada cual tiene un don en esta tierra. Todo deviene a gris al no encontrarlo. Es el tiempo de la oruga, quien le da un tesoro oculto en un rincón del firmamento, y el mapa está en las líneas de las manos. Hay que tender las manos para leerlo y hay que emprender el viaje de regreso, saltar el precipicio, sonriendo, golpear sobre las piedras del desierto, desaprender lo todo para saberlo y renacer de amor e inocencia cuando el ángel nos rosa en el silencio…”
Repasa el encuentro en el video.
Fuente: Comunicaciones Santiago
Santiago, 17-11-2020