“NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN”
(Mateo 4, 1-11)
Distinguidas autoridades y hermanas y hermanos todos:
Nos hemos reunido como un solo pueblo que alaba a Dios y reconoce que todo lo que somos y tenemos tiene un origen que va más allá de nosotros mismos.
Este año celebramos Fiestas Patrias en un contexto muy especial: del invalorable tesoro de la historia bicentenaria de la Independencia de Chile, y de la efervescencia de las elecciones presidenciales y parlamentarias.
Lo bueno y lo malo de la vida nacional a lo largo de los años, nos hacen madurar cada vez más. Debemos ser cada día agradecidos por tantas personas, instituciones y organizaciones que han embellecido nuestra Patria con los valores de la paz, del progreso, de la fraternidad, de la comunión, de la solidaridad y de la justicia, todos ellos inspirados por el espíritu de Dios que dinamiza nuestra vida y nuestra historia.
Por ello se eleva hoy con solemnidad comunitaria nuestro TE DEUM, oración de agradecimiento y alabanza a Dios, Señor de la vida y de la historia.
La dinámica del amor de Dios nos hace conscientes que, como personas y como pueblo, no somos hoy lo que fuimos ayer, ni somos hoy lo que seremos mañana.
Nos unimos a la oración de Jesús al Padre Dios, la oración del “Padre Nuestro”, para pedirle que nos dé la vida que nace y crece en Él, y nos dé la fe, la sabiduría, el amor y la responsabilidad a cada ciudadano de buena voluntad para acrecentar esa vida divina en toda nuestra tierra y nuestro pueblo.
La misma oración de Jesús nos llama a pedirle a Dios que “NO NOS DEJE CAER EN LA TENTACIÓN Y NOS LIBRE DEL MAL”.
Fuimos creados y llamados para cuidar y acrecentar en nosotros la vida de Dios, pero somos tentados permanentemente para reducirla, minimizarla, y hasta para apartarnos de ella o herirla gravemente.
Todos estamos sujetos a las tentaciones. Jesús mismo, como escuchamos en el Evangelio, fue tentado por el maligno. Es bueno que tengamos tentaciones, como personas y como pueblo, pues son momentos y situaciones que nos dan necesariamente la oportunidad de OPTAR, y por lo tanto de madurar y crecer a una vida más plena y fecunda.
Muchas veces, si nos confiamos solo a nuestras capacidades y fuerzas, frente a las tentaciones, caemos.
Por eso Jesús nos llama a clamar a Dios para que intervenga con su gracia, con su amor y con su poder, para que no nos debilitemos, no caigamos en la tentación y así no seamos atrapados por el mal.
En estos 200 años de vida patria, Chile no ha estado exento de tentaciones, y si bien muchas veces ha vencido, también ha caído, como lo testimonian situaciones de violencia, odios, divisiones. Y la misma pobreza, la injusticia, la inequidad, las violaciones a los derechos y deberes de las personas, el lujo, el consumismo, los niños abandonados y arrastrados a la delincuencia, los suicidios, el alcoholismo, los engaños, la irresponsabilidad, el silencio cómplice, las muertes provocadas (incluso al interior del nido familiar), y cuantas situaciones más, son hechos evidentes que en la tentación, hemos optado por el mal y rechazado el bien, llegando siempre a dañar y provocar dolor y sufrimiento a otros.
Aleccionados por las enseñanzas de la historia patria y por las pasiones e intereses desenfrenados que anidan en el corazón y en la mente de las personas, entendemos que las elecciones que se acercan, en el contexto del Bicentenario de la Patria, no pueden ser sólo una lucha por conquistar votos o por alcanzar cuotas de poder. Más bien es el tiempo favorable, es el tiempo oportuno, es el tiempo apremiante para asentar las bases sólidas de un país, que desde la política y desde la sabiduría y el amor de cada ciudadano y en especial de quienes tenemos algún grado de autoridad, abramos cauces de diálogo y de participación para que el BIEN COMÚN prevalezca sobre intereses particulares.
Es el camino para que no hayan marginados, es el camino para alcanzar la paz social.
Reconociendo importantes avances materiales, técnicos, legales, políticos, sociales, económicos y espirituales, quisiera señalar brevemente solo tres ámbitos en que la feliz celebración del Bicentenario no sea solo una seguidilla de valiosos eventos y de impactantes obras, sino sobre todo un crecimiento en el BIEN COMÚN hacia una Patria más libre, soberana, fraterna y pacífica.
1.- El ámbito de las visiones y decisiones políticas.
Si por Patria entendemos que todo ciudadano debe tener el derecho y el deber de vivir una vida digna y sana en su tierra, tener acceso a los bienes que necesita y convivir armónicamente participando en los procesos sociales, no podemos caer en la tentación de seguir excluyendo a importantes sectores de la sociedad en los ámbitos de la educación de calidad, de la salud digna, de la vivienda adecuada, de las comunicaciones e informaciones objetivas y veraces, de la política elitista, de las decisiones reservadas a una elite, de políticas exageradamente centralistas, de étnias y pueblos originarios marginados, de bienes naturales confiados a soberanías transnacionales, de una economía que no es equitativa, de legislaciones que benefician más a ciertos sectores de poder.
La Independencia conquistada hace dos siglos, requiere ser actualizada en la historia patria de este nuevo milenio.
Somos un pueblo más maduro y más consciente que ayer, de las exigencias de participación, de soberanía, de libertad y de justicia.
Señor, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
2.- El ámbito de los valores.
Conscientes que todos valoramos la vida como el mayor don que Dios nos confía, en la presente etapa de la historia de nuestro país, será indispensable potenciar y activar las actitudes esenciales de la escucha, el análisis, el discernimiento, la reflexión, las búsquedas y las decisiones participativas en los temas que llamamos “valóricos”, relacionados con la vida humana, la justicia, le ética y el bien común, sobre todo de las personas en situación de mayor vulnerabilidad, inferioridad y precariedad de nuestra sociedad.
El amor a las personas y al futuro de nuestra Patria lo requiere, para no llegar a enfrentarnos en cada situación conflictiva, antes de consensuar mínimos éticos, madurados en una real democracia y participación de la ciudadanía, con sus creencias, experiencias y sensibilidades.
Señor, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
3.- El ámbito de la tierra en que vivimos.
El amor a la Patria y a la paz social, requieren que consideremos y tomemos mayor conciencia que vivimos en una región patagónica y en un país bendecidos por Dios, con tantos exuberantes y fecundos bienes de la naturaleza.
La crisis ecológica que afecta cada vez de manera más preocupante a todo el planeta, hace que el medio ambiente y la energía sean temas estratégicos para todos los países. Sin tierra, sin agua y sin aire, no tenemos vida. Dios nos los ha creado y regalado para todos. Y estos tres elementos se hacen cada vez más críticos, contaminados y escasos en muchos países, sobre todo los más consumistas. En Aysén los tenemos en abundancia. Muchos nos envidian. Muchos quisieran adueñarse de ellos.
Un análisis sereno y realista nos indica que son crecientes los conflictos relacionados con el calentamiento global, el cambio climático, el uso o abuso de los bienes naturales.
Grandes intereses se juegan en estas situaciones totalmente nuevas en la historia del planeta, y de una gravedad de tales proporciones que cuestionan la sobre vivencia de gran parte de la humanidad.
Aysén no está ajeno a esta crisis global. Y si nos preocupa el no perder soberanía en las tierras del extremo norte del País, más debería preocuparnos la soberanía de nuestra agua, de nuestros bosques, de nuestro aire, de nuestros mares, de nuestros glaciares, de nuestros minerales, etc.
En una cultura que adora con tanta pasión al “dios dinero” y sus ganancias, no vendamos incluso la dignidad de las personas y menos de sus conciencias.
Señor, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Nuestras tentaciones son las mismas que tuvo Jesús en el desierto.
El tentador, no le propone a Jesús de ser malo, ni lo llama a cometer violencias o delitos. Le propone graciosas insinuaciones y llamados a actuar solamente según una lógica puramente humana, triunfalista, de poder dominante.
La gran tentación es optar por hacer un evangelio solo terrenal, y no un evangelio de Dios, el cual no vino a “dar cosas” a la humanidad, sino A DARSE A SÍ MISMO PARA LA VIDA Y LA LIBERACIÓN DE LOS HOMBRES Y MUJERES DE AYER, DE HOY Y DE SIEMPRE.
Todo ser humano, cada uno de nosotros, no somos solo hombres, sino que estamos llamados a ser un “proyecto de Dios”, un “germen de Dios”, capaces de vivir y celebrar el cielo aquí en la tierra.
Frente a las tentaciones Jesús no quiere adueñarse y manipular la libertad humana, no quiere que proclamemos las cosas, los bienes, el dinero, el poder, como ABSOLUTOS, o como dioses. Pues, “no solo de pan vive el hombre”. Dios y su Palabra creadora llena lo más profundo de los anhelos y esperanzas humanas.
“No solo de pan vive el hombre”, mas bien, solo de pan, el hombre muere, se desespera, domina y oprime al hermano.
Servirás solo a Dios, y por eso cuidarás, respetarás, amarás a toda criatura de Dios, especialmente al ser humano, porque son sujetos de dignidad y derechos, otorgados por Dios mismo.
La fuerza y la sabiduría para optar o escoger frente a las tentaciones, viene de la firmeza de nuestros ideales. Y una sociedad consumista, mercantilista, economicista, no tiene más ideales que el tener, el poseer cada vez más cosas, el poder, el placer egoísta.
“NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS”.
El tentador quiso apartar a Jesús, y a nosotros, del Plan de Dios, quiso desviarlo de su misión. Lo puso a prueba, manipulando incluso LA PALABRA. Jesús enfrenta un combate contra el mal.
DIOS AYUDA Y SALVA EN LA TENTACIÓN: “NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN Y LÍBRANOS DEL MALIGNO”.
Dejemos que Dios sea Dios en cada uno de nosotros. No seamos como Adán, que quiso ser como Dios, siendo sólo un hombre de barro, frágil, débil.
Ciertamente que en cada tentación hay escondida una semilla de vida, de Resurrección. Jesús vence las tentaciones del maligno y sale fortalecido a su misión salvadora. Es el triunfo de la vida, de Dios, es el renacer de los Amores de Dios y de grandes y nobles ideales.
Que sea éste el camino que recorramos todos, en nuestra Región y en el País, dándole nuevo brillo y nuevo vigor a nuestra vida y a nuestra historia.
Este ha sido el camino de los valientes de la Patria, los héroes de la paz y los santos.
Hoy damos gracias a Dios porque son muchos, en Chile, los que vencen las tentaciones, y luchan para que reine el cielo, la justicia, la paz, la belleza, la felicidad, el AMOR.
Que la Virgen del Carmen, Madre de Chile, bajo su manto nos proteja del mal; su mirada y su voz nos repitan hoy “Hagan lo que Jesús les diga”; y su ejemplo de humildad y de discípula de Cristo, nos hagan misioneros de la vida. Que así sea.
† Luis Infanti De la Mora, osm
Obispo Vicario Apostólico de Aysén
Coyhaique, 18 de septiembre de 2009