Ha fallecido un fiel discípulo del San Alberto Hurtado, quien marcó a fuego su personalidad desde su adolescencia. De esa profunda amistad salió un hombre fiel al amor de su vida, fiel a su larga y querida familia, fiel a su Iglesia y fiel a su indesmentible vocación social. Un varón de recia personalidad emprendedora que pasó por la vida traduciendo en obras su fe, razón por la cual acompañamos su paso al Señor con profunda admiración y con la pena serena de quienes sabemos que la vida se transforma y no termina.
Del mismo Padre Hurtado aprendimos que vivimos para buscar al Señor, morimos para encontrarnos con El y tenemos la vida eterna para gozar de su presencia y amistad. Es lo que ha sucedido en la vida de Don Jorge Cisternas Larenas quien, como fiel discípulo de Jesús, vivió sin transar su fe ni sus convicciones más profundas. Ayer la Sra. Pola, al ver tantas muestras de cariño, le confidenciaba a una de sus hijas: “Qué tenía el papá, que aunque peleara por sus opiniones e ideas y fuera tan enérgico en la expresión de ellas, tanta gente lo admirara, lo quisiera, lo respetara y se sintieran cercana a él”… Hoy venimos a presentarlo a nuestro Padre Dios, dando testimonio de su vida e invocando la misericordia del Señor, para que cubriendo de amor las debilidades que haya podido tener, lo reciba como ciudadano del Cielo. Y para que este cuerpo suyo, que hoy pondremos respetuosamente en la tierra, sea semilla de su cuerpo resucitado.
De joven, Don Jorge, pensó que tal vez el Señor lo llamaba al sacerdocio. Hoy es fácil pensar que otra fue su vocación. Sin embargo, en su ímpetu juvenil y deseos de entrega, se lo planteó al Padre Hurtado quien, viendo en lo profundo de su corazón, percibió su vocación emprendedora y le mostró la urgencia de tener siempre ante sus ojos a los más pobres y vulnerables de la sociedad. Y, es obvio, cuando conoció a la Sra. Pola tuvo la confirmación más potente que el corazón le latía fuerte, muy fuerte, y con ella formó esta hermosa familia que ha lucido con visible orgullo. Por esa misma razón, es imposible pensar en Don Jorge sin que emerja junto a él, sencilla, cariñosa y serena, la gran mujer que el Señor le dio por compañera. Fueron casi sesenta años de matrimonio que cumplirían el 29 de Junio del próximo año. Ella confiesa que la mayor preocupación de Don Jorge desde que se casaron es que ella fuera feliz y que hoy puede decir que él fue un pilar en su vida y que siempre se sintió querida, cuidada, respetada y protegida.
Ambos nos han dado un testimonio magistral de amor conyugal que hoy cosechan con el afecto y cercanía de toda su familia reunida junto a ellos en admirable cercanía. Son sus trece hijos, 41 nietos, 8 bisnietos y, como ya es tradición, uno que viene en camino… Un familión de 81 personas, incluyendo nueras, yernos, y cónyuges de nietas y de nietos que él presidía con talante patriarcal. Junto a la Sra. Pola gozaban compartiendo las cosas que iban viviendo con cada uno de ellos. El último nieto que bautizamos, hace pocos meses, se llama Jorge y el Patriarca no cabía en sí de orgullo y de chochera: ¡ Jorge Cisternas III ! Fue una pillería filial de Ignacio, el menor, con lo cual ganó puntos a los ojos de su padre.
Don Jorge y la Sra. Pola han inculcado en sus hijos un profundo sentido de responsabilidad personal, empresarial y social. Y eso también fue forjado con esfuerzo y constancia. Podría dar muchos ejemplos, pero me basta con el testimonio de uno de los más antiguos trabajadores de la Empresa Bío Bío, Don Luís Matus, que contaba que en la crisis del ´82 Don Jorge se las arregló para no prescindir de ningún trabajador por quienes siempre ha velado con un sentido de familia empresarial. Esto refleja su visión empresarial que, cuando se trataba de servir, tuvo la libertad de no sacar cuentas pacatas. El mismo trabajador relataba que, en los primeros años de la empresa, “Don Jorge se iba al sur a supervisar las obras en camioneta, cuando todavía los caminos eran de tierra. Partía temprano en la mañana bien cargado. Llevaba clavos, herramientas... y de vuelta volvía con papas, porotos y lentejas para alimentar a la familia, que era larga”. Y así, entre clavos y ladrillos, ha construido junto a sus hijos mas de 60.000 viviendas sociales.
Fácil sería decir que ha sido un empresario exitoso, pero esa palabra se ha vuelto muy ambigua, porque el verdadero éxito de Don Jorge ha sido lograrlo con un sentido social activo y perseverante. El estaba convencido de que “fuera de la familia personal, hay una familia país, y que nunca estarían bien los primeros si los otros no están bien”. Y así se lo inculcó a sus hijos. Por eso Don Jorge más que un Ingeniero se convirtió en vida en “un constructor de oportunidades”. Y ya que nombro la palabra ingeniero, imposible dejar de reconocer el don de su amistad que, una vez al año, reunía en la parcela a los condiscípulos de su curso para una sencilla convivencia que, dejó establecido, debía continuar después de su muerte.
