Reflexión presentada en el Seminario \"Familia transmisora de valores a la luz del VI Encuentro Mundial México 2009\". Santiago, 28 de mayo de 2009.
Fecha: Jueves 28 de Mayo de 2009
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Bernardo Bastres Florence, sdb.
Introducción:
En Julio del 2006, en Valencia, España, se realizó el V Encuentro Mundial de la Familia, cuyo tema fue: “La familia transmisora de la fe”. Y allí al finalizarlo el papa Benedicto XVI, invitó a realizar el próximo Encuentro Mundial en México para este año cuyo tema es: “La Familia Formadora en los Valores Humanos y Cristianos” y en esa ocasión señalaba el santo Padre: “
por consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia…la familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial”.
1. VER (lo que hoy sucede)
Hay una tentación que deseo evitar y es hacer un gran diagnóstico de la realidad que esta viviendo la Familia y el Matrimonio en nuestra sociedad occidental y sobre todo nuestra sociedad secularizada. Pero, me parece que por el ámbito y el objetivo de este seminario, es mejor que nos centremos en algunos elementos que nos ayuden a entender lo que estamos viviendo en torno a la familia.
Lo primero que nos llama la atención, es que según todas las encuestas de opinión pública, realizadas en estos últimos años en nuestro País, es muy alto el porcentaje de chilenos que ve en la familia el bien más apreciado y estimado de querer alcanzar. La familia es uno de los pilares de nuestra cultura, un espacio privilegiado de transmisión de nuestros valores, la realidad más apreciada por la mayoría de los ciudadanos.
No entraremos a los problemas, dificultades y situaciones que viven tantos compatriotas al interior de la familia:
• un elevado número de hijos que nacen fuera del matrimonio;
• la violencia intrafamiliar, ya sea física o psicológica;
• un alto porcentaje de chilenos que cuentan con un hogar en el cual hay uno solo de los padres, generalmente la madre;
• hijos que viven solos con sus abuelos o con algunos tíos;
• otras familias llamadas irregulares: separados o divorciados vueltos a casarse que viven con los hijos de él, de ella o de ambos;
• otros que conviven a veces por mucho tiempo, tienen hijos y no se han querido nunca casar.
Por ello, el matrimonio y la familia se han convertido en nuestra época en un tema de reflexión, de diálogo y algunas veces en un verdadero campo de batalla, donde unos y otros queremos hacer prevalecer nuestra concepción y visión del matrimonio y familia.
Cada vez más se quiere desconocer nuestra cultura que se ha formado sobre una concepción del hombre y la sociedad basada en la tradición judeocristiana. Esto también sucede pues, para muchos, en su visión de sociedad y de país, Dios no cuenta; al contrario, parece ser su concepción más bien tradicionalista y limitante a la hora de hablar de “progreso y de evolución de los valores”.
Muchos, entre ellos nosotros, sostenemos que ha entrado en nuestra sociedad una actitud permisiva que ha ido impregnando poco a poco todas sus instituciones. Es así que donde lo que hasta ayer era algo incuestionable, hoy se cuestiona, lo que hasta hace tiempo era intransable hoy se transa; todo esto para responder a la mal llamada
“democracia y progreso de los tiempos”.
Desde algunas décadas, los valores del matrimonio y de la familia han comenzado a sufrir daños graves en el plano humano, social y religioso. A la fragilidad creciente de las parejas se han añadido los problemas graves y educativos ligados a la pérdida de los modelos de paternidad y a la influencia de corrientes de pensamiento que rechazan los mismos fundamentos de la institución familiar. El trastorno de los valores alcanza la identidad misma del ser humano, más allá de su fidelidad a un orden moral. Todo esto da como resultado, que nuestros jóvenes y muchos adultos tengan una gran confusión antropológica y comiencen a usar un lenguaje ambiguo que no incluye los conceptos tradicionales del pensamiento cristiano.
A este respecto es muy interesante lo que han señalado nuestros Obispos en la V Conferencia del CELAM en Aparecida, cuando reflexionando sobre “
la mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad” de nuestra América señalan, que “
este fenómeno (nuevo contexto social) explica, tal vez, uno de los hechos más desconcertantes y novedosos que vivimos en el presente. Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado” (39).
