Muy queridos hermanos y hermanas: Intendente, Alcalde, autoridades civiles y militares, hermanos de la república de Ecuador que nos acompañan en la alabanza al Señor en este día; muy queridos hermanos todos en el Señor.
Lo primero, darle gracias al Señor por esta invitación que han aceptado a hacer oración por la patria, lo más grande que se pueda hacer. No hay fuerza superior en el mundo que la oración. La oración es la fuerza más grande que podemos ejercer para mover las voluntades, para construir una patria que nos ayude a todos a sentirnos amados y queridos por el Señor. Así que agradezco su presencia y el espíritu fraterno y filial con que han aceptado esta invitación a orar.
En este día, con la celebración del bicentenario, aún fresca en la memoria, nos hemos reunido para orar juntos a Dios nuestro Señor por todos nosotros y por nuestros gobernantes, implorando su ayuda para conseguir la justicia y la paz social. Hoy queremos alabar al Señor y pedirle sabiduría. Lo que más necesitamos es sabiduría, que como dice la Palabra de Dios, esa sabiduría va de un lado a otro buscando a los que la merecen, los aborda benigna por los caminos y le sale al paso en cada pensamiento.
En este día de oración, el Señor nos invita a escuchar su Palabra y a interpretar con él las circunstancias históricas que nos toca vivir. Escucha hijo, nos dice, recibe mis palabras y se alargarán los años de tu vida, al caminar no serán torpes tus pasos, al correr no tropezarás.
Diálogo veraz, generoso, respetuoso y paciente
Queridos hermanos y hermanas, mucho más de lo que podemos imaginar, el Señor permanece atento a nuestras necesidades y conoce cuáles son los caminos, que nos conviene recorrer, por eso hemos venido hasta su casa a poner nuestra inteligencia bajo la luz de Dios, esa luz que disipa las tinieblas y confusiones, por eso estamos aquí, para dejarnos iluminar por la luz benéfica de Dios. También hemos venido a ponernos bajo la influencia de su amor infinito que es capaz de transformar el corazón y de hacer adversarios hermanos. Estos días de fiestas encuentran a Chile con nuevos dolores y en una cierta encrucijada que no es fácil de resolver.
Oramos por tantos hombres y mujeres de buena voluntad que están empeñados en encontrar soluciones buenas para todos. Estas soluciones creemos firmemente que existen y que se pueden alcanzar a través del diálogo veraz, generoso, respetuoso y paciente. Por otro camino ninguna solución que alcancemos será solución humana. Nuestra súplica al Señor quiere abrirnos el alma para buscar siempre el bien común, buscando y acogiendo las soluciones con valentía.
Peticiones de los estudiantes y sociedad enferma
El reclamo de muchos jóvenes por una sociedad más justa en la que no existan tantas desigualdades, no podemos considerarlo como una amenaza, sino como una oportunidad. Este descontento es bueno mirarlo con serenidad y reconocerlo como un síntoma de una enfermedad que nos afecta como sociedad. Este fenómeno que nos afecta no es sólo nuestro, somos testigos que el descontento también ha movido las aguas tradicionalmente tranquilas de países que al parecer ya alcanzaron lo que nosotros buscamos, y sus aguas no están tranquilas. Más allá de todas las turbulencias y imperfecciones que tenga toda expresión humana, aquí hay un llamado a restaurar el orden querido por Dios, el orden que Dios nuestro Señor ha querido poner en su creación… ¿qué hizo Dios? Puso como cumbre de su creación al Ser humano y puso todo a su servicio. Tal vez la enfermedad que padecemos como sociedad tenga que ver con el sentido de la vida, debilitado por el materialismo esclavizante y muchas veces despiadado, esa mala salud social se manifiesta al menos en dos síntomas que nos preocupa: la desconfianza y la pérdida de la alegría.