Muchos de los que estamos en este templo podríamos dar testimonio de los Colegios, Dispensarios, Capillas y Parroquias, que junto a sus hijos, han construido en sectores vulnerables al servicio de la Iglesia local. Mis colegas entenderán muy bien si digo que se trata de un hijo de San Ignacio que tomó en serio esto de “sentir con la Iglesia” convirtiéndose en miembro activo de la Iglesia diocesana de Santiago. Razón demás para que el Papa Juan Pablo II le concediera la Orden de San Silvestre, máxima distinción vaticana a los laicos destacados.
No se trata de que sólo haya construido y donado con proverbial generosidad, lo que ya sería ejemplar, sino que las ha seguido día a día, especialmente su querida Parroquia de Santo Tomás, por la cual el Vicario de la Zona Sur tenía que rendirle cuentas de su atención pastoral. Los que lo conocen de cerca saben bien que no se contentaba con cualquier argumento y, como buen emprendedor, quería que las cosas se hicieran de manera rápida y certera.
La verdad es que él nunca dejó de trabajar. Como decían sus hijos “ahora que podría estar jubilado y dedicado a gozar la vida, sigue trabajando y tomando decisiones”. Doy fe que esto no lo abandonó hasta que entregó su espíritu, sobre todo lo de “tomar decisiones”, y dudo si dejará de hacerlo en el Cielo… Incluso en momentos en que estuvo delicado de salud, peleando contra un cáncer invasivo, siguió con sus actividades cotidianas yendo a La Legua Emergencia a supervisar la construcción de un nuevo colegio. Es que “la niña de sus ojos” fue la Fundación BELEN EDUCA, con sus ocho establecimientos y sus diez mil alumnos, construidos todos en el corazón de muchos barrios que las noticias suelen difamar. El, en cambio, junto a los otros Directores y a su Director Ejecutivo, pensaron que la mejor manera de contribuir a superar la pobreza era brindando una educación de calidad con este proyecto que se suma de manera decidida a las decenas de Escuelas y Colegios que el Arzobispado ha puesto al servicio de esa misma causa.
El Señor Dios fue muy bueno con él pues, dos semanas antes de caer en agonía, acudió a la Catedral a celebrar los diez años de Belén EDUCA. Al comenzar la Santa Misa tomó la palabra, con indisimulada emoción, para saludar a los presentes y decir que “esa era la obra más querida de su vida” en medio de los besos, abrazos y aplausos de esos niños cuya inocencia hace aún más precioso su cariño y gratitud. No soy infidente si les cuento que, al ver su alegría desbordante, con alguno de sus hijos comentamos que ahora el papá se podía ir en paz. Y textualmente, así sucedió.
Esa es la razón por la cual, en esta Misa de Adviento, tiempo de esperanza como ninguno, hemos elegido la lectura del anciano Simeón quien, viendo al niño de Belén, encontró la paz que buscaba su corazón. Un hombre probo y probado, no se si tan porfiado y discutidor como Don Jorge, que tenía en su corazón la presencia viva del Señor. Su visión y su palabra se cumplen en esta hora de la historia porque también Don Jorge puede decir: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo en paz” mientras contemplaba la inocencia del Niño que, desde el corazón de los pobres, traería al mundo la salvación y el Camino de la Vida. Es el Camino por el cual los hombres y mujeres de fe deseamos ardientemente transitar, para entrar en la Casa de Dios Padre. Ahí don Jorge podrá abrazar a sus padres, a Nacho José, a su hermano, y podrá darle personalmente las gracias al Padre Hurtado por haberlo iniciado en el amor al Señor Jesús y su Evangelio, es decir, en la sabiduría de la Vida.
Le vamos a pedir que se acerque a la Virgen María para darle gracias por haberse manifestado a San Juan Diego en Guadalupe, fiesta que hoy celebramos, abriendo las puertas de la fe en el Continente Americano.
Antes de terminar esta homilía, pido licencia para dirigirle unas palabras al querido Coke, como le decimos los cercanos, entre el “tú y el usted” con que hablamos de amistad…
Querido Coke,
“Hoy agradezco el privilegio de haberte conocido, de haber recibido el don de tu amistad y tantas muestras de afecto y generosidad, que superan por cierto las palabras. No creas que me resulta indiferente cuando tú y la querida Sra. Pola me han dicho que soy el hijo décimo cuarto…
Te confieso que muchas veces hablando de ti no te llamábamos Coke ni Jorge, sino simplemente “el Patriarca”. En estos días, al verte constantemente rodeado del cariño y de la pena de los nietos y bisnietos, veo que esa expresión era profecía más que picardía…
Te digo que será difícil volver a Riñihue sin ver pasar el Coke-móvil, sin las Misas de los miércoles, que tanto te gustaban, y sin esas conversas sacramentales que cada año nos regalábamos. Me van a faltar también las discusiones acerca de la creación y la evolución, de la pastoral social de la Iglesia que debiese ser más incisiva, de las quejas del “sindicato” de la Parroquia Santo Tomás o de algún libro que nunca faltó en tus manos…
No necesito prometerte que vamos a cuidar a la Sra. Pola y se que para ti jamás estaremos a la altura... Ella es querible por si misma y tú lo sabes mejor que nadie. Pero sí te prometo que, además de tenerte presente en cada Misa de febrero, en la primera oportunidad en que nos reunamos en “la casa de los curas” vamos a brindar por ti, con toda la gratitud que te tenemos, y lo haremos con un pisco sour seco, generoso y… goteadito…”
P. Cristián Precht Bañados
Parroquia de Santa Elena
Santiago 12 de diciembre de 2009.
Textos:
Stgo. 2, 14-24
Ps. 128 (127)
Lc 2, 25-33