Al mismo tiempo que reconocen que nos encontramos en “un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios” (44).
• “Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar, encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia” (40).
• “Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales de varones y mujeres” (49).
• “La avidez del mercado descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos” (50).
Sabemos que hoy las filosofías del
constructivismo y del
género desnaturalizan la realidad del matrimonio y de la familia refundiendo la noción de la pareja humana a partir de los deseos subjetivos del individuo, haciendo prácticamente insignificante la diferencia sexual, hasta el punto de tratar de forma equivalente la unión heterosexual y las relaciones homosexuales.
Según esta teoría, la diferencia sexual inscrita en la realidad biológica del hombre y de la mujer no influye de modo significante en la identidad sexual de los individuos porque ésta es el resultado de una orientación subjetiva y de una construcción social. La identidad sexual de los individuos no sería un dato objetivo inscrito en el hecho de nacer hombre o mujer sino más bien un dato psico-social construido sobre las influencias culturales sufridas o escogidas por los individuos.
También la Conferencia Episcopal de Chile ha entregado de forma incansable, su contribución a la noción cristiana del matrimonio y de la familia, frente a futuros proyectos y legislaciones ya aprobadas que atentan gravemente a la estabilidad y la indisolubilidad del matrimonio y por ende a la familia:
• “La difusión creciente de una cultura de lo desechable y de lo transitorio puede terminar por aprisionar el amor, que no se entrega si teme ser desechado, y que no se da plenamente si percibe que será recibido como un don pasajero” (CECh Matrimonio y Familia, M y F, 25).
• “El pensamiento occidental ha perdido su orientación hacia la verdad. El Papa Juan Pablo II constataba que esto ha derivado en varias formas de agnosticismo y de relativismo, que han llevado la investigación filosófica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general (…) la legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas” (M y F).
• “Sin la búsqueda convencida de la verdad, la fe misma se desvanece. Carentes de esa base sólida cualquier cosa la elevamos a la categoría de `valor´ sobre el que, inútilmente, queremos edificar nuestra vida personal y social (…) sentimos gran aprecio por quienes se esfuerzan por promover una cultura conforme a la dignidad de la persona humana (…) sin embargo, también hay discrepancias que queremos señalar (…)especialmente nos referimos a los valores de la vida, del matrimonio, la dignidad de la sexualidad humana, la auténtica promoción de la familia, y aún al mismo amor…” (M y F 31 – 33).
2. JUZGAR (Documentos y doctrina)
La Iglesia católica critica hoy fuertemente algunas corrientes culturales que obtienen demasiado fácilmente el apoyo de los medios modernos de comunicación y así difunden rápidamente sus concepciones de sociedad, familia, política y tecnología.
Por medio del Magisterio, en especial la enseñanza de los Pontífices contemporáneos, la Iglesia ha reafirmado los valores del matrimonio y de la familia en la línea que ha señalado el Concilio Vaticano II.
Es ciertamente el
Sínodo celebrado en 1980 sobre la familia, que ha dado grandes luces y reflexiones sobre la familia.
La Exhortación apostólica, post-sinodal
Familiaris Consortio es una gran carta sobre la Familia y da grandes orientaciones frente a las situaciones que debemos enfrentar.
Esta Exhortación Apostólica es una gran propuesta sobre la familia fundada sobre la creación del hombre a la imagen de Dios y sobre el sacramento del matrimonio. Esta gran carta pastoral culmina con un fuerte llamado del Papa Juan Pablo II: “
¡Familia, sé lo que eres!: una comunidad de vida y de amor, una escuela de comunión, una Iglesia doméstica\".
Dice Familiaris Consortio que: “la esencia de la familia y sus deberes son definidos por el amor. Es por eso que la familia recibe la misión de guardar, de revelar y de comunicar el amor, reflejo vivo y participación real del amor de Dios hacia la humanidad y del amor de Cristo Señor hacia la Iglesia su Esposa” (17).
