Hermanos todos muy queridos: hemos escuchado la proclamación de la Palabra de Dios y especialmente el Evangelio, donde se nos muestra el talante de Jesucristo en su capacidad de dialogar, de acoger a tanta gente y tan diversa.
Era una celebración, la de Mateo por haber sido llamado por Jesús a integrarse a esa aventura total de dejar padres, hermanos, hijos, amigos para ser apóstol del Evangelio y una promesa del 100% por uno y después la vida eterna.
Había motivo para celebrar, como hoy hay motivo para celebrar, festejar a Chile, a sus hombres y mujeres por 201 años de vida independiente como nación. Sin tutelajes de ninguna especie.
Ha sido una larga y hermosa historia en la que hay muchos logros, bastantes errores, pero es nuestra historia, la queremos, la aceptamos y hoy día somos sus actores y nos interesa que sea cada día mejor. Guiados por Jesucristo, nuestro único salvador, queremos ver, juzgar y actuar nuestro compromiso con la patria querida.
En primer lugar ver
Hay tanta gente que aunque mira, no sabe ver. Es incapaz de ver el dolor ajeno, incluso tan cerca como el de su propia familia.
No es capaz de ver una injusticia y cree que el mundo ha sido, es y será así. No puede ver el dolor ajeno. Su mirada miope llegará solo hasta donde su egoísmo, su narcisismo le permita llegar.
En segundo lugar, juzgar. Es tener la capacidad de discernir, de con altura de miras, opinar de los acontecimientos, de los sucesos que veo y nos afectan más allá de mis propios intereses, de solo lo que puede afectarme a mí y sólo a mí.
Lo tercero es actuar. Cuando sé mirar, cuando juzgo con grandeza de alma, tengo que concluir en una acción eficaz, adecuada, realista. Es la posibilidad de ejercer responsablemente la libertad, virtud propia de este 18 de septiembre que celebramos, los 201 años de libertad.
Algunos en este ejercicio se quedarán en un Chile gris en que todo se verá mal: la educación, la salud, los cobros indebidos como La Polar, la desigualdad social que parte de la cuna y nos acompaña hasta la muerte, la violencia, la ordinariez, el endeudamiento y tantas cosas más.
Para otros, solo lo bueno, de que hay mucho dinero, baja cesantía, un gran poder consumidor, una intervención social empoderada como nunca en la historia de Chile, manifestada en las calles.
Ambas miradas tan ciertas que pueden llegar a ser parciales e incluso contrapuestas.
Vamos creciendo en edificios, industrias, barrios selectivos pero cada vez nos entendemos menos, como si habláramos otra lengua, como hombre religioso, les diría que veo a Chile como una nueva Babel, allí queriendo dominar a Dios, les confunde su idioma y no logran entenderse.
Nuestra música folklórica seguirán hablando de los bellos lagos del sur, de la bondad de su gente “tan gallarda... que nunca por rey ha sido sometida” (La Araucana) o Chile, Chile lindo. Conviven en nuestra historia el dulce y el agraz o como dice el Evangelio, junto al trigo de buena calidad, crece la cizaña.
Como nación estábamos protegidos por una imponente cordillera al oriente, por intransitables desiertos al norte y por un basto mar al poniente. Este geográfico aislamiento nos configuró como pueblo con virtudes y valores homogéneos.
Hoy con el desarrollo de las comunicaciones, (caminos, teléfonos, aviones, computadores) somos parte de una aldea global.
Chilenos partieron a otros mundos y también llegaron de otras latitudes a construir Chile con nosotros y esto como lo sabe Antofagasta hasta el día de hoy, es fácil ver los apellidos de tantos vecinos.
Poco a poco hemos tenido que ir agrandando la mesa para hacer espacio digno a todos y a cada uno.
Esta imagen de “la mesa para todos” de nosotros los obispos, tiene un profundo significado de acogida, de solidaridad, de amor, porque invitamos a nuestra mesa familiar a los que queremos, a los que nos interesa festejar.
La mesa de Chile, una mesa para todos, es más amplia. Nadie de esta bendita tierra puede ser marginado, pero nadie puede tampoco apropiarse de esta mesa, tiene que buscar con sencillez, con paz en el corazón su lugar, su espacio y aportar su amor a Chile, entregar sus valores, su contribución para que esa mesa sea respetuosa y fraternal.
A veces ganará otras perderá en su visión de Chile, pero no será derrota ni triunfo.
Hay tantos temas que en este clima de respeto y buscando el bien del otro, podríamos ver la preocupación real y clara por la familia, según nuestro aporte, entre un hombre y una mujer, el respeto a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, o lo que nos decía el Cardenal Silva “el primado del orden jurídico sobre todas las especies de anarquía, caudillismos y arbitrariedad”. En esta mesa tendrá que tener un gran lugar la educación con las propuestas de los jóvenes que tienen derecho de urgirnos a buscar soluciones y eso sí nunca con violencia. Juan Pablo II nos enseñó que estamos los chilenos llamados “al entendimiento y no al enfrentamiento”.