Aun cuando Dios nos ha regalado tantas cosas buenas, vamos construyendo una nación de desconfiados, que son más ricos pero no son más felices. En las últimas décadas ha subido el ingreso per cápita pero ha bajado la felicidad per cápita, ¿no será acaso posible que vayan de la mano el ingreso y la felicidad? Creemos firmemente que sí es posible, que el Señor lo quiere, es posible que se progrese con felicidad.
Desigualdad social
Nos da la impresión que muchas de las políticas y teorías económicas y sociales que nos rigen y rigen a casi todo el mundo han perdido el rumbo y han olvidado su razón de ser, que es el bien común y el progreso en paz. Es una pena constatar que por alguna razón en nuestra patria domina sin contrapeso esa forma de buscar el progreso. Estamos entre los países más desiguales del mundo, en estos días el rechazo del lucro indebido es como un grito que exige relaciones más solidarias de amistad, de colaboración y de respeto. El reclamo de todos nosotros es por una sociedad impulsada por valores humanos auténticos
¿Qué son los valores?
Digamos que son aquellos impulsos nobles que vienen de Dios, que normalmente recibimos en la familia, que orienta la libertad y mueven la libertad para promover un bien durable y bueno para todos. Los valores promueven bien para todos y perenne. Los valores deben ser el fundamento de las soluciones que buscamos, entre ellos el primer valor, es el respeto sagrado por la vida humana. Por eso nos preocupa tanto que aparezca en el horizonte el tema del aborto una vez más, esa iniciativa perversa que pone el peligro la vida de los inocentes, de los más indefensos, cuando eso no se respeta todos los demás valores corren peligro.
Respeto a la vida humana y la familia
El primer valor, el valor sagrado de toda vida humana y la familia como valor supremo de acuerdo al plan de Dios. El fuero maternal que se ha aprobado en estos días, es un buen ejemplo que se puede alcanzar cuando todos los sectores se juegan por lo esencial: la familia y la vida.
Trabajar juntos
Estamos en un momento propicio para seguir trabajando juntos, dejando atrás acusaciones inútiles, apuntándonos con el dedo y asignándonos responsabilidades sobre los males que sufrimos. Es tiempo de purificar nuestras instituciones de criterios vacíos que erradicaron criterios esenciales de nuestra convivencia. Los puros criterios de eficacia, competitividad y ganancia han dominado sin contrapeso, dando forma a una sociedad que produce mucha infelicidad, angustia, y hemos visto también violencia. Es tiempo de trabajar unidos para que no se vayan de Chile la justicia, la austeridad, el pudor, el esfuerzo, la responsabilidad, el sentido del humor y del honor, valores tan característicos de nuestro querido Chile. Dice el Papa con sabiduría: la verdadera calidad de nuestra vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de todos y de cada uno de reconocer el bien y tratar de llevarlo a cabo con paciencia, contribuyendo a la justicia y la paz”.
Lo que importa a Jesús
El Evangelio que hemos escuchado, Jesús actúa mas allá de las instituciones, no rechaza las instituciones, no las demuele, pero va más allá y de la lógica que imperaba en Israel. El Señor resuelve la situación conflictiva afirmando un valor supremo que se había olvidado: el precio incomparable de toda persona humana cuya dignidad la viene de ser hijo de Dios. La forma de pensar dominante en Israel, impedía que un día sábado fuera sanado un hombre enfermo, también impedía que se arrancaran espigas para alimentarse. Según la institución establecida en Israel no era lícito sanar un enfermo o alimentar a un hambriento en un día sábado. El Hijo de Dios, El Señor Jesús no elimina sino que pone las instituciones al servicio del ser humano, Jesús sabe qué es lo primero y sin calcular los costos y el efecto en la opinión pública da de comer al hambriento y sana al enfermo.
