En entrevista con Ximena Abogabir (71), periodista, cofundadora de Fundación Casa de la Paz y actual vicepresidenta y socia de Travesía 100, conversamos sobre cómo los adultos mayores están enfrentando la crisis por el Covid-19 y la amarga sensación que les deja no ser considerados como sujetos de derecho. Rompiendo esquemas, reafirma que hay mucha vida después de los 60 años.
¿Cómo está viviendo la tercera edad esta crisis provocada por el coronavirus?
Lo sentimos como una especie de genocidio generacional silencioso, en el sentido de que hoy día hay una crisis económica, sanitaria y emocional y se nos dice a todos los mayores que debemos guardarnos. Sin embargo, hay algo de esto que nos ha gustado: bajar el ritmo, que la familia se acerque más y tengamos conversaciones distintas. Antes a lo mejor nos veíamos más, pero ahora las conversaciones son más profundas.
¿Considera que esta indicación de obligarlos a permanecer en sus casas vulnera su dignidad?
Absolutamente. Imagínate que nos pusieron en la misma categoría que los niños. Yo creo que hoy día no hay persona mayor que no sepa que tiene que cuidarse por sí misma, por su familia y por el sistema. Eso no es algo muy difícil de entender, versus el impacto que te produce encerrarte dentro de cuatro paredes, durante cuatro meses, sin hacer ejercicio, sin luz solar, sin contacto con personas; porque no toda la gente tiene acceso a Zoom. Son muchos los adultos mayores que se mantienen activos.
¿Debería cambiar la mirada que la sociedad tiene de la tercera edad?
Todos nos siguen viendo como el abuelito del bastón, encorvadito. Hay una diferencia entre los conceptos de envejecimiento y longevidad. El envejecimiento tiene el foco en “lo que yo perdí”, por lo tanto, la respuesta es asistencialismo y la infantilización. Los actores que están interactuando acá son los médicos, las residencias y la sociedad civil que trabaja desde la caridad. Por otro lado, está la longevidad, donde cambias el foco a “lo que gané”; la vida me regaló cuatro décadas, ¿cómo no voy a tener un proyecto de vida? O sea, cuando tú cambias la mirada desde el envejecimiento a la longevidad, se te abre un mundo en colores.
¿De qué forma puede validarse hoy un adulto mayor?
Con el empoderamiento, eso nos da la libertad para tomar decisiones. Yo tengo una obsesión con la digitalización, porque una persona que no se digitalice no va a poder vivir. Cuando empezó la pandemia muchos lo resintieron y aprendieron rápidamente a usar herramientas como Zoom, porque se dieron cuenta de que era indispensable para relacionarse con sus familias. Para nosotros no es natural, no es innato, hay una necesidad de aprender.
¿Es un poco a lo que apunta Travesía 100?
Claro. Lo que nosotros hacemos es empoderamiento de la gente, que se plantee en este tiempo buscar un proyecto para su vida. La digitalización nos interesa en todos los sectores económicos, porque lo vemos como una puerta hacia la reinvención. Ese discurso que en esta época tú puedes hacer voluntariado porque lo que acumulaste te alcanza, es parte del sueño americano. En Chile la pensión es tan baja que tus ahorros se van. Son muy pocas personas que pueden decir que tienen una buena jubilación y ahorros que les permiten estar tranquilos.
¿En qué aspectos cree usted que la crisis ha generado un mayor impacto?
Principalmente el trabajo mayor. Lo que ocurrió con la pandemia es brutal, imagínate que a los adultos mayores les quedan cuatro décadas, entonces este es el mayor retroceso en su participación laboral. La mayoría de las empresas les dijeron a sus empleados mayores que se acogieran al seguro de cesantía por ser población de riesgo. Esas personas que perdieron sus empleos probablemente no van a ser recontratados, porque se automatizarán los procesos.
¿Cómo cree que saldremos de esto, especialmente los adultos mayores?
Vamos a salir con peor salud y más pobres. Es muy duro y nadie lo sabe. De partida se está viendo que el proceso de salida para nosotros (los adultos mayores), va a ser mucho más largo. Si nos contagiamos, el problema que armamos es grande. Ahora que la solución sea “te prohíbo salir” no estoy de acuerdo. Hay una señal de que puede surgir lo insospechado, y creo que a esa esperanza tenemos que aferrarnos y ver todos los días cómo plantamos, dentro de nuestras posibilidades, una semillita en esa dirección. No tenemos mejor alternativa que confiar y ayudar a empujar hacia una mejor sociedad.
Fuente: Comunicaciones Santiago
Santiago, 07-08-2020