Respecto de la contaminación por metales en Arica, quién suscribe, desea expresar a la opinión pública cuanto sigue:
1. No cabe duda que nos encontramos frente a un fenómeno inédito en nuestra región y país, fruto de graves errores e incluso desidia de parte de quienes tenían en sus manos la responsabilidad de hacerse oficialmente cargo de esta situación, y cuyas consecuencias son aún difíciles de evaluar en toda su magnitud. Es una triste realidad que clama al cielo.
2. Lo anterior hace plenamente comprensible el clamor de miles de familias, que con legítima razón vienen expresando su profundo desconcierto, dolor y frustración sobre un tema que los afecta tan directamente, especialmente en el penoso deterioro de su salud, y cuya denuncia se viene llevando a cabo desde hace años, sin mayor resultado. Con el Papa Juan Pablo II, recordamos que “los pobres no pueden esperar”.
3. En las últimas semanas, hemos asistido a la reacción a nivel central y regional de las autoridades de Gobierno, por dar una respuesta eficiente, integral y permanente a cuanto se ha expresado. Esto se ha concretizando en la elaboración de una primera redacción de lo que sería el “Plan Maestro”, acompañado del anuncio de la posible presentación de un Proyecto de Ley al respecto, y que asegure la permanencia en el tiempo de los esperados beneficios. Esto, no puede sino valorizarse, agradecerse y renueva las esperanzas.
4. Sin embargo, tememos que el deseo de dar pronta respuesta a un problema no completamente dimensionado en su real alcance y complejidad, ofrezca la tentación de soluciones rápidas y generalizadas para todos. De este modo, algunos anuncios así, las personas comienzan a percibirlos como insuficientes, en algunos casos discriminatorias y en otros injustas o excluyentes. Ello está trayendo como consecuencia división de dirigentes y familias de las poblaciones afectadas, y lo más serio, una nueva y creciente desconfianza en la autoridad.
5. Todo hace ver que los problemas mayores a despejar, estarían relacionados con una erradicación que vaya acompañada con una solución habitacional que sea equitativa a las actuales condiciones de cada vivienda en cuanto a metros construidos; a la legalización como propietarios con la entrega de títulos de dominio de quienes por años no los han tenido; a un centro de salud que se haga cargo en forma expedita y específica del tratamiento de por vida de los contaminados; a un acceso a la educación escolar y superior que permita a los niños y jóvenes finalizar sus estudios aún con las serias limitaciones de su salud y su capacidad de aprendizajes; un sistema de justa reparación económica por el daño provocado, especialmente a quienes deberán sobrellevarlo de por vida.
6. Lo anterior pasa por una mayor y mejor coordinación de los servicios públicos involucrados y sobre todo, dar desde el nivel central mayor liderazgo al Gobierno Regional. Muchos esperan mayores atribuciones en nuestras autoridades locales para un tratamiento mucho más directo, personalizado y pertinente del tema. Ello favorecería el diálogo, la participación ciudadana y la búsqueda de mejores soluciones.
7. Todos debemos entender que semejante problema, no se soluciona de la noche a la mañana. Se requiere sentarse a conversar para hacerse cargo de lo más urgente, y lo más urgente son las situaciones más graves de salud y el aceleramiento traslado de las familias del sector más comprometido.
8. Finalmente, con particular afecto, hago un sentido llamado a quienes se encuentran en huelga de hambre a deponer esta forma de presión. Ya la contaminación ha venido atentando de muchas maneras en contra del sagrado valor de la vida, don de Dios y ello no debe continuar con nuevas formas. La comunión en las justas demandas, la fortaleza de la verdad de los hechos, el consenso ciudadano que exige justicia y la disposición de las autoridades, son herramientas más que suficientes para avanzar con esperanza.
† Héctor Vargas Bastidas, sdb
Obispo de san Marcos de Arica