Señor Intendente de la Novena Región de la Araucanía don Andrés Molina Magofke y señora; distinguidas autoridades, civiles, militares, de orden, religiosas de otras confesiones; honorable cuerpo consular e invitados especiales; queridos hermanos sacerdotes y diáconos, hermanos y hermanas en el Señor y en esta hermosa patria que nos cobija:
En el día del Bicentenario de la patria, hemos sido convocados en la Casa de Dios, para agradecer todos los dones recibidos de su bondad en el transcurso de nuestra historia. Venimos, para alabar, bendecir a Dios, para agradecer por Chile, por su historia, y al mismo tiempo para pedir su inspiración y reemprender la tarea de construir esta familia, que constituimos todos los chilenos, que se entronca necesariamente en los fundamentos sólidos y profundos que nos dieron nuestros predecesores.
Con alegría y esperanza cantaremos: "Te Deum Laudamus"; (te alabamos Señor. A ti, nuestro Dios, llegue nuestra gratitud humilde y regocijada).
¡Gracias a Dios, porque todo proviene de El!
¡Gracias, también, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que constituimos este país! En nombre de Cristo, que agradece como hecho a Él, todo servicio prestado a la persona que sufre y le recompensa con vida eterna, damos gracias a todos aquellos que realizan obras de justicia y de misericordia en favor de sus hermanos.
El Bicentenario de nuestra Independencia acontece en tiempos muy especiales y dramáticos, marcados por el terremoto y consecuente maremoto del 27 de Febrero de 2010; también por el accidente sufrido por los 33 mineros en el norte del país, que reveló la precariedad en que viven tantos compatriotas, cuya subsistencia familiar depende de grandes esfuerzos y en ocasiones con demasiados riesgos y derechos vulnerados; a lo que debemos agregar también, los problemas suscitados por la huelga de hambre de hermanos nuestros, mapuche, que nos interpela sobre los avances en materia de integración social, respeto y valoración de los pueblos indígenas y su propio devenir histórico, donde sin duda existen interpretaciones diversas, respecto de los efectos que ha tenido en la vida de nuestros pueblos, el encuentro y asimilación que ha buscado el Estado Chileno con los pueblos originarios que habitaban Chile.
Nuestra Iglesia no se ha restado del Bicentenario, como momento de celebración e interpelación. El año 2004 los Obispos de la Conferencia Episcopal publicamos un documento llamado “Encamino hacia el Bicentenario de la Independencia Nacional” cuyo principal objetivo fue poner el acento en los nuevos actores que construyen la sociedad, donde la Familia, los jóvenes, la sociedad civil y la ciudadanía en general tienen un rol principal, en la exigibilidad sobre los grandes temas como los derechos humanos, el resguardo ambiental y la equidad económica y social.
1. Una memoria agradecida
Es importante que en este día, tengamos una memoria agradecida de nuestra historia. Parte de nuestro deber pastoral es reconocer con gozo el paso de Dios en nuestra historia, en todo lo que nos libera y permite crecer, criticando lo que nos parece contrario al Evangelio y sugiriendo con humildad principios más justos adecuados para la vida de nuestra sociedad. Han sido 200 años de caminar juntos donde me gustaría agradecer algunos hitos especiales:
Agradecemos la fe en Jesucristo y la acción misionera de la Iglesia en las diócesis del sur de Chile. Variadas son las congregaciones religiosas que han realizado este trabajo. En 1848 la Santa Sede crea la Prefectura Apostólica de la Araucanía, con sede en San José de la Mariquina, como una jurisdicción de los Padres Capuchinos. Su acción misional fue tan extensa, no sólo en la predicación del Evangelio, sino también trabajando arduamente con las comunidades campesinas en su propio desarrollo, molinos, turbinas eléctricas, colegios, capillas rurales, son muchos los ejemplos que aún permanecen vivos en la memoria colectiva. Son muchos los religiosos y religiosas que consagraron sus vidas en el servicio de las comunidades.
Agradecemos la religiosidad popular como manifestación de la fe en Jesucristo profesada por Iglesias y comunidades cristianas, con celebraciones tradicionales donde también los jóvenes han hecho un camino de recuperación cultural como son las festividades de la Virgen de la Candelaria, la Cruz de Mayo y San Sebastian, que tanta devoción genera en nuestras diócesis, con plena vigencia en nuestros tiempos. Todas ellas son un testimonio de fe, cultura e identidad local, desde la realidad y la historia de nuestra diócesis tan profundamente vinculada a la cultura campesina.
Agradecemos, también, la condición intercultural de nuestra Región; donde nos encontramos con una síntesis, entre quienes fueron sus habitantes ancestrales y quienes decidieron construir su vida en estas tierras, muchas veces migrando desde muy lejos, con la esperanza de rehacer sus vidas. Sin lugar a duda es una historia de luces y sombras, donde el camino de la integración y la justicia no ha sido fácil quedando muchas tareas pendientes. Debemos mirar la multiculturalidad de nuestro territorio como un regalo que debemos profundizar en el camino de la reciprocidad, la tolerancia, la confianza, el respeto y el enriquecimiento mutuo.
Agradecemos como país el alma republicana, respetuosa de la dignidad humana, su compromiso con la opción por la vida, desde su concepción hasta su muerte natural; agradecemos el respeto a las instituciones que garantizan la vida democrática como la Presidencia de la República, el Congreso Nacional, los Tribunales de Justicia, la Contraloría General, los partidos políticos, las fuerzas armadas y de orden y las organizaciones de la sociedad civil. Si bien nuestra vida republicana se ha quebrado un par de veces en nuestra historia, dejando profundas huellas de dolor, división e injusticias, también hemos podido restablecer la institucionalidad democrática, con la participación activa de la ciudadanía en la defensa de los derechos humanos. En esta memoria agradecida no podemos dejar de considerar las tareas pendientes de la justicia, el arrepentimiento sincero, el reencuentro, la reconciliación y el perdón.
Finalmente
agradecemos por la cultura de nuestro pueblo, por los profesores, los artistas, los poetas, los cantores populares, artesanos y artistas en general que han promovido las diversas manifestaciones de nuestro pueblo, dando cuenta de sus luces y sombras, obligando a nuestra sociedad a mirarse a si misma críticamente y también a integrarse y celebrar. ¡Cómo no recordar a Pablo Neruda y la gran Gabriela Mistral!, como dice un poeta: “Pablo amante del mar, como él, inquieto y rugiente, cambiante, su aura divina y anclas y caracolas… Gabriela es la montaña y como la montaña es serena, quieta altísima. Tiene sus entrañas llenas de riqueza y las proyecta en canciones a los niños y al amor…”
2. Un presente que interpela
La memoria agradecida nos ofrece el fundamento sobre los cuales hemos construido nuestra historia, hoy, sin embargo, nos encontramos en un cruce de caminos que es necesario discernir sobre las identidades presentes en el umbral del tercer milenio. Tenemos en nuestras manos las mayores oportunidades de nuestra historia para lograr un desarrollo humano integral, centrado en las personas y no en la acumulación indiscriminada, insensible a las necesidades de las personas, de la naturaleza y de la sociedad.
No deja de ser una paradoja que vivamos en un mundo nunca antes tan comunicado y, sin embargo, con más personas sufriendo de soledad. Con tanto desarrollo económico, pero, también crecen las hambrunas y pobrezas a lo largo del planeta. Mientras mayor conciencia ecológica, mayor depredación de los bienes naturales. Un mundo donde demasiados millones de personas deambulan huyendo de persecuciones étnicas, políticas, económicas y religiosas. ¿Cuál es, entonces, el modelo que queremos seguir? ¿Cuáles los íconos que nos pueden inspirar?
Necesitamos una especie de refundación de nuestra convivencia nacional concientes de estar insertos en un mundo global, pero atentos a que lo local también debe tener su valoración e importancia. Es en los espacios de lo pequeño, donde las personas se encuentran, se conocen, colaboran y buscan su felicidad. Es ahí donde probablemente se manifiestan con mayor claridad los valores de Jesús en el compartir la vida, con sus desafíos, alegrías y dificultades.
En este punto de inflexión que constituye este aniversario patrio, nada mejor que recordar el testamento del cardenal Raúl Silva Henríquez, pastor amigo que presentó con maestría el “alma de Chile”. Sentimos que ese gran pastor nos señalaba el norte de nuestro caminar y que se expresaban con tanta belleza en estas palabras:
“Quiero un país donde se pueda vivir el amor. ¡Esto es fundamental! Nada sacamos con mejorar los índices económicos o con levantar grandes industrias y edificios, si no crecemos en nuestra capacidad de amar. Los jóvenes no nos perdonarían esa falta. Pido y ruego que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos se merecen. La juventud es nuestra fuerza más hermosa. Ellos tienen el derecho a ser amados. Y tienen la responsabilidad de aprender a amar de un modo limpio y abierto. Pido y ruego que la sociedad entera ponga su atención en los jóvenes, pero de un modo especial, eso se lo pido y ruego a las familias ¡No abandonen a los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus virtudes antes que sus defectos, muéstrenles con sus testimonios un estilo de vivir entusiasmante!
Y por último, quiero para mi patria lo más sagrado que yo pueda decir: que vuelva su mirada hacia el Señor. Un país fraterno sólo es posible cuando se reconoce la paternidad bondadosa de nuestro Dios. He dedicado mi vida a esa tarea: que los hombres y mujeres de mi tierra conozcan al Dios vivo y verdadero, que se dejen amar por Él y que lo amen con todo el corazón. Quiero que mi patria escuche la Buena Noticia del evangelio de Jesucristo, que tanto consuelo y esperanza trae para todos. Este es mi sueño para Chile y creo que con la ayuda de María, ese sueño es posible convertirlo en realidad”. (Mi sueño de Chile).
Trabajemos por una patria de encuentro, de encuentro de los ancianos, los jóvenes y los niños; de los trabajadores y los empresarios, Patria de encuentro con los pueblos originarios y la población mestiza que ha conformado nuestra nación. Patria de encuentro de las diversas opciones ideológicas, políticas, religiosas, culturales y sociales. Patria de encuentro entre el mercado y las prioridades sociales, de la eficiencia con la reciprocidad y la gratuidad, de los megaproyectos con un desarrollo a escala humana. Una patria que cultiva la democracia, la justicia y la solidaridad, como valores para toda la sociedad. Razón tenía Juan Pablo II, cuando subrayó en voz alta que ¡“Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento”…! (Homilía en la Beatificación de Teresita de los Andes).
Convivencia y diversidad multicultural
Las actividades de celebración del Bicentenario nos hacen reflexionar sobre la importancia de una ciudadanía activa en pos de grandes proyectos regionales, esos que le puedan dar la confianza y le ayuden a construir el alma regional, aquel espíritu colectivo que da vida e identidad a un territorio.
Todos estamos orgullosos que nuestra Araucanía sea una región multicultural, la única en el país que se puede caracterizar de esa forma. Para la gran mayoría significa un gran valor, somos distintos, diversos y vivimos en un territorio común. La presencia del pueblo mapuche y las diferentes culturas que han poblado la Araucanía y su manera de convivir entre ellas, es nuestra potencialidad, especialmente en esta fecha que conmemora nuestra Patria.
La “convivencia multicultural” que se ha instaurado durante nuestra corta vida como región de La Araucanía, es más poderosa que los conflictos que ésta pueda tener. Más aún cuando éstos son manejados comunicacionalmente por grupos minoritarios que usan la violencia. Este saber convivir entre culturas tan distintas, es la base para fundar nuestra identidad como región. Una identidad de región nítida, amplia y convocante que nos permita proyectarnos como un espacio territorial diverso, tanto en la convivencia, como en el respeto a sus raíces, cultura y tradiciones.
También puede ser el punto de comunión y de encuentro, que nos permita sentarnos en una misma mesa, puestos de acuerdo en una estrategia o acción común regional y podamos exhibir orgullosos nuestro compromiso conjunto con una Araucanía en paz, que ansía proyectarse con fuerza al futuro. Proyecto que ya comenzamos a formular, en forma compartida a mediados del año 2009 y que cuajó en el
Plan Araucanía, presentado a S.E. la Presidenta de la República doña Michelle Bachelet, a fines del mismo año, refrendado por el nuevo gobierno de S.E. el Presidente de la República don Sebastián Piñera, en ENELA 2010; y en el día de ayer, en su anuncio de crear una mesa de diálogo, que podríamos llamar “Mesa de Diálogo del Ñielol”, que será una ocasión maravillosa para hacer realidad estos buenos deseos de todos, en la Araucanía y más allá en todo el país.
Queridos hermanos, muchas veces pareciera que la Araucanía fuera otro Chile: un Chile aislado y alejado de la atención capitalina; un Chile lejano con gente sacrificada que hace patria en los distintos rincones, enfrentando desafíos territoriales que nos impone nuestra geografía. Aquéllos que la democracia centralizada no ha podido resolver, porque la mayoría de quienes deciden, no los han vivido, ni conocen, ni logran vislumbrar.
También es necesario, con la misma fuerza, repudiar los actos de violencia provocados por personas, que equivocadas o no, se aprovechan de causas nobles con alta exposición pública. No podemos aceptar los intentos de algunos por figurar a costa de nuestra cruda realidad, como lo es la desmejorada situación del pueblo mapuche, la cual utilizan y manejan para satisfacer objetivos distintos de los que sirven a esta causa. Baste recordar todo lo que hemos vivido últimamente en torno al tema de los atentados, la huelga de hambre y la muerte de comuneros. Basta de aprovechamientos, somos nosotros los que debemos hacer valer de manera conjunta y articulada, nuestros argumentos, con la fuerza de las ideas, de una profunda convicción de estar construyendo una sociedad más justa.
Tenemos que detener el proceso de acostumbramiento de la sociedad a la violencia y a su aprovechamiento sistemático, por parte de otros actores ajenos a nuestra realidad; para ello, hay que generar señales potentes de la sociedad civil silenciosa que mayoritariamente repudia estos actos. Así, es posible demostrar de manera efectiva y masivamente, la opinión de la mayoría que está por la
No Violencia y, por construir una sociedad regional más justa. Asimismo debemos decir
No a la Discriminación, de cualquier tipo, que incluso cuando es positiva, termina provocando odiosidades difíciles de superar.
Ha llegado el momento que todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de todas las razas y condiciones nos unamos y luchemos por llevar a cabo nuestro Plan Araucanía, fundado en el respeto mutuo, en la generosidad y en la certeza que con la ayuda de Dios lo podremos llevar a cabo.
A las nueve de la mañana del 18 de septiembre de 1810 comenzó a sesionar el Cabildo Abierto convocado para la ocasión. A las tres de la tarde estaba constituida la primera Junta de Gobierno, así se la llamó, presidida por Don Mateo de Toro y Zambrano. En esa ocasión y ante el Cristo del Cabildo se dieron los primeros pasos de nuestra Independencia. Haciendo eco de estos juramentos, y en esta hora tan solemne de nuestra historia, podríamos jurar hacer todo lo posible y en cuanto de nosotros dependa, para hacer de Chile un país de encuentro, en que juntos marchemos hacia un futuro donde todos tengamos pan, respeto y alegría, y donde los más pobres y vulnerables del país, puedan vivir con la dignidad inalienable que el mismo Dios nos concedió.
Concluyo, deseando a todas las autoridades y a todos los que aman el bien de Chile y se dedican a procurarlo, una celebración Patria en que la alegría se haga presente y sea signo de las bendiciones con que Dios ha regado a nuestra tierra para que desde ella siga brotando el deseo profundo por hacer de “Chile, una mesa para todos”, como reza el lema de la Iglesia para este año del bicentenario.
De nuestra parte, sepan que estamos empeñados en animarles a todos con la fuerza renovadora del Evangelio, fortalecidos con el Espíritu Santo, para transitar todos juntos los caminos que hacen grande nuestra Patria, para que en Cristo, nuestro pueblo tenga vida.
A la Reina y Madre de Chile, Nuestra Señora del Carmen, le encomendamos los anhelos más profundos y vitales de nuestra nación, que custodie nuestras esperanzas, así como lo hizo con los sueños que inspiraron las gestas heroicas de los padres de nuestra patria. AMEN. Allelluya.
† Padre Obispo Manuel Camilo Vial
Temuco, 18 de Septiembre de 2010