En esta mesa para todos la paz tendrá que ser imitada y privilegiada si queremos construir un país que dé seguridad a todos sus ciudadanos.
Esta misma Catedral, madre de todas las iglesias de esta región, ha sido víctima de la violencia de la toma. Es fácil tomarse una Catedral. No hay grandes seguridades, ni vigilantes ni cercos eléctricos.
Tratamos de ser consecuentes con el Evangelio de Jesús y no respondimos la violencia con otra violencia a la que teníamos derecho.
También nos destruyen un Cristo muy antiguo. Seguimos creyendo en la paz y no en la violencia.
Lo mismo es la toma de nuestra Universidad Católica del Norte incluso con una Capilla en su Campus.
Esta mesa para todos que es Chile no necesita más jóvenes lesionados o muertos, no quiere más Carabineros heridos. Quiere en esta mesa a obreros contentos con su trabajo reconocido por su aporte al país y bien y justamente remunerado.
Una mesa con empresarios que valoren a las personas que constituyen como su mayor capital, el ser humano y no solo ver el lucro, hoy tan denunciado.
Una mesa para todos donde las Iglesias pongan la fortaleza de los valores del Evangelio y aquí nuestra Iglesia Católica, con sencillez, con humildad siente la vocación de decir lo que cree del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.
En esta mesa, Chile como ayer, hoy y siempre puede contar con la Iglesia Católica, que ha pedido perdón por los delitos y pecados de sus hombres consagrados.
¡Tanto aporte que podríamos recibir unos de otros! Pero algunos no quieren sentarse a esta mesa de Chile y otros que no dejan lugar a su prójimo.
Podríamos seguir por horas valorando en este quehacer de Chile a los ancianos, a los enfermos, a los artistas, a los científicos, a los hombres y mujeres de armas, entiéndanme bien que son todos, todos los ciudadanos.
Cada obispo, al ser ordenado como tal, elige una frase de la Sagrada Escritura que lo identifique, este obispo eligió “Me he hecho todo para todos” (1 Cor. 9) refiriéndose a una actitud del apóstol Pablo, apóstol de los gentiles, en el sentido de buscar entender con simpatía lo que piensa el otro, los valores de los otros. Puedo agregar que esta Iglesia Arquidiocesana que peregrina entre desiertos, me ha acompañado, ayudado a ser realidad este ideal de “hacerme todo para todos” y ha querido ser mi aporte a esta “mesa para todos”.
De este Chile democrático, cuidándonos unos a otros, florecerán las mejores virtudes de todos los ciudadanos. Esto lo digo y no puedo callar, ante el accidente del avión CASA en Juan Fernández, que a Antofagasta especialmente nos ha tocado tan cercanamente por ser personal de la V Brigada Aérea asentada en Cerro Moreno. Era un grupo de hombres y mujeres jóvenes y dispuestos a ayudar, eran solidarios, talentosos para servir. Por esto mismo se ha conmovido todo Chile. Sentimos que eran un poco lo que nos gustaría ser. Hemos urgado en sus vidas y aprendimos que eran personas que tenían un gran amor en su corazón: vieron, juzgaron y actuaron.
La mesa, tiene para nosotros los cristianos un plus, una fuerza mayor. Es la mesa de la última cena donde Jesús se sentó con los Apóstoles, eran solo 12 pero representaban a la humanidad entera, había traidores como Judas, desleales como Pedro, empleados del Imperio como Mateo, fieles y leales como Juan, buscadores de pega, y también incondicionales a Jesús. A todos los acogió.
Hoy pedimos a Jesús que nos ayude a ser de este Chile, nuestra responsabilidad y vocación, una “copia feliz del Edén”, donde cada uno
tenga pan, respeto y alegría, como reza una oración a la Virgen del Carmen.
La primera lectura nos llama a ser “centinela del pueblo y cuando te hable los advertirás de mi parte”.- Es un llamado a todos nosotros a cuidar Chile su gente, su paisaje, su fauna y a alabar lo bueno, lo justo, lo que edifica, anima y respeta, pero con la misma claridad denunciar todo abuso, injusticia, violencia, corrupción, postergación y maldad.
Que el Evangelio de Jesús nos anime a construir un Chile como lo cantan nuestros poetas, los dibujan nuestros artistas, lo construyen nuestros trabajadores, lo planifican nuestros ingenieros y evangelizan nuestros misioneros... un país inclusivo, con un proyecto de país atrayente, apasionante hecho por todos y que nos anima alegremente a dar nuestros mejores aportes para nuestro querido y amado Chile.
Volvamos los ojos a la Madre de Chile, la Virgen del Carmen y roguemos a ella que interceda por esta amada patria nuestra.
Virgen del Carmen Virgen del Norte y del Sur.
Del mar y de la Cordillera,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén
† Pablo Lizama Riquelme
Arzobispo de Antofagasta
Antofagasta, Septiembre 18 de 2011