En la tercera parte de esta Carta Apostólica, reafirma un aspecto renovador de la Constitución pastoral
Gaudium et Spes. Es decir, define el matrimonio como una unión personal en la cual los esposos se dan y se reciben recíprocamente (GS 48). Definiendo la esencia de la familia y su misión por el amor y no como se sostenía antes que era en primer lugar por la procreación, el Concilio y luego Juan Pablo II, afirma la continuidad interna entre el amor personal de los esposos y la transmisión de la vida. Su postura marca una etapa importante hacia una refundición personalista de la doctrina cristiana del matrimonio y de la familia (Cf Charla del Cardenal Marc Ouellet: La familia, educadora en los valores humanos y cristianos).
Coloca los tres valores tradicionales del matrimonio:
• la procreación
• el amor fiel
• y el significado sacramental, en el eje del amor conyugal fecundo y ya no en el de la procreación como finalidad distinta. De algún modo la Iglesia incorpora en su doctrina una concepción más personalista del amor humano.
A este respecto es interesante cómo el
Documento de Aparecida presenta a la familia cristiana:
• “Proclamamos la alegría del valor de nuestras familias en América Latina. Afirma el Papa Benedicto XVI (discurso inicial) que:
`la familia es patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y de El Caribe. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente (…) La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos´” (5) (114).
• “Dios ha creado al
ser humano varón y
mujer, aunque hoy se quiera confundir esta verdad: “Creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). Pertenece a la naturaleza humana el que el varón y la mujer busquen el uno en el otro su reciprocidad y complementariedad” (116).
• “El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin (cf. Jn 13, 1; 15,9). El amor conyugal es la
donación recíproca entre un varón y una mujer, los esposos: es fecundo, fiel y exclusivo hasta la muerte, abierto a la vida y a la educación de los hijos, asemejándose al amor fecundo de la Santísima Trinidad. El amor conyugal es asumido en el Sacramento del Matrimonio para significar la unión de Cristo con su Iglesia, por eso en la gracia de Jesucristo encuentra su purificación, alimento y plenitud (Cf. Ef 5, 25-33) (117).
• “En el seno de una familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El
gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la trasmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos”. (118)
También
nuestro Episcopado (CECh), ha recordado una y otra vez la identidad del matrimonio y de la familia, solo destaco:
• “La realidad del matrimonio iluminado, santificado y plenificado por Cristo responde a las necesidades humanas más profundas de compañía, ayuda, intimidad, complementariedad y fecundidad, es decir, a las aspiraciones de intima comunión de vida que se prolonga en nuevas vidas humanas.” (M y F 11)
• “Es que el amor fiel, el amor hermoso, el amor gratuito, el amor incondicional y colmado de verdad, que Dios enciende en nosotros, nos vuelve luminosos, aun en las horas de dolor. El amor enciende, ilumina, transfigura y, cuando es amor genuino, se irradia en el rostro, en la vida, en las tareas de quien ama y de la persona amada… La humanidad goza viendo la luz que dimana de una pareja enamorada o de un padre, una madre, un hijo o una hija, que viven en plenitud la vocación a la que Dios los llama en esta tierra”.(M y F 16)
• “Se requiere el don de Dios, pues sin Él no es posible la estabilidad que consiste no sólo en amar, sino en “permanecer en el amor”. Es un don que conlleva una decisión personal y no un mero sentimiento, por intenso que éste nos pueda parecer. El amor es una decisión moral que sumerge a la persona en una dinámica de diálogo y acogida con Dios y con el prójimo” (M y F 26)
Podríamos continuar profundizando en argumentos sobre el fundamento del Matrimonio para la familia cristiana.
Sabemos que Familiaris Consortio recoge la doctrina común de la Iglesia, donde se afirma que el primer efecto del sacramento sella de modo indisoluble la pertenencia de los esposos uno a otro, por un don mutuo que trasciende sus propias emociones. Este sello sacramental une a ambas personas indisolublemente en virtud del amor de Cristo que se compromete con ellos y los requiere para representar su propio misterio de alianza. Por esta Alianza los esposos forman una nueva unidad, una pareja sacramental, que constituye la célula de base de la sociedad y de la Iglesia.