Cada cosa en su lugar
Hoy le queremos pedir al Señor que nos regale esa valentía y esa libertad de Jesús para poner a Dios, al hombre y a las cosas en el lugar que les corresponde. El Señor nos enseña que la perplejidad ante los problemas complejos solo se resuelve dejándonos guiar con valentía y sin cálculos por certezas que sean hondas y seguras, todas las demás soluciones serán “pomadas” en la piel, pero no soluciones profundas en el alma de Chile. Tenemos que buscar certezas hondas y seguras y apoyar allí nuestras soluciones. La sociedad sin valores es como un cuerpo sin hueso, es una sociedad que, como dijo el Papa Benedicto, que se ha vuelto líquida sin consistencia, inestable, insegura; la sociedad sin valores no puede sostener compromisos; la sociedad sin valores es incapaz de cultivar lo humano que siempre requiere tiempo y paciencia, como los mejores frutos de nuestra tierra, que para ser dulces y buenos requieren tiempo y paciencia, la uva no madura de un viaje, hay que esperarla. Las soluciones de Dios siempre son así. El tener, el disfrutar y el competir sin más reglas que la fuerza y la habilidad generan una sociedad salvaje.
El Papa Benedicto acaba de mostrarnos un horizonte muy hermoso para que busquemos los caminos para salir, dice el Papa: “el verdadero remedio para las heridas de la humanidad, tanto materiales, como el hambre y la injusticia, psicológicas y morales es una regla vida basada en al amor fraterno que tiene su manantial en el amor de Dios, por eso es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa, sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del respeto y la no violencia, es decir la fuerza de la verdad contra todo uso, puede asegurar un futuro digno del hombre”.
El dolor y la tragedia en Juan Fernández
Muy queridos hermanos y hermanas, en el comienzo de este tercer siglo de vida como nación libre, necesitamos con urgencia despertar y cultivar en Chile ese gran acuerdo valórico que el cristianismo sembró en el alma de nuestra patria, esos grandes valores que brotan espontáneamente con los dolores que sufrimos todos. Parece que fuera siempre en nuestra historia, necesitamos dolores y tragedias para que saquemos lo mejor que tenemos dentro. Siempre los dolores nos hacen mirar al cielo y descubrir lo esencial. La tragedia de Juan Fernández nos ha recordado que lo único que penetra el corazón y se graba en la memoria es el bien gratuito que hacemos por amor a los demás, esa es la gran alabanza que ha hecho Chile de estos hermanos que partieron al cielo, el bien gratuito que hicimos por amor a los demás, lo demás es historia que se olvida. Todos hemos comprendido también con esta tragedia, que la vida es frágil, que cualquier día podemos hacer el último vuelo, y que estamos solo en las manos de Dios. Por eso, hermanos y hermanas, el Señor nos llama a vivir cada día como si fuera el último vuelo, y que ese vuelo nos encuentre en la dirección correcta: haciendo el bien a los demás.
La lección de la primavera
Cada año, con la vuelta de la primavera el Señor nos vuelve a dar una hermosa lección que todos podemos aprender, el Señor nos enseña cuál es la lección de la vida, qué tenemos que aprender para que haya armonía, para que la patria sea hermosa, para que sea bueno vivir en ella. La primavera es una gran escuela para aprender construir sociedad. ¿Qué hace la primavera? La primavera pone de relieve la absoluta necesidad de que para que haya vida todos tienen que ser protagonistas. En la primavera, salvo el sol, no hay actores secundarios, todos tienen que ser plenos, todos tienen que tener lo necesario; para que haya vida, nadie debe estar ausente, aportando lo suyo, lo propio, su olor, su color, su tamaño, sus flores, sus capacidades. La esperanza para que sea esperanza auténtica cuenta con todos.
Por eso, pidámosle al Señor, por medio de la Virgen del Carmen, que es la estrella de nuestra bandera, que nos ayude a procurar un desarrollo con rostro más humano, en el que todos tomemos parte; pidámosle a la Virgen Santísima, Nuestra Madre, que ha acompañado toda la historia de Chile, que ella nos enseñe que el alma del progreso es el progreso del alma.
A Cristo Jesús, que ha abierto las puertas de la felicidad y de la libertad, a Él sea la gloria por los siglos de los siglos.
Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca
