Hermanos y Hermanas muy queridos:
La noticia rápidamente tomó espacio en todos los chilenos…treinta y tres mineros encerrados en las profundidades de la tierra.
Supimos sus nombres, sus edades y la televisión nos hizo conocer sus esposas, sus hijos, sus madres y como pocas veces sucede un Ministro no pudo contener las lágrimas de hombre.
Jesús el Señor, nuestro referente eterno lloró dos veces. No en la cruz, no cuando lo azotaban, no cuando lo abandonaron sus apóstoles. No.
Lloró ante la tumba de su amigo Lázaro y también lloró al profetizar que el símbolo de su patria Jerusalén sería destruida por el imperio romano.
En un acuerdo tácito y simultáneo con las autoridades civiles más altas de esta región definitivamente minera acordamos reunirnos en este templo Catedral, para hacer este aporte en la Fe.
Queremos orar, queremos detener nuestra intensidad del atardecer para elevar una plegaria a Dios por estos amigos, colegas, hermanos mineros.
Queremos pedir fuerza, ánimo, coraje para ellos.
Queremos suplicar al Señor, por sus esposas, sus hijos, sus seres queridos para que este momento de incertidumbres vitales, sientan el apoyo de tantos chilenos que pedimos para ellos el consuelo de la esperanza y la cercanía de la familia minera.
¿Quién en nuestra región no tiene un pariente, un amigo minero?
Nuestro apoyo y súplica a Dios por quienes están trabajando arduamente, fraternalmente por rescatar a esos colegas mineros. Que toda nuestra técnica nos ayude a encontrar sanos y salvos a esos treinta y tres mineros.
Hoy los mineros tenían otros planes, celebrar a su Patrono San Lorenzo y hacer de este día celebraciones, alegría, acciones de gracias por que la mina da tanto trabajo, hace crecer a los pueblos, ayuda a la familia.
Los medios de comunicación destacan los sueldos altos, envidiados por otros, de los mineros.
Hoy vemos la otra cara: la inseguridad, lejanía de la familia, enfermedades profesionales que prometen una muerte joven.
Esta otra cara es necesario que la recordemos para juzgar.
Y habrá que hacer justicia con este accidente.
Lo dicho por un antiguo Papa, León XIII, que el hombre es más importante que el capital toma más autentica urgencia de hacerlo realidad en todos los ámbitos, hoy por el motivo que une en una plegaria, son nuestro mineros.
Que Dios nos conceda no volver a tropezarnos con la misma piedra de la historia laboral de la región.
San Lorenzo, fue un diácono.
Tomado prisionero, el Emperador Romano le ordenó que le entregara las riquezas de la Iglesia.
Lorenzo hizo desfilar ante el Emperador a todos los pobres que atendía en Roma. Eran las riquezas de la Iglesia.
Lorenzo muere en la hoguera, simbolizado en la parrilla que se pone junto a su imagen.
Los diáconos también hacen de este mártir, al igual que los mineros, su Patrono y su día.
Ellos hoy junto a sus esposas, se unen a nuestra oración.
A los diáconos y sus familias les expreso la gratitud de esta Iglesia de Antofagasta por su labor gratuita, humilde y cercana a los más pobres y lejanos de la Iglesia. Que Dios los bendiga, aliente y fortalezca en su servicio a los hermanos más postergados.
Hermanos y Hermanas, como Obispo de esta Iglesia Católica, me siento agradecido de Dios por esta convocatoria que se materializó ayer en la mañana y ya hoy repletan nuestra Catedral.
Los chilenos del siglo XXI, somos solidarios ante el dolor y mientras más humanos, más cerca estamos de Dios, que se hizo hombre en Jesús, rostro humano del Padre.
A la Virgen, venerada por los mineros bajo distintas advocaciones como del Carmen, la Tirana, de Ayquina, de Andacollo, le rogamos que interceda por nosotros y toda la familia minera que sufre.
Amén.
† Pablo Lizama Riquelme