En el sacramento del matrimonio, “el amor auténtico y conyugal es asumido en el amor divino” (GS 48) y es integrado por la gracia redentora de Cristo en la intimidad de la Santísima Trinidad. El amor fecundo de los esposos cristianos y las relaciones familiares que proceden de allí se hacen el santuario del Amor trinitario, el signo sagrado de un Amor divino encarnado que se ofrece al mundo humildemente por su comunidad de vida y de amor. (13).
3. ACTUAR (Pedagógico) pistas por dónde trabajar
3.1. Nuestro compromiso con la sociedad nos impide guardar silencio
Nosotros estamos convencidos que el Matrimonio y la Familia son grandes bienes para la comunidad humana. Llegamos a afirmar que ésta se constituye en la base de la sociedad.
Por ello, siempre, ante cualquier iniciativa del Estado o de los políticos que pretenda modificar la legislación respecto de la Familia o de otras que la afecten indirectamente, el Papa, los obispos y en general todos los laicos que se interesan del problema, intervienen para proteger esta institución.
La familia es un bien para la sociedad y también para la comunidad cristiana. Todo lo que afecte a la familia afectará la vida de la Iglesia. Muchos quisieran que la Iglesia guardara silencio. Que fuera un tema tratado sólo por los legisladores, o más aun que fuera resuelto en lo privado y subjetivo de cada persona.
La Iglesia debe recordar constantemente que, como dicen nuestros pastores, “
corresponde al Estado fijar las normas necesarias para el fortalecimiento y la defensa del matrimonio y la familia, sin distorsionar las normas de la naturaleza” (M y F 77).
No se trata de un tema subjetivo. Sus consecuencias afectan al conjunto de la sociedad y de la Iglesia. Si bien es necesario ordenar, incluso tomar los resguardos jurídicos necesarios para las situaciones dolorosas o de crisis en la familia, el Estado no puede renunciar a proponer el estilo familiar. Sería un atentado a sus propias bases, ante el que sólo habría que esperar el derrumbe de elementos esenciales de la convivencia humana.
Los legisladores cristianos quienes tienen que legislar a favor de la familia,
“no pueden olvidar que la paz llegará a la familia y al seno de la sociedad sólo cuando ésta logre remontar a sus orígenes, plasmando las instituciones humanas a la luz de esa comunión plena, e indivisible unidad, que existe en la Santa Trinidad”. (M y F 89)
“Una legislación a favor de la familia no puede depender sólo de los consensos coyunturales. Es oportuno recordar que, para los cristianos, en ella se juega la imagen y semejanza de Dios que llevamos impresa en lo más profundo del mapa genético de la humanidad” (M y F 90)
La defensa de la familia le acarrea a la Iglesia no pocos detractores y en varios momentos un rechazo de la opinión pública. Se la acusa de conservadora, de ciega por no querer ver la realidad, o de insensible ante el dolor de muchas personas. ¿Qué podemos hacer? Traicionaríamos el Evangelio, si por querer agradar guardáramos silencio o no defendiéramos el rol de la familia en la sociedad. Sin embargo, podemos hacer un acercamiento pedagógico que ayude a la familia para que, viviendo sus fines, se reencante ella misma con su ser más profundo.
3.2. Intento de ayudar por donde podemos caminar para hacer de la Familia una transmisora de valores
Los Organizadores del VI Encuentro Mundial de la Familia prepararon un material previo a la reunión de México, que proponía doce valores, que la Vicaria para la Familia de Santiago, tradujo a un lenguaje más sencillo y de acuerdo a nuestra sensibilidad:
• La familia y el testimonio de los padres.
• El amor, la caridad, respeto y libertad en la verdad.
• La vida y la persona.
• El espíritu, lugar de la fe, la oración, la vocación de cada hijo.
• El dominio de sí, fortaleza, esperanza, prudencia, trabajo, etc.
• La corporeidad humana, la sexualidad, la afectividad. Complementariedad entre hombre y mujer.
• La comunicación humana.
• La rectitud en las relaciones humanas, honestidad, honradez, verdad, sinceridad, fidelidad, lealtad, gratitud.
• El sufrimiento, dolor, perdón y reconciliación, sacrificio.
• Compromiso con la sociedad, solidaridad, justicia, convivencia social y cívica.
• La creación, respeto por la creación, la ecología cristiana.
• Honestidad pública y probidad contra la corrupción.
Durante el Encuentro, celebrado en México el Santo Padre, Benedicto XVI señaló: “La familia formadora en los valores humanos y cristianos, nos viene a recordar que el
ambiente doméstico es una
escuela de humanidad y de vida cristiana para todos sus miembros, con consecuencias beneficiosas para las personas, la Iglesia y la sociedad. En efecto,
el hogar está llamado
a vivir y cultivar el amor recíproco y la verdad, el respeto y la justicia, la lealtad y la colaboración, el servicio y la disponibilidad para con los demás, especialmente para con los más débiles. El
hogar cristiano, que
debe “manifestar a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la naturaleza auténtica de la Iglesia” (
Gaudium et spes, 48), ha de estar impregnado de la presencia de Dios, poniendo en sus manos el acontecer cotidiano y pidiendo su ayuda para cumplir adecuadamente su imprescindible misión”. (17 de Enero, 2009)
Me parece que, estamos todos de acuerdo con lo que señala el Papa, sin embargo, nuestra dificultad es siempre a la hora de aterrizar nuestra reflexión, nuestra doctrina, en definitiva nuestra fe.
El Papa y el Magisterio, subrayan la familia
como escuela, lo propio de la escuela es lo pedagógico, es decir, la acción educativa, por medio de la cual se acompaña a la persona para que se desarrolle hasta alcanzar la madurez que necesita para su mejor integración en todos los ámbitos sociales.
Por eso me ha parecido muy iluminador lo que ya señalaban nuestros Obispos en su carta sobre el Matrimonio y la Familia, cuando reconocen que,
• “nuestro desafío, por lo tanto, es internarnos en
la pedagogía del amor fiel, en promover valores como la palabra empeñada y la promesa cumplida…”(26)
• “El amor de quienes han consagrado su vida al Servicio de Dios también cabe dentro de
esta pedagogía. Tanto el amor matrimonial como célibe buscan expresar el amor esponsal de Cristo con su Iglesia” (27)
• “
La pedagogía del matrimonio no es sólo la preparación próxima que se hace poco tiempo antes de la celebración del matrimonio… reclama la preparación remota…la que se da sobre todo en el propio hogar durante la niñez y la juventud…” (49)
• “
Es la pedagogía que se aprende en los hechos más que en las palabras, en las actitudes más que en los gestos aislados.” (50).
El
gran desafío planteado por el VI Encuentro Mundial de la familia lo he formulado así:
“ayudar a nuestras familias para que con una adecuada pedagogía logran hacer experiencias maduras
• de amor,
• de aceptación,
• de fe,
• de justicia,
• de solidaridad,
• de integración y
• de convivencia entre ellos y con sus hijos.
de tal manera que los niños y jóvenes viviendo esta profunda experiencia humana y cristiana, proyecten su propia vida en el matrimonio y la familia”. (Cf M y F 49).
Me permito, con “temor y temblor”, plantear algunos aspectos pedagógicos que pueden ayudar a las familias a crecer en la vocación que le Señor les ha dado:
3.2.1. La identidad de los Padres
Lo primero y más urgente, antes de plantear cualquier sugerencia pedagógica, es ayudar a los padres a que aceptan y vivan su opción de ser
Papá y ser Mamáb.
Ser padres, significa aceptar a los hijos con la responsabilidad de educarlos de acuerdo al proyecto del creador.
Más allá del hecho biológico de la paternidad o maternidad, se trata de la conciencia de responsabilidad sobre una tercera persona. Replicar en ella la experiencia propia de inducción social, recogiendo lo positivo y, tratando de corregir los errores. La primera Escuela para Padres es esa “preparación remota” de la que hablamos. La experiencia de ser hijos será gravitante en la experiencia de ser padres.
Hoy, nuestra sociedad y muchas de nuestras familias vive un profundo sentido de orfandad, pues los padres para no tener dificultad con sus hijos han renunciado a su rol de educadores y de adultos.
Escuchando estos días a un Juez de Familia en España, hacía una terrible afirmación:
“nosotros somos de la generación que siempre nos han mandado. Cuando éramos niños nos mandaban nuestros Padres, ahora que somos Padres nos mandan nuestros hijos”.
