Saludo a los Trabajadores y Trabajadoras de Chile con motivo del Día Internacional del Trabajo
Antofagasta, 30 de abril de 2009
Estimados amigos y amigas,
En nombre de la Comisión Nacional de Pastoral de los Trabajadores de la Conferencia Episcopal de Chile, deseo hacer llegar un saludo cercano y agradecido a los trabajadores y trabajadoras del país, al conmemorarse la festividad de San José Obrero, en el Día Internacional del Trabajo.
Esta celebración nos encuentra en medio de una crisis económica internacional que comienza a manifestarse en nuestro país, especialmente en sus negativos efectos sobre el empleo.
Frente a esta situación, la Iglesia, a través del Santo Padre y los Obispos de América Latina y de Chile, ha manifestado su preocupación por este escenario y ha entregado sus orientaciones, enfatizando la necesidad de que gobiernos y empresarios centren sus esfuerzos en la protección de las personas, las familias y las fuentes de trabajo. Y lo hace desde su profunda opción, que reafirmamos en esta oportunidad, de valorar y promover el valor y la dignidad del trabajo y los trabajadores. “
Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente” (1). Reconocemos el trabajo digno como un derecho fundamental que la sociedad debe proteger, especialmente en situaciones difíciles como los que enfrenta el mundo hoy, “
porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia” (2).
Con esperanza, entendemos que esta situación constituye una buena oportunidad para repensar nuestras estructuras económicas y sociales, y avanzar hacia un desarrollo solidario y sustentable. Los trabajadores pueden hacer un gran aporte a este esfuerzo fortaleciendo sus organizaciones y participando activamente, en espíritu de colaboración con otros actores, en la construcción de un Chile mejor. La Iglesia “
reconoce la función fundamental desarrollada por los sindicatos de trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de los trabajadores a formar asociaciones o uniones para defender los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Los sindicatos ‘se han desarrollado sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y, ante todo, de lo trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción’. Las organizaciones sindicales, buscando su fin específico al servicio del bien común, son un factor constructivo de orden social y de solidaridad y, por ello, un e
lemento indispensable de la vida social” .
Junto con nuestro saludo y llamado los trabajadores y trabajadoras, nos dirigimos también al empresariado haciendo nuestras las palabras de los pastores reunidos en Aparecida: “A
labamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común” (4). Hoy, más que nunca, necesitamos empresarios comprometidos con el país y sus trabajadores.
De todos depende que, como sociedad, podamos contribuir a una mirada optimista y esperanzadora, aun en medio de las dificultades propias de esta crisis. El solo hecho de valorar nuestras fuentes de trabajo, el esfuerzo por seguir formándonos en nuestros ámbitos, el aporte del buen ánimo en la convivencia cotidiana en el trabajo, por cierto son grandes pasos en la construcción de ambientes propicios para una vida laboral digna y amable.
Invitamos también a todos los cristianos y cristianas, en este tiempo de Misión Continental, a proclamar, también en los ambientes laborales, nuestro encuentro personal con Jesucristo y a seguir al Maestro: “
El discípulo y el misionero…promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia” (5).
Finalmente, vaya un especial y afectuoso saludo agradecido a todos los hombres y mujeres mayores, ya retirados de la actividad laboral, que regalaron con generosidad su esfuerzo para engrandecer al país. Y una palabra de esperanza para quienes hoy se encuentran sin trabajo. Su situación nos compromete a todos a buscar sin descanso alternativas para que puedan ejercer su derecho al trabajo.
Que en esta fiesta, la Virgen María y San José Obrero acompañen y fortalezcan el caminar de los trabajadores de Chile.
Que el Señor los bendiga a ustedes y a sus familias,
† Pablo Lizama Riquelme
Arzobispo de Antofagasta
Presidente Comisión Pastoral de los Trabajadores
Conferencia Episcopal de Chile
NOTAS
(1) Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.º 301
(2) Encíclica Laborem Exercens, n..º 8
(3) Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.º 305
(4) Documento de Aparecida, n.º 122
(5) Documento de Aparecida, n.º 121