Esto, sucede porque se nos ha dicho que lo más importante es lograr que los padres sean amigos de sus hijos. Como si el cumplimiento del rol paterno no pudiera ir de la mano de una cercanía que lleve a la confianza, pero en una clara diferencia de roles. Bien sabemos que es distinto el amor paterno, el amor materno y el amor de amigo.
Nuestros Obispos, insisten que
“ser padre, ser madre, es vivir la semejanza más profunda con Dios”. Dios es Trino y al darse a conocer a nosotros no se confunde el Padre con el Hijo, o el Hijo con el Espíritu. Al contrario el Hijo ha venido a hacer la voluntad del Padre.
La iglesia recuerda y sostienen con mucha fuerza que:
“la tarea educativa de los padres es irremplazable. Es en el seno del hogar donde los hijos reciben la fe y los grandes valores humanos y cristianos” (M y F 91). Si los padres optan por ser amigos ¿quién hará el rol de padre que el hijo necesita y reclamará en su momento?
Necesitamos con urgencia recuperar el rol de cada uno de los cónyuges, para que así sus hijos puedan ser educados y formados de acuerdo al Proyecto del Creador.
3.2.2. Una metodología para enseñar a amar
¿Por qué una opción pedagógica? Porque la pedagogía es una forma humana de crecer, de aprender y madurar. La pedagogía respeta la libertad y se basa en la interacción humana.
La pedagogía desde que se guarda registro de sus actuaciones ha tenido una metodología; flexible, abierta y personalizada, pero con una estructura en la que el educador se apoya para objetivar su acción.
Hay muchas metodologías. Pero al abrazar una, lo primer que tienen que tener claro la familia son los objetivos.
El para qué, el por qué. Lo que se quiere lograr.
¿Qué esperamos de los hijos? ¿Qué le queremos enseñar? ¿Cómo los queremos formar? Son preguntas que constantemente se deben repetir los padres. Es fundamental el diálogo, incluso antes de que los hijos vengan al mundo. Un proyecto familiar que educa al amor, a la felicidad, a la libertad y que le permita descubrir su vocación en el mundo.
Un proyecto que debe ser revisado constantemente. La tarea pedagógica es tensa porque obliga al educador a estar evaluando siempre. Cuántos padres abandonan la tarea de educar, o la transfieren al colegio y ya no dialogan de la realidad que viven sus hijos. Los padres, sin angustiarse, deben estar siempre atentos a revisar cómo van logrando esos objetivos que se plantearon.
Una vez que los objetivos están claros hay que preocuparse de qué queremos enseñar (Contenidos conceptuales, en pedagogía), que valores deseamos inculcar (Contenidos actitudinales) y que habilidades (contenidos procedimentales) para la vida deseamos que los hijos desarrollen en la familia.
3.2.3. Los que vamos a enseñar
De la experiencia que hemos vivido qué contenidos son fundamentales que manejemos en la Familia. Es una opción temática que debe hacer la familia. Aquí algunos tópicos irrenunciables.
El amor. La convivencia en el amor es lo primero que se busca del matrimonio y de la familia. Un amor al estilo de Jesús. Qué importante sería que las familias pudiera educarse en el amor con el testimonio de sus padres, con una meditación del “ámense los unos a los otros como yo los he amado” de Jesús. Un amor que exigirá sacrificios. Un amor que es paciente, servicial, sin rencor, que es soporte, que perdona y que tiene esperanza (parafraseando 1 Cor. 13). Una educación al amor que ubica en su justo lugar al placer y que presenta el valor del amor oblativo.
La vida. Una familia que eduque al respeto por la vida, no sólo la animal o medioambiental, sino, por sobre todo la humana, en todos sus momentos. Qué importante es ser claros en la formación al respeto por la vida del no nato y de la valoración de la ancianidad. En la familia deben ser temas recurrentes de conversación y enseñanza, el dolor, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.
La sexualidad y la paternidad responsable deben ser dialogadas en el seno de la familia antes que entre los pares.
La fe. La familia es “iglesia doméstica”. En ella se hace catequesis. Los padres enseñan el amor a Dios y al prójimo. Forman en los hábitos a la oración y en las verdades de la Fe.
El Papa Benedicto, ha insistido una y otra vez, en torno al VI Encuentro Mundial de la Familia, que será la experiencia familiar de la oración que ayudará a cada hijo a crecer y consolidar su fe.
Necesitamos recuperar en cada familia el tiempo para la oración diaria y semanal. Como decían los antiguos: “junto con la leche materna, experimento el amor de Dios”.
La oración, enseñada por los padres, con palabras y gestos sencillos. Por ejemplo:
• desde la llegada del recién nacido, la señal de la cruz sobre su frente junto con el beso de buenas noches.
• La bendición de la mesa el día Domingo y de la fiesta más importante, por parte del Papá con la participación del hijo que ya sabe leer.
• Redescubrir la fiesta religiosa, como encuentro familiar: la Navidad, Pascua de Resurrección, etc.
• La catequesis familiar, ha sido un gran esfuerzo que hemos realizado por años (ahora se encuentra algo en crisis) que pretendía ayudar a cada familia a prepararse junta a la Primera Eucaristía de sus hijos.
• Celebrar el día del onomástico y cumpleaños, como también los momentos de dolor y sufrimiento.
• Participación de la familia en la Eucaristía Dominical.
• Compartir juntos un momento a partir del Evangelio Dominical, y confrontarlo con lo escuchado en la Eucaristía.
Participar como familia en “las cadenas de oración”, de los familiares, amigos y conocidos. Etc.
3.2.4. Los valores a los que deseamos educar
Quisiéramos enseñar todos los valores a los hijos y a cada uno en la familia. Sin embargo, desde la misma experiencia pedagógica, sabemos que tenemos que hacer opciones, hincapiés. Sabemos que desarrollando ciertos valores, les vendrán adosados, como frutos al árbol, otros tantos.
Sin embargo, la axiología debe reconocer ciertas dificultades para el acuerdo de una escala de valores, o incluso la aceptación de algunos como tales, frente a un relativismo que priva a la sociedad y a la Escuela de la posibilidad de enseñar ciertos valores como comunes para todos. Por tanto, el rol de los padres es fundamental. El hogar establece su propia malla de valores y nadie se la refuta. Este “Ius Patris” acerca de los valores que permanece en el conciente colectivo es una oportunidad que no hay que desperdiciar. De ahí la importancia que los padres dialoguen acerca de qué valores van a promover en su hogar y que conversen de ellos con los hijos.
Qué importantes es que los padres no renuncien a formar a sus hijos en el respeto, la verdad, la solidaridad, la responsabilidad, la gratitud, la humildad, la justicia, la perseverancia, el sacrificio y la lealtad, entre otros tantos que podríamos recordar.
3.2.5. Las habilidades a desarrollar
Apertura a la ayuda. Cómo acercar a las familias, a los matrimonios jóvenes, a los nuevos padres a tantos movimientos y centros eclesiales que están desarrollando una red de apoyo a la función de los padres en la familia.
Cómo fomentar más la preocupación pastoral por la familia. A través de propuestas espirituales, profesionales y de compartir comunitario. En la tarea de ser padres tiene que haber una dimensión de abandono, como la vivió la familia de Nazaret. Es necesario un acercamiento a las ciencias afines que puede ayudar a un mejor tránsito por los distintos momentos y experiencias de los hijos y de la familia y, finalmente, cuánto bien hacer a los padres compartir su experiencia, sus preocupaciones, sus soluciones, sus “recetas” en la formación de sus hijos e hijas.
Vínculos que ayudan a madurar. Los amigos y otras familias que como matrimonio frecuentamos. Cuando uno preparaba a los novios para el matrimonio, les solíamos decir que los amigos que ellos tenían, no todos ellos eran buenos amigos para el proyecto matrimonial que ellos comenzaban. Tenían que saber discernir, que amistad y que familia serían las que como matrimonio iban a frecuentar.
Esta elección de amigos y familias, que cada matrimonio escogerá y luego sus hijos tendrán no es algo relativo.
Bien sabemos que un buen amigo puede prevenirnos de una separación, de ciertos males, como por ejemplo la droga el alcohol, etc. Por esto, en primer lugar son los esposos que tienen la responsabilidad de escoger aquellos amigos y aquellas familias amigas que compartirán juntos su proyecto matrimonial y los ayudarán a reforzar sus valores de fidelidad, responsabilidad, verdad, etc.
Luego los padres ayudarán a sus hijos a escoger a sus amigos, sabrán con quien salen, donde van, que hacen. Si es necesario hablarán con los padres de los amigos de los hijos para conocerlos mejor, para saber cuales son sus valores, la manera de vivir, etc.
Apertura al entorno social. Una familia cristiana, es abierta y responsable de su entorno social y natural.
Los hijos deben vivir la experiencia que sus padres se preocupan y les importa lo que sucede en la patria y el mundo. En la familia se valorizan los medios de comunicación social y de ellos se comparten las noticias más importantes para entregar criterios de lectura e interpretación a los hijos.
Los padres, si participan normalmente de la vida de la Iglesia, de las juntas de vecinos y otros compromisos sociales, ayudan a sus hijos para que vean las necesidades que existen y el modo concreto de ir en su ayuda. Por otro lado, debemos todos aprehender a saber cuidar y proteger el ambiente natural que nos rodea.
El tiempo libre y las nuevas tecnologías. Los padres trabajan y los hijos pasan más tiempo solos. Es importante educarlos en la libertad y en la transparencia. Frente a las nuevas tecnologías, junto con su valoración, es necesaria una educación al uso responsable y crítico. Que conozcan los riesgos, que sepan decir que no, que midan los tiempos y que aprovechen el universo cultural que se abre para ellos.
El diálogo. En dos perspectivas: como una acción necesaria de la vida familiar y como una manera humana de resolver los conflictos. El diálogo es necesario para conocerse, para compartir en el hogar. Cómo cuidar los momentos de conversación, de encuentro, donde podemos apagar el televisor, el computador o nos quitamos los audífonos.
El diálogo es el camino natural para la resolución de los conflictos. Frente a una sociedad que presenta con naturalidad la violencia debemos educar a una cultura donde los problemas se resuelven conversando, con argumentos, llegando a acuerdos.
La oración. La oración, si bien la hemos visto cuando nos referimos a los contenidos de la Fe, es importante analizarla desde una habilidad que deseamos instalar en los integrantes de la familia. Una oración ligada al discernimiento. Ante una situación difícil, ante una decisión, etc. La oración deber ser una forma natural de enfrentar el momento que se vive.
3.2.6. Rol de la Escuela
Familia y escuela, un solo proyecto de educación integral de los hijos. Un colegio, puede ser una gran ayuda para lograr formar en los valores a los hijos. Por ello, a la hora de escoger el colegio, como cuidar que su Proyecto venga a colaborar con los Padres en la educación integral de sus hijos.
Todos queremos, que todos los colegios de nuestro país, entreguen esa formación humana y cristiana que venga a colaborar con los Padres en la educación de sus hijos. Pero sabemos que eso no es así.
Muchas veces, Padres Católicos, escogen para sus hijos colegios que dan un prestigio social antes que pensar en la formación integral de los hijos. Otros valorizan más los resultados del SIMCE y de la PSU, que no otras experiencia y valores.
Hay aquí, una gran ayuda o un gran obstáculo, para nuestro objetivo. Por esto que no es menor el discernimiento a la hora de escoger la escuela para los hijos.
Benedicto XVI, clausurando el Encuentro Mundial de las Familias nos decía:
“este Encuentro Mundial de las Familias ha querido alentar a los hogares cristianos a que sus miembros sean personas libres y ricas en valores humanos y evangélicos, en camino hacia la santidad, que es el mejor servicio que los cristianos podemos brindar a la sociedad actual…
La familia es un fundamento indispensable para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos, dignos de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Como puso de manifiesto Jesús honrando a la Virgen María y a San José, la familia ocupa un lugar primario en la educación de la persona. Es una verdadera escuela de humanidad y de valores perennes. Nadie se ha dado el ser a sí mismo. Hemos recibido de otros la vida, que se desarrolla y madura con las verdades y valores que aprendemos en la relación y comunión con los demás. En este sentido, la familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral”. (Dgo. 18 de Enero 2009)
Gracias.